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jueves, 17 de marzo de 2011

El último día del invierno (y II)

(Cáncer :  Cuando el organismo produce un exceso de células malignas, con crecimiento y división más allá de los límites normales.)


Quizá el cáncer sea una de las enfermedades más asquerosas. Da igual a que órgano afecte, da igual la edad del enfermo, da igual los protocolos del tratamiento, las palabras de los médicos, el dolor, el sufrimiento. Da igual, el Cáncer es exigente, te come despacio, sabe que una vez que te ha mordido, recorrerás la distancia y después quedarás tendido para poderte rematar, sin prisa, sin inmutarse.
Pero antes ya perdiste el pecho, una pierna, un dedo, un pulmón, el pelo, te quemaron las entrañas, te sentaste en los sillones donde proporcionan el tratamiento, con los demás pacientes a los que terminas tomando afecto, mientras alguien espera fuera, siempre alguien espera fuera, con los demás que esperan.
-Hoy tiene curación –dicen algunas voces- si se pilla a tiempo

Se citan los casos de las curaciones y los casos nuevos. Te miran al pasar y saben que es Cáncer. Y el Cáncer sabe que tiene los días ganados, que no será hoy, ni mañana, que tiene los días contados, campaña tras campaña.
-Ha muerto la madre de Arancha.

Y huele a frío y jabón y si hace calor, huele a enfermedad, análisis, esperas. Preocupación. No hay niños que jueguen allí, los niños esperan en su caja de cuentos a que vuelva papá y mamá y la abuela, a que todos vuelvan. Pero quizá de ese viaje, mamá ya no volverá, ni siquiera para cantarte una canción que tranquiliza, creías que eso no pasaría nunca, pero el día llegó, cuando no estabas a su lado y tu todavía esperas otras canciones más. Lloras, lloras porque la abuela no volverá a besarte, la yaya, l’avia, la señora mayor que te miraba y sonreía. Ya no la volverás a ver. Y lo  peor todavía no ha empezado, después de que la incineren o la entierren, después de llorar con los amigos, después de la primera noche, abrirán las panaderías, los mercados, el vendedor de cupones abrirá su quiosco, el metro pasará a la misma hora, y tendrás que volver a tu trabajo y eso es injusto porque no se dan cuenta de lo que sigues sufriendo y llorando y buscarás un lugar donde nadie te vea, para que nadie sepa que la vida sigue y que no te queda otra. Yo buscaba el mar, junto a la iglesia de Sitges.   Hay quien busca un jardín, un callejón con gatos viejos, un bar, un club, una sala de cine, algo de calor.
-Ha muerto la mujer de Ciano.

Con tratamientos conocidos, te da tiempo a una última carta a tus hijos, sabes que no podrás extenderte mucho, tomas papel y bolígrafo, un lápiz de colores y escribes las notas que te parecen y dejas sitio para que caigan las lágrimas que sean necesarias, administras la dosis para los que puedan leer ese último recuerdo. Me lo contaron, se generan células de forma desordenada y si eres viejo generas menos y aguantas más y si eres joven, crecerán de nuevo, se dividirán en exceso y de forma desordenada, más allá de los límites normales. Sencillo y eficaz, tanto que en el mundo, más de siete millones de personas mueren así, cada año. No les conoces, y eso cada año.

Sencillo y eficaz. Todo lo demás, todo lo que acabas de leer es literatura. El espacio que queda entre la literatura y la muerte, ese es el espacio que te toca recorrer, hazlo de forma tranquila, pero no lo olvides y no dejes de vivir ese camino. No sabes en que momento a ti también se te acaba.

Y desde que escribo esto, hasta ahora mismo, que lo vuelvo a leer, salen nuevos casos, casos conocidos de políticos, que también respiran el mismo aire contaminado que tu, que también beben y se lavan con el agua depurada, igual que los demás. Pero ellos no esperan, para ellos siempre se abre un urgente protocolo de prioridad. No quiero seguir por este lado de la vía, no llega a ninguna parte.

-Vete pensándotelo, ¿cuando te toque a tí, qué vas a hacer?.



Recomendaciones: Tiempo de vida - Giralt Torrente (Anagrama). Andrés Barba en su artículo de la contraportada, Babelia nº1002 de El País y los libros que allí se recomiendan.
Fotografías: Alejandro Fernández Cabañeros

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