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domingo, 30 de marzo de 2014

Route 66

                                                                 Victor Muntané Pavillard

Son 3.940 km que atraviesan ocho estados y la mayor parte del recorrido se hace por una carretera abandonada, a veces intransitable, tramos de tierra y vuelta al pasado, eso si, un pasado rodeado de motos en su mayor parte de Harley Davidson, un camino rebautizado por John Stenbeck como The Mother Road, en el que vas a ver maizales, los humedales del Mississipi, desiertos, viejas gasolineras restauradas como la Standard Oil Co en Odell, hoteles, restaurantes, burguers, que van desde el Sports Bar de Chicago a  The Big Texan Steak Ranch de Amarillo-Texas, museos de cádillacs clavados en el suelo, museos como el del alambre espino, lugares que solo se encuentran aquí en la carretera madre y así un día tras otro con desvío al Grand Canyon o Las Vegas y un final en el Pacífico de Santa Mónica. Víctor Muntané un empresario aventurero, practicante de todo tipo de deportes, judo,vela, esquí naútico, ganador del Camel Trophy en 1987 y aunque nacido en New York, español y catalán. Las motos son su pasión más viva y ha juntado esa pasión con un sueño por medio de una empresa de turismo en moto, una forma de vida, de amistad y de amor y todo eso mientras va formando una leyenda que tuve el placer de conocer este último fin de semana de marzo en El salón de la moto de Barcelona. Su libro “Route 66 mi sueño y pasión” es una guía detallada de esta ruta con fotos y mapas de cada jornada junto a breves apuntes para orientar a posibles viajeros.
La Harley Davidson es como la Coca Cola o William Burroughs  un icono más de la cultura americana contemporánea, de ese largo aliento que  es conocido en cualquier rincón del mundo, unido a ese fetichismo un poco hortera (solo hay que ver Harley Davidson and de Marlboro man), con tecnología, contracultura, pasión, roc and roll, viajes y carreteras, amigos fieles, peleas, peligro y muerte y sobre ese envoltorio suficientes películas como Easy Rider de Dennis Hopper,  Los ángeles del infierno de Roger Corman, Salvaje de Laszlo Benedek, si bien la moto que usaba Marlon Brando era una Triumph, o La ley de la calle –Rumble fish- una maravillosa abstracción poética de Coppola con Matt Dillon (18 años) y Mickey Rourke (con 31 años) , suficiente música, suficiente literatura, fotografía en la que se mezcla la carretera con las drogas, chicas malas con peleas y esa rebeldía en blanco y negro de los jóvenes de los años cincuenta que terminó en la pesadilla de Vietnam y la contestación de libertad de los años sesenta. En esta segunda década del siglo XXI, la historia se repite, se repiten los mitos aunque se hayan perdido los héroes, todos los actores jóvenes de Hollywood han heredado la pasión de una HD en su garaje, pero a veces con la misma apatía que la de tener un frigorífico en la cocina. Cercanos a mi, con más encanto, autenticidad y a pie de calle, son seguidores de la marca, de su estilo de vida, los fotógrafos Alberto García-Alix y Olaf Pla, viajeros de la ruta y herederos de toda esa cultura americana.  
                                            
 Rumble fish                                                                                                              Olaf Pla

Ayer en el recinto ferial de La Farga, no encontré ningún mito, ninguna pandilla, ningún tatuaje, tan solo aficionados al motor, narcisistas fotografiándose sobre los lomos de motos inaccesibles y poderosas, que nunca conseguirán porque estos son años esclavos de hipotecas a perpetuidad, trabajos y vidas quemadas sin rebeldía de clase alguna, sin fe. Todo eso sentía paseando con mi hijo por el pabellón, hasta que llegó la inmensa figura de Víctor y su viaje perpetuo, algo que a él le ha dado la libertad de vivir y a mi de soñar. Yo no tengo ahora una de estas máquinas, pero el sueño se persigue y siempre al amanecer mientras recorro las calles vacías, cuando todos duermen, cuando menos tráfico hay en la ciudad, en ese momento es cuando siento todo el peso de la libertad en la metáfora del día que empieza. La ruta y la moto con la que a veces la recorro no viene en ninguna guía, no está escrita, solo es un espejo romántico en el que me miro cuando nadie me ve. El abismo.




viernes, 7 de marzo de 2014

Encuentro en Berlín

PEPE RIBAS
Encuentro en Berlín
Destino 2013

 
El acorazado Potemkin fue el pistoletazo de salida de una carrera muy larga en la que todavía todos siguen corriendo y a la luz de los informativos, periódicos, los libros de historia, las novelas, el real-imperial mapa austrohúngaro palpitando, el mapa energético siempre sumergido y emergente, junto con los soldaditos de plomo de la colección de mi bisabuelo, todo desplegado encima de la mesa de billar francés, me convierten ahora en un peligro delante del teclado de este ordenador y pienso que nadie conoce en que parte de esa carrera los árbitros han colocado la pancarta de meta y mientras eso no se sepa, todos correrán, la carrera seguirá viva. Es posible que al decir meta, alguien piense que me refiero a la metanfetamina tan de moda en seriales norteamericanos, que también siguen los rusos en sus ordenadores, los ucranianos, los moldavos, los rumanos, mientras en las portadas de las grandes revistas internacionales se empiezan a poner de moda los cosacos, los partisanos, los vagabundos y borrachos callejeros de Odessa, los jugadores de ajedrez, altamente adictos y duros como piedras heladas, todos amparados bajo el paraguas de políticos, empresarios, jueces, policías y otros colaboradores, fértilmente corruptos por el mercado del gas, del petróleo, de los juegos de estrategia, del contrabando de heroína, de prostitutas, de esclavos, de armas de guerra y salchichas saladas de Campofrío (marca España), más que en cualquier otra porción de la Europa nacionalista y religiosa. Durante años todo este magma ha estado latente y otras latiendo y ahora que los partisanos del 15M llenaron las plazas de barricadas y las metieron fuego, apresaron policías, se enfrentaron a sangre y punta de pala, murieron los que tenían que morir y huyeron los que tenían que huir, los rusos, los que nunca se fueron, han vuelto a proteger a los suyos, los que hablan catalán, sus barcos, sus puertos y aeropuertos, sus juguetes de guerra y su gas. Y ahí estamos, tengo la mesa de billar hecha un asco, también hay vodka, tazas con café y Encuentro en Berlín de Pepe Ribas. En la novela de Pepe Ribas hay un activista chileno, Ernesto, que anda por Berlín y un cosaco ucraniano, Maksim, entre esos dos personajes principales se teje una relación que pone carta a carta, toda una serie de mosaicos que cruzan las fronteras más aterradoras de Europa, a solo unas horas de tu casa, de tu trabajo y del contador del gas. A Pepe le han levantado los adoquines de la plaza un año después de que se sacara este libro de la chistera, se lo olía, podía haber sido un año antes, un mes, con ese tiempo a su favor su novela gana en audacia y actualidad y eso quiere decir que Pepe Ribas sigue manteniendo el pulso, el nervio de la información y el secreto. Una de los momentos más inquietantes fue desayunar con él el año pasado poco antes de la llegada del verano, en la cafetería de Laia donde me firmó este libro. A poco espabilado que seas te das cuenta que tienes delante de ti los restos del muro de Berlín, el mapa gris de España, la movida de los ochenta, el salto con pértiga de la Pangea democrática, el filo de los nacionalismos, la melancolía del anarquista ilustrado, la piedra y la chispa, muchos años detrás de la pista, tienes delante tipo que parece retirado hasta que empiezan a salirle personajes, secuencias, crímenes, intereses económicos, políticos, todo ese gran paisaje del siglo xx que ahora se repite con los mismos crímenes en el mismo calendario, pero con mucha más gente deseando matarse y los rusos, esos mismos rusos de siempre, frente a los alemanes, esos mismos que reconstruyeron tantas veces los cimientos de sus ciudades, los banqueros y las ciudades, siempre Berlín, Kiev, Yalta, Moscú, todos los muertos que vienen ya caminando, todos los que animan, los que brindan, los que escriben Zweig, Maray, Singer, Piazecki, Haffner, Schlink, Grossman, Kertész, Roth, Beevo, gente de “hielo y fuego”, tanto para rezar, luchar o morir, gente que hereda historias de sufrimiento, hambrunas, deportaciones, masacres, repoblaciones y así hasta hoy hasta los nuevos cosacos, los nuevos columnistas. Pepe Ribas y esa mirada a la que no se le escapa detalle ni picardía, es ahora más necesario que nunca, pero hoy los caminos, las novelas, el cine o el periodismo de leer y no de mirar, mantienen una inercia de fiesta que alguien sigue pagando en pleno desmoronamiento y en ese no poder ya predecir nada aparece esta novela “Encuentro en Berlín”, todo lo que este tipo ha escrito sale cada día en las portadas de todos los periódicos. Salud.
 






lunes, 3 de marzo de 2014

DAVID YESTE



La maniobra de Heimlich
Playa de Akaba
Poesía (2014)


David Yeste mide dos metros, pesa cien kilos y escribe así: “A las muerte y diez, se baja el telón”. Después llegan las once, las doce, la una y abren los bares, los bares de siempre abren a nuestras horas y son así, una barra de madera llena de rasguños, taburetes que aguantan los pesos de todas las peleas, pocas chicas y malas, un buen barman que sabe escuchar mientras fuma y un water podrido en el que suena bien la voz de Tom Waits. Por los amigos, los conocidos del barrio, David no puede decir que es poeta, pero sí que es músico con su banda Los transeúntes, el barrio es de tipos duros y funciona  mejor el rock que un libro de poemas, de hecho Yeste funciona mejor en una Harley Davidson que en un monopatín.
De los poemas de David, me gustan mucho algunos, no me gustan nada otros y eso está bien porque no me deja indiferente, y dentro de los que no me gustan nada, hay versos geniales, aislados, muertos que en si mismos ya serían suficiente para toda una hoja, pero hay ambición, el libro rezuma ambición y eso resbala, es lo que pasa con la ambición y un mal amigo te hace estar más tiempo del que quieres en el bar, otra copa y terminar donde no quieres, con quién no te apetece. Por otro lado lo que leo me recuerda a veces a Felipe Zapico, en Litro de versos, otro músico, otro poeta, otro tipo que mide dos metros y pesa ciento treinta kilos, a veces. Uno no puede tirarse a la piscina de las rimas y rimar y rimar y volver a rimar, para pasar a la prosa poética y volver a otro poema que rima en asonante, no, pero David lo hace y continua poemas que debían haber terminado en la cuarta estrofa y le mete otras cuatro de paquete que se sostienen porque las paredes son muy estrechas y la calle oscura.

 

Henry Heimlich sabe que uno se ahoga sin remedio sin necesidad de estar en el medio del mar o dentro de una piscina, la asfixia no es por vomitar, casi es por todo lo contrario por no poder tragar aire, con el conducto respiratorio obstruido, la maniobra consiste en eso en comprimir el abdomen creando una lanzadera para abrir paso a la ventilación de los pulmones,
-Comida que se desvía –dice el doctor Henry- y tapona, casi siempre comida.

-Yo siempre quise cantar –dice David Yeste- pero nunca me dejaron.
Hicieron bien, David no tiene voz para cantar y por eso escribe canciones y hoy ha escrito un buen montón de buenas canciones, con sus emociones, su punto, su punto de amor, de suciedad, de bofetadas y reconciliaciones. Esta maniobra poética que encierra el título, no solo es un título, le salva la vida antes de terminar convertido, como los demás en desierto: “Con un lápiz/ vengo dispuesto a quebrar los espejos,/ a romper los relojes,/ a arrancarte la ropa./ Vengo dispuesto a que pronto, mañana, me abrace el desierto."
Hay mucho recorrido en este libro, noto que David espoleado por la editora saca todo lo que le impide respirar bien y todo es poesía, incluso las canciones lo son, algo que le puedes decir a una chica antes o después de una tormenta, antes o después de un naufragio, una estricta promesa para que nadie se salve. El recorrido está ahí, en el polvo de los cristales, en las cicatrices de niebla, ahí.

 

viernes, 14 de febrero de 2014

RECAREDO VEREDAS


Deudas vencidas
Editorial Salto de página
Presentación en Llibrería Pequod
13 de Febrero de 2014


Recaredo se ha cortado el pelo en Madrid para venir a Barcelona, o quizá se lo ha cortado en Barcelona. Ahora todos los trayectos son fotografiados, es el mismo escritor por medio de su teléfono el que va dejando migajas de vida por las esquinas. Al llegar a la librería al primero que veo es a Santiago García Tirado, está de guardia y le saludo, es un tipo que me encuentro a menudo en los saraos literarios de Barcelona, que sonríe, aunque no siempre. Hoy R ha venido a celebrar el apostolado literario presentando su novela Deudas vencidas. R se ha preparado para esto, se licenció en derecho por hacer algo cuando lo que quería estudiar era creación literaria, en cuanto pudo lo hizo pero no era suficiente, para aprender de verdad hay que tener un Master y entrar de lleno en la edición, editoriales de verdad, las grandes, las más grandes, las que ocupan espacio en las ferias y en las librerías grandes y lo hizo, lo hizo todo y como ya tenía una edad se independizó y montó su propio despacho con micro-revista y empezó a ver de cerca a escritores nuevos, los analizó como un entomólogo, eran y son sus moscas, sus insectos, sus coleópteros y se dio cuenta que el mundo de los insectos y de los escritores es un mundo pequeño y miserable en el que una buena dosis de alcohol de quemar y un alfiler es suficiente para disecar a un bicho y a un escritor y que si mezclas a unos cuantos de distintas especies se terminan devorando, él Recaredo IV consiguió domesticarles.
 Para presentar en Barcelona hay que pasar por Pequod, al principio lo sabían Pere y Consuelo y poco a poco se fueron pasando ese secreto de unos a otros por las catacumbas, hoy aunque se sigue llevando con discreción, ya lo saben todas las autoridades de la ciudad y eso es peligroso, pero con peligro o sin el y seas de donde seas y vengas de donde vengas Pequod se ha convertido en la casa de postas de los escritores a su paso por Barcelona. En P. se hacen corros, corros de tres, Pere, Carrión y Recaredo, Santiago G. Tirado, Corominas versión A y la versión B. Me alegré de ver a Corominas en sus dos versiones, después llegaron algunos criminales de la escena literaria e hicieron corro fumando en la puerta, y Sergi Bellver hizo corro con Recaredo y Elías Gorostiaga que pasaba por allí para felicitar a Jordi Carrión y hablar de Nómadas con Pere Cohete, con los que también hizo corro y de paso comprar pañales y todo se fue fraguando, fragmentando, descomponiendo en mil puntos junto a la pizarra, una pizarra en la que se anunciaba el acto de esta tarde con tiza a dos colores. De todos es sabido que a los tíos siempre nos hace falta una puerta, una pared, un quicio para apoyar el chasis, mientras velamos armas, solos o formando corro y ahí estaba R apoyando el suyo en la pizarra de tiza con tan buena suerte que se imprimió en el paño del abrigo su propio nombre, Recaredo y su destino Veredas.
De los comentarios de la presentación sabemos que Recaredo firma los talones y los libros con su seudónimo que de alguna forma encaja perfectamente con su nombre Recaredo Veredas, algo que el tiempo no le ha corregido y si el tiempo no te corrige la cara, con ella te quedas. Por lo que vi y por las fotos R está contento con su cara y con su nombre, quizá el último de los cuatro Recaredos que le preceden en su familia, el último.
Recaredo se rodeó de amigos y no fue suficiente, habló de la vanidad, de la prepotencia y la soberbia, ha escrito una novela sobre los efectos de la crisis por eso en la portada aparecen grúas, la crisis y de la crisis personal de sus personajes, de su personaje principal con el que trabaja en primera persona, le imprime las huellas, le modela, se las hace pasar putas, es decir le da su aliento cabrón, le da vida y se la quita poco a poco, igual que nos pasa a todos, que alguien nos va mermando las fuerzas hasta secarnos. Las presentaciones van bien para mirar a los autores, para escucharlos, para ver como se les funden los ojos, para ver que tipo de profundidad hay en ese lago, para mirarles sin piedad y ver que también fallan, tiemblan y padecen, putos creadores, putos escritores, putos poetas, enmarañados a las crisis como arañas.
El público que asistió a la presentación, no era público, eran escritores con los ojos enrojecidos, todos menos uno, Javier Calvo. Los ojos enrojecidos de leer, leer, leer y volver a leer, no de follar, de leer y leer y leer y escribir y escribir con un foco y un detector de mentiras siempre a los ojos, los ojos que soportan una constante radiación lumínica, y leer y leer y leer y volver a leer, los ojos rojos, todos así menos Javier. Javier antes de ir a Pequod ya ha traducido dieciocho mil voces y con la última se saca el palillo de la boca y escupe absolutamente perplejo por no estar cansado. Para eso J, utiliza una técnica milenaria que aprendió en las letrinas, en los canales de las alcantarillas, en Nueva York, en el Raval, en antiquísimos libros esquistos y ese azul ha comido al rojo de los demás. Le saludo como un perro vasallo.
-Soy Elías
-Si, ya, ya.
Y Recaredo, el aspecto de Recaredo es el aspecto de un Agustino, un abogado más saliendo de un portal que ha cambiado la corbata por una camisa de flores de Paul Smith, que ha cambiado la comodidad de un whisky en familia o con amigos de paddle a la incomodidad de escritores pordioseros, siempre pidiendo un hueco, un premio, un plagio, un elogio, pidiendo algo con los ojos enrojecidos de envidia, siempre queriendo publicar, siempre ahí dando por culo, pero lo prefiere por sabe dios que razones, que claves, que desajustes. Y este tipo que tiene pinta de buena persona, tampoco tiene los ojos rojos y es capaz de sacarle tres horitas diarias a sus deberes, su familia con bebé incluido, para ofrecerlas en sacrificio a la literatura. Ahí está y ahí le dejé en Pequod, el día en el que se presentaba en Barcelona su última novela, pasadas las ocho y media de la tarde, saludando a los suyos como un entomólogo.

Otros libros del autor:
Pendiente (Editorial Dilema)
Actos imperdonables (Bartleby Editores)
Nadar en agua helada (Bartleby Editores)

Como escribir un relato y publicarlo (Editorial Dilema)

jueves, 23 de enero de 2014

SERGI BELLVER (Agua dura)



Hoy ha sido un placer estar en la librería Pequod, al lado de Sergi. Me he sentido bien y me ha gustado, es lo que os puedo contar amigos, el resto lo tenéis en sus relatos.

Agua dura
Ediciones del viento 2013
Imagen de cubierta: Xavier Armendáriz
Presentación en Barcelona, 23 de Enero de 2014


Hoy en Barcelona presentó su última novela Agustín Fernández Mallo y mientras la ciudad ardía con los ritmos de Fernández, el ballenero Pequod, latía en Gracia con la presentación de Agua dura. En su mástil la bandera de Fernando Clemot y con él media tripulación de Quimera, al timón además del capitán Pere Cohete, el poeta Bellver.  De proa a popa escritores jóvenes y jóvenes arponeros siguiendo con mucho interés sus ipad, navegando.
El invierno en Barcelona tiene dos estaciones, una es el frío y la otra es la soledad.
La verdad de un día la dicen los detalles, detalles en los motores, en las llaves que abren las cerraduras, en el olor del pan recién salido del horno, esos, los detalles son los que te permiten combatir las dos estaciones del frío y aunque sepas que no es para tanto y uno no está tan solo, a veces cuando se pierden los detalles en ese pozo negro, las dos estaciones se te cuelan hasta el hueso y es cuando lo que aprendiste de la vida, te da fiebre, unas décimas, una canción, una buena frase, un libro. Hoy se presenta el libro de Sergi Bellver, lo hace rodeado de amigos y aunque faltan muchos, los amigos que están, incluso a los que no se espera, son el detalle en la vida de este tipo que ha elegido uno de los caminos más duros que hay en esta tierra de caminos duros y televisados, ser escritor. A cada cita, en cada nueva entrega, en cada episodio, Bellver te dice, -soy escritor- y en ese saco ya puedes echar toda la leña que quieras, los rencores, los celos, las falsas alabanzas, el desdén, las puyitas, todo cabe, todo quema, todo hierve, eso y que cada día inexorablemente se parte de cero, del cero más absoluto. El cero absoluto y estas malditas dos estaciones, lo sentimos como nadie los poetas, los árboles no saben de soledad mientras no se secan, las arañas, las hormigas no conocen ese secreto que te soplan los Maristas al oído mientras creces y te lo descarnan con todo detalle como un pollo en el mostrador de la pollería, que es el lugar donde sientes por primera vez el miedo en el mes de Febrero y queda ya poco para Febrero. Te lo guardas amigo, los Maristas saben de que estamos hablando, y saben que cada niño ya tiene su miedo y su cáscara de Cortázar, de Chéjov y eso es bueno para la institución, para cada institución, incluso para el miedo. Acabo de volver, acabo de sentir otra vez más en Pequod, el calor que deshiela Islandia, entre literas de libros, huele a café de primera flor, sabéis que no es ninguno de esos foros literarios de las grandes presentaciones, esos lugares apropiados para las Ferias, las televisiones, los best seller premiados, las autoridades siempre con las manos húmedas, ya sabéis la diferencia con esos otros barcos contenedores, está en el aire que respiras, el de aquí está envuelto con la mejor literatura de la ciudad. Después, toda la soledad se queda dentro de esas dos estaciones que Sergi Bellver retrata magistralmente en Agua dura, su primer libro publicado, un escritor que ha empezado por el final para recorrer un camino que le llevará al principio de todas las cosas, de todos los detalles y en ese horizonte nos encontraremos, seguro que si.