Hacía tiempo que la librería Nollegiu, (La Juanita) no se llenaba tanto de Candaya. Eso ocurrió el sábado 16 de septiembre de 2023 para presentar “Los que escuchan”, la segunda novela de Diego Sánchez Aguilar(Catagena 1974. Premio Setenil 2016). Llegué tarde así que me tuve que acuclillar en los peldaños de la escalera hacia la segunda planta, que es como estar en la buhardilla, justo al lado de uno de los escritores fetiches de la editorial, Alex Chico, así que ambos compartimos cuclillas y gallinero. Una de las características literarias de Candaya es su cantera. Buena parte de la cuadra son credencial murciana y de entre ellos, Diego Sánchez Aguilar que además confesó que él lo que quería, de siempre, era ser un escritor sudamericano. Por fin hoy en Barcelona lo consiguió y caminó por terreno desbrozado previamente por una argentina de pura raza murciana, Fernanda García Lao que, como buena escritura argentina ha vivido la mayor parte del tiempo fuera de su país, como debe ser, a más gloria de dios y por lo que se ve para seguir otro tiempito más, tal y como discurre hoy, ahora mismo, Argentina sin el peronismo. Hoy sábado 16, en la Nollegiu, algunos de estos argentinos del país de Borges que, como Argentina, es un lugar inventado para los libros y las películas, acompañaron, uno era Diego Gándara intentando asomar la cabeza en las escaleras que van al sótano, lugar que le tocó ocupar por llegar fuera de hora y otro Aníbal Cristobo que como fue puntual se puso en la primera fila Candaya, justo al lado de otro argentino Juan Trejo, que aunque no sea murciano también cuenta como tal y, sin ser argentino cuenta como si lo fuera. El caso es que Fernanda, dotada además de una inmensa vena teatral, monta unas presentaciones que son para agruparlas y editarlas con forma de libro, como ya alguien ha dicho antes que yo. Fernanda escribe como la mismísima hija del diablo y como tal, después de desgranar cuanto quiso de la novela, le pregunto a boca de jarro a Sánchez Aguilar, mientras este miraba al techo o al tendido, que si su formación era católica, a lo que contestó ante un público entregado por el buen hacer de Fernanda con un <<he estudiado en un colegio público español>> lo que es una verdad como una catedral porque yo también, así que mi formación, como la de Sánchez Aguilar, es católica, apostólica y romana (más romana que nunca) y por lo tanto aconfesional como lo es el estado español por lo que, incurriendo en contradicción, perdona a la Iglesia el tributar una buena parte de sus posesiones en la tierra. La pregunta fue suficiente para que Diego tomara el micrófono por el rabo y empezara él mismo, sin ayuda de Dios, a hablar de su libro que para esto estaba allí y dijo: <<Tenía tiempo para escribir y he escrito una novela total>>, <<los capítulos son largos y recomiendo acompañar la lectura con diazepam (risas), las frases son también… muy largas; que a ningún profesor le dé por dárselas a analizar a sus alumnos>> (diazepam) y dijo algo que a mí me llenó de emoción, el capítulo que empiezas, no lo puedes dejar a medias, hay que terminarlo hasta el final, rebañar la salsa y tragarse la pastilla de diazepam, es la única manera de enganchar esa estructura sonora que dice, tiene la novela, que es una novela total, como el Quijote. Si su novela es una “novela total”, él es un escritor total, además de poesía, también tiene un libro de relatos, como digo esta es su segunda novela y su sentimiento es el de alguien con visión de artista, es decir el que tiene una visión total de distintas artes en un mundo complejo en el que puedes mezclar a Pynchon, Foster Wallace, con El Bosco y mirar el mar sin ser pedante. De todo eso habló un poco Diego y también Olga, que dijo que esta fue la última novela en la que intervino, como editor, Paco Robles. Como todos los Candaya saben, las novelas que publican las leen o leían en el coche, de viaje a todas esas librerías y provincias amigas, alternándose, <mientras uno conduce el otro lee>, comenta, viendo pasar quilómetros, paisajes, carreteras y si la cosa se pone, se meten por caminos secundarios o dan vueltas a las rotondas, el caso es que en una de esas, le recomendaron y negociaron con el escritor que determinado capítulo lo adelantara al principio del libro y, para que lo sepan todos, Diego hizo caso, es el segundo de los capítulos. No sé si es importante, pero son cosas que se dicen en las presentaciones. Lo que no se dice es que la edición de “Los que escuchan”, como de casi todo lo que se publica en este país, difícilmente llegará a vender diez mil copias, tan difícil como pensar que el director general de Random House, Planeta o de Galaxia Gutemberg, lee entera alguna de las cientos de novelas que editan, con o sin diazepam (conduciendo mientras conducen) y sin embargo venden bastantes más copias de sus libros, muchas de las cuales las adquieren los distintos estados de las Españas para suministrar sus muy diversas bibliotecas. De las que yo uso en la gran ciudad de L’Hospitalet y Cornellá (Diputación de Barcelona), ninguna de ellas se gasta un solo euro en libros Candaya. Así que amigos, si queremos seguir en el espectáculo, no queda otra que intentar que Olga siga tirando de edición libre y a pulmón; para eso, nuestra parte está en seguir leyendo a sus autores, asistir a las presentaciones de sus libros y formar parte de ese entramado de lectores cultural y gastronómicamente franceses, a más gloria de dios. Abrazo grande para esta Olga, editora viuda y valiente, para Eduardo Ruiz Sosa, editor huérfano de ambos padres. Tribu Candaya.
Vistas de página en total
Mostrando entradas con la etiqueta Olga y Paco Candaya. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Olga y Paco Candaya. Mostrar todas las entradas
lunes, 18 de septiembre de 2023
viernes, 16 de abril de 2021
GRANTA en español (Barcelona 2021)
El miércoles catorce de abril, se presentó en el palacete de Casa América de Barcelona, la última cantera de autores menores de treinta y cinco años de la que se va a nutrir en los próximos años la literatura escrita en español, tanto a este como al otro lado del mundo. Ya se preveía y el acto comenzó encabezado por Paco Candaya, al que le sobró la mascarilla, porque ese apósito delante de la boca le impide sacar bien las ces y las eses, bendijo el acto, agradeció los panes y los peces a la editora de Granta por ese trabajo extraordinario, abrió la cierva por el vientre y el vientre estaba lleno de escritores hermosos, recién nacidos en ese parto forzado en el que tuvo que morir la madre de todos.
En paralelo, de repente, me encontré rodeado de amigos de los que solo tenía noticia por Facebook, hombres hechos y derechos, con todos los oficios y las artes que te da esa naturaleza, hablo de Ginés Cutillas (El diablo tras el jardín, Editorial Pre-Textos), Alex Chico,(Un final para Benjamín Walter, Editorial Candaya) o Juan Vico (Condición de los amantes, Ediciones de la Isla de Siltolá). Y había más, por ejemplo, como escritores vip, estaba Santiago Rafael Rocangliolo Lohmann, conocido como Santiago Rocangliolo, al que yo no he leído, ni conocía físicamente, pero que analicé con detalle y el detalle de mi ojo bueno (el otro anda con conjuntivitis), me lo ha recomendado y lo leeré, pero así a groso modo diré que Santiago tiene una cabeza, eso para mi quiere decir una presencia, un buen corte de pelo que le hace parecer un alto directivo, un CEO de una empresa energética o de la Banca Lohmann and Lohmann de Ginebra, algo así. Esa presencia en Casa América, engrandecía el acto, y fue agradecida, pero había más cabezas, por ejemplo la del Cónsul de Méjico, la del escritor y miembro del jurado Granta, Rodrigo Fresán, la editora y Directora de Granta en español, Valerie Miles o la de la madre de Irene Reyes, discreta acompañante de su joven hija.
En ese acto de Barcelona, como muestra de la selección, nos enseñaron físicamente a David Aliaga, Paulina Flores e Irene Reyes Noguerol, tres cervatillos que miran el mundo como solamente miran los recién nacidos cuando todavía corren libres por las praderas sin temor ni peligro de caer, perderse o ser devorados. Tuvieron sus minutos de gloria dentro del puntual reloj, de ese tiempo tan preciado en el mundo editorial y en particular el de las presentaciones de libros. La primera en recibir la palabra fue Paulina (Chile 1988), Master en Creación Literaria de la Pompeu, intensa, un arco iris como Manu Chao, chándal y bufanda de lana, el oído fino para captar todos los matices de la naturaleza del lenguaje y esa misma naturaleza le otorga el privilegio de reflejar las secuelas de la existencia, nacida en un país como Chile con una permanente lucha social y económica, que te obliga con todos los de su generación a permanecer en una sola calle, igual que en Méjico, igual que en Perú, en Argentina, y en Barcelona, todos en una misma calle y ahora por la singularidad de su literatura, un altavoz desde donde la escuchamos; y cumplió. Irene Reyes cruzó la alfombra del auditorio como una Tamara de Lempicka, una diosa chagaliana, joven y vestida, que para eso son las ocasiones. Todo el mundo vio a Sasha Luss, la actriz que da vida a Anna (2019) la película de Luc Besson, sus zapatos, (versión morena) su cabeza francesa de los años veinte, una sonrisa perfumada y no dejé que mi ojo bueno tomara notas, mientras que el otro, lloraba. Escuché su silencio mientras Fresán (agente doble del KGB) hablaba, escuché su respiración mientras su madre suspiraba, y Fresán, Fresán revisando su agenda, el paso del tiempo, a punto siempre de coger su mochila (¿llena de qué?) y salir, relamiéndose como solo lo hace un vegetariano ante un plato de lechuga, por todo el tiempo empleado en la selección y el dolor de los desechados, esperando que Granta en español seleccione algún día a los mejores Granta de más de setenta años, la espera larga y extraña que uno siente cuando ve esperar a Fresán. Y escuché a Irene, nacida hace dos década, que juega con las voces y las palabras como juega una niña al ajedrez de las palabras con su amiga invisible, una niña con un discurso tajante que a veces da miedo. Al jurado le gustó ese miedo, a Valerie, a Fresan le gustó, a Aurelio Major, Gaby Wood, Horacio Castellanos Moya, a Chloe Aridjis, les da miedo que cualquier día comience a comer chicle, un chicle rosa. Yo esperaré esa forma de caminar por la alfombra, de sentarse manteniendo la espalda derecha, de crear un mundo y de saltar a ese mundo que controla la CIA y el KGB. Y después llegó David, pero antes había llegado su mujer y le dijo a Ginés que David estaba muy nervioso. Sí, David se tumbó en la silla mientras su americana gris le mantenía derecho, le mantenía con aire en los pulmones, le indicó donde debía mirar para tranquilizarse, <<a Andrea, tu mujer>>, y la miró, y la vio vestida de rojo, pintada de rojo, teñida de rojo, para que David la viera arder como un fuego más de Safed que señala la luna nueva. David vio y su americana le ayudó a respirar, eso sí muy suave como un pájaro anidando entre las manos o como una estatua con insomnio. David le dio la razón a todos y se disculpó por estar allí, sentando frente a Fresán y su tiempo, sintiendo el poder de Granta, el poder de la bestia y habló con sinceridad, sin afectación, desmallándose humildemente como una red de pesca; de su obra dijo: "Se me ocurrió mientras caminaba distraído". David es amor, y por ese amor ahora descubierto, pelean un buen puñado de editoriales en celo.
Para terminar, me uno al reconocimiento de Valerie Miles hacia la Editorial Candaya, al ser también la elegida por el jurado para la edición del libro que aloja el acontecimiento Granta en español en este año 2021 y con él este catálogo generacional de escritores jóvenes, en cuya nómina se encuentran tres de sus autores; reconocimiento a Olga y Paco Candaya, y toda esa tribu que acoge, acompaña, promueve y de la que me siento en deuda y más, al haber abusado de su amistad y haberles hecho perder el tiempo, ese tiempo de los editores.
Salí contento del entresuelo de Casa Amèrica Catalunya y que fue un palacete mientras duró el acto y en sus primeros tiempos; contento por lo que vi, por los amigos con los que estuve y a los que la pandemia nos negó una cerveza y un rato de charla. Regresé antes del toque de queda para no convertirme en calabaza, atravesando una ciudad solitaria, no solamente sometida y sitiada por la peste, también por sus gobernantes, para quien todos nosotros, simplemente no existimos. Hoy, antes de escribir esta crónica, me he encontrado en el bolsillo del pantalón el pin que me regaló Ginés y en él la portada de su último libro; un adolescente masticando un chicle.
Etiquetas:
Alex Chico,
David Aliaga,
Ginés Cutillas,
Granta,
Irene Reyes-Noguerol,
Isla de Siltolá,
Juan Vico,
Olga y Paco Candaya,
Paulina Flores,
Valerie Miles
Suscribirse a:
Entradas (Atom)