(El otro día conduciendo vi a un ciclista vestido de ciclista, subido en su bici de ciclista, hablando
por su móvil. Eran las nueve de la mañana y yo iba a comprar el pan).
El mundo de
los bobos existe, se llama así Connecting People. Cada bobo tiene su terminal
telefónico, es su tiza y su pizarra y lo enseñan con orgullo, en el tren, en el
metro, en los autobuses, encima de una bicicleta, mientras trabajan y mientras
duermen, los bobos están conectados entre si permanentemente. Los jóvenes
bobos, no dejan de escribirse mensajes a una velocidad endiablada, se
relacionan, vibran, quedan, acuden en masa a los eventos, difunden, compran y
venden, se enamoran a través de su terminal telefónico. Los dueños del negocio
lo han conseguido, han conseguido que seis mil millones de personas permanezcan
conectadas, interconectadas entre si, dependan de un producto que se renueva de
forma infernal, generando ingentes cantidades de dinero y de bobos. Así el bobo
forma parte de ese engranaje que es la globalización, ese gran mercado en el
que puedes comprar una bicicleta diseñada en Alemania, cuyos componentes se
fabrican en China y se montan en Yugoslavia, desde su terminal en una aldea
asturiana con cobertura, esa palabra mágica y a la vez maldita que se resume en
lo peor que le puede pasar a un bobo “no
tengo cobertura”. Y aquí el bobo es cuando es capaz de subir al monte,
coger un autobús, robar un coche, por el mero hecho de ir a buscar cobertura,
para mandar su mensaje, para consultar facebook, twitter, twenty, quizá un
poema de amor desesperado o quizá simplemente “k aces” y recibir en
contestación “nada”.
La educación ha sido privatizada, en unos pocos años, el
número de bobos contaminará el paisaje hasta volverlo irrespirable, vocinglera,
tuneada, bien musculada y depilada, formando esa masa mal informada, mal
educada, que ocupará los puestos más bajos del mercado de trabajo y que a la
vez no dudará en conseguir el último modelo de terminal telefónico y en muchos
casos dos. Los viejos no entienden nada de todo esto, les supera por todas las
costuras; les miran y solo ven chicos conectados a sus aparatos, aislados del
resto, pero cuando miran al otro lado también ven a los padres haciendo lo
mismo, las generaciones de bobos se van sucediendo, de forma ordenada y limpia, pixelada, fotografiada bajo un mar
de antenas de comunicación. De todo esto ha escrito Gary Shteyngart y publicada
por Duomo Ediciones, la novela “Una súper triste historia de amor verdadero” .
Bobos vulnerables. Y mientras escribo esto mi Compañía me acaba de enviar el
siguiente mensaje: “Olvidate de los
amores de verano. XXX te ofrece el amor
de tu vida: Samsung Galaxy y con Tarifa @XS por 0 eur”. La fecha tope para
conseguir el amor de mi vida es el 31 de agosto. Por esas fechas nacerá mi hijo,
que ya puede escuchar a través de la barriga esas odiosas melodías, pitidos y
señales, mi mujer todavía no sabe que puedo encontrar el amor de mi vida,
apretando una tecla de Nokia. Mi Compañía, pasada esa fecha, volverá a tentarme
con una nueva campaña y volverá a intentarlo con millones de personas más, cada
vez más volubles, más accesibles, más fáciles, porque sus tiendas tienen que
seguir ordenando ventas por 0 eur, generando basura y yo seguramente, el tipo que
ahora escribe esto, un bobo más, caiga en la tentación de ese nuevo terminal,
porque lo más fácil ahora es dejarse llevar por este río de bobos, humildes y
fieles servidores multimedia con gafas a pila e imágenes tridimensionales.
-conecting
people my friend.
Sí, me producen verdadero pánico esos bobos de los que hablas. Contra los fachas, al menos, podías defenderte a golpes, pero... ¿Cómo soltarles un par de guantazos a estos imbéciles? Lo malo es que van dominando el mundo; como subalternos, sí, pero dominándolo para esos a quienes compran sus productos.
ResponderEliminarJL
La única solución es liarse a collejas, cuando te los encuentras subiendo o bajando escaleras, clavados en sus pantallitas. Un saludo Jose Luís.
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