El último viaje del Omphalos
(los libros del lince)
Presentación en Barcelona
La Central del Raval
Barcelona 12 de septiembre de 2013
Un barco es una isla. Un
barco anclado frente a una isla es un archipiélago y un barco abandonado a su
suerte, una ratonera.
Es así como
Willy Uribe (Bilbao, 1965) comienza esta novela que se presentó el jueves en el
Raval. Como viene siendo habitual La Central ha abandonado la vieja capilla y
prefiere organizar estos actos entre las islas de libros del ático, mejor
ventilado, más amplio, sin necesidad de esa piel con piel de fiesta gay o de
bodega de barco negrero, esa falta de oxígeno. Esta presentación no se había
difundido mucho por la red ni por ningún otro medio, por lo que asistieron allí
cuatro amigos, un par de gatos, algún dibujante, compañeros de fatiga (me senté
al lado de Javier López Menacho y delante de Santiago García Tirado),
compañeros de editorial y poco más, incluidos Enrique Murillo e Ignacio Vidal-Folch.
Enrique Murillo es el editor, presentó el acto de forma breve y sin alardes,
tan natural como un viejo amigo habla con otro viejo amigo en la barra del bar,
esto último es lo que faltaba allí, unos pinchos y un zurito.
Ignacio
Vidal-Folch, soporta una larga carrera, soporta como puede la vida, porque a los
intelectuales les pesa la vida más que a los demás y esa carga se le nota a
Ignacio. A Ignacio hace años le vi presentando a Ray Lóriga en el Fnac de Diagonal y pensé
para mi que tipos tan distintos, y
con esa manía mía les hice fotos, entonces con una vieja cámara de carrete, cuando a Lóriga
le faltaban unos cuantos tatuajes en los brazos y seguía con Cristina y cuando
este espacio no había sido cedido a la cafetería; Ignacio también andaba de público
en la presentación del último libro de Patricio Pron, ese del título largo del espíritu de las plantas de salón sigue
subiendo en la lluvia, que tanto gusta a los amigos de Mondadori, pero
desapareció despacio, tanto que le hizo correr al editor Claudio López para lo
que fuera que Claudio López tuviera que hablar con él. Así que no me sorprende
y a la vez me sorprende verle con Willy Uribe en este acto
-Este libro se lee en cinco horas, tomando café –dijo en ese
tono suave del que toma café despacio-
Y se enrolló, primero con el micrófono al que no le sacaba
nada más que susurros, (se lo colocaron, lo menearon arriba y abajo, le
hicieron cosquillas, tanto la encargada de La Central, como por los intentos de
Willy y después Enrique y me dieron ganas de levantarme a mi también y
arrimarle la silla, porque los intelectuales tienen esa pose medio tumbada que
les viene ya de Sartre, ese estigma que ya conocéis), hasta que al final salió
algo de ese elemento tan valioso que es la voz, con el que fue regando más o
menos dos metros de parcela, esa distancia corta en la que Ignacio se siente bien y desgranando
las entrañas de la novela, citando El
barco ebrio un poema de Rimbaud
que tiene estrofas como estas
Así,
barco perdido entre pelo de ancones,
Lanzado por la tromba en el éter sin aves,
Yo, a quien acorazados o veleros del Hansa
No le hubieran salvado el casco ebrio de agua;
Lanzado por la tromba en el éter sin aves,
Yo, a quien acorazados o veleros del Hansa
No le hubieran salvado el casco ebrio de agua;
Vidal-Folch, fue marcando los tiempos, contó sus propias anécdotas
de viajero y vividor aislado esperando un barco que nunca llega, en una isla de
mierda y rodeado de escoria. Y esa experiencia de Vidal-Folch inoculada en el
espacio-tiempo se transmitió a la piel y la sangre del surfista y escritor
Uribe, navegante a veces a pie y otras en tabla.
A Willy Uribe, no le conocía, le había visto en fotos,
reportajes, huelgas de hambre que siempre se pierden un poco y más si eres de
Bilbao, escritor y fotógrafo, había leído alguna crónica como la escrita para
Cristina Fallarás en Sigueleyendo sobre la (última) huelga de mineros de León y
esos disturbios infernales que ya no transmite ninguna cadena de televisión y
al final con esas cosas te vas haciendo una idea de cómo son las personas y en
este caso de Willy y empiezas a valorarlas hasta que las tienes delante y es
cuando tu mapa parpadea y pierde todas las referencias, como si hubieras
entrado en una nube de niebla.
Y eso me gusta. Willy dijo que esta novela solo se podía
publicar en una editorial como esta, imposible para una editorial americana
porque no hablaba de sexo, ni de amor.
-Yo soy de Bilbao –dijo el escritor- me resulta difícil
escribir de sexo.
Marcado el territorio, se disculpó ante Vidal-Folch, por no
conocer ese poema de Rinbaud (con el que le fustigaba Ignacio como si fuera un
pequeño látigo de juguete ante la mirada atónita del vasco)
-Yo soy un escritor intuitivo, no tengo ni idea de
literatura.
Y en ese punto Enrique Murillo sonrió. Después Enrique
comentó cosas como que fue Ramiro Pinilla el que le recomendó a Willy.
-Se aísla para escribir –dijo el editor- y le da lo mismo
que sea en una casa, un piso prestado, una tienda de campaña.
Su verdadera necesidad (como la de muchos de nosotros) es
ese aislamiento, escribir quince días del tirón para dar unidad a la novela, es
su medio de vida, dejarlo y volver a tomar por el cuello otros quince días
prestados y así hasta el final. El escritor que como otros muchos que voy
conociendo, anda de prestado, durmiendo en
cajeros, casas de amigas, ha dejado esta novela encima de la mesilla de
noche de tu dormitorio, es posible que en tu puta vida hayas subido a un barco
así. Espero que no te marees, lo ha escrito un tipo valiente al que cada vez
admiro más y espero que alguna editorial francesa promueva su edición, porque
como en el caso de Alberto García-Alix, hasta que los franceses no te
descubren, nadie te toma en serio. Después ya vendrá el ministro con las
medallas. Un fuerte abrazo a todos.