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viernes, 17 de febrero de 2017

Ciberadaptados. Antonio Manilla







Antonio Manilla acaba de subirse al carro de autores que tratan de explicar la adaptación del cerebro binario a la nueva realidad de realidades, a esa plasticidad instintiva e intuitiva que coronó como ser único y hegemónico al homo sapiens. Autores de ultima boca como Luciano Concheiro “Contra el tiempo”, Yuval Noah Harari “Sapiens” explican la evolución hacia un tiempo sin pausas, informatizado, domotizado, dinámico, al límite de todo, en el que la lentitud sólida de los viejos núcleos vacíos se vuelve líquida, los instantes en red desaparecen empujados por constantes parpadeos entre publicidad, chistes, anécdotas, perfiles fotográficos, gatos, perros, guerras y brujas, instantes de Concheiro para explicar la velocidad y la lentitud, desde una partitura, al primer café de la mañana, instantes de información que nadie retiene ni controla, informaciones falsas, estados de ánimo que terminan en big data de empresas de publicidad, que al segundo te ofrecen tus deseos, cazadoras de piel, coches, circuitos gastronómicos o estrenos cinematográficos, según la última web que hayas fisgado. Y ese tiempo empleado y organizado por estaciones de metro, mientras caminas, en la sala de espera de un hospital, en clase o en el trabajo, es tiempo basura que sustituye al “tiempo es oro” del siglo pasado, un estresante entretenimiento en el que participas cada segundo, cada día, todos los días, un tiempo libre que ahora han conseguido introducir en la química de tu cerebro. Niños y adolescentes de primera flor visitando las salas  del Museo del Prado sin quitar la vista de sus móviles. 

Desde siempre se ha hablado de la muerte de la cultura, igual que se habla de la muerte de la novela, de la sociedad y es en esta sociedad del límite donde esa muerte es mas palpable en beneficio del multitasking en el ámbito laboral (frente a la especialización de años anteriores), tanto como en el de las relaciones amorosas y relaciones culturales que conforman el triángulo vital de este homo sapiens evolucionado.

Mientras escribo esto, he tenido que denunciar el intento de hacker de mi VISA por compras efectuadas en Milán.
Mientras escribo esto Windows  (supongo que todas las demás compañías), trabajan inventando nuevas formas de moneda, nuevos bancos virtuales sin oficinas ni comerciales, ni horarios, la eliminación de las pantallas, de todas las pantallas, tanto las de plasma (de las que tanto se habló), las planas y las curvas, las de los ordenadores y teléfonos, por el uso de tres dimensiones de modo que puedas ver lo que quieras en el lugar de la casa que quieras o desde la grada que más te apetezca si estas en un campo de futbol.  Dona Sakar dice para  La Vanguardia que “en quince años será ilegal que un humano conduzca”, serán máquinas interconectadas las que lo harán por nosotros, sin emociones y sin accidentes, coches, camiones, taxis, nuevos paradigmas a los que te acostumbrarás en tres cuartos de hora y que serán tan usuales que no volverás a pensar nunca más en tu propio coche, tu garaje, una baja por accidente, con todo el cambio que supone, o esa eliminación de todas esas pantallas en las que trabajamos y a las que miramos más que a nuestros hijos. Todo este mundo de pantallas, dinero, coches, ciudades interconectadas, también es ciberespacio.

 Antonio Manilla te acerca a esa nueva realidad comparando ideas y continuos ejemplos (desde su óptica de historiador, periodista y poeta) citando a Homero y Platón, a Macedonio Fernández y Borges, Písarev, Nekrásov, a Guy Debord y un sinfín de científicos, escritores, dando una vez más en el blanco de la súper adaptación del único ser vivo de la tierra que ha sido capaz de extinguir el noventa por ciento de las especies existentes sobre el planeta y que a la vez es capaz de las mayores innovaciones y las mejores creaciones matemáticas, artísticas, sociales y económicas, nunca conocidas.
Este libro, amigos, es además por vocación del autor un canto a la lectura como primer hábito para conducirse hacia la felicidad o a algo que se le parezca, recuperando espacios y sobre todo instantes.
Ciberadaptados. Este libro no ha sido presentado en Barcelona.






Antonio Manilla (León 1967) es historiador y periodista. Entre sus obras los poemarios Broza, El lugar en mi y en Caso de duda y otros poemas de casi amor. En 2015 recibió el Premio Ciudad de Salamanca de Poesía en su XVIII edición. Es columnista del Diario de León.


lunes, 6 de febrero de 2017

No escribiré un bestiario. Presentación en Barcelona.

Nollegiu
30 de Enero de 2017.



David Yeste es un percherón cargado  de amor, un adolescente entre revistas y putitas que usan los fotógrafos de los borbones y esa polución no tiene más remedio que explotar y salir, descargarse sin dañar, David es un río  incesante de  poesía a cualquier hora, en cualquier punto. El otro año entregó un libro a PiEdiciones y este año  un Bestiario, que viene de esas incesantes notas a pie de librería, en el interior de los  bares,  mientras ese café de primera hora. 

Se presentó a las siete y media en el salón acristalado de la Librería Nollegiu, era el último lunes de enero y allí estaba de la mano de Sergi de Diego; es en ese salón en cuyas estanterías se reúnen las colecciones poéticas de la Juanita, todo, o una buena parte del todo.

Sergi venía con ganas; sin noticias de él desde antes del verano, fue un reencuentro al final de muchos días  extraños, fiestas cada vez más extrañas; fue el reencuentro de los amigos y en ese espacio se creó un lugar para conversar. 

El libro lo publica ediciones Liliputienses y José María Cumbreño, una editorial que no existe, una norma legal que se firma sin tinta, un par de correos electrónicos y un ISBN, suficiente para que los símbolos de lo intangible se vuelvan melaza. Melaza (ornithoptera alexandrae); es el primer texto y a este le sigue un conjunto compacto, hermoso, a veces inquietante, con todos los deseos de un hombre, de sus fantasmas, de sus temblores. Yeste capta el instante, por eso necesita la libreta y el bolígrafo, sabe que si dejas esa levedad a la memoria, esta te lo cambia, lo tiñe, lo devora y te devuelve un espermatozoide torpe y ciego que se pierde junto con otros miles en  vacío, la intemperie.
Acotación:
La voz que escucho para este libro (la que quiero escuchar en un recital en el Liceo) es la de Nuria Espert, una voz de mujer con la nata, la crema y la acidez del café, el sufrimiento y la pasión. 
Acotación:
No escribiré un bestiario es un libro de consulta como los de Pla, un diario por el que nuestro autor pasa cada día, lleno de escamas que se pierden y vuelven a nacer.

Ese último lunes de mes, la Nollegiu juntó dos emociones, la del reencuentro que decía y la de conocer la nueva obra de David, las dos expectativas se colmaron. Vi a Sergi como es, intenso y brillante, condujo la obra desde Simic hasta la postpoesía y los nuevos paradigmas textuales, un territorio en el que se desenvuelve como pez en el agua y no sé los demás, pero por un momento soñé que aquel encuentro se producía en el Nueva York de Pynchon, en el Berlín sitiado, en el París de Vila-Matas,  el lenguaje del pulso, cerrar los ojos sin bajar los párpados, escuchar como suena el espacio entre la sombra y el espejo, tal y como cuenta el autor, por un momento. 

–Un libro que comienza con una negación –dice Sergi– siempre es un reto.


Así es  y que así sea.

"Hay una manera precisa de que los pasos sean del todo ajenos a la tierra que pisas. No tiene que ver con la gravedad. Más bien con la falta de empeño en imprimir esa huella. Esa envidiable levedad –soy un gigante sé de lo que hablo– se fundamenta en atender más a la yema de la hoja que a las raíces, a la nube antes que a la profunda veta de oro, al temblor pasajero primero, por delante de la cátedra, del dogma, del nicho."

Para primavera tendremos el próximo libro de David Yeste para este dos mil diecisiete.  Todos esperamos desde hace tiempo el próximo de Sergi de Diego.

En esta misma semana podéis ver a David Yeste, en El librerío de la Plata (Sabadell), con  Alex Chico. Espero que cualquier día aparezca Cumbreño o quizá tengamos que ir nosotros a por él.



domingo, 5 de febrero de 2017

Editorial Candaya. Sede en Barcelona



Inauguración Sábado 4 de Febrero de 2017.
Calle Bóbila 4

La novedad editorial de este año no es un libro, una revista o un cómic, no es poesía ni cuento, no es novela ni ensayo,  de nuevo  es Candaya, la editorial de Olga y Paco, con una carrera de más de diez años, con algunos de los mejores autores vivos tanto españoles como latinoaméricanos, nombres que despliegan el universo como un mapa y un semillero, Agustín Fernández Mayo, Sergio Chejfec, Miguel Serrano, Carlos Vitale, Jorge Carrión o Juan Villoro, todos ellos en el cesto de la fruta. 

Plantaron una semilla bajo la lengua y allí la mantuvieron húmeda, pero no era lugar, por eso cuando germinó la trasplantaron al oído, pero allí tampoco una idea prospera, puede enraizar y dañar todos esos pequeños huesos que vuelven locos a los sordos y sordos a los boxeadores y los que fuman, tosen y cogen gripes en mayo, pero la idea se mantuvo tiesa y arrugada a la vez, hasta que la trasplantaron a una viña del Penedés donde alentada por los vientos gregales y caliente por el vientre materno de esa tierra, prosperó hasta que se hizo visible, pavoneaba.

–Hay que buscar salidas.

Lo pensaron en silencio porque la de Olga y Paco también es una vida de silencios; libros-metas y silencios.

Hay que darle salida a todo lo que entra sea de la materia que sea, fecal o un sueño. Y con los ahorros del gremio de maestros y sus trienios, de los bienes inmateriales, de las ediciones siempre justas y a resulta de los dividendos de una nave industrial, montaron el local y en el altillo una habitación con baño y viejos discos de vinilo donde suena Édith Piaf, para mayor gloria de dios, para alojamiento de escritores en ruta donde poder preparar y descansar del grilleo de las presentaciones, donde poder resucitar al día siguiente y notar el calor de la madera, del café reciente, de un cigarrillo a la puerta de La Bóbila, volver a masticar la dentadura que se extirpó la noche anterior y obligar a las mandíbulas a aceptar de nuevo dientes con los que poder hablar sin apenas presión de las encías; un altillo que ya cotiza en la imaginación y que Diego Prado bautizara como Hotel Candaya antes de que tuviera edredones japoneses y sábanas de algodón egipcio o una sola luz.  Todo esto ocurre en Barcelona en el segundo mes, bajo Montjuic, junto al Paralelo, donde Paco y Olga han pasado meses velando armas y con ellos La Tribu, todos esos amigos que nada piden, actores, vilafranquinas, penedencas, todos amigos viejos que nunca se han bajado y con ellos, los nuevos, los aspirantes, los estudiantes exiliados de La Pompeu, profesores de filosofía, maestros, bloggers, todo envuelto en vino suficiente para la sed de los malditos, tortillas, gazpacho, orujo, fuet, todo lo que caiga o bote. 

Todos los invitados eran muchos, tanto como los deseos que se terminan consiguiendo, los labios de las jóvenes poetas que se pintan con el color del coñac. Vinieron todas las reses de todas las ganaderías,  incluidos los quinientos números de Quimera ya en el fuego del horizonte de primavera, todos los que no salen en las listas de novedades de las grandes corporaciones, del Hay Festival, la parte oculta de la luna literaria, la mejor, la menos rentable y que también es mercado, difícil, ambicioso, desde el Atlántico mexicano hasta el Pacifico chileno y eso es todo y todo es mucho. 


Por lo demás junto a Helena y David Yeste que publica de dos en dos, hasta que el desencanto llegue quedan diez años más de vida y títulos antes de que Malpaso se deje la caja en una nueva y relumbrante adquisición, al fin y al cabo ellos también han abierto sede-librería con-altillo para poetas con el traje ajado y futbolistas de moda.