Presentación en Barcelona 3 de octubre de 2013
Librería Laie 19.30
horas
1.-
Recuerdo el catálogo de Círculo de Lectores y el de Disco Play,
los dos andaban de un lado a otro por casa, pasando de mano en mano de todos mis
hermanos, hasta que llegaban los libros y los discos que habían pedido, éramos
una feliz familia unida. Recuerdo eso y años más tarde la pequeña biblioteca
pública que instalaron en un local situado entre los Juzgados y la Cárcel
vieja, frente al castillo y junto a las cuestas del río, la bibliotecaria era
coja y siempre sonreía. Me gustaba rebuscar en las estanterías y llevarme el
libro prestado para devolverlo leído quince días después. A partir de ahí
comienzo a comprar libros y discos y a montar y leer de mi propia biblioteca y
de forma desordenada, a escribir caóticamente, más o menos igual que ahora, en
esos años me cargué de fantasmas e intuiciones, una úlcera duodenal, períodos
en los que intercalaba soledad y lectura sin apenas contacto con los amigos,
rehuyendo a la familia y períodos de abandonarme a mi suerte y a la de esos amigos, para volver a casa, solo y
por dormir, cuando eso era posible, períodos oscuros y vacíos en el
espacio-tiempo, ese no lugar que tanto nos gusta visitar de vez en cuando, que
pasa a ser un añoranza.
2.-
Jorge Carrión llega a este otoño de 2013 con un libro que ha ganado el 41 premio Anagrama de
Ensayo, de una forma insólita, pues ha quedado finalista y de paso contestando
las incertidumbres del futuro sobre Naturaleza
de la novela, el ensayo de Luis Goytisolo. Las incertidumbres no se
terminan de aclarar del todo, pero Jorge te da pistas sobre el pasado, analiza
el mundo de los libros a partir de Stefan Zweig, con el que inicia el recorrido,
ese vertedero que es la primera memoria colectiva y de ahí construye un mapamundi
que comienza con libros de viaje; con las botas bien acordonadas se va asomando
de forma concienzuda a las librerías más antiguas del mundo, en un
desplazamiento ordenado por África, América de norte a sur, Europa, desde el
orientalismo de Tánger, a la exclusividad de París, Londres o Berlín, de las
pequeñas librerías a las grandes corporaciones, para terminar con un canto a la
cotidianeidad de las nuestras, las de nuestra infancia, las de nuestros
recuerdos, y también de los libreros. Ahí aparece ese Jorge más íntimo e
intenso que le da al ensayo un sentimiento y una doctrina, esa que mueve a
Goethe, García Márquez o Chatwin y que no es otra que la creación de mundos
nuevos y el lugar donde poder encontrarlos todos juntos antes de que terminen
devorados por un Mc Donalds. Este libro sólo lo puede escribir alguien que
consagra su vida a la literatura, que ama los libros, que vive por y para
ellos, que a cada ciudad que llega visita sus librerías, por pura necesidad,
por placer, habla con los libreros, observa sus escaparates, el sótano y la
trastienda, lo que se vende y lo que no. Este escritor ha compartido esta vuelta al
mundo de los libros en un recorrido en el que te encuentras acotaciones, iconos
culturales, películas y teleseries. El jueves se presentó en Barcelona.
3.-
-Eres fiel como una perra –le dije a V nada más entrar-
-Por Carrión si –dijo ella heroica, con una mueca de
desprecio-
Después le di dos besos sin conseguir que relajara ese
gesto, su acompañante apenas se enteró, la cosa fue así de rápida.
La carne es lo que tiene, se va pudriendo. Carrión unas
veces es Jordi, otras Jorge y otras J. No es la primera vez que escribo de él
ni creo que sea la última. Estaba contento por muchas razones, por el premio,
por la editorial, por el autor que lo había ganado, por todo el sarao que se
monta cuando un libro se pone en marcha y porque se alimenta entre otras
energías, como la que produce todo ese motor literario del libro, de los libros.
Todo fue ordenado de forma milimétrica, estábamos allí presentes a gusto del
autor, a Antonio y Martín esos detalles se les pasa, pero los detalles estaban
entre la primera y la última fila en la que yo estaba rodeado de los amigos,
alumnos y colaboradores de J, toda esa comunidad. Antonio es Monegal y es
profesor, eso quiere decir que da clases, que enseña, que fue profesor de un
buen alumno como es Carrión y a la que presentó a la que hoy es su mujer, y hoy
ese buen alumno se lo agradece, todo en una y le abre el micrófono para que
presente su ensayo, un ensayo que ya era una célula, cuando estudiaba y mucho
antes.
-De niño quería ser detective privado –dijo J- ese era mi
libro favorito “Cómo ser detective privado”, con el que soñaba y que conseguí.
Antonio Monegal, habló de librerías, de libros y del tiempo
-El tiempo es lo más valioso que tenemos.
Todos movimos la cabeza afirmativamente, aceptamos que es
así y a la que vas cumpliendo años más lo reconoces y continuó con la idea de
que leer lleva una buena parte de ese tiempo, que no lees todo lo que compras,
que a veces dejas libros a medias porque no son lo que parecen y que odia los
libros electrónicos porque te señalan porcentajes de lectura, pero no te haces
a la idea de por donde vas, como en un libro físico. Antonio Monegal, sonríe
mucho cuando dice algo pretendidamente gracioso; en los demás se nos dibuja un
gesto que se queda en sonrisa condescendiente. Monegal parece un buen tipo,
aunque también lo parece, el profesor químico, de Breaking Bad.
Martín es Caparrós, ese apellido se convierte así en un
adjetivo. La última vez que lo vi se
había afeitado el bigote por completo, hoy de nuevo ese bigote volvía a ser poderoso, renacía espeso. La
última vez vestía una camisa negra, hoy era una camiseta negra. La última vez
vivía con una maleta, hoy ya ha dejado la maleta en un piso de Barcelona.
Martín Caparrós andaba delicado por culpa de algunos pensamientos en los que
andaba su hijo, y un hijo todo el mundo sabe lo que debilita, mucho más que una
mala mujer, su lugar no son las librerías, le agobia ver toda esa cantidad de
libros y de autores, siendo él una pequeña molécula en competición con todos
los demás y se abruma, pero lo que dijo quizá fue suficiente para dibujar un
estado con el que recorrer el libro.
-Jordi Carrión es como un sabueso –dijo Martín- sigue el
rastro, se desvía, pero de nuevo vuelve al rastro que son las librerías.
Con eso fue suficiente. Dijo sabueso, cuando todos
entendimos perro, pero perro para Martín, quizá tenga otro valor como palabra,
es lo que tienen las palabras que unas veces se cargan de peso y otras quedan
flojas, para mi sabueso se queda corto hablando de Jordi Carrión.
J. habló el último. Nos miró y desgranó pequeñas pepitas de
cómo había llegado a escribir Librerías.
Nos contó que ayudaba a su padre (en su tiempo libre vendedor para Circulo de
Lectores) a repartir libros por las casas, tal y como cuenta en el ensayo, lo
de querer ser detective enseñando a sus amigos a serlo, (siempre enseñando) y
nos hizo cómplices de su felicidad. Nadie en Laie estaba por estar, todos
teníamos un motivo, una razón, una amistad, un cariño, porque J, Jorge, Jordi y
Carrión, lo ha dado todo y a la vez han montado una maquinaria bien engrasada
que toda junta forma una Iglesia y esa institución se va llenando de fieles,
apóstoles, predicadores, ángeles y arcángeles, devotos de todo tipo y condición
y como siempre pasa en estos casos, también ha comenzado a devorarse, no hay Iglesia
que no termine comiendo carne, bebiendo la sangre y guardando reliquias en esa
memoria colectiva. Habrían hecho falta tres veces el aforo, para albergar a
todos los que faltaban, pero con los que estuvimos fue suficiente para agotar
los libros de la tienda. Después vino el cava, los saludos, las firmas, las
sonrisas y un final de fiesta, al que no se quiso apuntar Caparrós, por esa
disculpa del hijo con el que tenía que hablar,
los demás con y sin hijos tomamos cervezas, como tiene que ser. Al día
siguiente, con el acto de Pequod (por la que ya pasan todos los grandes) y un
vermut, Jordi Carrión cumplió con Barcelona. Barcelona ha agotado su segunda
edición, espero que Anagrama reponga sus librerías, antes de generar altercados
entre teleadictos.
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