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viernes, 26 de abril de 2024

Demonios. Ben CLARK (Editorial Sloper)

 

                                            (San Jordi 2024. Foto de E. G.)
 

Nacer en Ibiza es no ser de ningún sitio, como nacer en Santa María de las Pegas, Fáfilas o Alcuetas y sin embargo todos vamos a morir a Ibiza, a Santa María de las Pegas, a morir aunque no para siempre, sólo por un instante, ese en el que tarda en morir una langosta o un mejillón en el mostrador de la pescadería. Disfruto de la lectura de los Demonios de Ben Clarck, un escritor que nació en Ibiza en el año 1984, que a los veintidós recibió el premio Hiperión con “Los hijos de los hijos de la ira” publicado por Hiperión, como Blanca Andreu con su premio Adonais en 1980. 

 

Hasta llegar a los “Demonios”, hay un recorrido de veinte años en los que ha recibido todos los grandes premios de poesía, alguien lo ha sentenciado por escrito en un periódico, Ben Clarck ya es un clásico de la literatura -joven- de este país, algo con lo que sueñan muchos de los poetas, no tan jóvenes y ha llegado a la 5ª edición de “Demonios” como sin darse cuenta, sin saber cuál es la magia de salir del lugar de los sueños para llegar a la acera más soleada de la calle. Digo que él no lo sabe, pero no es verdad, Ben Clark lo sabe, sabe lo que hace, reconoce la magia y la acorrala hasta llenar un libro; y yo lo sé, reconozco esa forma de escribir porque es la mía, es la de Pedro Ugarte, Pablo Gonz, Pedro Casariego, Víctor Pérez, Elena Román, Marta Agudo, Berta García Faet, Isabel Giménez Caro o Irene Solá, se reconoce en el espacio de luz que se forma en los interiores de la biblioteca Gabriel García Márquez de Barcelona,  bajo los párpados de los niños de diez años cuando te miran con toda seriedad. El día del libro, el 23 de abril de 2024, crucé todo el centro de Barcelona sobre la que se desplegaba en ese momento un campamento de libros hasta llegar a la paradeta de la editorial Sloper en Gran de Gracia, donde se hacinaban más y más libros y tiendas de campaña como si fuera la mismísima franja de Gaza; y allí estaba Ben luchando con sus demonios y con todos los putos demonios de Sloper. ¿Sloper?. Sí Sloper, la editorial de Mallorca que de repente ha explotado, como si después de revolver y revolver en la marmita, terminara por dar con la fórmula correcta para ser inmortal y Román Piña, el cocinero y editor, ha dado con ella después de pelar muchas pipas con la revista que la precedió en el año 1994, siendo la otra pata el haber publicado en tiempo y forma a Agustín Fernández Mallo, autor que alcanzó a lazo la editorial Candaya, también en tiempo y forma. Hasta llegar a hoy; su estantería editorial se forma con menos de ciento cincuenta títulos. Ben Clark es un escritor de la casa Sloper, de esos escritores fieles con los que puedes contar porque sirven para regentar un bar en Tarifa, pasear a la mascota o hacerse cargo de la paradeta de los libros en la feria de Barcelona o en la de Córdoba, sin pedir nada a cambio o un poco de cariño que es la materia que, como el hierro de la fragua, forja el carácter de  un poeta: en “Gafes del oficio” escribe: <<Me propuse crear un gran poema. / Pero en vez de escribir llamé a mi hermano / y estuvimos hablando de la infancia.>> Esta forma de ser me recuerda a “La miel” de Tonino Guerra (Pepitas de calabaza), otro de mis autores favoritos. Para terminar de recomendar a este autor al que seguiré leyendo, sólo decir que con “Demonios” les ha llegado el Premio Nacional de la Crítica como mejor libro de poesía editado en el año 2023. Ben Clark en otro de sus poemas “Pastillas de freno” vuelve a montar, como en aquel verano imberbe, para <<sentir el placer de correr sobre hierros que no guardan secretos>>, algo que sólo ocurre en un momento exacto de nuestras vidas, la infancia, y dura para siempre.

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