Toni Campos
Presentación en Barcelona. Café Salambó 25/07/2013
Ediciones SBe&BOOKS
Primera edición: julio de 2013.
Diseño de cubierta: Miquel Cruañas
Dedicado a Bibiana
No voy a ir. No
conozco de nada a este tipo. Hace calor. Tengo sueño. Hace mucho calor.
No escucho música, no hay ningún ruido en casa, salvo el que
viene de la casa de los negros, allí el llanto de un niño que anda entre los
dos y los tres años, llora, siempre llora, es su forma de buscar su camino. Estoy
tumbado en la cama con todo el aire acondicionado y con todo, el calor se mete
por las rendijas y por cada grieta. Me levanto de la cama, me miro al espejo y
veo a un tipo que no toma drogas, ni bebe, ni fuma, ni nada, no me afeito y así
me meto en la ducha, para salir como un coche viejo de un lavadero de chatarra,
fresco, algo más fresco.
El barrio de gracia son dos cuerpos, uno pertenece a la línea
roja y el otro a la verde, me como todo el recorrido entre estos dos puntos de
anclaje y en el final, salgo a la calle por Fontana. Aquí se concentra el
bochorno, palmo a palmo. La gente debilitada por esta ley de fuego lento, se ha
posado en escaleras, quicios, sillas, terrazas, balcones, paredes, con la
espalda sudada, tanto como la mirada.
-Sergi, ¿dónde andas?
Llego en diez minutos, dice Sergi, pero es mentira tarda exactamente
tres cervezas que me sirve una camarera filipina a primera orden, junto a la
barra; no hay nada en el Salambó mejor que esta camarera filipina. Dos minutos
después del primer trago aparece Toni, de la familia Campos, rodeado de la
familia Campos, de las mujeres de la familia, el resto al parecer bebían a mi
lado. No cuesta saber quién es quién de todos estos, tienen el mismo corte de
cara, de pelo, el mismo tiro de pierna, la misma espalda y una voz suave como
la noche. Después veo llegar a Jorge y a Eloy, uno es Carrión y el otro Fernández
Porta, dos sabios que no se estorban, suben los peldaños de la escalera sin
apenas rozarlos, no se como se hace esto pero ellos si, tampoco conozco ni una
sola teoría literaria, ni física, ni matemática, estoy aquí (igual que en el mundo) porque hay cerveza y
no sudo; la depresión del principio ha vuelto a su caja, muy bien doblada como
el mantel de la última cena que yo he visto entre las reliquias de la catedral
de Coria, pues ahí está mi depresión, la supero fácilmente y a la vez con un
esfuerzo ingente, pero esto es otro cantar. Subo a la sala de billares del
Salambó. Ahí, en ese pasillo lateral con barra y mesas tropicales de la
Indonesia colonial de Ikea, es donde se celebran buena parte de los eventos
literarios de este barrio, junto con Pequod no hay otro lugar mejor ni más
pequeño, ni con más solera, bien lo sabe Pedro Zarraluki, bien. Los billares para este evento se han reconvertido
en grandes mesas, forradas de papel. Y es cuando llega Sergi, la espera me ha
costado tres cervezas y en ese momento como subidos a una ola, llegan todos de
golpe y todos por las escaleras del Salambó. Nos saludamos, todo el mundo
sonríe, hay niños pequeños, carritos, familias, es way.
-Una cerveza –digo a la camarera rubia de esta zona vip-
¿Carlos una cerveza?
Toni Campos estudió derecho en Barcelona, donde se licenció
y se aburrió hasta licenciarse en Humanidades y estudiar su Master en la Pompeu.
Del Derecho consiguió cierto método, pero de lo otro, de lo que no sirve
absolutamente para nada, sacó muñeca y pulso para escribir. Esa historia se
resume en dos palabras, prefiero arder.
-Es una historia de amistad y redención a través de la música
–escribe en la solapa del libro-
Aquí ya hay tres palabras más amistad, redención, música.
Si, pero por los cojones ¿no Toni?. Cuando le dijo a su
padre que quería ser escritor, su padre le dijo que por los cojones, que
estudiara derecho y este le contestó “prefiero arder”. Después se lo pasó bien,
pero mientras pasa eso, juegas al futbol, te pinchas a la novia de un amigo, o
a la novata de la fiesta, pasa la vida y hay un momento en el que tomas aire en
la esquina del cuadrilátero, ese momento es un momento poético muy parecido a
la transición hacia la muerte, en el que se te aparece la familia repartiendo carne
a la brasa, a tu padre contándote un chiste, tu hermano y su envidia, tu amigo
Javi el que te salva, la novata de la
fiesta que es más perra que un San Bernardo, a su hermana que no deja de reírse,
mientras la historia de escribir te comprime de tal manera el pecho que crees
morir y le oyes al médico de esa soledad, “debería pensar en dejar de fumar”,
cuando en realidad el diagnóstico era que debería ponerse a escribir. Durante los siguientes años
Toni se puso a escribir, pero cada vez que lo intentaba se le endurecían las
muñecas, los dedos, el cuello, eran los años noventa y los años noventa fueron
la resaca de los ochenta que dejó un rastro demasiado dulce en la música, algo
que aprovecharon los nuevos oídos, para acercarse a grupos grunge, con Nirvana
al frente y el jaco. Barcelona de un día para otro, se volvió Seattle y todo el
mundo se dejó greñas rubias, barba, y se hizo con la camisa que usaba el padre
el fin de semana en el huerto, franela. Solitarios y taciturnos buscando
encauzar la inteligencia emocional, redimir los traumas familiares con la
amistad de los colegas a través de la música. Y ese cambio siempre es una ruina,
una ruina que recordarás siempre, porque eras joven, que es nostálgica, que no
deja de ser el mejor momento de tu vida, que deja un reguero de cadáveres que
se van olvidando, de amigos, de músicas y con el Master debajo del jersey un día
empiezas a escribir de lo que sabes y te va saliendo una historia que es esta, que
se apoya en un amplificador, una guitarra y una batería, en unos amigos, en una
ciudad, en los restos de la familia que siempre dan para algo, igual que los Levi’s 501 y las Rayban.
A Barcelona le hacía falta este libro que se presentó ayer, a Barcelona siempre le va haciendo falta
libros que la señalen y la coloquen, se lo pedimos a Marsé y nos escribió Ultimas tardes con Teresa, se lo pedimos
a Mendoza y nos regaló La ciudad de los
prodigios, a Casavella y nos regaló El
triunfo y después pagó con su vida, y ahora la presión le pidió a Toni
Campos una novela para Barcelona y este nos ha escrito “Prefiero arder”, que presentaron sus amigos entre ellos Eloy Fernández
Porta y rodeándole para que no se refugiara en la esquina más oscura, la
familia, y algunos de esa jauría de
coyotes sin los que esta novela, ni probablemente su autor, existirían. Después
alguien llenó las mesas de billar con platos de tortilla, embutido, queso y
nueces, con croquetas recién fritas, pan con tomate y vino a discreción y mi
estómago se lleno de amor y de palabras y allí nos encogimos junto a los tacos
del billar, mientras el evento literario se iba vaciando a medida que Toni
Campos firmaba libros, con esa sonrisa que es marca de la casa y esa calma pacífica
del grunge, del Indie pop y de calor africano. Todo duró lo que tenía que durar
y yo me devolví al paisaje y a mis pesadillas y caminé despacio las calles,
antes de que llegaran las doce. En ese espacio encontré esta canción con la que
empieza la novela: “Gotta find a way, to
find a way, when I’m there / Gotta find a way, a better way, I’d better wai”.
Un abrazo a todos los que nos encontramos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario