Vistas de página en total

domingo, 15 de mayo de 2022

La presentación de Derbi (León)

 

 Instituto Leonés de Cultura


El viernes 13 de mayo salgo de casa; en tren y diez horas más tarde <<vuelvo a casa>>, vuelvo y regreso a la ciudad de León. Allí, y desde el jueves, me espera Floren Urbina con su guitarra; se aloja en casa de Diego "Dogo" un amigo músico. Me viene a buscar a la estación mi sobrino Dani y me lleva al Hostal Orejas, en la calle República Argentina donde dormiré esa noche. Después de ducharme quedo con mi hermano Ramón para tomar un café frente al conservatorio de música en la calle Santa Nonia, al lado del Instituto Leonés de Cultura. La temperatura es de pleno verano, las terrazas por las que he pasado en la plaza de la Pícara están llenas y en todas huele a tabaco. Ni Ana, su mujer, ni él podrán quedarse a la presentación de Derbi, tienen ensayo en Valencia de don Juan, el sábado la banda municipal de música actúa en la Casa de la Cultura. Media hora después llega María del Carmen Gorostiaga y mis amigos de la adolescencia Pedro Confrade y María A. Bouzo,  venían de Oviedo. Aparece el escritor Antonio Manilla, la librera Virginia Navarro, Nuria Viuda García, la escritora Charo FuenteMar, Mar Astiárraga y su marido, mi prologuista y presentador, fiscal y escritor, Avelino Fierro, y Roberto Soto, mi cómplice en este Instituto donde presenté, hace ya ocho o nueve años, Tierra de invierno y en aquel entonces, Roberto fue mi anfitrión y un perfecto caballero. Faltaban todos los demás, todos los que en algún momento me han felicitado, todos los poetas, los novelistas, los pintores, los escultores, los fotógrafos, los editores, los músicos, alcaldes, concejales jubilados, funcionarios, opositoras, los arquitectos, las periodistas, los constructores, los leonesistas, los camareros de mi pueblo faltaban todos. Por mucho que yo me encuentre en casa, sé que no es así, no tengo casa ni aquí ni al otro lado de la frontera, he alcanzado la perfecta simbiosis entre un ser que existe y otro que desaparece lentamente. Y así fue como presenté Derbi y me ayudaron, me ayudaron todos. Hablé de las cosas que nos rodean y que terminan por arrinconarnos, del amor, del odio, de la muerte, las etapas del hombre; recité un poema de Luís Rosales, titulado “Autobiografía” que le dediqué a Urbina y que termina así: “sabiendo que jamás me he equivocado en nada, sino en las cosas que yo más quería” que leí en Facebook en el muro de Ismael Cabezas,  que podía haber dedicado a todos los demás, recité uno mío, Avelino y Roberto, hablaron de sus gustos literarios, de las canciones de tres minutos, las emociones, las motos, recitaron y Urbina cantó, tocó la guitarra e interpretó un poema de Cuerdas de plata. Todo el acto cupo en una hora y fue suficiente. El resto del tiempo, como es costumbre, lo quemamos en el barrio Húmedo, acotado entre la Catedral y el Campo de´ Fiori es decir la Plaza del Grano, donde cada fin de semana acude una masa ingente de legionarios que lo hacen hervir; nacen, juzgan y mueren en ese campamento de tabernas y, como antes, los nuevos mesoneros siguen preparando platos de picadillo y huevos fritos, auténticas verdades literarias donde mojar pan. A todos mi agradecimiento.


No hay comentarios:

Publicar un comentario