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martes, 15 de marzo de 2011

El último día del invierno (I)

    


-¿Cómo era?
Tiene los ojos verdes. Al final ya no, al final los ojos se van desdibujando como todo lo demás, pero sigue manteniendo la mirada. No la vi por última vez, por última vez, (en vida) solo la vieron dos personas, pero yo tengo el recuerdo.
-¿Cómo era?

Tenía ilusión, le gustaba soñar pero no podía, nadie la dejaba ni la dejaron nunca y eso crea tristeza y da carácter. Es esa, la vida, la que la ponía cada vez en seco, a tierra, de rodillas, y siempre con lealtad, a todos, a los que estaban y a los que nos fuimos, a los que debíamos haber vuelto, a los que mentimos cuando solo te pedían un poco de comprensión para soñar juntos. Ella solo quería que la dejaran soñar, un poco y ese pequeño deseo no fue. Y siguió siendo leal.
-Eso es lo que quema.

Lo peor, cuando el tiempo se va y nadie se acuerda de decirte que el tiempo pasa, y la memoria se borra y se van borrando los recuerdos, los detalles, todo lo que no quieres olvidar y el tiempo…

El tiempo actúa dejando escamas de mármol, escamas que se van posando hasta que lo cubren todo, escamas de mármol que lo cubren todo, hasta que llega un día y ya no son escamas, es una losa y alguien deja encima tu nombre y al lado están los demás nombres, y al lado escrito el de ella y así actúa el tiempo y aunque parezca que pasa muy deprisa o muy despacio, el tiempo no siente, no tiene ni principio ni final, solo escamas.

Tiene los ojos verdes y una sonrisa, un temor, una pena.
-Tienes toda la vida para biselar ese espejo

Yo no tengo los ojos verdes, tengo todo lo demás, pero se que la memoria es blanda y se seca como la masilla de los cristales y se cuartea hasta que se desprende y se convierte en polvo. Y lo digo en alto y lo escribo, como si hablara solo, como si me hubiera quedado solo, quitándome a manotazos esas escamas de mármol que siguen cayendo. Pero tu sabes por qué y para quién lo escribo.

-Ya Hace dos años que murió, aquel último día del invierno y yo, no estaba.
Para aguantar la ausencia real y la presencia imaginaria, así como el carácter irreductible del sufrimiento, no hay recetas, tan solo la capacidad de cada uno para afrontarlo, porque tarde o temprano, el recuerdo es el último acto de amor y generosidad,  como dice Andrés Barba, no recibes ninguna recompensa a cambio.

-La sigo recordando cada día y siempre antes de dormir y en ese momento, cuando quizá las perras ladran fuera a una noche fría y todos callan dentro, rezo una vieja oración (que seguramente me enseñaste) y pido que la memoria no me deje nunca a oscuras, hasta el último día.

1 comentario:

  1. Pronto será el día del Padre, para entonces esa flores lucirán las más bellas, y una nueva Camelia se unirá a tu jardín. Será una flor de invierno que recibirá el sol de primavera.

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