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martes, 26 de abril de 2011

CORDOBA

La Chiquita piconera (Julio Romero de Torres)
Es una ciudad confusa y en esa confusión encontramos su belleza. Es Semana Santa y llueve porque también es abril, tocando mayo. Toda la ciudad se construye junto a las iglesias, ermitas, plazas enchinadas, fuentes, y entre todas ellas las casas con sus patios, unos patios llenos de córdoba, es decir confusión, color y sombra. No quieras entender una ciudad milenaria, por donde han pasado judíos, moros y cristianos y deja ese esfuerzo aparcado para otro momento, así tendrás fuerzas para la ciudad: calles y callejas, curvas, vueltas, revueltas, puertas, accesos, peldaños y plazas y su gente, una gente cantarina que te quiere sin preguntar de donde eres, ni nada, porque al cordobés no le importa ni de donde vienes ni a donde vas, solo quiere estar bien, tranquilo, y para eso se ha inventado esos patios y esos jardines y por eso la gente cuando termina el trabajo se va a su casa, aunque por el camino se entretenga en alguna taberna, donde canta Pepe, en alguna taberna donde una guitarra te cuenta sus alegrías. No importa llegar más tarde, el tiempo es un peldaño más que subir, no hay muchos más, y al final estas en casa y si hace calor a la siesta fresca de la fuente del patio, debajo del naranjo, de la buganvilla, entre geranios. Siempre con esa calma del que primero espera antes de decir nada y después se suelta con cualquier expresión.

 Y así es, así caminas arriba y abajo, dejándote querer y dejándote perder, porque tarde o temprano terminas frente a la mezquita-catedral y de ahí nace toda la confusión y de esa mezcla que solo se da aquí, nace todo el carácter cordobés, una mezquita de veinticuatro mil metros cuadrados y dentro una catedral gótica que la ilumina y te sorprende y te llena de luz con su cúpula de cuarenta metros, los púlpitos de nogal y dentro un patio como los de las casas, lleno de naranjos, cipreses y fuentes con el suelo enchinado en distintas aguas que se llevan la lluvia hacia la calle y la torre de la catedral coronada por San Rafael, pero que no es solo la torre sino que dentro o abrazándola, el minarete de la mezquita, todo unido y todo separado. Y una y otra vez se repite esta confusión, porque las callejas son estrechas y llenas de color y de tiestos, como la calle de las flores y las casas encaladas, piedra y cal y judería, que entre esas calles se encuentra la única sinagoga de Andalucía, escondida entre sus muros, (porque en C todo se esconde entre muros y se ve entre rendijas) y la exposición de los instrumentos de tortura de la inquisición, desde el potro y los distintos bretes, hasta el violín de las comadres, o la flauta del alborotador, todo un aviso de un tiempo que C también vivió.  Y unas veces te asomas al puente romano para ver y oír al Guadalquivir y descubres un par de molinos y entre paleras una noria, o la estatua del arcángel San Rafael, protector de la ciudad, y otras te asomas a las torres del Alcázar, descubriendo unos jardines que no esperas, llenos de vida y pequeñas fuentes que solo abril te puede ofrecer, y al lado entras y sales de las murallas, como  en un juego de niños, sin ningún temor y te vas asomando una y otra vez a la vuelta de las esquinas donde se abren baños, teterías, tabernas, hoteles, hospederías, portales, y todos sus aromas, una iglesia, una ermita, una plaza y te apartas para que pasen los coches de caballos, las jacas y sigues caminando y esperando.

 Y todos dicen de la belleza de la mujer cordobesa, como si se tratara de una denominación de origen, igual que el Montilla-Moriles, el flamenco o el salmorejo y solo veo las jacas de las calesas y la Chiquita piconera de Julio Romero de Torres, repetida una y otra vez en todas las postales, pero ninguna de las de verdad. Y tengo suficiente, a estas alturas uno no puede montar en todas las calesas y salir indemne, con lo que me quedo mirando la postal convertida en cuadro y reproducida por todas partes junto con fotos de Manolete y quiero ver esa serenidad, el cansancio, el calor, la tristeza, la elegancia natural de unos brazos largos y una boca pequeña, mujeres cansadas y firmes, plazas vacías. Llueve y es abril, también es Semana Santa y las iglesias abiertas enseñan los Pasos, pero nadie, ninguna hermandad se atreve a sacarlos en procesión, las procesiones se suspenden, una tras otra, cada día y la dolorosa y los nazarenos se quedan dentro de sus iglesias, con sus dolor y con sus penas.
                                                        Cuesta de Bailío
 Visita Medinat al-Zahra, el sueño de   Abd al-Rahman por el amor de su concubina Zahra y por la importancia económica, política e ideológica del califato de al-Andalus, algo que duró setenta y cinco años. Solo queda un pequeño museo y los restos de aquel sueño, comidos hasta la raiz, la organización de los palacios y las calles, las vistas. Solo fue un suspiro, un sueño, mientras que C siguió respirando hasta hoy.
No dejes de visitar Córdoba, no dejes de entrar por sus puertas, nosotros la que más transitamos fue la de Almodóvar y desayunábamos en Casa Rubio, pero busca la puerta de Martos, la de Sevilla, no dejes de pisar la plaza de las Cañas, la Corredera, la plaza Aguayo,  la plaza del Potro, la casa de Góngora, Las Tendillas, siéntate frente a la taberna Santos y come tortilla apoyado en la pared de la mezquita, come en el Caballo Rojo, en la Bodega Campos, atrocha entre las callejas para llegar antes a cualquiera de las Bodegas Mezquita, te cobran por lo que vale, desayuna tostadas con aceite en cualquier taberna y camina por las plazas, siempre vas a tener la oportunidad de preguntar a alguien, de descubrir una puerta que da a un patio, un jardín o un poema: “La luz honrada como el vientre de la palmera”, este en particular es de Rafael Alvarez Merlo, pero C en estas fechas busca ser capital europea de la cultura en el año 2016 y ha colgado de los balcones, carteles con poemas como este: “te besaré con seda, me mirarás con rosas” de Miguel Hernández. Y así me despido de este viaje, con rosas, patios y jardines, mujeres morenas que parece que sueñan o insultan, y el río Guadalquivir y sus cinco puentes, aunque el único por el que de verdad pasa agua, es el puente romano. Salud.
                                                         Bodega Campos 

5 comentarios:

  1. Ohhh, precioso Elias!!! Que sepais que si quereis volver teneis una casa dónde dormir en el corazón mismo de Andalucía. Cabra. Un besazo !!!

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  2. Después de leerte, me has hecho querer más aún Córdoba. Gracias por hacerlo con ese deleite, me ha encantado. Me alegra mucho que alguien que no es de aquí se lleve esas sensaciones tras visitar la ciudad. Enhorabuena.
    Víctor.

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  3. Hola Elena, gracias por el ofrecimiento. Ya hablaremos en agosto ya que pensamos ir a Badajoz.

    Hola Víctor, me alegro que coincidamos. Un saludo.

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  4. ya hablaremos ya... a ver si coincidieramos... todo por el módico precio de un canguraje para escaparnos al cine de verano una noche....jejejeje

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  5. Su Junta debería proponerte para hacer campaña y promocionar su ciudad.
    Donde esperas rincones umbríos, Córdoba te sorprende con la luminosidad del fuerte verde de unas hojas y el aroma de sus geranios.
    Bonita como su historia, y como la tuya. Felicidades.

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