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lunes, 16 de diciembre de 2013

MADRID 2 (La Fugitiva)








La Fugitiva es de color azul oxidado.
-Vamos a tomar un chocolate con churros.
Son las seis de la tarde y Zapico y su novia acaban de llegar de Ciudad Real. Vienen a cazar ciervos en la dehesa del Prado, pero hoy los ciervos se han quedado en las cuadras de la pinacoteca, entre Goya y Velázquez, además Zapi no usa armas de caza solo tira desde su Leica power 25mm. En Madrid no hace falta buscar mucho para encontrar bocadillos de calamares, ni chocolate con porras y así nos metimos en una terraza en la plaza de Santa Ana y antes de que pidiera lo mío a un camarero boliviano, Zapi me regaló su última joyita para coleccionistas COSAS (a Elías con cariño) su último libro de poemas editado por Zoográfico, artesano. Entre soletes y vaquillas la plaza está tomada por casetas y terrazas donde todo el mundo se embucha el consabido chocolate. No se tarda mucho en dar parte de los churros y a los veinte minutos nos vamos caminito caminando hacia la calle Atocha en busca de Santa Isabel y en la esquina azul están todos esperandonos, una moto Triumph bien cuidada, mi primo Lorenzo Gorostiaga, mi amigo Lorenzo Rodríguez y Rubén Sánchez Trigos, parece la fiesta de los lorenzos, de hecho todavía podía haber aparecido Lorenzo Silva y Lawrence de Arabia pero ninguno de los dos aparece, no era el día ni el lugar y no hay nadie más
-No hay nadie –me dice Lorenzo Rodríguez como sin creérselo- no ha venido nadie.
Si, nadie, salvo los clientes habituales que llevan un par de tardes allí metidos cotilleando desde su ordenador portátil y en la barrera Miguel y Clea los encargados de atenderles a ellos y a nosotros.
-Somos profesionales Lorenzo –le digo- presentaremos el libro como si estuviera lleno.
Y así es, nos pusimos a hablar y a beber agua, vasos de agua porque el chocolate da sed y algo de ardor, Lorenzo presenta y se rie mientras una pareja de novios que han ido a la Fugi a tontear entre libros y té, se levantan algo avergonzados y se van, procuro no mirarles mucho para que no se sientan culpables y lucho para no sentirme culpable yo mismo por forzar a la editorial a un segundo día de presentación en Madrid, jueves, el día en el que todas las librerías, bibliotecas, centros de arte, auditorios, consulados presenta algún libro, a algún autor, a alguien, jueves, malditos jueves literarios a las ocho de la tarde, por supuesto la convocatoria desde facebook era para las siete y esperamos hasta que la evidencia se puso a silbar como un tren furioso a su paso por un apeadero.
Los mejor de todo es que nos ganamos la atención de los que estaban, incluida la de Clea. Mi admiración por Clea y su editorial Eutelequia en la que muchos de mis amigos salieron del anonimato y que previsiblemente seguirá siendo así aunque a otro ritmo y mi apoyo incondicional a las librerías de este país y de todos los libreros que te ofrecen su mercancía al tacto y además en este caso cuando terminamos de mirarnos y explicarnos Clea dijo
-Y ahora os invitamos a una copa de cava y berenjenas fritas.
 Detalles, estábamos en La Fugitiva y allí seguimos después un buen rato, algo después de que Zapico y su Leica se retiraran a las calles de Madrid a recitar cosas.
También nos terminamos retirando nosotros, Lorenzo G se despidió con toda la cortesía, Rubén tenía un compromiso, cenar con los angeles bebés de Murillo que si bien no son ángeles del todo, tampoco son demonios, ni se depilan las cejas y Lorenzo que en su momento se preocupó porque ni siquiera llegaba su novia Irina, y yo, los tres nos fuimos a ponernos ciegos y a celebrar el silencio de los corderos, de todos esos corderos cabrones que te dicen que si, que voy joder, y megustean el facebook hasta dejarlo resbalín, resbalín como un trampolín, pero son cabronsetes y no vienen y no van y ahora quieren saber que pasó. Pues nos fuimos a cenar a la taberna La lechuga, donde el camarero te vacila cuando le pides la carta y te recomienda tomates rellenos, pero no estábamos para tomates rellenos y pedimos torreznos y huevos y mucho pan y una botella de vino y empezamos a hablar de literatura con chistorra y Faulkner, de Julio Llamazares y de Chirbes y de clásicos como Bellver y Astur, o moderneces como Galdós.
-Yo me tomaría un whiskey –dije yo-
Y no tuve que insistir
-Vamos a la coctelería Del Diego
Fue así como cruzamos la Gran Vía que es el río sagrado de Madrid, ese Madrid que exporta muchachos con bufanda de cuadros bien anudada y cuyos camareros, taxistas, peluqueros, policías terminan su frase como hablan los dibujos de Ibáñez, con un …caballero, al estilo de –pues no faltaba más, caballero –dígame, caballero o –puedo ayudarle caballero.
Y nos tomamos un gimlet a la salud de Lorenzo Silva y todos los lorenzos del mundo, un coctel de novela negra para esta noche de Madrid. Fue como terminamos siendo amigos, bebiendo ginebra y zumo de lima con más literaturas y consejos. Salud y abrazos amigos.



domingo, 15 de diciembre de 2013

MADRID 1 (Librería Lé)

                                          Elías Gorostiaga

El invierno de Madrid sujeta la humedad entre los bienes raíces de calles viejas, mientras el sol se pega en plazas y plazuelas, entre los jardines que rodean los museos y en todas las fachadas de los hoteles de cinco estrellas siempre bien orientados en invierno a ese sol.
Llegué a la Corte para presentar Nómadas durante dos días en dos librerías tan distintas como el día y la noche y sin embargo librerías. En las horas previas me sentí solo, caminé, dormí poco y también me sentí acompañado por José Ángel Barrueco, comí bocadillos de calamares, ostras en el mercado de San Miguel, chocolate con churos en Santa Ana, visité la Catedral de la Almudena, plazas y jardines, me colgué el abrigo del brazo y me lo volví a poner porque la temperatura en Madrid depende de la calle por la que camines y en todas, todas esas calles y plazas había mucha gente, estaban llenas de gente, mientras que las librerías permanecían vacías o en penumbra. La librería Lé, rodeada de buenos ventanales, está en la Castellana a la altura del Bernabeu, barrio donde viven los abogados de Madrid, los arquitectos, la aristocracia vieja de Toledo, de Sevilla, cónsules, empresarios;  La Fugitiva se encuentra en Lavapiés, al lado del Cine Doré, al lado de donde los negros venden su droga, de donde una buena parte de la gleba novelista y poeta, la más frágil de la villa por ser los que no publican para los grandes grupos y por formar parte de esa humedad de las calles de segunda mano y de ese sol de las plazas y que ninguno o casi ninguno es de Madrid.
El día que conocí a Lorenzo Rodríguez llovía a mares, debajo de la farola y a la luz de la librería ese agua fría era más evidente y calaba más, pero los dos estuvimos uno frente al otro, con las manos abrazadas mirándonos a los ojos. El día que conocí a Lorenzo Rodríguez, lucía un sol despampanante, las terrazas estaban llenas, las chicas con faldas de cuadros paseando a sus perros de compañía, jóvenes cachorros que solo quieren jugar. El día que conocí a Lorenzo Rodríguez iba cogido del brazo de Manuel Astur y Lorenzo Rodríguez quiso romper nuestro corazón presentándonos a su novia Irina C. Salabert, pero no le dejamos, cruzamos la Castellana zigzagueando entre los coches y nos pusimos a beber cerveza, no para apagar nuestra sed, sino para saciar esa sed futura que íbamos a tener. Cuando apareció Ana María Trillo, arrastraba una maletita roja con ruedas a la que trataba como a un perrito de compañía, nos saludamos con un beso y una sonrisa. Pienso en Madrid y en que hay que matar a los taxistas de cien en cien y volver a sacar las calesas que se guardan debajo de la Puerta del Sol en un almacén para naves espaciales, pienso que después de eso en Madrid hay que matar a todos los periodistas, a todos menos a Lorenzo Rodríguez que apenas tiene veintiséis años y todavía debe escribir mucho antes de morir. Pensaba en eso mientras Astur liaba cigarrillos y se tiraba de los pelos de la barba.
El día que conocí a Lorenzo Rodríguez, Santiago D’Ors presentaba Nómadas en la Librería Lé, llegó a las siete de la tarde con todos los demás invitados y su ego se sentó a explicar por qué firma como Yago Vasil teniendo nombres y apellidos, los  porqué de querer ser escritor, de su ambición literaria, el pelo negro de los diecinueve años y se lo explicó a la familia, a los amigos de la familia que piensan en endecasílabos, a niñas que acababan de dejar sus faldas de cuadros en la maletita de Ana María Trillo para ponerse unos vaqueros Mayoral y ser más altas, a niños sin uniforme y mucha pose de poeta del paraíso con flequillo en forma de medio tupé. A Yago Vasil no lo importó que las sillas en las que nos sentábamos Lorenzo Rodríguez, Sergi Bellver, Manuel Astur y yo, estuvieran vacías, tenía hambre por decirles a sus personajes, amigos, familiares y vecinos, quién era, la vanidad de su amo se sentó con la espalda muy derecha se refirió así, con estas palabras,
-Convenceros de una vez, yo soy escritor –dijo- soy un escritor clásico que reinventa la escritura moderna.

                                         Santiago D'Ors


Después de terminar varias cervezas soplando la espuma que se nos pegaba a la barba, hablando de barcos hundidos, encontramos algo nervioso en la acera de la Librería Lé a un tal Lorenzo Rodríguez que nos saludó de lejos con los brazos muy abiertos mientras voceaba “ya están todos ahí, tenemos que bajar antes de que se vayan” y de entre las sombras, también apareció a un tal Sergi Bellver que mantenía una calma muy antigua y había elegido para la ocasión su mejor pelo negro, sus botas más bonitas, una sonrisa llena de nostalgia y una voz con ojeras. Bajamos por la escalera de Lé empujándonos y notamos la voz de Yago Vasil que se fue apagando dando paso a una emoción gestual que no se impresionó lo más mínimo al vernos entrar.
-Queridos amigos –dijo Santiago D’Ors- tomar asiento.
El ego alterno, estiró sus brazos y nos tendió las manos, a mi me tocó su mano izquierda y a Lorenzo Rodríguez la mano derecha; de ambas manos y de las yagas frescas brotaron fresas del bosque. Nos sentamos como pudimos en el poco espacio que quedaba, dejando un rastro de hojas de los castaños, que fuera en la calle no dejaban de caer, el polvo de los caminos, de los hoteles baratos y amordazando a Yago, Lorenzo Rodríguez, al que conocí varias veces antes de hablar con él, empezó la presentación de Nómadas, besando antes la foto de Irina que devolvió a su pecho como un escapulario y dijo:
-Solamente he leído el prólogo de Elías Gorostiaga –y brotándole una febril sinceridad dijo gesticulando mucho- he arrancado el resto de relatos.
Manuel Astur no se refirió en ningún momento a su relato, desorientado miraba hacia la parte vacía de la librería, habló de María, de lo bien que vivía en casa de María, de lo mucho que la llegó a amar, de los tiempos difíciles, de los tiempos felices, del amor, del odio. Después se entretuvo con un muñequito de felpa al que sonreía. Sergi Bellver respiró mientras confesaba que había conseguido ser escritor y que ahora ya no dejaría nunca de serlo porque para eso se tumbaba en el sofá del psiquiatra ocho horas cada día, las de dormir y eso tiene un precio y no se puede renunciar tan fácil y menos aun, sabiendo perfectamente que él era Faulkner y por fin Elías Gorostiaga, más calvo y envejecido que nunca, comentó, ante el asombrado público, que él había escrito  todos los relatos de Nómadas y que después fue asignando uno a uno título y autor. Eso fue lo que dijo mirando a los espacios muertos, mientras dejaba a sus pies un ramillete de hojas muy bien editadas. Santiago D’Ors continuó hablando de lo suyo, su relación con la literatura y el amor hasta que se desvaneció, todo se desvaneció y las tijeras cortaron la cinta dejando inaugurado aquel lugar recién pintado.

-Queridos amigos –dijo John Newborn- tomar asiento.




                                           Sergi Bellver y Manue Astur




domingo, 24 de noviembre de 2013

FATHER (Biblioteca de Viladecans)


            Comí la carne y bebí la sangre, tu carne y tu sangre y seguí siendo torpe, pecando, equivocándome con la verdad, me cansé, me arrodillé, te pedí perdón, me até los cordones de los zapatos rotos y continué. No puedo ser siempre culpable padre, por eso ya no quiero comer ni beber tu sangre. Después de muchos años levanté la cabeza por encima de los escombros y pude ver el paisaje. Me puse de pie y vi que el paisaje llegaba lejos, nada me impedía tener una visión clara. Di un paso, podía moverme, caminar y llegar; dije una palabra, vi que podía hablar y eso me produjo alegría, andaba solo y no me inquieté por eso, no había referencias, ni caminos, detrás de mi quedaban bien marcados mis pasos y eso me alegró y a la vez supe que también se borrarían, se convertirían en escombros como lo demás. Encontré una piedra y me senté en ella, también era agradable sentarse y esperar y es cuando dije las primeras palabras
-Yo soy el padre
Podía hablar, me sentí extraño con esa nueva sensación, podía repetirlo
-Soy el padre
Encontré en los bolsillos un papel y escribí esa palabra, padre y eso me produjo satisfacción y en aquel mismo momento pensé que todos los perros tienen boca, que el mundo es imperfecto y en eso reside toda la belleza, también que había fealdad y que tendría compañía porque el camino es para todos, que aquel paisaje después de los años no era solo para mi y volví a escribir “soy el padre” y pensé que era así porque podía dar y crear vida y también lo escribí para volver a sentir satisfacción, en ese momento, después de escribir y sentir volví a pensar que llegaría también la inquietud y aunque la satisfacción me gustaba, a la vez me inquietaba. Y es después que vi a otro hombre caminar erguido, despacio, con dificultad pero lleno de dignidad, era como yo, descubría el camino y quería sentir satisfacción o quizá inquietud o quizá lo que ese hombre descubría no era bueno. No me molestó, el mundo debía estar lleno de hombres así que un día se ponen a andar y empiezan a sembrar detrás de ellos huellas nuevas, quizá encima de otras ya borradas por los escombros.
            El auditorio se abrió dentro de una caja perfecta, cuadrada, estéril. A un lado alguien pudo poner sus banderas y un atril donde colocar las manos y un micrófono que recogía la voz y la devolvía clara, amplificada. Aquella caja, sus  sillas ordenadas con un pasillo a los lados y otro en el centro, se fue llenando de gente, poco después ellas se sentaron. Por cada grupo de cinco o seis mujeres, había un pequeño hombre. Venían de lejos, habían perdonado a algún hombre, sonreían, hablaban entre ellas sin conocerse, esperaban. Yo también entré, había ensayado para hablar, saludé como explican los manuales de comunicación, iba vestido, buenos zapatos de piel de potro con los que había pisado el sol del día. Aquel día luminoso no entraba dentro de los planes de la caja perfecta que tenía su propia luz. Vi la mesa a la que me sentaría y que me separaría de todos los asistentes incluso de mi mismo. Sobre la mesa alguien colocó carpetas y dentro una hoja de papel con algunos nombres en el que estaba también el mío, ELIAS GOROSTIAGA, así como instrucciones bien ordenadas, algo que miré por encima sin atención, ese papel me produjo fastidio, también aquí había reglas y cerré la carpeta. Alguien dejó una botella de agua precintada y un vaso de plástico, desenrosqué el tapón y bebí directamente de la botella porque los vasos de plástico antes o después se derraman y volví a enroscar el tapón con delicadeza. Pensé que el agua me aclararía la voz, pero la voz siguió confusa, pesada, apelmazada en la parte baja de la garganta. También la mesa tenía un micrófono. Un hombre se me acercó y me instruyó en el orden de las intervenciones, repitió lo que tediosamente había leído en el papel, le miré y vi que era un hombre cabrón y bueno a la vez, que cumplía con su trabajo, todo eso formaba parte del acto, del tiempo de aquel auditorio perfecto. Cerré la carpeta y la volví a abrir, y la cerré y al volverla a abrir, leí otros nombres NOEMI TRUJILLO y REMEI LOPEZ volví a cerrar la carpeta y la volví a abrir. Ese hombre le daba una gran importancia al micrófono. Iba a mover el micro de la mesa al atril y del atril a la mesa y a ese movimiento no dejaba de darle una gran importancia, insistía en que le indicara cuando debía mover el micro de la mesa al atril y del atril a la mesa.
-Yo estaré atento a sus señas –dijo-
Antes cumplí con el protocolo y fui a buscar a un hombre a la estación. Ineludiblemente debía asistir al acto. La aguja del reloj marcó las once y media de la mañana y en ese mismo momento el tren de la R2Sur, entró en el andén, puntual como un esclavo.
 -Si no viene en este tren, ya vamos tarde.
Antes de terminar la frase aquel hombre bajaba sin prisa las escaleras para salir del apeadero. Le abracé. Caminaba despacio pero ardía por dentro, ya que el tiempo de este hombre era distinto a mi tiempo y al tiempo de las mujeres.
Las primeras sillas, fueron destinadas a los hombres que iban a hablar de su libro, en las primeras sillas de los auditorios nunca se sienta nadie a pesar de ser el lugar más cercano, el más visible, la gente siempre intenta protegerse de algo, algún peligro mental, prefieren tener a alguien delante y así en una sucesión hasta llegar a la primera fila. En esas sillas vacías figuraba el nombre de los ocupantes JUAN VICO, OSCAR SOLANA, SERGI BELLVER, JORDI CARRIÓN, DAVID YESTE, DAVID BARBA. En la mesa nosotros también teníamos nuestro cartel, nada se escapaba al auditorio perfecto
            Se presentaba allí NOMADAS, una recopilación de textos escritos por veintiún autores que habían desayunado en mi casa a las nueve de la mañana. El desayuno fue el siguiente: pà de pagés tostado, untado con tomate y aceite de Jaén de primera flor, queso bien curado, lomo embuchado, aceitunas tratadas con salsas, churros bañados en chocolate, vino con denominación Rioja, café y leche y además bizcocho de canela y fruta, troceado en dados con un asombroso sombrero de azúcar glaseada. No había periódicos del día, la alfombra estaba enrollada para que nadie pudiera pisarla, con un pequeño cadáver dentro y los veintiún autores aprovechando un descuido se pusieron a firmar mis libros, libros que ellos no habían escrito, ni leído, necesitaban firmar algo real, mi casa se convirtió en una pista de precalentamiento para lo que sería después el auditorio de la Biblioteca de Viladecans y a su paso, todo quedó lleno de cadáveres sonrientes y buenos días.
            Todo se desarrolló conforme al papel de la carpeta, donde añadí un nombre más Ana María Trillo. Después, ni antes ni después, Noemí Tujillo vestida con un abrigo blanco con las mangas llenas de flores, volvió a contarme el orden de las intervenciones, me explicó detalladamente los planos del auditorio, su perfecta estructura cuadrada, yo en aquel momento ya estaba borracho, miraba a toda aquella gente y no entendía ni de donde habían salido ni que esperaban, ni con qué fe, pero todos sonreían como si les hubiera tocado el premio de Viladecans,  además de borracho trataba de mirar con ojos de mujer a los autores que se felicitaban de estar allí, que entretenían su tiempo académico consultando sus ipad, engañándose, pensando en sus propias palabras, esas palabras que no sabe uno si van a llegar o se van a perder en ese camino sin huellas, en ese paisaje devastado y pensé para mi.
I am the father
Y eso me dio fuerza para seguir y sostener mi borrachera, con el pelo pegado al pelo y la frente fuera de su sitio, la barba recién planchada, los ojos cansados y las manos muy ordenadas junto a puños de camisa impolutos. Habló Remei en nombre de la Biblioteca que alberga en sus estantes miles de libros que nadie ha presentado nunca, porque pertenecen a una vieja época en la que no se habían inventado el espacio, ni el tiempo, ni la risa, y habló en nombre del auditorio perfecto y degustó palabras de batalla a las que no presté ninguna atención porque sonaban a café, pero que se aplaudieron con fervor, como si todas las manos tuvieran en ese momento guantes blancos, como aplauden los dibujos animados de Wall Disney. El hombre del micrófono estuvo atento a mi señal pero no le di ninguna señal y Noemí se hizo cargo de la situación comentando con voz de adolescente y mirada de miel, lo confortablemente bien que se encuentra en Playa de Ákaba, los catorce títulos en el primer año editorial, se notó su satisfacción por el proyecto Nómada y me dio las gracias por haber participado en él, en ese momento empecé a escuchar cascabeles, primero uno, después diez, después cien hasta llegar a un número gigantesco de cascabeles, miles, millones, eran todos los cascabeles de todos los arrieros y sus mulas, de todos los caminos que han recorrido los arrieros y sus mulas por todas las tierras y por todos los caminos de arriero, sentí satisfacción ante tal acumulación de sonidos, satisfacción. Los Rolling Stone habían llegado sin invitación a la fiesta Nómada, vi a Lou Red sentado entre el público a Robert Mapplethorpe, y después de esta enorme borrachera hablé yo. No puedo recordar lo que dije, no me pude oír, el hombre del micrófono se descojonaba, dije algo de mi y de mi familia, una chica me hizo una foto que salió muerta, dije algo de Vico, de Artigue, de Carrión, dije cosas sueltas que se iban pegando por las paredes y se disolvían en la luz del auditorio perfecto, o que caían delante de mi y al otro lado de la mesa, como ranas pequeñas. Me fui volviendo transparente hasta desaparecer, miré el reloj que cronometra el tiempo y vi que era un tiempo distinto al anterior, era distinto al tiempo del que disponía Jordi Carrión y que ya había gastado antes de entrar, distinto al tiempo expresivo de Juan Vico, al tiempo lento de Oscar Solana, al tiempo de Sergi Bellver que envolvió sus palabras en una bufanda que tejida por Ainhoa Rebolledo mientras tricotaba como contramaestre en el barco Pequod, y sus palabras empezaron odiándome y terminaron amándome, el tiempo de Manuel Vilas teletransportado desde Nueva York, donde reside actualmente, al cuerpo de Juan Soto, por lo que Juan  podía disfrutar de la experiencia de Vilas, de su firma de ejemplares y Vilas de Juan dándose placer con sus jóvenes novias, en un tiempo que para Vilas casi ha caducado, el tiempo del placer salvaje, vi como Charlie Watts, impecable, hablaba con David Yeste y se ofrecía para tocar la batería por los pueblos con su banda y cuanto más hablaba con él más se le hinchaban los ojos a David que explicó sobre un tiempo de músicos y de sus viejas leyendas de pueblo. Y después o quizá antes, levanté las cejas, la mirada, incluso un hombro y el del micrófono, tan atento como un podenco en el campo de batalla, hizo presa sobre el cuello del micro y lo transportó degollando un cable negro del tiempo de los cables, un tiempo que todavía no ha terminado, hasta clavarlo en el atril, junto a las banderas que goteaban colores pringosos en el suelo perfecto del auditorio y que todos los autores pisaron sin devoción alguna.
            No cruzó ningún avión por el espacio aéreo de Viladecans. No cruzaron por sus calles las viejas motos de los rockers, aprovechando ese momento familias de ciclistas, manadas de ciclistas gordos buscando una meta que terminaron delante de un plato de butifarras con alubias, atravesaban todas las calles y se perdieron por el territorio y las vegas. Y pasados todos los momentos, los autores empezaron a firmar sus libros, rodeados de aquellas mujeres que habían perdonado, Vivian, Arantxa, Lola, Elena, Maribel, Susana, Amalia, Anna, Juana La Loca, Isabel La Católica, La Duquesa de la casa de Alba, doña Vicenta la maestra, Cati, y así un sinfín de firmas y de deseos, yo también estuve allí, me llené los dedos de tinta y firmé con una vieja estilográfica Párker West Germany, que compré hace más de veinte años, para firmar libros y que ha permanecido virgen y vieja hasta hoy, cargada con tinta Waterman Havana ink indeleble. He firmado docenas de copias de un libro que es de otros, de veintiún autores nómadas que han dejado su hueva de alacrán, su larva, sus genes, en ese caldo, he firmado y he sentido las confesiones del público que deseaba el libro como el flotador de un naufrago, os he besado a todos, os he besado hijos míos pero no guardo memoria nada más que de unos pocos, los que caminan.
I am the father.





    

viernes, 15 de noviembre de 2013

NOMADAS (II) La entrevista

Elías Gorostiga: «El viaje te descubre, te enseña y te cambia, todos los grandes escritores han experimentado viajando»

Queremos celebrar con todos vosotros el inminente lanzamiento de Nómadas el próximo 19 de noviembre. Nómadas es una antología de relatos de viaje de cuya selección y prólogo se ha encargado el autor Elías Gorostiaga.
Por eso, qué mejor manera de empezar esta celebración que dirigiéndonos directamente a Elías y pedirle que nos cuente los entresijos de esta antología tan especial.
Entrevista a Elías Gorostiaga: «El viaje te descubre, te enseña y te cambia, todos los grandes escritores han experimentado viajando».
ELÍAS GOROSTIAGA
Fotografía: Ana Portnoy
¿Cómo surgió la idea de crear Nómadas? ¿Por qué ese título?
La idea se la propongo a Noemí Trujillo, directora de la editorial Playa de Ákaba, en la última semana de mayo de 2013. Fue a raíz del taller literario que se celebró el 25 de ese mes y por el flujo de una tormenta de ideas que empezó a surgir entre los integrantes del mismo. Una de esas ideas era celebrar el primer año de vida de la editorial con la edición de un libro de relatos que ha terminado siendo este,Nómadas. Todo fue muy deprisa, buscamos título, el título era el primer paso para atomizar todo lo demás. El primer fin de semana de junio le estuve dando vueltas al asunto y fue mientras leía Moriremos mirando de Alberto García-Alix, de donde surgió ese título. Para mí García-Alix siempre es una fuente de inspiración. Después llegó un primer listado de treinta autores y una idea descabellada para la portada: era la representación de La Sagrada Familia en la calleja de un barrio industrial: junto a una Harley-Davidson, una pareja y su bebé. Al final la portada es elección de Noemí, un sugerente paisaje entre dunas. Los autores (veintiuno) llegaron como la buena fruta, una vez que la idea inicial estaba madura.
 ¿De dónde surgió la idea de crear un libro de relatos de viaje?
La idea es siempre del viaje, me encanta viajar y me gustaría poder viajar como en el siglo xix; me gusta fijar el viaje escribiéndolo, contar el viaje y ese viaje tiene maestros que van desde Conrad hasta Caparrós o Nooteboom, desde J. Esteva hasta J. Carrión, viajeros, novelistas, poetas; el viaje te descubre, te enseña y te cambia, todos los grandes escritores han experimentado viajando, escribiendo de sus viajes. La segunda parte de esa idea empieza y termina celebrando el nombre de la editorial Playa de Ákaba y de Lawrence de Arabia: un símbolo y un viajero.
 ¿Cuáles han sido tus tareas como coordinador?
Sobre todo elegir a los escritores, coordinar la entrega de textos con el maquetador y con Noemí e ir afinando la maqueta hasta la revisión final y la última corrección en la que ha trabajado en solitario Noemí, después de un montón de revisiones. El trabajo al principio ha sido lento y esa lentitud y ese verano de calor me fue llenado de ansiedad para poco a poco ver que el libro tomaba forma, que los escritores respondían con sus textos, que el libro iba creciendo, todo más o menos en tres meses.
¿Qué ha supuesto para ti, como persona y como escritor?
Para mí ha sido desenterrar el pasado y a la vez darme cuenta de lo fácil que es levantar de nuevo los posos del fondo del lago. No obstante, cuando tratas con escritores también tratas con su vanidad y sus egos, esa es la parte más difícil y la más insoportable. Todos estos tipos de la antología están tocados por la magia, tienen miedo, muchos están muy solos, son frágiles, no solo por vivir una época como esta, (la mejor de las épocas y la peor de las épocas) o por ser este el final de un período, de un ciclo económico, simplemente hablamos de gente frágil.
 ¿Qué ha sido lo más difícil en tu tarea de coordinación?
Sin duda cuando tienes que pedir a un escritor que te envíe un texto y a la vez le tienes que decir que no se va a publicar; y después luchar contra el tiempo, el período de entrega, controlar la ansiedad que eso te genera y pensar que, en cualquier momento, un accidente, una decisión, una tormenta puede arrasar la cosecha y ya no va a haber otra oportunidad.
 ¿Y lo mejor que te ha aportado este proyecto?
La satisfacción de llegar al final del camino. Por otro lado queda la incertidumbre y de nuevo la ansiedad de esperar que el libro se venda y termine gustando a los lectores, pero hablamos de libros y lectores no de Coca-Cola; la sed de los libros y de los lectores es impredecible.
 ¿Cómo fueron seleccionados los autores? ¿Qué perfil de autor buscabais? ¿Te ha costado mucho cerrar la lista definitiva? ¿Se te ha caído algún autor?
No comento sobre los autores que no están en la antología, cada uno de ellos es un mapa y un territorio. Respecto de los perfiles, las listas y las caídas, uno va formando su biblioteca por contagio de lecturas, un libro te presenta otro, un autor te ayuda a elegir el siguiente libro, un camino te lleva a un viaje, y es así como vas encontrando y vas seleccionando. Igual pasa con los vinos, cuando has educado el paladar no te cuesta elegir, con los autores no te cuesta acercarte después de haberlos leído y eso es lo que hice, leerlos, conocerlos y después ponerme en contacto con ellos, siempre intentando mantener ese principio por el cual escritores consagrados junto con escritores que empiezan a escribir, todos escritores viajeros, que han vivido en muchos lugares, que hablan varios idiomas, que viajan, que se mueven, de muy distinta sensibilidad y locura, que le mantienen el pulso al cambio de paradigma que se está viviendo ahora mismo.
Los relatos que componen la obra son muy variados, aunque todos tienen en común el nomadismo, literal o figurado, ¿se planteó alguna premisa a los autores o se dejó libertad absoluta en su creación?
No recuerdo ya las premisas y por el resultado creo que a nadie le importaron mucho; al ser puramente orientativas a veces no sirven para nada, por eso yo también me olvidé de las premisas y dejé que fluyeran los textos, hay autores que mandaron textos ya publicados, o que forma parte de lo que será una novela. A mí esas elecciones me parecen bien, sobre todo cuando el tiempo de convocatoria es tan escaso y el verano metido por medio, pero al final será la opinión de los lectores la que termine eligiendo cada trabajo y poniendo a cada uno en el orden que le corresponda.
 ¿Se hizo selección previa de manuscritos o de autores?
Se eligió a los autores según mis gustos y según mis gustos algunos fueron rechazados. Fueron los que se quedaron los que tomaron el alma de la edición; agradecí a los que me dijeron que no participaban por estar ocupados en distintos proyectos; alguno se bajó a medio camino disculpándose de forma peregrina y me dejó con el ramo de flores en medio de la iglesia, aún así el peor de todos es el que no contesta ni siquiera por cortesía. Aun no siendo yo nadie en el circuito literario, lo menos que pueden hacer es contestarte, decir algo más que ese silencio, pero ahí intervino la suerte de encontrar la ayuda y la experiencia en antologías de Sergi Bellver, que tenía a mano a dos autoras y hubiera tenido muchas más, que fueron un balón de oxígeno como podréis leer.
 Con Nómadas, la editorial Playa de Ákaba inaugura su colección de narrativa breve; hay quien la considera un género hermano menor de la novela, y quien la considera un género muy complejo por el dictado de la limitación de espacio. ¿Cuál es tu postura como autor?
Yo tengo muy poca obra, y la que tengo no se ha publicado, casi es mejor que esto sea así. Y el resumen es ese, hay críticos que odian lo breve, hay lectores que prefieren apasionados panfletos decimonónicos de miles de páginas, hay autores que condensan sus novelas dando como resultado libros geniales, difíciles, lentos, macizos, pero que todo el mundo tiene en su casa o en el bolsillo trasero de sus Levi´s. Sí, hay de todo y uno ya ha pasado por el sarampión, la varicela, la salmonelosis, sí todo eso. El paisaje que ahora recorro es el de lectores utilizando dispositivos portátiles de forma compulsiva y con muy poca concentración porque constantemente reciben mensajes que abren y contestan y todo eso viene en el mismo paquete. La editorial Playa de Ákaba debe tratar de definir bien su proyecto editorial, tal y como lo están haciendo Alfabia, Mal Paso, Jekyll and Jill, Ático de los libros, Minúscula, Libros del Lince o Candaya, antes de arruinarse en el abismo, no solo creando espacios de poesía, novela o narrativa breve, sino de definiendo qué o a quién publicar, para qué lector, en qué formato, con qué gusto. Lo que hace bien Playa de Ákaba es canalizar ideas, conducir el esfuerzo de los participantes de sus talleres, que son materia prima caníbal, carne de escritor con la que ir editando, primero Nómadas y en el mes de abril de 2014, la nueva Carta basada en laCarta sobre el comercio de libros que escribiera Diderot al gremio de libreros y en la que colaboraremos más de cuarenta autores, de nuevo una tormenta de ideas para editores, libreros, políticos y la industria del libro. No sé qué saldrá de ahí, tal y como funda su derecho, la editorial paga a sus autores, nos mima; mientras el mercado no lo impida, puedan gastar fuerzas y gastar ganas, algo saldrá, tarde o temprano algo saldrá.
Desde la redacción de la Revista Digital Playa de Ákaba queremos agradecer a Elías Gorostiaga el tiempo que nos ha dedicado, su amabilidad y sobre todo, el habernos dado la oportunidad de conocer mejor Nómadas, un libro que sin duda dará mucho que hablar en los próximos meses.
A todos vosotros, os emplazamos a seguir la actualidad editorial de Playa de Ákaba. Pronto publicaremos una serie de 21 cuestionarios que hemos preparado para los autores que han participado en Nómadas. 21 formas de entender la literatura, 21 formas de viajar por el mundo. No os los perdáis.
Redacción Revista Digital Playa de Ákaba

domingo, 6 de octubre de 2013

LIBRERIAS


Presentación en Barcelona 3 de octubre de 2013
Librería Laie 19.30 horas


1.-
Recuerdo el catálogo de Círculo de Lectores y el de Disco Play, los dos andaban de un lado a otro por casa, pasando de mano en mano de todos mis hermanos, hasta que llegaban los libros y los discos que habían pedido, éramos una feliz familia unida. Recuerdo eso y años más tarde la pequeña biblioteca pública que instalaron en un local situado entre los Juzgados y la Cárcel vieja, frente al castillo y junto a las cuestas del río, la bibliotecaria era coja y siempre sonreía. Me gustaba rebuscar en las estanterías y llevarme el libro prestado para devolverlo leído quince días después. A partir de ahí comienzo a comprar libros y discos y a montar y leer de mi propia biblioteca y de forma desordenada, a escribir caóticamente, más o menos igual que ahora, en esos años me cargué de fantasmas e intuiciones, una úlcera duodenal, períodos en los que intercalaba soledad y lectura sin apenas contacto con los amigos, rehuyendo a la familia y períodos de abandonarme a mi suerte y a la de esos amigos, para volver a casa, solo y por dormir, cuando eso era posible, períodos oscuros y vacíos en el espacio-tiempo, ese no lugar que tanto nos gusta visitar de vez en cuando, que pasa a ser un añoranza.
2.-
Jorge Carrión llega a este otoño de 2013 con un libro que ha ganado el 41 premio Anagrama de Ensayo, de una forma insólita, pues ha quedado finalista y de paso contestando las incertidumbres del futuro sobre Naturaleza de la novela, el ensayo de Luis Goytisolo. Las incertidumbres no se terminan de aclarar del todo, pero Jorge te da pistas sobre el pasado, analiza el mundo de los libros a partir de Stefan Zweig, con el que inicia el recorrido, ese vertedero que es la primera memoria colectiva y de ahí construye un mapamundi que comienza con libros de viaje; con las botas bien acordonadas se va asomando de forma concienzuda a las librerías más antiguas del mundo, en un desplazamiento ordenado por África, América de norte a sur, Europa, desde el orientalismo de Tánger, a la exclusividad de París, Londres o Berlín, de las pequeñas librerías a las grandes corporaciones, para terminar con un canto a la cotidianeidad de las nuestras, las de nuestra infancia, las de nuestros recuerdos, y también de los libreros. Ahí aparece ese Jorge más íntimo e intenso que le da al ensayo un sentimiento y una doctrina, esa que mueve a Goethe, García Márquez o Chatwin y que no es otra que la creación de mundos nuevos y el lugar donde poder encontrarlos todos juntos antes de que terminen devorados por un Mc Donalds. Este libro sólo lo puede escribir alguien que consagra su vida a la literatura, que ama los libros, que vive por y para ellos, que a cada ciudad que llega visita sus librerías, por pura necesidad, por placer, habla con los libreros, observa sus escaparates, el sótano y la trastienda, lo que se vende y lo que no.  Este escritor ha compartido esta vuelta al mundo de los libros en un recorrido en el que te encuentras acotaciones, iconos culturales, películas y teleseries. El jueves se presentó en Barcelona.
3.-
-Eres fiel­ como una perra –le dije a V nada más entrar-
-Por Carrión si –dijo ella heroica, con una mueca de desprecio-
Después le di dos besos sin conseguir que relajara ese gesto, su acompañante apenas se enteró, la cosa fue así de rápida.

La carne es lo que tiene, se va pudriendo. Carrión unas veces es Jordi, otras Jorge y otras J. No es la primera vez que escribo de él ni creo que sea la última. Estaba contento por muchas razones, por el premio, por la editorial, por el autor que lo había ganado, por todo el sarao que se monta cuando un libro se pone en marcha y porque se alimenta entre otras energías, como la que produce todo ese motor literario del libro, de los libros. Todo fue ordenado de forma milimétrica, estábamos allí presentes a gusto del autor, a Antonio y Martín esos detalles se les pasa, pero los detalles estaban entre la primera y la última fila en la que yo estaba rodeado de los amigos, alumnos y colaboradores de J, toda esa comunidad. Antonio es Monegal y es profesor, eso quiere decir que da clases, que enseña, que fue profesor de un buen alumno como es Carrión y a la que presentó a la que hoy es su mujer, y hoy ese buen alumno se lo agradece, todo en una y le abre el micrófono para que presente su ensayo, un ensayo que ya era una célula, cuando estudiaba y mucho antes.
-De niño quería ser detective privado –dijo J- ese era mi libro favorito “Cómo ser detective privado”, con el que soñaba y que conseguí.
Antonio Monegal, habló de librerías, de libros y del tiempo
-El tiempo es lo más valioso que tenemos.
Todos movimos la cabeza afirmativamente, aceptamos que es así y a la que vas cumpliendo años más lo reconoces y continuó con la idea de que leer lleva una buena parte de ese tiempo, que no lees todo lo que compras, que a veces dejas libros a medias porque no son lo que parecen y que odia los libros electrónicos porque te señalan porcentajes de lectura, pero no te haces a la idea de por donde vas, como en un libro físico. Antonio Monegal, sonríe mucho cuando dice algo pretendidamente gracioso; en los demás se nos dibuja un gesto que se queda en sonrisa condescendiente. Monegal parece un buen tipo, aunque también lo parece, el profesor químico, de Breaking Bad.
Martín es Caparrós, ese apellido se convierte así en un adjetivo. La última vez que lo vi  se había afeitado el bigote por completo, hoy de nuevo ese bigote  volvía a ser poderoso, renacía espeso. La última vez vestía una camisa negra, hoy era una camiseta negra. La última vez vivía con una maleta, hoy ya ha dejado la maleta en un piso de Barcelona. Martín Caparrós andaba delicado por culpa de algunos pensamientos en los que andaba su hijo, y un hijo todo el mundo sabe lo que debilita, mucho más que una mala mujer, su lugar no son las librerías, le agobia ver toda esa cantidad de libros y de autores, siendo él una pequeña molécula en competición con todos los demás y se abruma, pero lo que dijo quizá fue suficiente para dibujar un estado con el que recorrer el libro.
-Jordi Carrión es como un sabueso –dijo Martín- sigue el rastro, se desvía, pero de nuevo vuelve al rastro que son las librerías.
Con eso fue suficiente. Dijo sabueso, cuando todos entendimos perro, pero perro para Martín, quizá tenga otro valor como palabra, es lo que tienen las palabras que unas veces se cargan de peso y otras quedan flojas, para mi sabueso se queda corto hablando de Jordi Carrión.
J. habló el último. Nos miró y desgranó pequeñas pepitas de cómo había llegado a escribir Librerías. Nos contó que ayudaba a su padre (en su tiempo libre vendedor para Circulo de Lectores) a repartir libros por las casas, tal y como cuenta en el ensayo, lo de querer ser detective enseñando a sus amigos a serlo, (siempre enseñando) y nos hizo cómplices de su felicidad. Nadie en Laie estaba por estar, todos teníamos un motivo, una razón, una amistad, un cariño, porque J, Jorge, Jordi y Carrión, lo ha dado todo y a la vez han montado una maquinaria bien engrasada que toda junta forma una Iglesia y esa institución se va llenando de fieles, apóstoles, predicadores, ángeles y arcángeles, devotos de todo tipo y condición y como siempre pasa en estos casos, también ha comenzado a devorarse, no hay Iglesia que no termine comiendo carne, bebiendo la sangre y guardando reliquias en esa memoria colectiva. Habrían hecho falta tres veces el aforo, para albergar a todos los que faltaban, pero con los que estuvimos fue suficiente para agotar los libros de la tienda. Después vino el cava, los saludos, las firmas, las sonrisas y un final de fiesta, al que no se quiso apuntar Caparrós, por esa disculpa del hijo con el que tenía que hablar,  los demás con y sin hijos tomamos cervezas, como tiene que ser. Al día siguiente, con el acto de Pequod (por la que ya pasan todos los grandes) y un vermut, Jordi Carrión cumplió con Barcelona. Barcelona ha agotado su segunda edición, espero que Anagrama reponga sus librerías, antes de generar altercados entre teleadictos.