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jueves, 22 de febrero de 2024

Entrevista capotiana a Elías GOROSTIAGA por Toni Montesinos

JUEVES, 22 DE FEBRERO DE 2024

Entrevista capotiana a Elías Gorostiaga

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Elías Gorostiaga.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? La habitación en la que me encuentro, en la que escribo, donde tengo algunos de mis libros, fotografías enmarcadas por las paredes y donde más horas del día paso, un lugar íntimo, aislado de la casa, con la persiana bajada y asistido por la luz de un flexo plateado. Esa habitación reúne la premisa de la pregunta y la pregunta es infernal <<sin poder salir jamás de él>>.

¿Prefiere los animales a la gente? He tenido perros. Se han muerto. Vive gente a mi alrededor, espero que vivan mucho más tiempo que yo. No me gustaría tener que enterrar más perros.

¿Es usted cruel? Sí. Trato de que se note en las dedicatorias de mis libros. También soy sincero, aunque me guardo más la sinceridad que la crueldad. 
¿Tiene muchos amigos? No. 

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que no mientan, que actúen con nobleza. Y volviendo a lo de antes si tienen que ser crueles que lo sean. Uno se repone antes de las crueldades que de las mentiras.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No. Tampoco me decepcionan mis enemigos. A partir de una edad ya no te decepciona nadie por un asunto de clemencia. Bueno hay una cosa que sí me decepciona, el precio desorbitado de las cosas, por eso procuro comprar pocas. Y sobre todo lo poco que se paga por los derechos literarios, es algo ridículo y decepcionante.

¿Es usted una persona sincera? Sí, aunque por compasión, no lo suficiente. Con mis hijos soy sincero a tiempo completo, por lo menos que tengan una referencia a la que poder sujetarse cuando venga el viento. 

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leyendo, pero el cansancio de los ojos no me deja leer el tiempo suficiente. Cuando salgo de la habitación me gusta pensar mientras paseo. Lo de pasear, en su sentido amplio, también lo entiendo como conducir la moto por ahí, sin la necesidad de ir a ningún lugar. Me gusta vagabundear con lo moto, aunque no lo suficiente porque siempre termino por volver (a la habitación).

¿Qué le da más miedo? El desasosiego que crea la desesperación. Enfadarme y no controlar el enfado.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Me sigue escandalizando la vulgaridad, la falta de clase y de estilo, la poca educación, las formas y maneras.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Pues nada, absolutamente nada. Se puede vivir sin hacer nada o por lo menos nada productivo, incluso rechazar los encarguitos que te cuelgan los que te acompañan. Hay una obsesión por hacer siempre algo, producir. Y lo de escribir ya veremos a ver en qué queda.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? No, salvo pasear. Soy bueno acompañando y animando a mis hijos en los entrenamientos con su equipo de atletismo en Cornellá.

¿Sabe cocinar? Sí, me relaja y me gusta ver comer. Cocinar casero es el último acto de generosidad, por eso en mis poemarios siempre cito a Pedro Cofrades, un buen amigo y un excelente cocinero y profesor de cocina. Que dios le mantenga con nosotros muchos años, a él y a su elaborado vermut Cofrades. 

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Ahora mismo, sin dudarlo, Irene Solà. También es verdad que es lo novedoso. Pero durante muchos años ese personaje fue y lo seguirá siendo, Julio Llamazares.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Invisible. Por un lado, me parece que lo invisible está presente y si es invisible es por nuestra prisa, la poca atención, hay gestos, hay palabras que pasan desapercibidas.  Por otro lado, vivimos bajo la protección y administración de un Estado justo, sin privilegios. Sólo un estado así (justo y sin privilegios) puede crear leyes para personas invisibles que son las más frágiles, las que más fácilmente se esclavizan y pierden. Como conclusión, estos/nosotros, los invisibles, cuando nos tocas los cojones, tomamos cuerpo y creamos revoluciones, así que mejor tener templanza y esperanza en el silencio más que en los gritos y las multitudes. 

¿Y la más peligrosa? Corrupción. Reeducar. Reconducir.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No. Mis deseos no son enfermizos. Durante un tiempo conocí gente que sí que eran  potencialmente asesinos y malos de desalmar, de quitar la fuerza y virtud. Con ese conocimiento me conformo. No obstante, vivo en una ciudad donde cada semana asesinan a alguien, en la calle, en un ajuste de cuentas, en una furgoneta, por un odio incontenible, cada semana.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? La poesía como el último resquicio del alma.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos o jugador de ajedrez.

¿Cuáles son sus vicios principales? Comer, beber con amigos que no tienen prisa por irse. Poner al límite un motor bien construido que sea capaz de deformarse y no romperse.

¿Y sus virtudes? La lealtad.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? No sé lo que siente alguien que se ahoga, no sé lo que quieres decir con eso  del <<esquema clásico>> de una imagen, pero metidos en el supuesto de ahogo “en agua”, buscaría en la corriente de esa agua que me quiere ahogar,  una imagen del desierto tunecino.

T. M.


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