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jueves, 8 de noviembre de 2012

CARLOS GÁMEZ




Presentación de Artefactos. Barcelona, 7 de noviembre de 2012
Casa del Libro
Las Ramblas


Hay pocas cosas que no se pueden disimular, el fuego, el dinero, el amor y la física cuántica. De todo eso lo que más me intriga y de lo que no puedo vacilaros por ser un paisaje desconocido, es la física cuántica.
El tipo que ha escrito Artefactos tenía claras todas las teorías a los veintitrés años. A esa edad yo andaba corriendo detrás de las chicas, a veces colándome en residencias de monjas, cerrando bares y recitando poesía vanguardista (o eso creía yo). Pero eso eran otros tiempos, en los que a la gente se la conocía en los bares, no en facebook, las chicas entonces se tiraba a la calle y todo lo demás era cuestión de estilo y cintura.
El tipo que escribe esta novela, no solo conoce las leyes, estudia la literatura a través de la ciencia y prueba de ello es la relación de los cuatro capítulos Yonqui, Triángulo amoroso, Fin del triángulo e Historias de viajeros, de su novela, unidos por hilos de un tejido que te va cosiendo la cara, la boca, la lengua, los ojos; así de esa manera.

El día 7 de noviembre asistí a uno de los momentos literarios de este otoño de Barcelona, el momento se compone de dos partes; la primera fue en la Casa del Libro de Rambla Cataluña “no puede ser que todos estos vengan a ver a Carlos”, pensé mientras la cola se señoras recorría la librería y la encargada calculaba feliz el promedio de libros firmados; sentado a la mesa de firma sonreía Sergio Dalma. Pregunté por Artefactos y salí de allí en busca de las Ramblas, las de siempre, frente a la Boquería. (pero antes me metí a ojear la exposición de la Galería Senda, Robert Mapplethorpe, a la que tendré que volver). Veinte minutos después llegué a la segunda planta de la segunda Casa del Libro. Allí estaban todos y allí estaba para mi sorpresa Agustín Fernández Mallo y Juan Francisco Ferré (premio Herralde), además de poetas, amigos, niños, bebés, freaques de la ciencia ficción y un guardia de seguridad, que con Cantavella y Fernández Porta, arropaban al escritor, descubriendo un mundo de turnos y civilizaciones, un mundo de paisajes en el que te dejan totalmente desamparado pero eso si, con tu ipad, el jaguar de papá, la lámpara de Ikea, (yo tengo dos) y eso a mi, me llega a través de frases cortas que parece que terminen pero que continúan, punto a punto.

-La novela se lee de forma ágil –le comenté-
Y es verdad, también lo dijo Eloy y me alegró coincidir con un tipo que desarrolla una tesis doctoral (por cada presentación) que siempre sorprende al autor y sus acompañantes. Eloy Fernández Porta cada vez que apoya un proyecto editorial en oro, plata o verso, desarrolla una tesis doctoral que a todo el mundo le pilla con tortícolis y te deja pensando, mientras desaparece despacio y frágil. De hecho en esta presentación, tanto a Cantavella, como a Carlos, como al niño pequeño con mochila, que buscó a su padre hasta encontrarlo, (como se encuentra un juguete entre un montón de juguetes) y por supuesto a mi, nos rompió el alma en cachos muy pequeños como de migas de mazapán y nos dejó a todos un poco parados, mientras cedió el turno al autor que ya tenía ganas de agradecer y más que repetir ahora lo que dijo en ese instante, prefiero reproducir lo que escribió unas horas después en su muro de facebook:
Que presentes un libro y alguien como el reciente Premio Herralde, Juan Francisco Ferré, esté entre el público, cuando deberías ser tú quién hubiera debido asistir a su presentación. Que tus dos presentadores. Eloy Fernández Porta y Robert Juan-Cantavella, se deshagan en elogios cuando tú aprendiste a escribir leyéndolos a ellos. Que alguien tan laureado como Agustín Fernández Mallo decida asistir  a dos presentaciones de tu libro (por no hablar de todos los amigos que asistieron) ¿No es eso suficiente razón para asumir que no existe una relación de causa y efecto en el universo? ¿No es bastante como para entender que las cosas suceden justo al revés de como deberían suceder? Nos domina la lógica de la mecánica cuántica. Quien no lo quiera ver está ciego.”

La cosa es así y después la cosa se flambeó con algo que a mi me hace sospechar. Carlos contó que había estado en una cárcel de Nicaragua. Eso según parece ocurrió cuando terminó de estudiar Física, una carrera que está produciendo buenos escritores y estaba tan tocado que decidió echarse a la carretera tal y como los beatniks de Kerouac y mira, terminó en Nicaragua y volvió y poco a poco o a plazos largos se fue reencontrando de nuevo con las matemáticas, la física y avanzó hacia la literatura, como una forma de equilibrio entre ciencia y poesía y ese es el mundo al que ha llegado Carlos Gámez, que se presentó así, agradecido y se hizo con el IX premio Café Món del que en otras ediciones tenéis al propio Fernández Mallo, José Vidal Valicourt o a Macky Chuca.
A mi me hace sospechar que un tipo que pudiendo vivir en Barcelona, con todos los estímulos, relaciones, gente, bares, decida vivir en Sant Jordi Desvalls, que es como irse a Alaska,  y prefiera una vida (monástica, ascética?) con el desarrollo personal en la literatura mientras el hijo crece a su lado, es una de las actitudes más poéticas que conozco fuera de la pantalla de un cine, es decir en tiempo real.
En el final del acto no hubo preguntas, nadie se giró para mirar al compañero, como por esa tortícolis y empezaron las firmas, los saludos, el “tomamos un vino ahora” y ese tipo de celebraciones.
Respecto a lo literario de Artefactos, como ya sabéis algunos,   yo no soy el crítico más competente, ni el cínico más tóxico, pero a medida que avanzaba por los relatos de la novela, tan pronto me perdía como de repente volvía a recobrar la conciencia, tan pronto me ponía a recorrer  lugares en los que no quería estar, como me daba la sensación de que a este libro le falta un teclado y un ratón con el que poder abrir más pantallas. No supe opinar sobre el libro cuando Javier López Menacho me preguntó y no se ahora deciros nada más, lo tenéis ahí por quince euros. La editorial se llama Sloper y a este tipo hay que tenerle vigilado porque escribe y reescribe y no se conforma, que es algo que ya solo hacen algunos escritores.


 

2 comentarios:

  1. Cronicón. Aunque no creo que se trate de "uno de los momentos literarios de este otoño" en Barcelona. Más bien se trata de un pequeño paso del que esto escribe.

    Las fotos muy buenas. Estoy pensando en pedirte la primera para mi perfil de facebook.

    Fuerte abrazo.

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  2. Gracias Carlos. Te envío fotos esta tarde/noche. Si te acercas por Barcelona avísame para hablar literariamente un rato.

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