Rubén Martín Giráldez
Jekill & Jill
editores
Miércoles 20 de
junio de 2016
El brexit de Gran
Bretaña, la huelga de metro de Barcelona, los petardos, la segunda vuelta de
tuerca de las elecciones en España, el primer calor del verano, los amigos, los
que se quedan frente al sol para recibir la energía del amanecer, el agobiante trabajo
en los tiempos de crisis, la tos de mi hijo, la tos de su madre. El miércoles
estaba hasta los cojones de todo, tenemos dos coches y una moto, cogí los
ferrocarriles y después un autobús y a las 7.30 de la tarde llegaba a la
presentación de Magistral, tranquilo y relajado como si me hubiera tomado un
batido de tomate con hielo y LSD, pero ni batido, ni LSD solo estábamos Ruben y
yo enmarcados por la entrada de la librería Calders, con la librera al fondo,
un cuadro hiperrealista; en ese momento llegó la gente y me entró una llamada
al móvil, era del servicio de mensajería para aclarar la dirección de un
pedido, una revista que espero de la editorial Cabeza de chorlito. Se aclaró y
entré en la nave, Rubén se quedó a la puerta liando un cigarrillo con trabajo
de hebra.
El jueves pasado estuve en la librería Altäir porque Julio Llamazares presentaba su libro de viajes del Quijote, hacía años que no veía a Julio en Barcelona, me hubiera gustado quedarme con él, con Pere Bernadas, con Cecilia Orueta, pero una semana antes (por medio del editor JC) había reservado plaza para un pase privado que organizó la editorial Malpaso con uno de sus autores, Robert Juan Cantavella, me habían mandado el libro a casa, había leído ochenta páginas, -nos vemos este verano en León -me dijo Julio- y me fui. Había quedado con Malpaso, cumplí y de paso le dije a Robert (un escritor singular) lo que me había gustado y lo que no, el resto del libro lo seguiré leyendo en estos días. Y en ese espacio de tiempo no han dejado de pasar cosas a una velocidad vertiginosa, he llenado el frigorífico, se ha vaciado, he llenado el depósito del coche, se ha vaciado, he salido con la moto con otros ciento cuarenta más, la gente se para a vernos pasar como si fuera un desfile, militar, he escrito algo y lo he borrado, he comprado libros, le encargo un libro imposible y descatalogado a Xavi Vidal, me lo consigue en cuestión de minutos, me río loco, me tomo una cerveza; -¿papá jugamos?. Jugamos.
Inga Pellisa
traduce un libro, Rubén Martín Giráldez traduce un libro, Javier Calvo traduce
un libro. Gonzalo Torné traduce un libro. Veo entre el público, sentadita en
las escaleras a Beatriz García Guirado, después me cuenta que quiere volver a
vivir en Barcelona, nostalgia, amigos, el mar y ese cansancio madrileño tan
agobiante. El novelista Gonzalo Torné desenrosca una manta y aparece un
muestrario con bisutería que va ordenando pieza a pieza, todas parecen de igual
valor, pero unas brillan más que otras, fulgores. Ese tipo, Gonzalo, bebe agua
para pasar el trago de Giráldez que parece fácil pero no lo es, y a cada trago deja
los labios en forma de ventosa en el fondo del vaso, cuanto más bebe más se le
seca la garganta, en esos momentos Rubén saluda a la gente que va llegando,
sonríe y por maldad yo me alegro, es un marronaco sentar a alguien a tu lado
para esta traducción y también me alegro por ver a Rubén con camiseta, el
invierno ha sido largo y en todo ese tiempo solo se ha vestido con un abrigo
muy bonito de piel de camello. Su mujer Inga (sin que eso sea una enfermedad)
está muy embarazada, le acompaña Noel, su bebé-cisne blanco. Magistral.
Suena bien que
todo el mundo diga que Regüeldo es una obra maestra. Metes unos calzoncillos
que huelen a tabaco y la lavadora los centrifuga, salen secos, planchados, te
los pones y te aprietan el paquete, incluso si te los pones de sombrero. Magistral
no te deja de dar bofetadas en días alternos, cambias de acera y te sacude, vas
a desayunar al bar del paqui y te sacude, lees la vanguardia y no deja de
sacudirte. No descansas hasta que no
terminas con él y después retumba. Dicen que todo el mundo se lo lee del
tirón, y después lametea en las conversaciones; la señora Mari, la carnicera,
habla de Magistral, dice que su vecina ha adelgazado porque está un poco deprimida.
Mari destaza una pieza que pesa setenta quilos, es la pierna de una ternera, supervisa
el corte de los cuchillos Francis Bacon que espera a la cola, siempre viene a
este mercado a primera hora para ver destazar a Mari. Manolo el mecánico del
taller, junto al mercado, habla maravillas de Magistral, la panadera, el
arquitecto del Ayuntamiento con el guardia de seguridad, la cartera y un vecino
viejo, el chino del almacén, los revisores del metro, todos hablan de
Magistral, se enredan en esa primera persona que te abre los párpados para que
no duermas -genial -dice el gitano que vende coches de segunda mano- sus coches
están sucios, arañados, con la pintura saltada y los vende, hay mercado.
Noventa páginas.
Noventa páginas y
no dejas de leer, la magia te sube por las venas hasta las amígdalas y allí
anida como una araña, la magia. Noel, el bebé-cisne, quiere ir a los brazos del
editor de J & J que huelen a hembra. Rubén forma parte de la mejor
literatura francesa y traduce la mejor y más bastarda literatura americana. De
esas vueltas de tuerca nacen estos prados. Bebemos cerveza en La Calders, las
ondas gravitacionales de los ventiladores son bajas, se estancan a dos metros
de mi. A veces cuesta respirar cuando lees Magistral y a veces no te das cuenta
de que este libro te ha quitado dos litros de sangre. Has perdido peso porque
estas un poco deprimido, porque todo gira a tu alrededor, deprisa, ¿verdad
Gonzalo?.
Gonzalo Torné, de
la factoría R.H. Mondadori, lo nota y lo soporta estoicamente. Le conocí
presentando también estoicamente un poemario adolescente (sin caderas) de Luna
Miguel, cuando también ella era Mondadori y poeta sin bebé a bordo; entonces Gonzalo me
pareció que le sacaba poco partido a la melena, que le sobraba traje; hoy me ha
parecido lo mismo y en las dos presentaciones me dio la sensación de que se le
quedan fríos los riñones. Pero con frío y sin él salió del paso currando mucho,
sacó sonrisas de las primeras filas de chicas, de las segundas filas de
hipsters, deliró por delante y por detrás, pero sí, hilvanando muy suavemente
casi sin aguja.
Inga Pellisa
(primera dama de este acto) está contenta y cansada, tiene caderas de ternera,
el cuerpo cambiante y abombado, los embarazos, las varices y la búsqueda de
colegios pasan factura y cuando llega la hora una empuja con fuerza, se secan
los labios, agoniza y vuelve a vivir y, ya ha nacido otro pequeño bastardo para
el álbum familiar, para las vecinas, para los amigos, para los colegios,
Magistral.
Barcelona bulle, "Sentí un súbito ataque de claustrofobia y abrí del todo los postigos. Un aire húmedo tropical me envolvió como una boca gigante mientras escuchaba percutir, vibrar y zumbar a mis pies la pesada maquinaria de la ciudad." pero ese sonido de terrazas, motos, bicis, patines y taxistas no entra en La
Calders, piedra, papel y tijera.
No hay ningún crítico literario entre el
público, están todos en los sótanos del paralelo lamiendo azúcar como termitas,
han pinchado los teléfonos, quieren ver y no ser vistos, quieren saber de cada
regüeldo sin contaminarse, han colocado micrófonos detrás de los libros de
Bernhard, mal sitio, mala hostia, algunos hipsters con camisas de cuadro
demasiado estrechas. Magistral hace daño y da aliento, a los diez minutos de su
publicación fue bendecido desde un avión por Jorge Carrión que volvía de una
conferencia a la que iba, pero los doctores en filología de las universidades
españolas a día de hoy, callan, todos callan luego han reído el libro y ven un
enemigo rampante, que no es rival pero que se acerca con los ojos amarillos y
malas intenciones. ¿Qué has escrito hijo?, ¿qué hemos hecho mal tu madre y yo?,
piedra, papel y tijera.
La cita es de Narcisa Nuestra señora de las cenizas de Jonathan Shaw (Traducción de Rubén Martín Giráldez para sextopiso)
La cita es de Narcisa Nuestra señora de las cenizas de Jonathan Shaw (Traducción de Rubén Martín Giráldez para sextopiso)