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sábado, 18 de enero de 2020

CONTRA TIEMPO. Diarios 2017-2018




Avelino Fierro
Foto: José Ramón Vega
Corrección: Mar Astiárraga Panizo
Maquetación: Alberto R. Torices
Eolas ediciones 2019 bajo la dirección de Héctor Escobar.


Ave es huérfano del mundo y de la vida, de esta vida “<<Ven, dime, qué quieres, espera, sigue aquí conmigo, siéntate a mi lado, déjame tocar tu pelo>>”. Huérfano de Picasso, de Jóhannsson y una vez más lo es de la lectura que devora, y yo lo soy de este libro que te acaricia el pelo como una madre, con el mismo amor que el entregado en los anteriores diarios Una habitación en Europa, Ciudad de sombra y La vida a medias. Dice Julio Llamazares en el prólogo que es un paseante discreto. Ser paseante es caminar despacio por poner frente a las prisas del siglo,  ser discreto es no ofender cuando hablas de otros,  de los amigos, de las compañeras de viaje y su loro, saber estar en este tiempo de insultos, griterío y cruces de vena;  ser discreto es mantener el ritmo sin desfallecer, el tono sin viento, el saludo como seña de identidad, pasear es ordenar las fotos huérfanas sin que el álbum se desangre. En la solapa del libro, José Ramón Vega retrata a un hombre que mira el horizonte, algo cansado, apoyado en el quicio de la poesía, algo triste, junto a la ribera suave de Antonio Manilla, con la misma mirada que Walter Benjamin, y una sonrisa enigmática “Me he levantado, he apoyado la frente y he cerrado los ojos. Dejo pasar los minutos que vienen como olas de sordo sonido hasta la sien.”

Contra tiempo, en las formas de saborear sardinas a la brasa con Pla, paladear vino de Reguengos en la noche lisboeta, grappa, pizza y ensalada con bolas enormes de mozzarella en su viaje por Sicilia. En los modos y manera del viaje que comienzan con un paisaje cualquiera en el bar El Cuervo o seleccionando en su biblioteca libros y guías que se van a consultar en el avión, en la casa o el hotel donde se alojen, nunca solo, siempre con (M) Mar o con (C) Cecilia, o con todos esos amigos de los que disfruta ya sea en la sierra de los Ancares, en Madrid y Barcelona (donde algunos de León estamos) o en París que ayudan a sostener esa pensión literaria de orfandad, de la misma manera que le ayuda el inmenso legado que ha depositado el tiempo y las lecturas en el cuarto oscuro de esa cabeza de fiscal con mano de dibujante y el ojo ávido de belleza en los museos y en las calles, belleza humana “Nosotros estamos cenando ahora en el restaurante de un hotel. Hay un portero negro impecable dentro de su traje, tremendamente viril.”, belleza divina al poder captar la esencia de lo inmaterial, las volutas de humo de sus cigarrillos, el aire, el mapa de colores de las nubes a cada estación,  el vuelo cansado de los pájaros que regresan al nido, el sentido del humor, como cuando recuerda de sus artículos gastronómicos la propuesta de Cunqueiro  a sus amigos, como menú “sardinas asadas, pichones rellenos de mayonesa, y fresas heladas al cointreau”, y acto seguido firma la siguiente sentencia: “Hoy, si te descuidas, estas siguiendo en  Twiter a un cantautor cualquiera que escribe poemas para Youtube y te quiere estabular en la veganidad o en el universo foodie”.

Contra tiempo desde la vanidad del pintor,  su memoria de cuadros y museos,  Giotto en Padua, la conjetura de la piedra “El otro día leí en los diarios de Rilke algo sobre la aristocracia de algunas esculturas de Rodín,”; la inmensa importancia de la música para leer y escribir, para evaporar la nostalgia, en esa selección incansable  de días y de músicas, ya sea en un bar de copas o en el Liceo con su hijo músico, cada momento junto con su imagen vital, cada tiempo vivido con su lectura. Ese caminar cotidiano desde la oficina a las calles, en el ambulatorio, bebiendo el vino y tapeo literario con los amigos, en casa del padre allí donde dicen Chozas de Arriba, Chozas de Abajo o Chozas del Medio, como jurista en conferencias del gremio, como referencia de periodistas y amigos poetas, Avelino Fierro sigue ventilando la casa con estos diarios de los que uno disfruta a solas como se disfruta de la conversación “Mientras cenan con nosotros los amigos” en este caso Avelino Hernández, (Valdegeña, Soria) otro de los nuestros, en este caso de la edición de Candaya con igual o parecido prólogo de Julio Llamazares, cuyo testamento sirve para los dos poetas: “Uno va comprendiendo el valor de la vida por el número de amigos que ya no vendrán a cenar con nosotros”. En las guías de viajes y de hoteles de León se debería incluir como atracción turística, un paseo por los paseos de Avelino Fierro, al salir del trabajo.