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viernes, 25 de septiembre de 2020

La modestia de la herrumbre. Diego Prado (De su blogg Café con libros)

 

La modestia de la herrumbre


Elías Prieto, conocido en el mundo literario como Elías Gorostiaga (Valencia de don Juan, León, 1963) es un poeta y narrador afincando en Hospitalet de Llobregat desde hace décadas. Aunque publicó su primer poemario con veinte años, posteriormente ha ido desarrollando su obra sin prisas, dando a la imprenta otros dos libros (un nuevo poemario y un libro de relatos) y participando en algunas antologías. Bendecido con el Premio Internacional de poesía Diario Jaén, acaba de aparecer su nuevo trabajo poético, Cuerdas de plata, un libro madurado en la firme rama de la experiencia y la lectura, en el reposo y la observación, en el desbrozamiento del recuerdo y el silbo de la nostalgia. Son sólo diez poemas, la mayoría de cierta extensión, todos ellos de métrica libre y anudados unos a otros por una musicalidad interna que arrastra al lector hasta el último verso, una especie de plegaria telúrica que rubrica el conjunto. Con un lenguaje sobrio ("creía en la fe de los árboles muertos”), el poeta rememora fragmentos de una infancia en gris, tardofranquista, rural, asfixiada entre supersticiones y miedo, de sábanas frías y dioses malvados (“… nunca tuve frío ni hambre,/miedo sí, pero el miedo nunca se va,/se acerca más o se aleja, pero siempre está ahí”.). También está el lamento del que se marcha y regresa, del que no se reconoce, del que añora lejanos días que ya no existen y los reconstruye a su modo. La aceptación amarga del paso del tiempo, las cuerdas de plata de ancianas mañanas que ya nadie pulsa. Tiene este libro ecos del primer Llamazares, de Gamoneda, de algunos poetas beats y, entre versos, explícitas referencias literarias a autores de formación dispares.

Cuerdas de plata se lee de una sentada, sin respirar. Y hay en él verdad, biografía y fantasmas. Gorostiaga es un poeta que merece amplio crédito, como lo merece cualquiera que se atreva a hablarnos de “la modestia de la herrumbre” (pág. 18).  

 

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