Miguel Dalmau
Román Piña Valls
Sloper
El título nace de una anécdota que ha terminado siendo el
quirófano de un veterinario al que los gansters han traído en una noche cerrada,
un cuerpo con cien balazos
-Dice Ricky que lo arregles –comenta Barry con el sombrero
ladeado- no puede morir. Ya sabes, como otras veces.
Y los balazos son cien, con agujero de entrada y salida. A
un lado de la mesa anda con los pelos revueltos Miguel Dalmau. En pijama baja
al sótano su amigo el taxidermista Román Piña.
-¡Qué, qué hacemos!
- Lo que otras veces, ya sabes.
El toma y daca del “ya sabes”, es la frase favorita de los
alcaldes, hermanos, colegas, primos, yonquis, dealers, -ya sabes-.
Pues eso al tema. Autopsia a una dama en apuros
A.- FASE LOMBROSIANA
A las putas les gusta el marisco. Lo sé porque fui puta y
fui una gamba roja, así que puedo hablar con conocimiento de causa, también he
leído a Cortázar, esa fue mi perdición. Todo el mundo tiene dos libros en casa,
uno es de Cortázar, (a partir del año dos mil) el otro es de Roberto Bolaño o
David Foster Wallace, según los cuadros de la camisa que uses. Teniendo esto en
cuenta el veterinario se encuentra con un bala de la Agencia Literaria de
Carmen Balcells, para empezar.
-Esta herida es carne picada –dice el veterinario- carne
picada.
La bala cae en la palangana de Circe con el ruido metálico
de siempre.
La parte de este todo que le toca en suerte a Dalmau, es un
toma daca de hostias libres que van en todas direcciones y empieza por el
autor, el causante de todo lo bueno y lo malo, el que recibe los aplausos y en
silencio (o no tanto) los abucheos del lector. La calidad de esos autores,
generación tras generación, parece declinar camino de la extinción, las razones
te meten de lleno en el quirófano del disecador y ese quirófano, aunque sea en
un sótano, no es un lugar para hacer examen de conciencia ni para tomar el té.
Los sótanos dan miedo y no hay nadie más miedoso en este país que un escritor
que ha tocado la fama, quizá un mozo de almacén, un entrenador de gimnasio, un músico
callejero tengan pocos ingresos pero no son cobardes, son lo que son y hacen lo
que pueden, no viven de subvenciones, premios, prensa, ayuntamientos y menos de
los pingües beneficios de un trabajo como es escribir con un brazo atado.
Censuras y autocensuras en busca del favor, del premio, que no mermen los ingresos ni el ego, ni la
envidia o las rencillas. Ese es un puré del que Dalmau parece haber tomado unas
cuantas cucharadas. Lo dice y lo cuenta sin saltarse una coma o por el
contrario podía haber contado más. A los editores no les salva y no salva a un
Ginferrer descubridor de talentos, las agencias literarias, las librerías y la
crítica con el caso Echevarría como momento paradigmático, tras el cual todo
cambia.
Solamente dos
chalados saben que un cuerpo de mujer con cien balazos no puede salir adelante
y menos en un sótano mugriento, iluminado con un portalámparas de montañero y
bisturíes afilados como corta uñas.
-No tiene la menor importancia –dijo el taxidermista-
rellenar y coser, relleno y grapas, como un libro.
-¿Quién puede hacer algo así?
-Era una traidora, una mujer fatal.
Se escapan algunas risas y siguen trabajando.
B.- FASE POSTLOMBROSIANA
Fuera de allí si ampliamos el plano del objetivo, veremos un
cruce de caminos. Todos los que llegan se detienen, miran a un lado, miran
a otro y se acojonan. Encuentran en el paisaje algo parecido a los decorados de
la Matanza de Texas, pero es el ensanche de Barcelona, donde se toman las
decisiones, donde se mueve la pasta, donde se amanceban poetas y editores, los
gansters, los premios, nuestros amigos.
-Sal tu y pregunta –dándose valor a sabiendas de que va solo-
Por eso y sin salir del coche huye por la presión del
miedo. Cuando un escritor llega en su coche con
el tubo de escape podrido, no lo duda, no ve un cruce de caminos, ve un fin de semana
en un loft diseñado por Teresa Sapey y los ingenieros de Camper, que le
asegurará fama y dinero. Va a conocer a alguien que conoce a Zafón a Falcones y aunque el
escritor pusilánime por vanidad, no recuerde bien su nombre, ¿Julia?, ¿Matilde?, ¿Nadal?, ¿Planeta? se arma de valor y lo celebra –oouh yeah-
-García Márquez, García Márquez –repite el tipo de vez en
cuando sin saber qué significa ya ese nombre-
Volvemos al sótano. Allí siguen los remiendos y van a buen
ritmo. La palangana ha sonado a bala una y otra vez.
-Se terminó el serrín –afirma Román- se terminó.
Miran los dos hacia un motón de revistas en las que no
faltan Qué leer y Leer, Quimera, La bolsa de pipas, libros descatalogados. Después de
unos segundos en los que solo se oye rasgar y arrugar papeles
-¿Tu crees que nosotros somos héroes? –pregunta Dalmau-
La pregunta no se contesta, permanece posada como un
murciélago en la oscuridad.
Las balas caen y de cada agujero brotan pequeños silencios.
Después del último de estos pequeños silencios Román Piña habló.
-Creo que los taxidermistas, los veterinarios, los taxistas
de mi generación han fracasado. El mejor de todos es uno que llamaban Thomas
Wolfe y el segundo mejor fracasado, un tal William Faulkner.
A parte de mucha sangre y algunas vísceras, el ejemplar de
Sloper que tengo encima de la mesa es una tercera edición. Creo que vendrán más
porque es ese libro incómodo para toda escuela de escritores que se precie y si
los alumnos pueden pagar al peso tendrán que tragarse este libro. Los ejemplos
son claros, están vivos con nombres y apellidos. Hablan claro. Nadie sale muy
bien parado y los primeros Miguel Dalmau y Román Piña, marcados a fuego pero
también felices. Entre ellos y entre Jorge Carrión, Fernández Mallo y Fernández Porta, Grasa, Maestre,
Olmos, Ramis, Sanz, David Torres, una buena colección de escritores, chupa
fotos, presentadores de televisión, políticos, princesas del pueblo,
Granhermanos, cada uno con su éxito bien cocinado bajo el brazo. Este libro no
evitará frustraciones, pero no olvidemos que esto es España, que en este país
un tipo escribió El Quijote. Amigos, aquí no hay premios Nobel de medicina.
-¿No he muerto?
-No nena y para otra vez ponte un chaleco antibalas.
- Querida, hemos terminado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario