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lunes, 3 de marzo de 2014

DAVID YESTE



La maniobra de Heimlich
Playa de Akaba
Poesía (2014)


David Yeste mide dos metros, pesa cien kilos y escribe así: “A las muerte y diez, se baja el telón”. Después llegan las once, las doce, la una y abren los bares, los bares de siempre abren a nuestras horas y son así, una barra de madera llena de rasguños, taburetes que aguantan los pesos de todas las peleas, pocas chicas y malas, un buen barman que sabe escuchar mientras fuma y un water podrido en el que suena bien la voz de Tom Waits. Por los amigos, los conocidos del barrio, David no puede decir que es poeta, pero sí que es músico con su banda Los transeúntes, el barrio es de tipos duros y funciona  mejor el rock que un libro de poemas, de hecho Yeste funciona mejor en una Harley Davidson que en un monopatín.
De los poemas de David, me gustan mucho algunos, no me gustan nada otros y eso está bien porque no me deja indiferente, y dentro de los que no me gustan nada, hay versos geniales, aislados, muertos que en si mismos ya serían suficiente para toda una hoja, pero hay ambición, el libro rezuma ambición y eso resbala, es lo que pasa con la ambición y un mal amigo te hace estar más tiempo del que quieres en el bar, otra copa y terminar donde no quieres, con quién no te apetece. Por otro lado lo que leo me recuerda a veces a Felipe Zapico, en Litro de versos, otro músico, otro poeta, otro tipo que mide dos metros y pesa ciento treinta kilos, a veces. Uno no puede tirarse a la piscina de las rimas y rimar y rimar y volver a rimar, para pasar a la prosa poética y volver a otro poema que rima en asonante, no, pero David lo hace y continua poemas que debían haber terminado en la cuarta estrofa y le mete otras cuatro de paquete que se sostienen porque las paredes son muy estrechas y la calle oscura.

 

Henry Heimlich sabe que uno se ahoga sin remedio sin necesidad de estar en el medio del mar o dentro de una piscina, la asfixia no es por vomitar, casi es por todo lo contrario por no poder tragar aire, con el conducto respiratorio obstruido, la maniobra consiste en eso en comprimir el abdomen creando una lanzadera para abrir paso a la ventilación de los pulmones,
-Comida que se desvía –dice el doctor Henry- y tapona, casi siempre comida.

-Yo siempre quise cantar –dice David Yeste- pero nunca me dejaron.
Hicieron bien, David no tiene voz para cantar y por eso escribe canciones y hoy ha escrito un buen montón de buenas canciones, con sus emociones, su punto, su punto de amor, de suciedad, de bofetadas y reconciliaciones. Esta maniobra poética que encierra el título, no solo es un título, le salva la vida antes de terminar convertido, como los demás en desierto: “Con un lápiz/ vengo dispuesto a quebrar los espejos,/ a romper los relojes,/ a arrancarte la ropa./ Vengo dispuesto a que pronto, mañana, me abrace el desierto."
Hay mucho recorrido en este libro, noto que David espoleado por la editora saca todo lo que le impide respirar bien y todo es poesía, incluso las canciones lo son, algo que le puedes decir a una chica antes o después de una tormenta, antes o después de un naufragio, una estricta promesa para que nadie se salve. El recorrido está ahí, en el polvo de los cristales, en las cicatrices de niebla, ahí.

 

viernes, 14 de febrero de 2014

RECAREDO VEREDAS


Deudas vencidas
Editorial Salto de página
Presentación en Llibrería Pequod
13 de Febrero de 2014


Recaredo se ha cortado el pelo en Madrid para venir a Barcelona, o quizá se lo ha cortado en Barcelona. Ahora todos los trayectos son fotografiados, es el mismo escritor por medio de su teléfono el que va dejando migajas de vida por las esquinas. Al llegar a la librería al primero que veo es a Santiago García Tirado, está de guardia y le saludo, es un tipo que me encuentro a menudo en los saraos literarios de Barcelona, que sonríe, aunque no siempre. Hoy R ha venido a celebrar el apostolado literario presentando su novela Deudas vencidas. R se ha preparado para esto, se licenció en derecho por hacer algo cuando lo que quería estudiar era creación literaria, en cuanto pudo lo hizo pero no era suficiente, para aprender de verdad hay que tener un Master y entrar de lleno en la edición, editoriales de verdad, las grandes, las más grandes, las que ocupan espacio en las ferias y en las librerías grandes y lo hizo, lo hizo todo y como ya tenía una edad se independizó y montó su propio despacho con micro-revista y empezó a ver de cerca a escritores nuevos, los analizó como un entomólogo, eran y son sus moscas, sus insectos, sus coleópteros y se dio cuenta que el mundo de los insectos y de los escritores es un mundo pequeño y miserable en el que una buena dosis de alcohol de quemar y un alfiler es suficiente para disecar a un bicho y a un escritor y que si mezclas a unos cuantos de distintas especies se terminan devorando, él Recaredo IV consiguió domesticarles.
 Para presentar en Barcelona hay que pasar por Pequod, al principio lo sabían Pere y Consuelo y poco a poco se fueron pasando ese secreto de unos a otros por las catacumbas, hoy aunque se sigue llevando con discreción, ya lo saben todas las autoridades de la ciudad y eso es peligroso, pero con peligro o sin el y seas de donde seas y vengas de donde vengas Pequod se ha convertido en la casa de postas de los escritores a su paso por Barcelona. En P. se hacen corros, corros de tres, Pere, Carrión y Recaredo, Santiago G. Tirado, Corominas versión A y la versión B. Me alegré de ver a Corominas en sus dos versiones, después llegaron algunos criminales de la escena literaria e hicieron corro fumando en la puerta, y Sergi Bellver hizo corro con Recaredo y Elías Gorostiaga que pasaba por allí para felicitar a Jordi Carrión y hablar de Nómadas con Pere Cohete, con los que también hizo corro y de paso comprar pañales y todo se fue fraguando, fragmentando, descomponiendo en mil puntos junto a la pizarra, una pizarra en la que se anunciaba el acto de esta tarde con tiza a dos colores. De todos es sabido que a los tíos siempre nos hace falta una puerta, una pared, un quicio para apoyar el chasis, mientras velamos armas, solos o formando corro y ahí estaba R apoyando el suyo en la pizarra de tiza con tan buena suerte que se imprimió en el paño del abrigo su propio nombre, Recaredo y su destino Veredas.
De los comentarios de la presentación sabemos que Recaredo firma los talones y los libros con su seudónimo que de alguna forma encaja perfectamente con su nombre Recaredo Veredas, algo que el tiempo no le ha corregido y si el tiempo no te corrige la cara, con ella te quedas. Por lo que vi y por las fotos R está contento con su cara y con su nombre, quizá el último de los cuatro Recaredos que le preceden en su familia, el último.
Recaredo se rodeó de amigos y no fue suficiente, habló de la vanidad, de la prepotencia y la soberbia, ha escrito una novela sobre los efectos de la crisis por eso en la portada aparecen grúas, la crisis y de la crisis personal de sus personajes, de su personaje principal con el que trabaja en primera persona, le imprime las huellas, le modela, se las hace pasar putas, es decir le da su aliento cabrón, le da vida y se la quita poco a poco, igual que nos pasa a todos, que alguien nos va mermando las fuerzas hasta secarnos. Las presentaciones van bien para mirar a los autores, para escucharlos, para ver como se les funden los ojos, para ver que tipo de profundidad hay en ese lago, para mirarles sin piedad y ver que también fallan, tiemblan y padecen, putos creadores, putos escritores, putos poetas, enmarañados a las crisis como arañas.
El público que asistió a la presentación, no era público, eran escritores con los ojos enrojecidos, todos menos uno, Javier Calvo. Los ojos enrojecidos de leer, leer, leer y volver a leer, no de follar, de leer y leer y leer y escribir y escribir con un foco y un detector de mentiras siempre a los ojos, los ojos que soportan una constante radiación lumínica, y leer y leer y leer y volver a leer, los ojos rojos, todos así menos Javier. Javier antes de ir a Pequod ya ha traducido dieciocho mil voces y con la última se saca el palillo de la boca y escupe absolutamente perplejo por no estar cansado. Para eso J, utiliza una técnica milenaria que aprendió en las letrinas, en los canales de las alcantarillas, en Nueva York, en el Raval, en antiquísimos libros esquistos y ese azul ha comido al rojo de los demás. Le saludo como un perro vasallo.
-Soy Elías
-Si, ya, ya.
Y Recaredo, el aspecto de Recaredo es el aspecto de un Agustino, un abogado más saliendo de un portal que ha cambiado la corbata por una camisa de flores de Paul Smith, que ha cambiado la comodidad de un whisky en familia o con amigos de paddle a la incomodidad de escritores pordioseros, siempre pidiendo un hueco, un premio, un plagio, un elogio, pidiendo algo con los ojos enrojecidos de envidia, siempre queriendo publicar, siempre ahí dando por culo, pero lo prefiere por sabe dios que razones, que claves, que desajustes. Y este tipo que tiene pinta de buena persona, tampoco tiene los ojos rojos y es capaz de sacarle tres horitas diarias a sus deberes, su familia con bebé incluido, para ofrecerlas en sacrificio a la literatura. Ahí está y ahí le dejé en Pequod, el día en el que se presentaba en Barcelona su última novela, pasadas las ocho y media de la tarde, saludando a los suyos como un entomólogo.

Otros libros del autor:
Pendiente (Editorial Dilema)
Actos imperdonables (Bartleby Editores)
Nadar en agua helada (Bartleby Editores)

Como escribir un relato y publicarlo (Editorial Dilema)

jueves, 23 de enero de 2014

SERGI BELLVER (Agua dura)



Hoy ha sido un placer estar en la librería Pequod, al lado de Sergi. Me he sentido bien y me ha gustado, es lo que os puedo contar amigos, el resto lo tenéis en sus relatos.

Agua dura
Ediciones del viento 2013
Imagen de cubierta: Xavier Armendáriz
Presentación en Barcelona, 23 de Enero de 2014


Hoy en Barcelona presentó su última novela Agustín Fernández Mallo y mientras la ciudad ardía con los ritmos de Fernández, el ballenero Pequod, latía en Gracia con la presentación de Agua dura. En su mástil la bandera de Fernando Clemot y con él media tripulación de Quimera, al timón además del capitán Pere Cohete, el poeta Bellver.  De proa a popa escritores jóvenes y jóvenes arponeros siguiendo con mucho interés sus ipad, navegando.
El invierno en Barcelona tiene dos estaciones, una es el frío y la otra es la soledad.
La verdad de un día la dicen los detalles, detalles en los motores, en las llaves que abren las cerraduras, en el olor del pan recién salido del horno, esos, los detalles son los que te permiten combatir las dos estaciones del frío y aunque sepas que no es para tanto y uno no está tan solo, a veces cuando se pierden los detalles en ese pozo negro, las dos estaciones se te cuelan hasta el hueso y es cuando lo que aprendiste de la vida, te da fiebre, unas décimas, una canción, una buena frase, un libro. Hoy se presenta el libro de Sergi Bellver, lo hace rodeado de amigos y aunque faltan muchos, los amigos que están, incluso a los que no se espera, son el detalle en la vida de este tipo que ha elegido uno de los caminos más duros que hay en esta tierra de caminos duros y televisados, ser escritor. A cada cita, en cada nueva entrega, en cada episodio, Bellver te dice, -soy escritor- y en ese saco ya puedes echar toda la leña que quieras, los rencores, los celos, las falsas alabanzas, el desdén, las puyitas, todo cabe, todo quema, todo hierve, eso y que cada día inexorablemente se parte de cero, del cero más absoluto. El cero absoluto y estas malditas dos estaciones, lo sentimos como nadie los poetas, los árboles no saben de soledad mientras no se secan, las arañas, las hormigas no conocen ese secreto que te soplan los Maristas al oído mientras creces y te lo descarnan con todo detalle como un pollo en el mostrador de la pollería, que es el lugar donde sientes por primera vez el miedo en el mes de Febrero y queda ya poco para Febrero. Te lo guardas amigo, los Maristas saben de que estamos hablando, y saben que cada niño ya tiene su miedo y su cáscara de Cortázar, de Chéjov y eso es bueno para la institución, para cada institución, incluso para el miedo. Acabo de volver, acabo de sentir otra vez más en Pequod, el calor que deshiela Islandia, entre literas de libros, huele a café de primera flor, sabéis que no es ninguno de esos foros literarios de las grandes presentaciones, esos lugares apropiados para las Ferias, las televisiones, los best seller premiados, las autoridades siempre con las manos húmedas, ya sabéis la diferencia con esos otros barcos contenedores, está en el aire que respiras, el de aquí está envuelto con la mejor literatura de la ciudad. Después, toda la soledad se queda dentro de esas dos estaciones que Sergi Bellver retrata magistralmente en Agua dura, su primer libro publicado, un escritor que ha empezado por el final para recorrer un camino que le llevará al principio de todas las cosas, de todos los detalles y en ese horizonte nos encontraremos, seguro que si.




domingo, 22 de diciembre de 2013

sala 52 A -Várez Fisa



Es de tal envergadura, tiene tal valor artístico la donación de José Luis Várez Fisa al Museo del Prado, que solo se puede entender como un acto de bondad y generosidad. Hablo de  algo que se hubiera perdido para siempre en la memoria de León y de Valencia de don Juan, la iglesia de estilo mudéjar de Santa Marina, una de las iglesias más antiguas de Valencia de don Juan y que desapareció para siempre en los años veinte del siglo pasado, aquella iglesia era un museo religioso como tantos otros que se conservan en ruina perpetua por toda la provincia. El hundimiento de su techumbre, avisadas las autoridades, contemplado como un designio más, una catástrofe, una tormenta negra, por los siempre temerosos fieles y su providencia, basados en dos leyes que hoy siguen funcionando por estas tierras, una se manifiesta en la expresión “lo que dios quiera” y se complementa con la otra: “pasará lo que tenga que pasar”; ante este determinismo histórico, muy bien rentabilizado por la autoridad religiosa y política, nada escapa, ni los presupuestos, una enfermedad,  o la niebla, nada escapa ante esas leyes y fue así como se desguazó, a mayor gloria de dios, la techumbre del sotocoro ante el hundimiento total de la citada iglesia en 1926. Por suerte las piezas se podían desmontar y por suerte no terminaron ardiendo en alguna estufa sino en manos de un chamarilero que transportó las seis toneladas de vigas y tablas policromadas, datadas en el año 1400, en carros tirados de bueyes. Y por toda esa sucesión de suertes, terminó en manos del empresario y mecenas Várez Fisa (cinco mil pesetas de la época) para pasar a formar parte de su colección y de los salones de su casa. El lunes dieciséis de diciembre se inauguró entre otras piezas, con esta techumbre, el espacio del ampliado museo del Prado, sala 52 A. Si recorres las iglesias y los castillos de la provincia te das cuenta del inmenso patrimonio de estas tierras, y a la vez ves como ese patrimonio se deteriora, se roba, desaparece, se vende por los propios párrocos a anticuarios que llenan sus almacenes de objetos religiosos sin catalogar, al mejor postor. Visitar la iglesia de San Román de los Oteros o el Salvador de Sahagún de Campos, pueblos medievales que mantienen como pueden esas joyas y su desmoronamiento con la lentitud que solo conocen los de aquí y sus bueyes, mientras el dinero que las debería atender escapa en presupuestos y adquisiciones incomprensibles, salvo para los designios del señor.




         iglesia de Santa Marina

ATENEO VARILLAS

                                                                                           Monumento a Durruti

Salgo de Madrid por Chamartín, desde donde se ven las cuatro torres rascacielos en que quedó la ciudad más paleta de Europa, que es para lo que ha dado la ingente malversación de dinero público, la rancia especulación de los constructores, urbanizadores de paisajes, esa que soñaba con su ombligo y con unos juegos olímpicos, esa del Manzanares, esa de la gigantesca bandera de la plaza de Colón y la ciudad de la alcaldesa, esa que habla inglés, la de Eurovegas. Salgo de Madrid por Chamartín y viajo hacia León, yo solo, en un tren que sale puntual y que se lleva al padre de una señorita que buscando una última palabra para su hija, se sube al vagón en el momento en el que cierran puertas
-No me lo puedo creer, Papá, no me lo puedo creer.
Pues si, el buen señor tuvo hora y media más para despedirse de su hija y claro, pagar el billete hasta Valladolid y el de vuelta a Madrid. El paisaje de Valladolid empieza cuando sales del túnel que atraviesa la sierra del Guadarrama,  pero no es hasta que llegan las nieblas del Pisuerga y del Esgueva cuando ves el frío. En el camino hasta León el frío se vuelve material como los recuerdos y los recuerdos siempre son familiares, primero uno se suelta con el paisaje y después llegan caminando los recuerdos como niños sin escuela. Es la primera vez que voy a León sin que el objetivo principal sea ver a la familia, las vacaciones, esta vez el motivo es presentar Nómadas en una ciudad en la que fui feliz, tanto como cualquiera de vosotros pueda serlo y que también me hizo sufrir. Cuando voy a Madrid voy al Museo del Prado y cuando voy a León me acerco a ver la Catedral, con esas dos referencias partes el tiempo, igual que un padre parte pan entre sus hijos para que todos tengan y todos se queden con algo de hambre. En León no hay línea de alta velocidad, hay plazas, rotondas, el río Bernesga y el Torío, dos cárceles, una de ellas vieja, un monumento a Durruti,  El Corte Inglés, la Plaza Mayor y la Catedral, lo demás es para expertos, políticos, jubilados, pensionistas, escritores que como yo ahora, siempre vuelven para darse cuenta que con el tiempo la ciudad gana y tu pierdes, esa ciudad que quisieron y odiaron, que perdonaron, te gana la cara, las arrugas y la vida, funcionarios sin graduación, jóvenes estudiantes.
En León se proyectó que el AVE llegara en 2009 y se dieron prisa en montar una sala de espera provisional, cerrar la vieja estación del Norte y en los despachos de arquitectos empezaron a frotarse las manos con los nuevos terrenos, con el pasto de jardines bien diseñados, rotondas, pisos y más pisos, esculturas, fuentes, hoteles. Pero pasó el cuento de la lechera y el 2009, el 10, el 11, el 12 y ahora el 2013 y la estación provisional ya parece definitiva, la vieja ha quedado hundida, oscura, apartada, arrinconada sin uso y sin saber que hacer con ella y no solo eso, parece que las vías terminan en León, como si más allá no hubiera nada. Ahora resulta que para seguir viaje a Galicia o Asturias cada tren desanda dieciocho kilómetros para enlazar las vías viejas y seguir un camino de nieblas. En esa estación nueva me esperaba Ramiro Pinto, con su jersey rosa y una nariz de payaso en el bolsillo del pantalón, siempre me saluda desde lejos y siempre está disponible, es el único activista que queda en León, fue de los que se subió a los tejados cuando el pantano se quería tragar las casas de Riaño, y ha perdido todas las batallas, una a una, pero ahí sigue, con Yolanda su mujer y su grupo de teatro, sus cinco hijos, con más de veinte libros publicados (el que ahora ha terminado tiene dos mil páginas) y además de todo esto sigue incorruptible, enterrando ofertas, ofrecimientos y amenazas  de todos esos políticos que han arruinado las arcas municipales de la ciudad. Y es en su casa donde me invita a comer un buen pollo de corral y duermo la siesta y es en el Ateneo Varillas donde esta tarde después de visitar el monumento a Durruti y un par de librerías, presento el libro.



El Ateneo Varillas ocupa la segunda planta de un edificio en la calle Varillas del barrio Húmedo, no hace mucho que  se formó y es una disgregación del antiguo CECAN, aquel lugar en el que yo también acompañé a Ramiro (años ochenta) en la presentación de la revista Al margen, y que celebró todo tipo de conciertos, fiestas, recitales y actos culturales hasta hoy, hasta que el Ayuntamiento lo clausuró y punto.

Para este momento han venido de Oviedo María y Pedro mis amigos del verano, de la bodega, del Café Diario de Lulú, mis hermanos, cuñadas, amigos, amigos viejos de los que no tenía noticia y también Santos Perandones con su cámara de fotos, un tipo del que solo tenía referencias por Internet, que acaba de publicar libro (por el método crowdfunding) compartido junto con Felipe Zapico y que vive entre imágenes e ideas, de su mano iba el director de Mondo Sonoro de la zona noroeste, hoy viernes también presentaban la revista en León. Ese es el paisaje,  al fondo del salón hay una mesa ovalada y un micrófono, abren botellas de vino y me invitan. El último en llegar es Luis Artigue y lo hace como si le persiguiera una manada de lobos, ha subido las escaleras de dos en dos y aunque ya ha llegado parece que sigue subiendo escaleras
-Si, un vaso de agua por favor
-¿Solo agua?
-Y un té -dice Luis-
Ramiro comienza a hablar, a presentar y a divagar, va y viene como en una atracción de feria y se me va el santo al cielo, miro a la gente y me veo sentado entre el público, distraído. Vuelvo en si con los aplausos. Al poeta Felipe J. Piñeiro tampoco le conozco personalmente, es un tipo grande como un oso con los brazos tatuados, que dice dos cosas que a mi me gustan: La primera es que considera el prólogo como un relato más del libro (y tiene razón) y la segunda que “Nómadas es como el tajine, un plato en el que cada bocado sabe de forma diferente”, con eso me sobra y me basta para describir el libro. Luis Artigue que ya se ha sentado y bebe té, empieza a explicar su relato, desenmaraña la idea y la estructura, de cómo dos personas terminan de conocerse o de chocar en la tensión que genera un viaje. Luis es un tipo contradictorio que parece que te va a comer pero que todo queda en apariencia, es excesivo, imprevisible, neurótico, es todo o es parte de lo que hace falta para ser poeta y novelista; este año dos mil trece ha sido dulce con él, dulce y contradictorio, ya que en León siempre vives alumbrado por la luz y el oscurantismo y solamente el tiempo y la paciencia hacen que los seres luminosos terminen volviéndose transparentes cuando llega la oscuridad. No obstante a pesar del té y de todo lo que habla y de todo lo que cuenta, Luis parece que tenga prisa por terminar o por llegar a un lugar en el que no está y Elías Gorostiaga solo puede contener ese barril de pólvora, contando lo que ha sucedido para que Nómadas esté en las librerías, toda la suerte de dar con la gente adecuada en el momento oportuno. Todo lo demás fueron adornos y agradecimientos que no hace falta transcribir.  Lo último del día fue el camino de vuelta cruzando el puente de los leones en busca del tren nocturno a Barcelona, ayudado por Ramiro que nunca me ha dejado solo.


María Alvarez Bouzo