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sábado, 3 de octubre de 2015

YA NADIE SE LLAMARÁ COMO YO

(Entre La Mode y Siniestro Total)
Agustín Fernández Mallo
Seix Barral. Poesía (1998-2012)

                                          Negra y criminal (calle) Nollegiu

            Hoy sábado tres de octubre, cierra definitivamente una librería en la Barceloneta,  él se llama Pablo Camarasa, ella Negra y Criminal. Allí están todas esas personas que quieren grabar con sus teléfonos el momento. Se amotinan en la calle de la Sal, donde Camarasa, subido a una caja dedica unas palabras a esos fieles,  fieles de lo negro, de lo criminal, de los mejillones los sábados por la mañana, pero que no le compraron al librero suficientes libros, lo saben y de tan culpables que se sienten, hoy purgan.

          En paralelo, casi a la misma hora, calle de la Amistat, Poble Nou, la librería Nollegiu, presentación del último libro de poesía de Agustín Fernández Mallo "Ya nadie se llamará como yo", más la poesía reunida que el autor ha escrito desde aquel lejano 1998 hasta el 2012, un alarde de fuerza y poder por parte de la editorial Seix Barral, donde Fernández Mallo no tenía obra publicada. Dos librerías, dos barrios, Barcelona.
            Xavier Vidal no tiene palestra en la librería, tiene una pizarra en la calle, un par de sillones granates y un sofá y alrededor, sillas de tijera. Rodean la escena, lectores, escritores, editores independientes como Sergio Gaspar, Aníbal Cristobo, las editoras de Seix B,  Colectivo Juan de Madre, Fernández Porta, Jorge Carrión, Sergi de Diego, David Yeste, Oscar Solana, Marta Rodríguez, Ana María Iglesias. Asumiendo el reto de presentar el libro y recién llegado de Londres,  Eduardo Moga al que Fernández le agradece sus sugerencias en la lectura definitiva del manuscrito. A Eduardo este poemario, le gustó y los disfrutó.
            Agustín Fernández Mallo se hizo escritor con "Creta lateral travelling" y a partir de ahí fue inventado por distintos caminos y visiones, una nueva frontera para la poesía. El recorrido del acontecimiento estático lo denominó Poesía Postpoética hasta ofrecer un punto de visión enfrentado al acontecimiento físico, la saga Nocilla  y en ese recorrido una nueva generación. Todo eso creó una marea de adeptos, súbditos, discípulos que hoy siguen al autor con total fidelidad desde Vigo hasta Mallorca, que no serían nada sin sus detractores, en la misma cantidad y vocación.
 Habiendo leído toda su obra, nunca le había visto presentar ninguno de sus libros, pero sí le conocía de verle en actos, entre otros, la presentación de Artefactos de Carlos Gámez en Barcelona o durante el Festival Ñ en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
            La poesía postpoética se apoya en su pedantería, igual que los percebeiros lo hacen entre la ola y la roca. Rebusca entre los restos y de ahí recicla, utiliza la basura para reformular el espacio-tiempo, interactúa con esa basura, le da mimo, sueño, aliento y te lo cuenta.
<<Me encuentro una tarjeta de crédito comida por los ratones, sobre unas hierbas, en un monte por el que no ha pasado nadie en veinte años. ¡Qué hace ahí esa tarjeta!>> 
Esa es la materia de la que se nutre. A partir de ahí Fernández elabora una historia, la somete a las leyes de la frontera <<materia que no aporta peso, lo resta>> y de ese puré parpadeante nace un poema, un alimento, un entendimiento con lo real desde lo imaginado, desde la basura. Pedantería y en su pedantería, Fernández Mallo se muestra siempre sorprendido, le ves sumamente curioso con las cosas, como si de verdad las cosas le hablaran y así fue cuando su bolígrafo Bic cristal se había perdido en el sillón y le dio la mano como a un niño pequeño. Agustín es amable, como un bosque en el que algo vive dentro.

Sergi de Diego, a quien amo cada vez más porque vive un continuo proceso de crecimiento y destrucción, en referencia a los últimos versos de “Ya nadie se llamará como yo” que dicen así: “A la última pieza ­no más grande que la palma de la mano–, los trabajadores acostumbran a llamarla alma. (Duelo)”, me señala la siguiente observación desde también las últimas líneas del prólogo de Gamoneda: “Tan solo le sobra una imprecisa <<a>> levemente cacofónica a su penúltima línea, sólo una.”
            Encontrarás seiscientas páginas y esa "a" de Gamoneda es todo lo que sobra de este libro.

            Me reuní con mis amigos tomando vermut en la taberna de la esquina y echamos de menos una vez mas a Enrique Clarós. Ocho horas después me despedí de ellos en la boca del metro de Poble nou. Al llegar a casa recibo este mensaje de Marta Rodríguez “Enrique siempre estará en mi corazón. Un beso enorme amigos”. 



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