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sábado, 28 de mayo de 2022

CRONICA de doce horas en MADRID (1)

 



1.     Feria del LIRIO

 

Ángel Lirio posa con un niño en brazos -le presenta ante el mundo- junto a una mujer hermosa en movimiento, el movimiento de Lirio es estático, sujeta al bebé con una mano en una posición poco maternal y el bebé no presenta ningún temor ninguna inquietud, Lirio fuma y mira a cámara, noble y arrogante, la mirada de ella se sale del libro, la foto se titula “Los irreductibles”, y es del año 1991, de un libro que edita La fábrica. Acabo de conocerlo en el Festival de Poesía en el que participo “Algarabía”, se celebra en Madrid, en un viejo café situado, desde los setenta, en la calle Libertad número 8, el local es un antro de aquella época en la que todo el mundo fumaba, bebía y escuchaba canciones protesta, de una época en la que todos los mundos se conjuraban, conspiraban y cantaban a coro un tipo de poesía, ahora amarilla. Así que el perro es viejo, permanece la mayor parte del tiempo tumbado, aunque apenas pueda ya ver y, aunque a su cabeza le quede poco para caer en el cesto, su mirada es inmortal. 





CRONICA de doce horas en MADRID (2)






2. Recaredo VEREDAS

 

            Llego a Madrid antes de hora en un vuelo intercontinental que hace escala en Barcelona, mi asiento está al lado de uno de los dos gigantescos motores Rolls Royce del Boing 787 fletado por AirEuropa y tras mucho transitar estaciones de metro y trasbordos, llego a comer sobre las tres de la tarde. Me espera en la plaza Mostenses un viejo amigo al que hace años que no veo, el escritor Recaredo Veredas. Aunque está sin afeitar le recuerdo igual que entonces. Hay gente que no, pero hay algunos como Recaredo que, aniquilados como estamos por el tiempo en el que vivimos, sus avatares y transformaciones, poco después del encuentro puedes continuar la conversación sin esfuerzo alguno como si acabaras de dejarla. Recaredo me pregunta por Derbi, pero como me cuesta hablar de mi me intereso por “Vida después del sueño” el libro que acaba de publicar junto con Ramiro Domínguez Hernanz en Sílex.  La conclusión de la conversación por no extenderse uno mucho, es que es un libro escrito con el cariño de un amigo hacia otro amigo que además sirve como terapia para salir del pozo, es un libro que habla de ese pozo en el que se han sumergido durante muchos días una buena parte de la población contagiada con Covid, unos han salido y otros se han quedado ahí dentro para siempre, ese es el caso de Ramiro. Recaredo me guía hacia la librería “Cervantes y Compañía”, situada en la calle del Pez. Me deja delante de la librera y no me queda más remedio que explicar mi interés por presentar Derbi en Madrid, -no ahora- añado, -después del verano. Me escucha, me sonríe y me dice que les escriba por la web que no habrá ningún problema. Recaredo anda brujuleando por los libros expuestos en una gran mesa, por supuesto yo también me uno y veo que todos los libros son libros y autores que me gustan, esta es una de las librerías más queridas, donde cualquiera que se dedique a esto, tanto da si eres como si no eres de Madrid, le gustaría traer aquí sus libros.  Por último me despido de Recaredo que de repente siente cierta fatiga. Recaredo es, además de escritor, abogado y tiene que ir a trabajar. Me bajo caminando hasta Cibeles, busco una sombra y me tomo un café con hielo, hace calor, veo algo que es de Madrid y no de Barcelona, la gente se busca, se mira, intenta adivinar quién eres, la gente disfruta. El camarero, con chaqueta blanca, me pone un café largo en su taza y en un vaso muy grande, mucho hielo. Media hora después subo hasta la puerta de Alcalá y sin calcular, me pongo a andar por el Retiro, ando y ando y no encuentro la Feria y sigo andando hasta que veo los tejados de Atocha y entonces me doy cuenta de que que no y de que el tiempo ha pasado, que son cerca de las seis, la hora en la que empieza el Festival de Poesía al que he venido. Pero Recaredo ha escrito a Ramiro, le ha dicho que me pasaré a verle y aunque estoy a punto de renunciar y volverme, continuo, subo por al paseo del ángel caído y por fin entro triunfal en la feria. La segunda o la tercera caseta por la calle de la izquierda es la de Sílex. Allí está Ramiro Domínguez.

CRONICA de doce horas en MADRID (3)


 


3.- Ramiro Dominguez Hernanz, Pepo Paz, El Rey de España. 

 

        Recaredo transcribe ese sueño, entre la realidad y la ficción mientras el editor se recupera en su casa. De esa terapia nace la necesidad de contar y de escribir lo que ocurrió durante esas dos semanas de sueño y pesadilla daliniana, de cómo se regresa de ahí, a la vida <<lentamente, confuso y agotado>>. Jesús Marchamalo pone con el prólogo un abrazo a esos dos amigos. Todo se cuenta en apenas 75 páginas. Bueno por fin le explico a Ramiro quién soy, me pregunta un par de cosas respecto de lo que le cuento y en las dos preguntas da en la diana. No hace falta mucho más, en ese instante me doy cuenta de quién es el Editor de Sílex, creo que va a pasar algún tiempo antes de que nos volvamos a ver, pero creo que sí que eso va a suceder. Para mí, esa esperanza, supone que en los próximos meses, el tiempo por vivir y fracasar dentro de la celda será algo más soportable. 

 

            Me paro en la caseta de Bartleby y saludo a Pepo al que tenía ganas de ver, con el que solo he hablado por teléfono. Hace unos meses Pepo me ayudó de forma totalmente desinteresada, ni siquiera ha querido venir hoy a comer porque además era el primer día de feria. Pepo es un guerrero fundido en plomo, está a lo que está, atiende, escribe sus libros y sigue atendiendo. El último libro que ha publicado su editorial se titula “Esperando al Rey de España” de Diane Wakoski con traducción de Eduardo Moga; dice que la Reina estuvo por la mañana de visita, tenían todos los ejemplares del libro expuestos, pero la reina hizo sus compras por la otra calle, por las casetas de enfrente y con ella toda la comitiva real, las voces y aplausos de las curiosas y pensionistas, periodistas, fotógrafas, alcaldes, concejalas, guardaespaldas, consejeras, directoras, aunque ya se sabe que los libros están pactados previamente, tal y como publica El País (hoy sábado 28), y por lo tanto la comitiva no compra como lo hacemos los demás. Por supuesto el libro que le compro a Pepo, es “Esperando al rey de España”(contextualizando 1976 versus 2022 como dice la autora en el libro). Así y con todos los demás descuidos y palabras que podía haber dicho me despido.  Son las seis y veinte, salgo del Retiro a treinta grados, cojo un taxi y en quince minutos estoy en esa calle Libertad.

CRONICA de doce horas en MADRID (4)

 



4.- Libertad

 

            El local apenas está iluminado por un par de focos que, junto con una pianola, un atril, un taburete y mil cables llenan el escenario que ocupa poco más que una mesa camilla, lo suficiente. Como está tan a oscuras casi me siento encima de Ángel Lirio al que saludo y empieza a hablarme con esa voz rayada de las viejas gargantas, no entiendo nada de lo que me dice, pero ese sonido desconcentra al cantautor que necesita silencio y suavemente, cantando, nos llama la atención. Está claro que a Lirio le aburren los recitales así que sale a fumar un cigarrillo, me deja un tiempo para saludar a Gemma Córdoba, la organizadora y Lirio vuelve, nos quedamos en silencio porque hace falta silencio para la poesía hasta que me toca el turno y ahí el mundo muere, recito mis cuatro poemas junto al tono de la guitarra de Juan Antonio Ordóñez y me retiro feliz hacia la mesa de Lirio; poco después salimos a la calle para poder hablar y hablamos como si fuéramos viejos colegas, hablamos de muertos, la más reciente Ouka Leele. Lirio es amigo de Floren Urbina que hace un par de semanas le conocí en León en la presentación de Derbi, también habitual de los retratos de Alberto.

CRONICA de doce horas en MADRID (5)


               Paco Marquez (Ediciones Ondina). Gemma Córdoba (Festival Poesía Algarabía) 


5.- Madrid

 

Lirio, a diferencia de la imagen fotográfica descrita, me pareció un tipo extremadamente frágil, Ramiro Domínguez extremadamente inteligente a pesar de los recortes que, dice, le ha dejado la Covid; Recaredo es un hombre religioso e intemporal; Pepo alguien en lucha que va abriendo frentes cada día, aunque nunca sea el mismo frente ni el mismo día; y tanto el metro como el aeropuerto de Madrid, grandísimos, como si los arquitectos y los políticos se hubieran empeñado en demostrar que se tiene que notar esa grandeza, se pague o no (entre el casticismo castellano de Aznar y el romanticismo de la edad de oro literaria), todo detallado por el paso de inmensas escaleras y pasillos mecánicos que van a todas partes, construidos bajo gigantescas estructuras de columnas atornilladas, unas a otras, coronadas con techos laminados de madera que se extienden hasta el infinito, limpio, iluminado, ventilado y perfundido. Hacía tiempo que no venía a Madrid y me siguen gustando esos extremos tanto como las tabernas y terrazas del viejo poblachón manchego. Por no tener, Madrid no tiene ni carril bici, pero eso sí, como en Barcelona, las aceras están en obras y al centro lo llaman almendra. Desde la ventanilla del avión también se ven aquellas instalaciones olímpicas para aquellas olimpiadas que, a diferencia de las de Barcelona, no se celebrarán nunca. Madrid, como todas las capitales esquizofrénicas del mundo, sigue sin terminarse de construir; el perímetro que rodea la ciudad es infinito, sin embargo, su skyline lo forman cuatro rascacielos porque el auténtico paisaje de la ciudad, como todo el mundo sabe, es su cielo que como también todo el mundo sabe hay que verlo desde la terraza del Círculo de Bellas Artes. A las diez de la noche estoy embarcando de nuevo en el vuelo y, a las once y media en Barcelona.