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jueves, 25 de enero de 2024

Corazonada. El arte de encender las palabras. Presentación en Barcelona. Casa SEAT Berta GARCIA FAET

 

 

Jorge Carrión entró paseando con Berta, Berta García Faet en el cazario Seat de la Diagonal en la gran ciudad de Barcelona. Enseña los rizomas, el olor de la modernidad ya ajada, y la poeta sonríe, es ensayista y doctora de estudios pánicos en la Universidad de Brown (2018),  hurga en la llaga de las universidades de Valencia, Pompeu Fabra y Nueva York, repleta de estímulos, sonríe, sabe que los premios nacionales saben a diosas nuevas, ella, Berta o como ella, Blanca Llum Vidal. 

Desde 2018 apenas ha llovido, las bestias bajan a comer a las ciudades, ya hay más osos y lobos que pastores y rebaños, los jóvenes se van a Madrid con el fin de semana pagado por el Estado, porque quieren sentir la libertad; las poetas más jóvenes, dientes de leche, entre gominolas, devoran a Teresa de Jesús, a Sor Juana Inés de la Cruz y a Góngora, hablan con la misma devoción del iaio, de la iaia y de William Carlos Williams, todas ellas publican en La Bella Varsovia, saben que el erizo de mar era feliz sin saberlo, saben mirar a la luna en una sala de estar y aunque la vean gordísima, la quieren, la dibujan, la llenan de ojeras y de polillas, se quedan embarazadas nueve meses y mueren como si tal cosa. 







Yo hacía la cola y la cola crecía por la puerta hacia las aceras, donde muchas poetas, alumnas y José María Micó, todos hacían preciosa la cola de las azaleas, porque así lo querían los guardias de seguridad de una república soviética y nos retenían sin dejarnos bajar a los talleres donde se imparte doctrina y fe en tertulias de café literario, sin un chorrito de vino blanco, placentero. 

Cuando se ilumina la escena y se encienden los micrófonos, Carrión y García Faet se vuelven día, amanece y olvidamos. Sobre la mesa de cristal, dos botellas de agua, dos vasos medio llenos y dos libros, uno es poesía conceptual y el otro un ensayo de poesía mundana, vivaz, hospitalario, todo referido a la nueva poesía tan diferente a la vieja experiencia poética del otro país, uno repleto de tropos otro de explicaciones, de herramientas políticas y antisistema, ocioso, gratuito, placentero. Cualquier ensayo puede convertirse en un poema, cualquier poema puede dar pie a un ensayo, Lizcano, Camarón, a la luz del cigarro te vi la cara y reconocí el camino. 

Todo fue una cacería de falsos topos que resultaron ser tropos con los que juegan los gatos, un continuo escribir cuadernos para gatos bajo la presencia de Cesar Vallejo que iluminó "Los salmos fosforitos", toditas las cosas lindas que siguen enamorando a Carrión entre redes, rizomas, telas de araña, argentina, perú,  méxico, los buenos amigos, los girasoles, un sinfín de voces extrañas que traduce Berta formando un idioma extraño que se entiende a la segunda lectura, que se reúne en libros extensos, más relecturas con amigos, el olor en los cuadros de Paul Klee, poemas que enamoran a las palabras nuevas, que proliferan entre las costuras cosidas por poetas y que cuelgan de armarios sin puertas, se asoman ancianos que comen patatas fritas y piñones tostados. Un poquito de daño sí que le hacían los poemas a Vallejo y también un poquito de daño a Carrión, a García Faet, a Miriam Reyes y a Corina Oprae, a Nollegiu. 


Volví a casa con la canana llena de tropos y tropillos. Mientras tanto en la cercana La Central (de calle Mallorca), Rodrigo Fresán trata de convencer a sus lectores, por una cuestión de estilo, que deben aguantar hasta la página 320 el tedio, la dureza de la pedantería autobiográfica, mientras dulcemente, Leila Guerriero se empeña en proporcionarle camadas de lectores hacia el abismo en “El estilo de los elementos”. Después la gran ciudad de Barcelona continuaba su balanceo junto al mar, sin cortes de luz ni lluvia alguna.