Los fantasmas de Sarriá visten de chándal
Editorial Milenio. Narrativa
Biblioteca Clará. Barcelona.
Mientras parte del mundillo literario fermenta en críticas cínicas,
espasmos, cambio de pañales, ironías, maldades vanidosas, bandidaje, este tipo
va por su sombra escribiendo de fútbol. Yo no se nada de este deporte pero ayer en
la Biblioteca Clará de Sarriá, noté la pasión que siente la gente aficionada, pasión y sentimiento. Pero tanto las pasiones como los
sentimientos cuando se organizan en Clubs, Bancos, Cajas de Ahorro, Peñas, Loterías, Corredurías
de Comercio y otros chiringuitos manipulados por directivos codiciosos,
terminan convertidos en ceniza y nostalgia.
Wilmar Cabrera nació en Palmira (Valle del Cauca) Colombia,
pero allí no se toma buen café. Hay algún que otro escritor colombiano conocido
como García Marquez, Alvaro Mutis, Héctor Abad Faciolince, Laura Restrepo, Vásquez,
y parece que Wilmar se ha unido a ese grupo que busca fuera de las fronteras
ese buen y tonificante café colombiano, que tenemos por aquí. Este tipo se ha
movido de un lado a otro y me gusta que entre todos estos sitios haya recalado
en Kingston, Jamaica
-Si, si, cultura rastafari, si, buen café amigo, jee, jee.
Pero el deporte que realmente le gusta a Wilmar, lo que de
verdad le pone es andar en bici, pedalear, subir y bajar de la montaña, con un
paisaje cenital de Barcelona al fondo, visto desde Vallvidrera. Pero no ha
escrito de ciclismo, ha urdido una historia tomando como escusa
-El mejor partido de la historia del futbol.
Ese partido se jugó en Barcelona en el año 1982, aquel año
del mundial de futbol, cuya mascota, hermano, era una naranja a la que llamaban,
“naranjito”. Pero en el 82 España era un país moderno,
europeo, pop, había salido de la noche de los muertos vivientes y en Cataluña todo
el mundo contento con la autonomía, cantaban a todo pulmón Raimon, Serrat, Paco
Ibáñez, Mª del Mar Bonet, Llach y los modernos de glamour en aquel Studio 54
del Paralelo, con Depeche, Pet Shop Boys, The Cure, Bowie, todos con hombreras
y rimel y estas cosas de la moda, cosas como las costuras impermeables del balón
Tango España 82 de Adidas con el que se jugó aquel mundial.
Los aficionados al futbol, los de verdad, conocen los
detalles, guardan álbumes de cromos de los jugadores, recortes de revistas,
todo lo que se escribió en prensa, bien encuadernado, como demostró en la
Biblioteca Clará, Dani Kirchner que con nueve años estuvo en aquel partido con
su padre y guarda en su casa este tipo de colecciones, cosa curiosa siendo del
Barça y esta es la afición, cons sus bares, sus amigos, sus tardes de
cigarrillos y cervezas y bocadillos y discusiones; y ahora Wilmar un colombiano
en Barcelona, pone a andar este libro al que titula Los fantasmas de Sarriá visten de chándal, una novela que comienza
con un balazo en la pierna de un tipo que mientras muere en la acera, recita la
selección italiana de fútbol del Mundial de España, la que eliminó a Brasil de
cuartos de final:
Zoff…Scirea,
Cabrini, Oriali, Collovati…
- Aquella derrota supuso para Brasil, lo mismo que el
hundimiento de las Torres Gemelas para Estados Unidos. Desde entonces el futbol
brasileño dejó de ser lo que era.
-Gentile, Tardelli, Antognoni, Conti… Rossi y Graziani.
Y como dice la contraportada del libro, Wilmar Cabrera ha
tejido un entresijo literario que en muchas partes es una crónica deportiva, de
esas crónicas que no escribe Ray Lóriga, porque el fútbol le gusta demasiado y en
esa fabulación, también aparece como personaje el jardinero que cuidó el césped
del estadio de Sarriá durante cuarenta años, aquel estadio mítico que era la
casa de los aficionados del Español, que alojó el mejor partido de fútbol del
mundo y que causó tanto dolor en esa afición al ser derribado. Hoy allí hay
pisos y los fantasmas de Sarriá siguen llorando en silencio cuando recorren
General Mitre, Doctor Flemning y la Avenida de Sarriá.
-¡Aficionados a mi!
exclamaría hoy cualquier dirigente de cualquiera de estos
Bancos y Chiringuitos intervenidos por mala gestión.
Desde Jamaica alguien solo dice
-Jee, jeee, jee.
Kate Beckinsale es muy guapa.
ResponderEliminarYo, cuando estoy triste y melancólico,me basta para mejorar recordar aquel majestuoso Brasil-Italia de 1982.Alberigo CARACCIOLA.
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