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jueves, 25 de abril de 2013

SOCOTRA



Socotra, la isla de los genios
Ediciones Atalanta S.L.
Dirección y diseño Jacobo Siruela





No es un libro de viajes, es el viaje en si mismo. Publicado por Atalanta, Jordi Esteva se convierte en la arena y el viento, en las dunas y las playas, en los acantilados, en el observador que no solo espera, compara y nos acerca el pasado al futuro. Es un escritor de los de antes, de los de toda la vida, como el gallego era afilador y el castellano labrador, un paisano que te acoge y te cuenta y te sostiene el cielo encima de tu estúpida cabeza y te va marcando las distancias que recorre y ves que la vida y los viajes y el camino es largo y de repente te has metido en un paisaje deshabitado con cincuenta años en la mochila y una vez allí, lo mejor es cruzar las piernas, tomar el te y escuchar a los demás viajeros, comerciantes, pastores, porque la vida consiste en aprender a esperar, aunque a veces esa espera pase a una velocidad vertiginosa.
Por esos caminos ahora me tropiezo con Jordi Esteva.

Jordi Esteva es un tipo grande, esculpido en una sola pieza, no usa pañuelo de cuello, ni collares, solo le cuelgan al pecho dos pares de lentes, la vista se va cansando y al final es la cabeza la que termina por mandarle mensajes a los ojos, esa fragilidad de la cabeza en la que se mezclan todas las sales, el éxtasis, los olores, el dolor, ese camino de arrieros y de ecos, es el que entra en casa. Esteva escribe.

En este libro, que no solo es de viajes, Jordi se reencuentra con su pasado y esa marea le devuelve restos de memoria. Con todo eso te prepara una sopa de vísceras de cabra, en la que se mezcla el árabe, el socorrí, los paisajes, la singularidad de las plantas, de sus olores, la singularidad de las pequeñas vacas, los bosquecillos,  los árboles de la sangre,  los pájaros, los buitres egipcios, la hospitalidad y el recelo y en esa sopa que uno a veces no se atreve a probar, también aparecen fantasmas de otros viajes, recuerdos del padre que se transfigura en todos esos hombres serenos y fuertes,  “el hombre de fuego”,  temperamento y determinación de llegar a ese lugar mítico del que hablaban los griegos, los árabes del mar, los mercaderes, los egipcios, en busca del incienso, mirra, ámbar gris, llegar no sin dificultad desde Mukala en Yemen tras intentarlo por barco desde el puerto de Adén y una vez allí, recorrer hasta los picachos más inaccesibles para interrogar a la montaña, él solo y a la vez rodeado de toda esa corte de camelleros, comerciantes, campesinos, pastores, historias de diablos, brujas, yins benéficos, los habitantes de una isla del tamaño de Mallorca, en la que todos se conocen o conocen la tribu de la que proceden, en la que los sucesos corren de boca en boca. Y todo empezó así:

“Algunas noches, cuando el sueño tardaba en acudir, hacía girar la bola del mundo y la detenía con un dedo. Una madrugada, la paré en un punto minúsculo entre África y Arabia. La isla de Socotra.”

Esa pasión de niño por la aventura, por los pequeños descubrimientos, es algo que en unos muere o se achicharra en cualquier verano mientras creces y en otros empieza a formar parte de tu vida. Hay escritores de viajes que crean el mundo alrededor de una región, un río, un camino, una ciudad, hay escritores de viajes como Conrad que necesitan adentrarse en los lugares más oscuros de la tierra, beber de esa sangre, contarlo. Hay pulsiones que te hacen buscar parientes en otros continentes, o simplemente te encomiendas a una chica a la que quieres sorprender, una huida en la que sabes que perderás, porque inexorablemente vas a volver y vas a volver para no ser ya de ninguna parte. De esa maldita curiosidad del niño, de esa que no se apaga a medida que creces, de eso, la culpa la tienen viajes y viajeros que siempre comienzan con Julio Verne y terminan con Melville, Stevenson, London, Richard Burton y ahora también con Jordi Esteva.
Jordi Esteva además, transmite ese saber estar, esa calma y un tono de reflexión que solo consiguen algunos hombres en una edad, es un tipo de una discreción exquisita y eso lo extiende ya a una forma de vida. Además de escribir, grava cada viaje, edita y fotografía. Ahora expone esas fotografías en Alcalá de Henares y en este libro Socotra, la isla de los genios, salen algunas de ellas. Vendrán otros recorridos, me acercaré a “Retorno al país de las almas” o “El espíritu de la pantera”, en la que ahora trabaja y estoy seguro que de esos libros y sus películas saldrán islas y misterios, para seguir viajando y contarlo antes de que la memoria se oscurezca y desaparezcan para siempre, igual que lo hicieran el ave Fénix o el ave Roc.



  

viernes, 19 de abril de 2013

YO, PRECARIO. La presentación



Javier López Menacho
Librería Alibri. Barcelona. 18.04.13
Los libros del lince




En el mes de abril, todos los libreros andan abriendo cajas de cartón. De esas cajas a veces sale un bolígrafo de promoción, una chocolatina, un tetra bric de leche y cacao, a veces deberían salir hasta libros, camadas de libros para consumir, para vender a cientos en los puestos de las Ramblas, en las aceras, en todo ese gran espacio urbano que se convierte en librería, mientras las librerías se convierten en restaurantes, burguers, hackers clubs, lugares de recreo para jubilados, traductores, guardias jurado, músicos, novelistas, cualquiera de las especies humanas de la jungla … y hoy en la caja de los Libros del Lince, apareció una chocolatina mordida, con sonrisa, pies y brazos de goma, una promoción literaria con cubierta de Miguel Brieva.

EL LAZARILLO DE TORMES

Todas las motos y todos los coches bajan por Balmes y se paran en el semáforo junto a la librería Alibri. Salvo para turistas, Balmes no es una calle peatonal, es una pista rápida por la que se gana el pulso a la ciudad. La librería Alibri sin embargo es totalmente peatonal, con una cuarta pared en la que se gravan los discursos de los libros, cuando se habla de libros. El aforo limitado de este espacio se extiende hasta la misma acera de la calle Balmes y  hasta las primeras islas de libros de la librería. Hoy en ese espacio, se celebra el día de Javier López Menacho, de quién ya hablé en este Blog en una entrada titulada “MENACHO”.
Javi, acaba de volver de Jerez, su tierra y su casa. Es allí donde se ha abierto la primera caja de libros y viene de la gira que la editorial le ha programado a Norte, Sur, Este y Oeste del país, es decir a todos los vientos y ahora toca Barcelona que es como jugar en casa, aquí junto a Jorge Carrión que acaba de llegar de viaje, acaba de recibir un premio y va a publicar libro y que por todo eso sonríe durante unas décimas de segundo y comparte corrillo, con unos y con otros durante unas décimas más, hasta que sienta cátedra y se sienta, es la hora. Es la hora y todos están en su puesto, menos el editor Enrique Murillo que en un acto de desobediencia civil, coge el micrófono y presenta el acto de pie, a camisa amarilla y más amarilla aún cuando los focos cenitales detectan actividad. Se le ve contento, todo el mundo comenta de Murillo que tiene “contactos”, es lo que se denomina un editor de raza y aquí en Barcelona, eso se respeta tanto como el modernismo.
-Bendito seas Enrique
Y Enrique hoy tiene otro hijo más para su editorial. Sentado a la diestra del padre, Javi atiende y mira por encima, por debajo y desde dentro de sus gafas y en ese sueño, sabe que es un buen hijo, que es trabajador, obediente, disciplinado, amigo de sus amigos y que está en el buen camino.

A Javier no le han dado ningún premio, todavía, y le han dado el premio más grande, su primer libro, ese que no olvidará nunca.

Pero las cosas no se hacen solas ni por pura suerte y eso lo saben todos, Carrión, Menacho y Murillo. Las cosas van acompañadas de mucho trabajo, aprendizaje, de mezclarse con otros que tienen intereses mutuos, de debatir, intuir, interpretar, esa es la formación continua de un escritor, llegar a casa cansado y escribir, llegar a casa triste e ironizar, llegar a casa dolido, quitarse las gasas de las heridas y escribir, leer y escribir, aprovechar cada instante frente a Carrión, escuchar a Wilmar, a Gámez, a Sergi de Diego, a Laureano Debat o a Maribel Ruiz y volver a casa para hablar horas y horas con sus amigos de Jerez junto a la playa y escribir ocultando el talento y la sensibilidad, ocultando el dolor, la ira, la rabia, la injusticia, el compañerismo y eso son muchas horas de trabajo.
“Es un libro que solo puede escribir Javi” ,dice Carrión­, y todo el mundo mira a Javier que aguanta las miradas y Javier mira de vez en cuando a Carrión que no repara en gastos, que no se pasa  un milímetro de la raya, nunca, y que mide el tiempo en milésimas de segundo, porque cada mínima parte cuenta, lo sabe Jorge que también fue precario para pagarse la vida y que desarrolla una energía inmensa que va distribuyendo, a cada uno los suyo y en frases precisas, llenas de palabras que pesan y es cuando suelta lo del Lazarillo de Tormes y es cuando todo el mundo en un estímulo vestibular, gira en  un milímetro de tímpano todos los huesos del oído, y en el espacio que ocupa ese milímetro, oigo claramente el ruido que hizo el universo cuando se formó:
- El Lazarillo de Tormes del siglo ­ XXI, es Yo, precario.


Yo, precario, es un título que no le gusta mucho a nadie, “Te van a llamar el Precario”, pero es un buen título porque el contenido te va ganando suavemente. Y es en los corrillos de después, donde se hace la crítica
-Tiene recorrido
Alguien dice eso, y eso quiere decir que cuando pase esta crisis, el libro seguirá vivo y será una referencia histórica; yo lo creo. Las historias que cuenta salen de la más pura vida, esa en la que no hay rencor cuando lo fácil hubiera sido cargar contra todos, incluido dios, la virgen y los santos del cielo, todos los demonios, bancos y banqueros, los suicidas, incluso los precarios compañeros de trabajo, pero no, por eso la huella que deja su lectura durará más, lo comentarás con los amigos, le sacarás alguna chispa de humor, algún chascarrillo, y mientras la poesía que lo empapa, se te va a colar dentro de la camiseta, y serás temeroso de dios, temeroso de verte metido alguna vez, en una cualquiera de esas situaciones que se describen, temeroso de dios y de los hombres, igual que lo era el Lazarillo en su continuo deambular, buscando lo suficiente para no morir de hambre o descalabrado. La diferencia entre las épocas reside en la igual precariedad. Si quitas los adornos y la tecnología, solo queda la España más básica, la del killo, la del nen, la del pícaro, la supervivencia, la de buscar amo que no te humille, ni maltrate, ese amo que a veces es tu propio compañero de penurias, de burlas y salir del círculo, huir, rodeado de la más absoluta soledad.

Hay gente que paga por asistir a las clases de Jorge Carrión, yo lo haría con gusto, pero con Carrión se aprende igual en las presentaciones, charlas, conferencias que se van organizando o que él mismo promueve, con sus textos, su blog, sus artículos que en un aula de la UPF y hoy está aquí para dar una nueva clase. Todos los escultores del renacimiento quisieron ser dios y de inmensas moles de mármol, sacaron cuerpos preciosos, pero no pudieron insuflar vida. Hoy he visto a un Carrión dios, mostrando el nacimiento de una nueva criatura, un escritor, su balbuceo, sus lloros, la personalidad contestataria, el crecimiento, el desarrollo, fui testigo de cómo todo el mundo seguía ese rastro y de la sonrisa protectora del editor, de los compañeros de generación, que también crecieron y mamaron de los mismos pechos una leche muy nutritiva y a la vez adictiva, que han escrito y publicado. He visto a Javier López Menacho posando para todos nosotros, sin máscaras, con su camisa de cuadros. Mirando a un lado y a otro, ha cruzado la meta y en el último minuto ha conseguido no emocionarse.
Javi, cerró el acto con esta frase:
-Ahora ya sé, que lo que haré el resto de mi vida, será escribir.

Te deseo toda la suerte del mundo amigo, de todos, es el oficio más duro. Los que hoy te acompañaron también lo saben.


sábado, 6 de abril de 2013

DISOCIADOS



El Angel
Karmelo C. Iribarren
Roger Wolfe
David González

Este es un libro macizo formado por el cadáver de un poeta y tres muertos más. El cadáver poeta es El Angel, los tres muertos en vida son Karmelo C. Iribarren, Roger Wolfe y David González. Todas las demás opiniones son aspavientos y volteretas. Acompañando a este réquiem, celebran a capela Gsús Bonilla y José Ángel Barrueco. Todos ellos forman una poética libre e independiente. Yo es ahí donde quiero estar, pero con el hígado fuerte, los pulmones sin esporas, el estómago entero, sin fisuras en los huesos, ni en la piel, ni en las arterias y es que la vida a veces aprieta mucho muchacho y vosotros lo sabéis.
El territorio en el que se enmarca la edición, lo forma ese medio camino (totalmente edificado) entre Vallekas, Lavapiés y Malasaña. Allí no hay ayuntamiento solo vecinos, y todo lo que encuentras y la gente con la que te cruzas son notas de poesía en un pentagrama de negras, blancas, corcheas, fusas, semifusas y todas esas notas alternativas, de ritmo, espacio y tiempo. Ese ritmo te explota nada más ver la cara de El Angel (foto de Alberto García-Alix).  A este chico le han tatuado con tres adjetivos que son: marginal, apasionado y proscrito y ahora solo queda Ana Curra para defenderlo y su poesía Los planos de la demolición, un título que en si mismo seduce por todo lo que se ha construido desde esos años ochenta, tanto a ladrillo como a novela, tanto a música como a películas y cine. Los planos de la demolición, son los planos que cualquier persona con un tatuaje debe saber leer y desde luego el tatuaje no hace falta que esté en la piel.

Todos los demás somos supervivientes en esta larga noche de Zombies y premios literarios, tertulias de Facebook y sueños incumplidos, rodeando la marabunta, un torbellino de poetas y mercaderes envuelve todos estos caminos inclasificables.
Todos los que hay aquí reunidos, que son todavía más y que deberán salir en próximas ediciones (hasta que la ruina editorial impida habitar el edificio) dejaron el casete encendido y sin darse cuenta se fue gravando letra a letra, toda la sangre del mundo, las gargantas, las caladas de los cigarrillos, las chutas, los chupitos, las tardes de siesta, la ruina. Es el réquiem de todos ellos, de los que vamos detrás, de todos nosotros, de los que nos saltamos algunas clases, de lo que nos ofrecieron y no quisimos.
Disociados no es un libro inofensivo, los autores que lo firman, el editor, todos los que escriben aquí su nombre, no son hermanitas de la caridad, se han dejado jirones de piel y pelo, fotos, recuerdos, venas y muchos amigos.
 

David González, escribe duro cuando sus recuerdos llegan de los maderos, de la cárcel, de Maika y su boca sin dientes. En pie de guerra, David elige para sus poemas el pelo largo, elige esa parte de perdedores en la que ya estamos todos y escribe para darte dignidad y quitar el orgullo, piel de serpiente, botas de serpiente, siempre mudando la piel, para crecer.
El Angel dejó a su muerte la leyenda, la movida, algunas fotos, alguna chica, Ana Curra, una banda de rock&roll “Tuve dinero y lo gasté a manos llenas” “tuve presente y futuro” “Tuve todo y lo perdí todo” y algunos amigos que si alguna vez lloraron no volverían a llorar más, esa interpretación es la de David González:
My Generation:
Rellena esquelas/como crucigramas:/ y cuando en los entierros/  o en los funerales diluvia/ my generation/ se pone gafas de sol: espejos: negros: así nadie nota/ que no ha derramado/ una triste lágrima:/
El Angel se recupera ahora bebiendo cervezas en Lavapiés, con un homenaje in memoriam.

Karmelo C Iribarren es uno de esos tipos que se queda triste después de una sonrisa y después las sonrisas se van espaciando, se disocian de la realidad. Karmelo es un poeta que se asoma al balcón antes de pisar la calle, que se ensimisma y contempla, porque en poesía la contemplación es el eje por el que gira una y mil veces el mundo. Aquí te vas a encontrar un recorrido de poemas desde el año 1993 hasta el 2012, una selección personal que representa a una raza de escritor que ha llegado al mar y se encuentra solo y a la vez otro hombre que se encuentra solo, a unos metros ve y reconoce esa soledad y esas pulsaciones y reconocimientos se van contagiando por las calles, los bares, la pareja, el teléfono, frente a la televisión, bajo un paraguas y un taxi: “Ésa es la diferencia:/ los taxis son como ciertos amigos,/ nunca están cuando más los necesitas./ Los paraguas, en cambio, mueren por ti.
Con Karmelo C Iribarren notas una orfandad apocalíptica, atraviesas la noche una y otra vez y te regala un par de versos como estos
“Es como si tuviese todo/ lo que nunca quise”
 
Roger Wolfe
Me gusta un poema que se titula ODIO, te lo presenta como dedicatoria Céline y dice: “Me faltan algunos odios todavía. Estoy seguro de que existen”. A continuación Wolfe describe cinco páginas de odios, con los que Céline y tu, estáis de acuerdo: “El odio son las cosas que te gustaría hacer con el locutor deportivo de la radio del vecino esos domingos por la tarde.” Todos esos odios que leo que Céline conoce que algunos nos faltan, se van acumulando en la vida de todos nosotros desde que sales de casa hasta que vuelves y a veces sin necesidad de salir de casa, son esos odios los causantes de que un tipo mate a su mujer, de que alguien se líe a tiros en un colegio, en un supermercado, en plena calle, son esos los odios que te van haciendo adulto, que te van quitando la sonrisa, que vuelve histéricas a las cajeras, a las peluqueras, a los tipos de la Seguridad Social, a todos esos policías anti disturbios que te vigilan y aporrean, mientras cobran sueldos del presupuesto general. Y de la misma manera te explica Wolfe qué es la poesía, las palabras y lo que espera
Las amarras
Lo único/que de verdad voy a sentir/cuando me muera/es no poder fumar./Por lo demás, / puedes soltar amarras,/ Caronte/cuando quieras.

Cada uno de estos poetas usa palabras de distinta espesura, cada uno te vuelca emociones de distinto pelaje y todos tratan de enterrarte, de levantarle el velo al paisaje que todos ven, para curiosear en esa otra estancia que hay detrás.

Mil gracias a José Ángel Barrueco (JAB) que se acuerda de mi y me proporcionó  un ejemplar de la antilogia Disociados, editado por Ya lo dijo Casimiro Parker y una portada gráfica de Chillida que es como esperar a que desaparezca tu sombra, cuando te vas. 

viernes, 5 de abril de 2013

EL LUMINOSO REGALO






MANUEL VILAS
Alfaguara
Presentación en Barcelona
Atril de La Central. 4.4.13. 19:30 horas

El Luminoso regalo está dedicado a Jesucristo. Al amor.
Punto 4 del Decálogo de Víctor Dilan


La historia, un psicoanálisis continuo, a veces te la cuenta Víctor y ten en cuenta una cosa amigo y tenla en cuenta desde el principio, aunque Víctor parece un colega legal y buen compañero de barra, no te puedes fiar de él, de la misma manera que no te puedes fiar de una rubia. Son cosas que aprendes por el camino a base de joderte el hígado y que ahora te resume este tipo llamado Manuel Vilas en esta novela.
El luminoso regalo, es una historia de tíos, y las historias de tíos, para tíos, son siempre sobre tías, tías y sexo y todas las fases del amor, del desamor, tías son esas chicas que imaginamos en esas noches de cansancio y bares, a las que idolatras, con las que quieres y no puedes o que no existen, que solo habitan un pequeño espacio en tu puta cabeza enferma.
-En esta novela, la moral la pone cada lector –dice Vilas-

Ester, es esa chica angelical con la que sueñan todos los salidos de la tierra, la representación del mal desde la expulsión del paraíso, la mujer devoradora de hombres, la que no debe tener hijos, la que debe estar fuera de la familia, la que roba maridos a las otras mujeres, esa que no te niega nada, que te mira a los ojos, que se queda con tu puta alma, con tu energía y no te da nada a cambio. En esas noches de hotel, en esas noches de bar, a tu lado en el Ave, en el Intercontinental Air Lines, la cubana del malecón, la prostituta a la que no sostienes la mirada, esa chica exuberante de Manara. Esa es Ester, pero Ester no tiene cara.
Víctor es guapo, es alto, es escritor,
-Intenté que fuera un político del PSOE –dice Vilas- pero los políticos de este país, ya sabéis como son, no daba la talla.
Víctor Dilan está casado en santo matrimonio y tiene una hija y muchas amantes, es una construcción de hombre fatal que seduce de forma animal y atrae de forma demoníaca, con una energía que rompe la voluntad de las chicas, de cualquier chica y se topa con Ester: , “nos cazamos sin piedad, como bestias. Bestias éramos los dos. Iguales éramos. Igual de malignos los dos.

Manuel Vilas es un macho Alfa de esta manada de escritores que no anda muy sobrada de machos Alfa. Se orina a la entrada de La Central, se orina subiendo las escaleras, marca el territorio en el ángulo de la mesa de forma leve, con el simple roce de la piel de los pantalones, dibuja el tacón de sus botas en el entarimado de la librería. Manuel Vilas es un semental y marca el territorio como un león, como un tigre, como un carnero y manda. Eso, a Dios y a  Alfaguara les da seguridad y a Vilas dinero, hoteles y mujeres y ahora, amigos a quienes contarles esto. Hoy el Atril está hasta la bandera, tanto de jóvenes como viejos machos destronados en otras berreas, jóvenes hembras de mirada y apetito voraz, mujeres de cierta edad poniendo ojillos, todas bulbeando como yeguas en celo. Vilas nos mira y disimula desde esa terrible seguridad que le da el haber marcado el territorio, con la seguridad de que nadie se va a llevar a ninguna hembra y eso que el joven macho Corominas andaba por allí rodeado de jóvenes leones sin manada, triscando cerveza. El macho Vilas ventea con las aletas de la nariz, atiende y muge tenso como un toro, aunque también esto lo disimula. A la media hora el olor a almizcle de buey llega a la puerta de la calle Mallorca, donde en la bodega de la librería convertida en majada, tampoco cabe nadie más. Todas ellas (en apariencia lectoras) se encuentran porcinamente sofocadas, con los morros grasientos y en las morenas el bigote que creían transparente, se ha vuelto duro, hirsuto y napolitano.

-No entiendo nada, tu –dice una veterana y sofocada dependienta- quina cantidat de gen.

A medida que avanzas sobre el libro, te das cuenta de que esta historia disimulada con exageraciones, marca de la casa, va a terminar mal, la intensidad del drama, la continua crudeza de las descripciones, repetitivas, de las que no te puedes bajar porque Vilas el Gran Cabrón, va introduciendo pequeños guiños que empujan la historia, puntadas y más puntadas en ese tejido y te salpica y te colapsa, te queman las bujías, te quitan la piel y no te gusta, no te gusta nada verte despellejado con los músculos al aire, latiendo, los tendones, los huesos, todo el sistema nervioso, esa necesaria y excesiva suciedad de tramoya que mancha sábanas, lenguas, anos, pichas, y enfoca e ilumina con una luz muy poderosa, hasta la última rendija de oscuridad, quiere verlo todo, quiere enseñarlo todo, incluso descuelga un espejo para que lo que veas, convirtiéndose en un profanador de tumbas. Vilas el profanador y su amor mutante, sentados a cada lado del sofá y tú con tu libro en el medio, paralizado.
La novela avanza a collejas, tienes al autor encima, como aquellos viejos maestros de latín, pendientes de tu declinación.
-Lee el libro, cerdo cabrón –insiste Vilas con sus grandes manos- no te dejes ni una sola letra.
Entras en el juego y sigues en el, sin que te importe que te repita las cosas cien veces, “Quiso que Víctor viera que era una mujer muy ocupada, una mujer muy codiciada” y te lo vuelve a repetir cuatro líneas más abajo: ”Quiso que Víctor notara eso, que era una mujer codiciada”, o te lleva a la conclusión de que la chica con la que se entrevista le abre sus puertas, unas puertas por las que el se va a colar, “Vio la puerta abierta. Se quedó fascinado ante la puerta abierta. No pensó que esa mujer abriera una puerta. Ni ella misma era consciente de que había abierto la puerta.”. El perro Vilas no da tregua, tiene las mandíbulas poderosas, cuando muerde no cede ni un milímetro, esa es la técnica y te lo va a repetir todo hasta la saciedad.
-¿Zafiedad? –también-.
-Lee el libro guarra hijadeputa –os va diciendo- y no hagas preguntas, ya te lo aclaro yo todo.
No habrá paz, sabes que no habrá paz mientras no puedas dejar de leer y aunque el autor te insulte y te humille, seguirás con la novela, no la dejarás, no puedes.

En la calle Mallorca, cerca de La Central, hay dos perros enganchados, mira cada uno para un lado con lástima, como esas parejas rotas que se juntan para follar, mira cada uno para un lado. Tendrán que seguir así en esa posición. El macho ha eyaculado y no falla, los perros no fallan, ella estará preñada por lo menos de otros dos perros más y traerá una camada de ocho o nueve, de distintos padres, con distintos colores pero hermanos, todos hermanos y hermosos, y hermosos morirán todos, nadie se compadece y recoge en el centro de Barcelona, a un autor tan poético y luminoso, una contradicción de la naturaleza, mantener a un perro así es sumamente caro.
Y el perro te habla
-Bienvenido al barro ancestral –dice ese perro follador, preso de si mismo y de su hueso-
-Guau –ladras tu, delante de la puerta de cristal- Guau, guau –repites, mientras ella, la perra, gira su cabeza y ves que te mira con tristeza, con esa preñada tristeza de las perras-
Y en ese momento se desenganchan, olisquean, se lamen esos restos tan sabrosos y desaparecen por las calles del centro, las peor iluminadas de la ciudad. En cada uno de esos dos perros brilla una mirada distinta. Al llegar a la altura de las Ramblas se cruzan con una joven yonki que busca algunas monedas entre los transeúntes, que busca algunas palabras dormidas que no le salen bien de la boca, es joven, una joven y escuálida yonki.

BIENVENIDO AL BARRO



Manuel Vilas no está solo en La Central, nunca más un escritor solo. Ese lema lo repite Cristina Fallarás, de forma contenida y a la vez rabiosa, con las piernas inquietas junto a la mesa. Sabe a qué ha venido, sabe de qué libro tratamos esta noche, le gusta, le gusta Ester, le gusta que el sexo sea explícito, pero le dan cierta grima los padres de familia con trajes de raya diplomática que viajan a su lado en el Ave Madrid-Barcelona, un recorrido muy trillado por escritores y hombres trajeados.
-Si cariño –dice el hombre de traje- no olvides rezar tus oraciones.
Y eso lo cuenta Cristina y cuenta que mientras, ella lee el libro de Vilas, y cuenta que el tipo ojea cada vez más morboso su escote, sus piernas, y el sexo explícito del libro. Eso a Cristina le gusta y le da miedo porque ella también es Víctor, juega en el papel de La bruja y le pone una intensidad a las lecturas de la novela, con la que el autor se encuentra abrumado.
-A veces me pasa que es como si no lo hubiera escrito yo –dice-

El joven periodista Xavi Ayén es el tercero, es un especialista en actos literarios de la Vanguardia, sigo sus crónicas cada vez que La Vanguardia tiene a bien dejarle espacio, medio espacio quizá su crónica se lea en unas horas, en estos días, una crónica limpia, blanca y pura que ya ha escrito, una crónica diferente a esta, para ser leída por trescientas mil personas y olvidada en el acto, quiero creer que la memoria de mis lectores, dura algo más, quiero creer que los míos digieren lento y de forma malvada, no perdonan. Vilas, quizá desde Casablanca junto a Jorge o a Juan Goytisolo, se unirá a ese pequeño y siniestro club, para masticar en silencio y digerir lento. Del joven periodista Ayén, a los pocos minutos de coger Fallarás el micrófono, no quedan ni la piel ni las plumas y Manuel Vilas, ya sin cazadora, cada vez se va acolchando más.
Cristina Fallarás, que me da besos cada vez que me ve, pero nunca me dice nada, además de periodista, también es novelista, ha recibido premios y a pesar de eso Sigue leyendo y tira de un carro muy pesado en el que cada vez se sube más gente y a veces en ese carro también se sube ella para tomarse un respiro, un whisky caro, un cigarrillo rubio, un valium 10, charlar un rato con los vecinos, con los amigos, con los hijos, pero nadie de los que se han subido se baja para tirar. Hoy, en uno de esos descansos, se ha venido a charlar a La Central y ha dejado a los gatos del carro mirando una luna muerta, confiados de que se acordará de ellos y volverá con unas migajas y cigarrillos. Ellos reirán mientras ella y sus cuatrocientos cuerpos sigan vivos y presentes y ausencias y pelo enredado, ensortijado, Cristina tiene el pelo rojo y mira al público a veces buscando complicidad, a veces de frente, nos mira a uno y a uno, tu, tu y aquel, sabe lo que pesan nuestras miradas. Sus ojos duermen poco, cada mañana se irritan en la ducha con el jabón y se irritan para todo el día, pero aguantan la luz de los focos, (sobre todo si se pone las gafas de Risto Mejide) de los flashes y no llora con el humo de los cigarrillos. Tiene una confianza inmensa en el amor, en los actos de amor, en los actos beat generation de amor.
-Aunque sean actos desesperados, indignos, desaconsejables, inmaduros, abyectos y tristes –dice Víctor Dilan-
De todo eso toma nota Xavi Ayén, pero de todo eso no dirá ni media palabra, -periodista discreto- guarda los preservativos en la vieja cámara réflex que esconde en una bolsa refrigerada que abandona en el suelo junto al sofá, todos abandonan sus bolsas refrigeradas junto al sofá, como si estuvieran en uno de esos campus universitarios de Berkeley, hablando de amor y saliva y pruebas de VIH, hepatitis, agente naranja...
-No supe decírtelo a tiempo pero te amé de verdad.
-Y el cabrón dice que se hubiera dejado amputar una pierna por ella –dice un lector- ¡Mentiraaaa!, qué tipo más mentiroso este Víctor.
-Todos los tíos sois mentirosos, todos –dice una Agente Literaria-
-Y todos pagamos por los pecados de esa primera mentira, todos –le contesta un viejo editor-.



Y la novela sigue follando y follado, con todas a todas horas y el recuerdo de Ester de Elena y de toda aquella colección de chicas, salpicando y salpicando hasta la decadencia, el divorcio, el alcoholismo, la locura total, el internamiento en un hospital mental. Y llegados a este punto, no consigo hacerme todavía con la cara de Ester, con la cara de ninguna de esas chicas, incluida una de León; es Ester rubia, mal hablada, no veo su cara aniñada, no la veo, ni la quiero ver, igual que Dilan, muy guapo, muy muy guapo, muy alto y todo lo que quieras, pero no, de hecho solo envejece psicóticamente; si me esfuerzo podría ver a Dorian Grey, pero no, no es la época, ni es el tema, el tema es el infarto familiar, la destrucción de la santa católica y apostólica familia, el alcoholismo,  esas partes oscuras que aprendimos en la familia, con la religión, con el cuerpo de cristo, con el brazo incorrupto de Santa Teresa puesto encima de la televisión, esa mezcla terrible de miedo, sexo y roc and roll, ¿no, Vilas?, toda la novela chorrea como un pez descongelado ¿no? la alegoría de El negro,Ester González, Elena, Dulce María,  Víctor.
-El amor ante la bondad, es casi un perro triste.
-¡Ya!, perro triste.
Y el luminoso final, con la aparición de María dirigiéndose a su padre, usando su mismo tono, María esa hija a la que tampoco veo la cara, o tan solo imagino con un vestido blanco “Estoy delante de tu tumba. Tiemblo delante de tu tumba”. Y todos temblamos con la reencarnación de Dilan en su hija, perfeccionada, sublime, folla con hombres, niños, mujeres (“Ella se traga los pelos de mi coño y yo, siempre un poco más allá de todo, me como los pelos de su culo. Eso hacemos, papá”) se lo cuenta en la tumba;  Hay más regalos en esta novela, un final con rebanadas de memoria que refresca y alivia. En esta novela el poder del sexo es uno más de esos poderes terrenales que tan bien quedan en los telediarios con  Strauss-Kahn con sus nenas en paralelo a su católica familia o Berlusconi con las suyas. Y yo con mi memoria reptil de hace veinticinco años con aquella aniñada-rubia Christina Rosenvinge y el escritor Ray Lóriga, un amor desequilibrado y apasionante (envidiados durante esos años por todos los de mi generación) con su final tan triste, ella sin poder cantar y él con su nombre tatuado en el brazo, sin apenas poder escribir, ejemplos radicales que se vivieron intensamente entre ellos y en los ojos de los demás, para terminar convertidos en arena.
Indeseadas coincidencias, son.

Agotando caminos, Manuel Vilas te deja este regalo que explota una y otra vez.
Supe que anoche en La Central de la calle Mallorca, estaba en el lugar adecuado cuando noté la singular presencia de Javier Calvo, asexuado, pagano, un extravagante animal literario encerrado en el Raval, agotado. 

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