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viernes, 19 de abril de 2013

YO, PRECARIO. La presentación



Javier López Menacho
Librería Alibri. Barcelona. 18.04.13
Los libros del lince




En el mes de abril, todos los libreros andan abriendo cajas de cartón. De esas cajas a veces sale un bolígrafo de promoción, una chocolatina, un tetra bric de leche y cacao, a veces deberían salir hasta libros, camadas de libros para consumir, para vender a cientos en los puestos de las Ramblas, en las aceras, en todo ese gran espacio urbano que se convierte en librería, mientras las librerías se convierten en restaurantes, burguers, hackers clubs, lugares de recreo para jubilados, traductores, guardias jurado, músicos, novelistas, cualquiera de las especies humanas de la jungla … y hoy en la caja de los Libros del Lince, apareció una chocolatina mordida, con sonrisa, pies y brazos de goma, una promoción literaria con cubierta de Miguel Brieva.

EL LAZARILLO DE TORMES

Todas las motos y todos los coches bajan por Balmes y se paran en el semáforo junto a la librería Alibri. Salvo para turistas, Balmes no es una calle peatonal, es una pista rápida por la que se gana el pulso a la ciudad. La librería Alibri sin embargo es totalmente peatonal, con una cuarta pared en la que se gravan los discursos de los libros, cuando se habla de libros. El aforo limitado de este espacio se extiende hasta la misma acera de la calle Balmes y  hasta las primeras islas de libros de la librería. Hoy en ese espacio, se celebra el día de Javier López Menacho, de quién ya hablé en este Blog en una entrada titulada “MENACHO”.
Javi, acaba de volver de Jerez, su tierra y su casa. Es allí donde se ha abierto la primera caja de libros y viene de la gira que la editorial le ha programado a Norte, Sur, Este y Oeste del país, es decir a todos los vientos y ahora toca Barcelona que es como jugar en casa, aquí junto a Jorge Carrión que acaba de llegar de viaje, acaba de recibir un premio y va a publicar libro y que por todo eso sonríe durante unas décimas de segundo y comparte corrillo, con unos y con otros durante unas décimas más, hasta que sienta cátedra y se sienta, es la hora. Es la hora y todos están en su puesto, menos el editor Enrique Murillo que en un acto de desobediencia civil, coge el micrófono y presenta el acto de pie, a camisa amarilla y más amarilla aún cuando los focos cenitales detectan actividad. Se le ve contento, todo el mundo comenta de Murillo que tiene “contactos”, es lo que se denomina un editor de raza y aquí en Barcelona, eso se respeta tanto como el modernismo.
-Bendito seas Enrique
Y Enrique hoy tiene otro hijo más para su editorial. Sentado a la diestra del padre, Javi atiende y mira por encima, por debajo y desde dentro de sus gafas y en ese sueño, sabe que es un buen hijo, que es trabajador, obediente, disciplinado, amigo de sus amigos y que está en el buen camino.

A Javier no le han dado ningún premio, todavía, y le han dado el premio más grande, su primer libro, ese que no olvidará nunca.

Pero las cosas no se hacen solas ni por pura suerte y eso lo saben todos, Carrión, Menacho y Murillo. Las cosas van acompañadas de mucho trabajo, aprendizaje, de mezclarse con otros que tienen intereses mutuos, de debatir, intuir, interpretar, esa es la formación continua de un escritor, llegar a casa cansado y escribir, llegar a casa triste e ironizar, llegar a casa dolido, quitarse las gasas de las heridas y escribir, leer y escribir, aprovechar cada instante frente a Carrión, escuchar a Wilmar, a Gámez, a Sergi de Diego, a Laureano Debat o a Maribel Ruiz y volver a casa para hablar horas y horas con sus amigos de Jerez junto a la playa y escribir ocultando el talento y la sensibilidad, ocultando el dolor, la ira, la rabia, la injusticia, el compañerismo y eso son muchas horas de trabajo.
“Es un libro que solo puede escribir Javi” ,dice Carrión­, y todo el mundo mira a Javier que aguanta las miradas y Javier mira de vez en cuando a Carrión que no repara en gastos, que no se pasa  un milímetro de la raya, nunca, y que mide el tiempo en milésimas de segundo, porque cada mínima parte cuenta, lo sabe Jorge que también fue precario para pagarse la vida y que desarrolla una energía inmensa que va distribuyendo, a cada uno los suyo y en frases precisas, llenas de palabras que pesan y es cuando suelta lo del Lazarillo de Tormes y es cuando todo el mundo en un estímulo vestibular, gira en  un milímetro de tímpano todos los huesos del oído, y en el espacio que ocupa ese milímetro, oigo claramente el ruido que hizo el universo cuando se formó:
- El Lazarillo de Tormes del siglo ­ XXI, es Yo, precario.


Yo, precario, es un título que no le gusta mucho a nadie, “Te van a llamar el Precario”, pero es un buen título porque el contenido te va ganando suavemente. Y es en los corrillos de después, donde se hace la crítica
-Tiene recorrido
Alguien dice eso, y eso quiere decir que cuando pase esta crisis, el libro seguirá vivo y será una referencia histórica; yo lo creo. Las historias que cuenta salen de la más pura vida, esa en la que no hay rencor cuando lo fácil hubiera sido cargar contra todos, incluido dios, la virgen y los santos del cielo, todos los demonios, bancos y banqueros, los suicidas, incluso los precarios compañeros de trabajo, pero no, por eso la huella que deja su lectura durará más, lo comentarás con los amigos, le sacarás alguna chispa de humor, algún chascarrillo, y mientras la poesía que lo empapa, se te va a colar dentro de la camiseta, y serás temeroso de dios, temeroso de verte metido alguna vez, en una cualquiera de esas situaciones que se describen, temeroso de dios y de los hombres, igual que lo era el Lazarillo en su continuo deambular, buscando lo suficiente para no morir de hambre o descalabrado. La diferencia entre las épocas reside en la igual precariedad. Si quitas los adornos y la tecnología, solo queda la España más básica, la del killo, la del nen, la del pícaro, la supervivencia, la de buscar amo que no te humille, ni maltrate, ese amo que a veces es tu propio compañero de penurias, de burlas y salir del círculo, huir, rodeado de la más absoluta soledad.

Hay gente que paga por asistir a las clases de Jorge Carrión, yo lo haría con gusto, pero con Carrión se aprende igual en las presentaciones, charlas, conferencias que se van organizando o que él mismo promueve, con sus textos, su blog, sus artículos que en un aula de la UPF y hoy está aquí para dar una nueva clase. Todos los escultores del renacimiento quisieron ser dios y de inmensas moles de mármol, sacaron cuerpos preciosos, pero no pudieron insuflar vida. Hoy he visto a un Carrión dios, mostrando el nacimiento de una nueva criatura, un escritor, su balbuceo, sus lloros, la personalidad contestataria, el crecimiento, el desarrollo, fui testigo de cómo todo el mundo seguía ese rastro y de la sonrisa protectora del editor, de los compañeros de generación, que también crecieron y mamaron de los mismos pechos una leche muy nutritiva y a la vez adictiva, que han escrito y publicado. He visto a Javier López Menacho posando para todos nosotros, sin máscaras, con su camisa de cuadros. Mirando a un lado y a otro, ha cruzado la meta y en el último minuto ha conseguido no emocionarse.
Javi, cerró el acto con esta frase:
-Ahora ya sé, que lo que haré el resto de mi vida, será escribir.

Te deseo toda la suerte del mundo amigo, de todos, es el oficio más duro. Los que hoy te acompañaron también lo saben.


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