Lech Majewski
Cines Verdi. Barcelona
(El camino del calvario.1564. Brueghel el viejo)
Es un cuadro aparentemente caótico que transporta a los paisajes holandeses, una crucifixión, alejada del plano principal en el que se ve la soledad de la virgen, consolada por el apóstol San Juan. Toda la escena es una perspectiva tumultuosa, en la que se mezclan mercenarios al servicio de soldados españoles, invasores católicos, y un hombre con una cruz a cuestas hacia su destino fatal. A su alrededor hierve todo ese movimiento de curiosos, feriantes que aprovechan el tumulto, niños que juegan y en lo más alto el molino con aspas en movimiento, un día ventoso, un escenario que no tranquiliza a nadie, esos escenarios que le gustaban al Viejo y que reproduce en todos sus cuadros, tanto de paz como de guerra.
Es ahora, cuando el cuadro toma vida en forma de película rodada por Lech Majewski, un tipo que te regala imágenes de una belleza poco común, en la que respiras el aire, oyes a los grajos del cuadro revoloteando por encima de tu cabeza, picotándotela, notas el frío y la soledad y te mete en ese molino que apenas se apoya en una pared de piedra que es como una grieta en el paisaje, que cruje. La pasión y el calvario de Jesucristo en el centro de Europa.
Aquella época fue un mal momento, guerras, muertes, delaciones, la cultura de la muy católica España enfrentándose a la cultura de las sombras, a los no creyentes, una sangría de dinero y hombres, que no sirvió para nada.
Aquel pintor que ya sabía que su vida se agotaba, lo vio así, en la película es testigo directo, pinta los hechos tal y como un fotógrafo de guerra asiste a una ejecución. Y en paralelo te enseña los paisajes hasta llegar al pan, las costumbres, el cine al servicio de este juego de retransmitir y darle vida a una escena, a esos campesinos del siglo XVI que escuchan al árbol antes de talarlo, que venden ese pan del molino, el molino, los molineros, los paisajes brumosos, los juegos de los niños, todo lo pinta en sus cuadros, que son siempre una tentación para los cineastas y los novelistas, llenos de vida, de acción, de miradas.
La acción de la película, con esa medida falta de palabras, es de una violencia tormentosa, el tratamiento que se da a los personajes es de absoluto abandono, dolor, indiferencia por los demás y vacío, esos personajes, bailan, lloran, sonríen, pero no hablan, no se transmite emoción alguna y esa dureza junto con la de algunas imágenes, te pone al borde de un infarto cerebral. Es otro cine. Estos días se puede ver en la sala 4 de los Verdi, pero solo en horario de las cuatro de la tarde, ya que comparte sala con otra película. La sensación al salir a la calle, es la de que no has superado todos los obstáculos.
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