A diferencia de mi amigo David Yeste (que escribe en un
bar), empiezo y termino de escribir en Olivella, donde también prefiero
terminar de leer los libros que empiezo. Así ha sucedido este fin de
semana. El libro es “Descortesía del
suicida” y su autor Carlos Vitale. A las once de la mañana comenzó a llover y
son las siete de la tarde y sigue lloviendo. Empezó suave, una lluvia suave,
deliciosa y poco después llovía con ganas, el agua formó una catarata delante
de mi, sentado en el garaje en el que estoy (lejos de la casa) y que será donde
instale en el futuro mi biblioteca. La lluvia en ese instante me pareció el
mejor remedio para olvidar todos estos meses de polvo y calor, lo mejor para
limpiar de presentaciones y actos literarios la vida de un poeta, todo a morir
en la riera y de ahí al mar, una limpieza que me deja impecable y preparado
para este otoño de novedades.
-¿La niñez lo devora todo? –pregunté al poeta-
-Claro Elías, lo sabes perfectamente.
Este libro lo ha escrito Carlos Vitale, durante más de
veinte años, creciendo a base de apuntar genialidades.
-¿Estas contento con el resultado?
-No, casi no es un libro, es una vanidad.
Son
frases, no hay historia, no hay poesía, pero estamos todos ahí. La forma de leerlo es empezar en el prólogo escrito
por José María Merino, un buen escritor leonés. Después te lanzas a tumba
abierta, frase a frase, página en blanco tras página en blanco y cuando llevas
treinta empiezas a leer desde atrás, desde la última página y de repente ya te
has enjuagado otras veinte. La suerte de la edición, con sus buenas solapas, es
que sirven para poner la marca de por donde vas y cuando terminas el bloque que
queda en medio, otras treinta páginas, vuelves al principio y como si de una
cabeza hueca, sin memoria, te sorprendes repitiendo lectura en frases como “El
moscardón perturba mi mente vacía”, o “Magnánimo, he indultado a un insecto:
que tome nota quién corresponda”. La genialidad de ese fraseo es que llena por
completo tu mente. En la hoja en blanco, no cabe más ni menos. Que ningún poeta
joven lo intente, que no lo intente un jubilado mientras rellena crucigramas. Escribir
así, sin resultar pedante, lleva tiempo, lleva la vida, ese tiempo en el que
paseas, piensas, ves una puesta de sol, trabajas, todo ese tiempo en el que puedes
dejar la mente en blanco para no explotar. Ese es el método de este libro,
junto con algo de tristeza.
La foto del autor es de 2004 y el libro se edita en 2008. Esto lo comento porque la
foto en blanco y negro es tan actual que podría ser del otro día en la
presentación de los poemas de Vinyoli “La mano del fuego”. Han pasado diez años
y el Carlos de ahora es igual que el de esa foto en blanco y negro, algo
gastada de 2004, quizá con la mirada más triste, a pesar de la sonrisa, más
fatigada y eso no es la edad, es la vida, igual que este libro es la vida y a
la vez un ejercicio mental. Según salgas de él sabrás cómo estás y esa prueba
suicida no es para todos.
Carlos Vitale, nace del humor en el Buenos Aires de 1953. Solo
se le nota que es argentino cuando habla catalán, pero eso de los acentos es un
juego para un tipo que ha estudiado Filología hispánica e italiana, habla y
traduce italiano, francés y catalán y es poeta. Por eso el acento es un
juguete, igual que las patillas, la barba o el bigote lo son en la cara de un
actor. Este libro es algo fuera de lo común en el panorama literario español, por
ese acento de humor cínico y negro que dice: “¿Cómo es posible que todos los
años hayan sido el peor año de mi vida?, o “Por algo será que el espejo me
devuelve la imagen”. Frases que son anécdotas, que ya nadie cuenta por ningún
sitio: “Antes de zambullirse en el mar, el cojo guardaba todas sus pertenencias
en el fondo de su pierna ortopédica”.
Ser argentino en España, no resultar pedante, que no sobre ni falte una
sola coma, una sola palabra convierte este pequeño librito en una fábula contra
la impostura de muchos escritores que se hinchan el pecho y te cargan la cabeza
de razones, que muchas veces no son las tuyas.
-¿En qué momento de la vida estas?
-En el peor –dice el poeta- si me lo preguntas dentro de
diez años te contestaré lo mismo, igual que si me lo hubieras preguntado hace
diez.
-¿Qué te parecen las mujeres?
-Me gusta verlas, me gusta seguirlas mientras se alejan. Son
un regalo casi todas.
Por eso Carlos escribe: “¿Dónde se ocultan en invierno las
mujeres de la primavera?.
Amigos, hoy sigue lloviendo. Si crees en algún camino
acércate a este de Carlos Vitale, desde donde se observa la vida o un hilo de
vida
“Yendo y viniendo por la acera, el loco gesticulaba al
vacío. Los paseantes desconfiaban: el loco señalaba caminos imposibles.”
Descortesía del
suicida
Carlos Vitale
Editorial Candaya
1ª edición Junio de 2008
Imagen de la cubierta: Venecia,
de Federico Vegas
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