Juan Bonilla : “un poema necesita estructura,
necesita cadencia, necesita un misterio, y revela una verdad.”
Algunos libros de
poesía estremecen, como cuando coges un bebé. Como un bebé, crees que le
harás daño o por alguna razón, crees que el que terminará sufriendo serás tu (pero tiene
la piel áspera y apenas pesa) . Eso es lo que pasa con Lugares comunes, sobre todo cuando le quitas el celofán que lo
recubre, como si fuera parte de la placenta y aparece un libro con veintisiete
poemas en apenas treinta y tres páginas ásperas y que siendo tan pequeño ya se
gana la vida el solo, como un perro.
Es un libro del año
2006, sometido en el año 2005
a un tribunal presidido por Francisco Brines. Desde
entonces hasta hoy, estoy seguro de que ya todo el mundo lo conoce, incluso ya
todo el mundo lo habrá olvidado, por eso reseño ahora y aquí, entre otras cosas
porque cuanto más leo de esos espigones, y me asomo a sus fotografías que
alguien cuelga en facebook, más pienso que Camilo no existe, que es un
personaje más en una viñeta, (de todos esos personajes que me rodean y con los
que convivo) y a la vez creo que cuando si existía y sangraba, alguien le vendó
una mano, como se venda a los boxeadores antes de subir al ring y con la otra
arañó todo lo que pudo. Algunos de esos arañazos están hoy aquí.
El otro día cuando me
volví loco y me sumergí en un ataque de pánico, a nadie se le ocurrió leerme
nada; me pusieron un palo en la boca, para no morder la lengua, me inyectaron
un tranquilizante, después vitaminas, apagaron las luces, dejaron que descansara,
tiraron todos los cigarrillos y las botellas de vodca y a nadie se le ocurrió
leerme los paisajes marinos de este libro lleno de delfines y ríos secos, mujeres
con alma y un circo.
“Esta gente es extraña, esta gente y el día.
Las mujeres son secas, los niños son de polvo.
Están pero no están y no estarán mañana.”
No se a donde llegará Camilo de Ory, supongo que alguna vez, entre chiste y viñeta, entre sarao y
sarao, vuelve a escribir poemas,
relatos, novelas, que es en lo que uno termina siempre, porque sea lo que sea
los poemas que escribe, te enseñan muchos caminos, un misterio, una verdad y
muchos cigarrillos.
Supongo que todas las mujeres de Málaga, menores de veinte
años, deben tener (o deberían), un ejemplar de este libro y un deseo: pedirle
al poeta que las añada versos, uno más cada noche.. para que puedan olvidar y
aprender de una vez, mientras sus novios o sus dueños, se entretienen con
jugadores de futbol.
“Las mujeres son
siempre más hermosas de reojo”
Y nada más.
“Miro morir las piedras/
que dejan de ser piedras. /Miro pasar los barcos/ despacio, como barcos. /Las
olas se repiten/como si fueran olas./El mar, por repetido,/deja de ser hermoso.”
Contra los ataques repentinos de locura, lo mejor es una nana.
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