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domingo, 12 de agosto de 2012

CONNECTING PEOPLE




(El otro día conduciendo vi a un ciclista vestido de ciclista, subido en su bici de ciclista, hablando por su móvil. Eran las nueve de la mañana y yo iba a comprar el pan).

El mundo de los bobos existe, se llama así Connecting People. Cada bobo tiene su terminal telefónico, es su tiza y su pizarra y lo enseñan con orgullo, en el tren, en el metro, en los autobuses, encima de una bicicleta, mientras trabajan y mientras duermen, los bobos están conectados entre si permanentemente. Los jóvenes bobos, no dejan de escribirse mensajes a una velocidad endiablada, se relacionan, vibran, quedan, acuden en masa a los eventos, difunden, compran y venden, se enamoran a través de su terminal telefónico. Los dueños del negocio lo han conseguido, han conseguido que seis mil millones de personas permanezcan conectadas, interconectadas entre si, dependan de un producto que se renueva de forma infernal, generando ingentes cantidades de dinero y de bobos. Así el bobo forma parte de ese engranaje que es la globalización, ese gran mercado en el que puedes comprar una bicicleta diseñada en Alemania, cuyos componentes se fabrican en China y se montan en Yugoslavia, desde su terminal en una aldea asturiana con cobertura, esa palabra mágica y a la vez maldita que se resume en lo peor que le puede pasar a un bobo “no tengo cobertura”. Y aquí el bobo es cuando es capaz de subir al monte, coger un autobús, robar un coche, por el mero hecho de ir a buscar cobertura, para mandar su mensaje, para consultar facebook, twitter, twenty, quizá un poema de amor desesperado o quizá simplemente “k aces” y recibir en contestación “nada”. 


La educación ha sido privatizada, en unos pocos años, el número de bobos contaminará el paisaje hasta volverlo irrespirable, vocinglera, tuneada, bien musculada y depilada, formando esa masa mal informada, mal educada, que ocupará los puestos más bajos del mercado de trabajo y que a la vez no dudará en conseguir el último modelo de terminal telefónico y en muchos casos dos. Los viejos no entienden nada de todo esto, les supera por todas las costuras; les miran y solo ven chicos conectados a sus aparatos, aislados del resto, pero cuando miran al otro lado también ven a los padres haciendo lo mismo, las generaciones de bobos se van sucediendo, de forma ordenada  y limpia, pixelada, fotografiada bajo un mar de antenas de comunicación. De todo esto ha escrito Gary Shteyngart y publicada por Duomo Ediciones, la novela “Una súper triste historia de amor verdadero” . Bobos vulnerables. Y mientras escribo esto mi Compañía me acaba de enviar el siguiente mensaje: “Olvidate de los amores de verano. XXX  te ofrece el amor de tu vida: Samsung Galaxy y con Tarifa @XS por 0 eur”. La fecha tope para conseguir el amor de mi vida es el 31 de agosto. Por esas fechas nacerá mi hijo, que ya puede escuchar a través de la barriga esas odiosas melodías, pitidos y señales, mi mujer todavía no sabe que puedo encontrar el amor de mi vida, apretando una tecla de Nokia. Mi Compañía, pasada esa fecha, volverá a tentarme con una nueva campaña y volverá a intentarlo con millones de personas más, cada vez más volubles, más accesibles, más fáciles, porque sus tiendas tienen que seguir ordenando ventas por 0 eur, generando basura y yo seguramente, el tipo que ahora escribe esto, un bobo más, caiga en la tentación de ese nuevo terminal, porque lo más fácil ahora es dejarse llevar por este río de bobos, humildes y fieles servidores multimedia con gafas a pila e imágenes tridimensionales.
-conecting people my friend.   



sábado, 28 de julio de 2012

Mascotas




Esta, es la foto del año. Son cuatro amigos, de izquierda a derecha Laureano Debat, Sergi de Diego, Javier López Menacho y Juan Trejo. Todos escriben y dentro de unos años nos darán a leer algunos de los libros más nuevos o más conmovedores de la literatura de este siglo. En ese momento disfrutan de un relajante descanso, compadrean, comentan el partido de fútbol del Barça del que son seguidores, hablan de cine, son fans de Batman, del caballero oscuro, leen comics y viven en Barcelona y en esta foto parece que estén dentro de un escaparate a pie de calle, un escaparate en el que comparten espacio con cachorros de terrier, golden o carliño, en el que se paran los típicos curiosos que dicen: -¡ay qué monos!, y ellos ponen carita de decir: "adóptame, soy tu mejor mascota, llévame contigo", con las siguientes garantías firmadas por el dueño de la tienda: te pueden leer cuando estés aburrido, pueden acompañarte cuando estés solo, podran escribir para ti, viajar, incluso ser tus amigos aunque ellos conocen el oficio y saben  que ante todo, son tu mascota.
Pero no es un escaparate, están en un bar y le dan la espalda a la televisión; no te fíes de eso, estos tipos con cara de mascota, se pasan muchas horas viendo partidos, películas, conciertos,  se conocen todos los entresijos de todas las series, no obstante un profesor común, que no sale en la foto, les ha instruido en el secreto conocimiento de la creación (teleshakespeare) y eso les une entre si, pero como puedes ver en la foto posan muy derechos y eso es porque cada uno de ellos cuelga  de un hilo invisible y ese hilo es el que les conduce a su propio estilo, su propio lenguaje, su conocimiento del mundo a través de lo literario, esos mundos en otras visiones, esas calles en estos paisajes, todos viven en facebook, mantienen abiertos sus blogs en los que les puedes seguir día a día. Si no quieres hacerte cargo de sus cuidados como mascotas mejor no te quedes mirando, cierra esta pantalla y pasa a la siguiente o refúgiate en una tienda de relojes, a estos tipos no les puedes dejar abandonados en una gasolinera, como a cualquier perrillo en vacaciones o como a cualquier abuelo, porque a los seis minutos ibas a salir convertido en literatura, en todos los medios, o algo peor, podrías salir reflejado en una nueva ficción televisiva.
En esa aparente ensoñación de objetos de escaparate, tienes a unos tipos que esconden, cada uno de ellos, un as en la manga y ese as, es la novela que tienen guardada en algún lugar secreto, de la que ninguno habla, de la que se sospecha que existe y que van convirtiendo con el paso del tiempo en un ser mítico, del que se empieza a comentar, pero no ninguno de ellos dice nada, se apiñan y sonríen y empiezan a dar un poco de miedo. Si sospechas que a lo mejor no son tan buenas mascotas como dice el dueño de la tienda, lo mismo terminas huyendo por cualquiera de las calles del Raval, ten suerte y no intentes refugiarte  en la Oficina de Cristina Fallarás, te acogerá con una gran sonrisa, te dirá que te sientes y cuando se abra la cortina aparecerán ellos y te invitarán a seguirlos, entonces estarás perdido, tu vida, las lesiones que presentes, serán irreversibles, poco a poco la resaca se apoderará de ti y poco después lo habrás olvidado todo y por lo tanto tendrás que volverlo a aprender y eso es lo que vas a hacer ahora mismo, pinchando aquí:

http://www.barcelonainconclusa.com
http://interferenciasonica.blogspot.com.es/
http://elespaciorelatado.blogspot.com.es/
http://www.agapea.com/libros/EL-FIN-DE-LA-GUERRA-FRIA-9788492451074-i.htm
http://jorgecarrion.com/2008/05/30/el-fulgurante-debut-de-juan-trejo/

sábado, 21 de julio de 2012

LUIS MIGUEL RABANAL (De amores que van y vienen)

De amores que van y vienen tú encima yo debajo tú arriba yo payaso
De amores que siempre vienen (M. NICIEZA)


LMR se ha liberado del cuerpo pero nota como le pesa el alma y en esa pérdida ha ganado luz. Hace un tiempo me envió generosamente su poemario Lugares que imprimí y encuaderné con dos grapas. Se editó el 6 de julio de 2011 y ese es el final, porque el principio del tiempo para el que escribe poesía es siempre impreciso y siempre es doloroso. Lugares, es un testamento con veintidós poemas en el que hay un cuerpo que se va deshaciendo y un espíritu que va tomando forma, solo se ve si centras mucho tu atención, si te concentras, si eres capaz de perder el dolor, el peso, el calor, la humedad, la adicción, la sed y entras en ese estado en el que reposan los africanos mientras esperan el tren, mientras esperan que se llene el autobús para un viaje largo, o cuando esperan en el mercado que alguien compre su producto.
 
Y el viaje empieza en Montecorral, sin moverte, como una columna de piedra dentro de un jardín, y con la espalda cubierta de líquenes, pero entre esa maleza puedes recordar, puedes ver y sabes que ese, ya es un territorio onírico, el terreno que une la memoria de LMR, una memoria que también tiene mucha niebla.
Y el viaje es Olleir, un lugar que ya no existe y es tan real en la imaginación del poeta como lo es la memoria de un álbum, un lugar en el que los cuentos antiguos caen a tu paso como losas de pizarra

No mirabas atrás no fuera a ser
que el tiempo incumpliese contigo
su acomodo o que la noche te tizne
la palma de las manos
con un hollín sucinto
semejante a la desolación.

Escritura precisa, a veces te arranca dentelladas de carne y otras falsamente suave, todo lo suave que puede ser una cuchilla de afeitar sobre el cuello, mientras suplica y te  culpa de un dolor “Dime que no fue en balde,/ una estación tras otra sin el cielo/ auzl y sin el olor de las lilas, dime/ que fuiste tu quien suplía el afecto/ con manos destrozadas por el desdén y la cal.” Y otras muchas veces quieres y no sabes por qué esos paisajes, esos recuerdos encierran forcas, peligros, palabras espeluznantes, trapos viejos para abandonar, lástima y arañazos constantes, manteniendo en todo una cordura inexplicable, la cordura que solo puede producir el amor.

Con esta poesía no puedes tener prisa y no puedes fallar, hay que resignarse y esperar a que te abra esa puerta (en la que muchas veces esperas sin resultado, como un huérfano helado de frío), por la que hay que entrar a un mundo que unas veces es accesible y otras muchas imposible, un mundo vedado, como los cotos de caza muy vigilados, de donde es difícil entrar y difícil salir, sin arañarse.

“Resulta enojoso acordarse de ti/ por la noche, cuando no/ puedes respirar.

Hoy estoy de nuevo con el último libro de este poeta leonés, que vive dentro de una piedra blanda, inerte, que respira y duele, que ha ido esculpiéndose en versos, de dentro a fuera, como se esculpieron las montañas, desde tan adentro que no sabes calibrar la profundidad de esa sima, pero notas la llamada. El último libro se titula Música para torpes, lo forman veintiún poemas y a ellos se asoma de nuevo un paisaje y una nostalgia parecidos y parecido es este otro Montecorral que aquí aparece.

Este es un libro más complejo, encierra otros pesares y esa sima que antes parecía tan profunda ahora es insondable, siempre y cuando, tu mismo lo seas porque de repente el hermetismo se hace líquido, como un manantial en medio de un bosque, como una confesión. Pero el tono cambia, como se cambia de humor y de repente ajusta el paso de rosca y a alguien le ajusta cuentas, unas cuentas muy personales,

“Los dos coincidimos en que era
un estupendo susto la vida”

o quizá me equivoco y es esa voz femenina la que le está ajustando al poeta las cuentas, unas cuentas de las que nadie sale bien parado, o son todos contra todos, como un sin dios, como un puto torbellino que te atropella y te hace volar lejos de todos y de todo.

Es verdad que hay caminos que no conducen
a ningún territorio transitable y posible”

Ninguno y todos, todos estos terrenos terminan manchándome los zapatos, tengo que dejar pasar el tiempo y volver a leer este ramo de lirios del valle, antes de que sea demasiado viejo para aprender.

Me gustan palabras como almagre, gatiñas, desnevios, un salguero caído, ferrerina, collar de agavanzas, ñubero, y también Olleir versus Riello.

Una cosa más: de la memoria que dejan estas frases, bebemos durante años los escritores estériles de novelas, los que creemos saber algo y nos ponemos en el lugar de nuestros personajes y perdonamos, culpables y vanidosos, como el más culpable de los hijos de puta. Perdonadme, pero el camarada no sale ya de casa, ahora tiene que seguir leyendo dieciocho libros más de este poeta que se llama Luis Miguel Rabanal


 MusicaParaTorpes
Ediciones de Baile del Sol (2012)
colección poesía
cubierta: Ramón Buzón

martes, 17 de julio de 2012

SITGES (4.- GAY)





Nada en la tierra resulta más divertido que ver una ciudad gay divertirse. Esto pasa en Madrid un día de cada año, el Día del Orgullo y eso pasa cada noche (de verano) en Sitges. No hay nada más chocante que ver a tipos bien musculados, jaezados como caballos, con apenas un pantaloncillo y un correaje, o vestidos de marineritos rasos, vestidos con esas maneras que solo consiente el mundo gay y que a las mujeres, dejadas en años y llorzas (o por sus maridos), les da mucha risa, una risa aparente, ya que saben que cualquiera de estos tipos atrae más miradas que ella (no ya a su edad) a los diecisiete años. Es así y Sitges, o una muy buena parte de la ciudad, se ha especializado en este sector social y en su turismo.
Lo gay (en términos veraniegos) consiste en verse y dejarse ver sin complejos, en gastar buena parte de todo lo que gana en cremas, eslíps, bronceados, camisas, depilaciones, zapatos, restaurantes, cócteles, saunas, viajes y disfraces, así como en cultivar cuerpos bonitos pensados para disfrutar de la vida, una vida de salón al otro lado de la línea de la vida, en la que no hay responsabilidades familiares, aparentes cargas -de hijos-, ni impuestos, vejez, rutina, hipotecas, enfermedades, política, grasa, paro o soledad, ni aburrimiento. La fiesta vista así da envidia, pero también hay viejos, gordos, enfermos, arruinados, solitarios, que no pueden hacer visible su estado, porque cualquiera de esas situaciones no se aceptan dentro de esa sociedad, de esa eterna y amigable felicidad juvenil, Sitges si que puede y cada año se renueva, pone a punto sus playas, sus calles, los jardines, los paseos y cada empresario limpia y encala el negocio y busca esa oportunidad de vender a chicos felices que llegan emparejados a la estación directamente del aeropuerto, con sus maletas repletas de ropa bien doblada, alemanes, franceses, canadienses, ingleses viejos o ingleses de las fábricas, así cada año, cada temporada y muchos de ellos se instalan de forma permanente en las muchas urbanizaciones que han crecido en un perímetro de diez kilómetros, desde Rocamar hasta Olivella. También la Barcelona gay mira hacia la Villa y aquí se visitan en el Parrot, (puerta de la Calle del Pecado) todo ese circuito de saunas, sombrillas, banderas de seis colores y Pachitos pubs, Locacola, lugares donde se mezclan las camisetas más ceñidas con las pieles más morenas.

Del otro lado del espejo, diez minutos sentado en la terraza de los Vikingos, es suficiente para ver ese paseo de las estrellas, donde al lado del disfraz de marinero caminan los tipos más feos de la galería, rebaños de gárrulos, chulos de cómics, busca vidas arrabaleros que dejan el Chino de BCN, para hacer su agosto entre calas seduciendo a locas solitarias, lechuguinos con los cristales de las gafas rotos por la impresión, padres de familia incapaces ya de seguir con ese adulterio, novias flácidas que se despiden de solteras y novios rodeados de jugadores de futbito, camaradas borrachos como cubas. Y la ciudad no explota, cada noche se sacude la arena de la playa y cada día empieza con la misma vitalidad que el anterior, prensa internacional, café, cruasanes del Enrich y la tranquilidad de las primeras horas del día, para ese paseo tranquilo junto al mar, desde la playa de la Fragata hasta el hotel Sunway Playa Golf, sin dejar de cruzarse con restos del naufragio de la noche, que caminan descalzos hacia la Estación, la voz gansa, la nariz taponada y los ojos muertos detrás de gafas opacas, cerradas, impermeables. Son toda la sala de máquinas de esas fiestas ibicencas que no lo son (o ya si), anunciadas con mucha espuma y camisetas mojadas en los corrales de Gavá, Castelldefels, Vilanova, L’Hospitalet y cuyos promotores siguen viviendo el control remoto de aquellos años dorados de la farándula más auténtica y en las que nada se anunciaba (porque no hacía falta)  por esas megafonías de hoy.

Lo lesbiano (en términos estéticos) ya es otra cosa en esta Vila tan dada a la estética y en esa balanza ellas aparecen sobrealimentadas, de ese ir al súper a pasar la tarde, de ese querer y de ese no poder, de ese antimachismo que termina convirtiéndose en Lo macho y eso lo podía ver el paseante en aquel local lateral Mar i Pili, que terminó despareciendo por el expansionismo mercantil del Parrot, que como en otras historias sociales, oculta entre bambalinas la fragilidad de lo lesbiano (y su estética), dejándoles a ellos todo el escenario, pluma y luces incluidas. En la Vila es así, lo que no quita para que ellas tengan su rincón político y su lugar, como cualquier pareja, pero no la ciudad.

Al atardecer y entre los últimos bañista, el paseante ve al buscador de tesoros rastrear con su detector a ras de playa, escarbar allí donde la señal metálica se vuelve audible, como una composición más de un Sónar de tómbola, al encontrar la chapa de una botella o un pequeño colgante de oro, suficiente pago para una jornada que languidece. A media noche un tractor barre las playas, filtra la arena de cigarrillos apagados, plásticos, botellas, máscaras, cremas, devora todo lo que se olvida, esas gafas de sol con montura blanca, el plano de la ciudad, las llaves del coche, moscas viejas que murieron al sol, todo lo que el buscador de tesoros no ha encontrado y que ya nadie va a encontrar y todo eso y muchas otras cosas que se pierden cada día, lo digiere la pala del tractor, para dejar de nuevo la playa virgen, inventada de nuevo, como recién planchada. Y aunque la noche no engaña, no hay descanso, detrás del tractor ya se colocan los pescadores con sus mesas plegables, las luces, los aperos, los paseantes insomnes y los que piensan en un amor profundo, vuelven a dejar sus huellas, sus emociones, sus nostalgias. El mar carga con todo y sigue ahí, es esa mancha oscura que se arruga en olas de espuma blanca al chocar con los bajos de arena. Y el paseante deja sus pasos también y mira ese horizonte de Chillida, ese que no pudo doblar porque ya es una curva perfecta, allí donde él mismo, hace ya tiempo (en otro mar y otro momento), buscara su hogar.



viernes, 13 de julio de 2012

Xen x Xen = Rabanal




Compré El tiempo del hombre muerto, pensando que era un buen título para una novela y lo empecé a leer como si fuera una novela, hasta que me di cuenta que no lo era, que este libro es un artefacto lleno de títulos, un artefacto que mal manipulado te explota en la cara y te la deja como la portada del libro. Lo forman setenta y un documentos, dedicados a otros tantos elementos incontrolados, que forman, muchos de ellos forman parte de la literatura bastarda de este país, que en buena medida se articula a través de la web por medio de blogs y editoriales innombrables.

-Todos a la cárcel –dijo aquel tipo por teléfono- ¡ya!.

Y la orden no se cumplió porque el que la recibió andaba ya muerto y a la vez andaba de parranda y eso es lo que pasa aquí, que te encuentras con un libro visceral en el extremo de la fórmula, un libro de reflexiones que no te deja respirar, que te sacude hasta que se te cae la última mota de polvo, y cuando termine contigo, este hijo de puta te va a dejar solo con el relleno de serrín y con lo justo para que puedas seguir caminando, porque te va a sacar todas y cada una de las entrañas que te quedan, como se trabaja a una momia para que viva el resto de la eternidad.

"Las putas moscas llevan follando sobre mi calva toda la mañana…
pero yo aguanto, sentado, a que pasen las horas. (el discurso de las botellas)"
Pués eso es lo que pasa cuando abres la cajita que no debes, cuando abres el regalo que no puedes, cuando abres la puerta del desván que te dijeron que no podías abrir, ni la del baúl, ni todas esas puertas que siempre te dijeron y nunca obedeciste, esas son este libro y el cabrón que te dice que no sigas leyendo es el autor, el propio Alfonso Xen y el pecado es haberlo abierto, empezar a sacar todo eso prohibido que hay dentro, algo que a veces huele mal, y que a veces huele a podrido, algo que no tiene buen sabor pero que vuelves a comer, ese traje que no te gusta y te vuelves a poner porque te queda como un guante y así todas y cada una de esas canciones que quieres oir y que son una disculpa para volver a los bares y otra cerveza más, para volver a ver a esa chica de los Levis que lleva un blues negro que a ti te gusta.

Y lo has abierto, digo que has abierto el libro y se empiezan a caer todos esos nombres como David Refoyo, todas esas crónicas para decorar un vacío, Toño Gallo, Agustín Calvo Galán, Odklas, Carlos Moreno, Das y Barrueco, y brindas y dices:
-Va por mis cojones

Y esa es la tónica del libro, pero no es tónica es solo cerveza y Mario Crespo, Vicente Muñoz Alvarez,  Julio César Alvarez a todos esos perroplumillas que se me quedan por la mesa y me miran y no paran de fisgar entre el teclado del ordenador y de meterse entre los libros, entre las resmas de papel y cojo un matamoscas y me lío contra todos ellos, pero escapan y el único que no lo hace es Luis Miguel Rabanal y me acerco a el y me sonríe y a la vez me dice telepáticamente: Elías, tu puedes ayudarme.

-No tío yo soy bueno, yo solo quiero ser bueno, tengo dolor de corazón, propósito de enmienda, soy temeroso de dios y la herida llena de moscas.

-¿Tienes miedo?.

Y yo te paso la pregunta Xen, ¿tienes miedo?, porque yo no la puedo contestar. Y alguno de mis vecinos o su perro, pone un blues y luego otro, y luego una canción que ya he olvidado y luego otra que no quería volver a escuchar. Y me quedo triste y veo que cada vez me parezco mas a la portada del libro, esa portada de Julia D. Velázquez, que no deja de ser otra cosa que un aullido y un flequillo, y ese color que se come todos los demás colores y un dolor que se come todos los demás dolores.
Y sé una cosa, sé que para escribir todo eso que publica Antonio Huertas, tienes que haber vivido mucho en los bares, tienes que haber liado muchos cigarrillos, que haber mirado mucho la luna, esa luna llena y amarilla y sobre todo te has metido en la niebla, una niebla que yo también conozco, entre el Torío y el Bernesga, que confunde todas las formas y el brillo de las luces, hasta el delirio.
Y por último, solo quiero deciros una cosa, este libro es imprescindible en cualquier biblioteca, es para tener siempre a mano porque lo puedes leer de izquierda a derecha, por el medio, por el final, por donde quieras, y volver a él cuando lo necesites, como un viejo amigo.

Hacía tiempo que no me echaba a la cara a un tipo con tanta rabia, con tanta fiereza, con el brazo gordo de tirar piedras y no de jugar al tenis y con una cabeza tan remota que en ella puedes encontrar conversaciones acabadas desde el principio, todo ese vacío decorado a puta hostia desde la primera línea, sin dar respiro ni tregua. Así es este libro resacoso, escritura hecha en directo, sin límites, con miedos y sombras. Lo dicho, que en un tu a tu, fijo que nos quedamos callados y solo empezaremos a hablar a partir de la segunda caja y que esté JAB de testigo, sujetando las armas.

:por eso escribo esto, al menos tengo algo claro, pues vivir a través de los demás es atravesar un desierto

(Un abrazo y cuídate tío, de tí y de los demás, más que nada para poder seguir escribiendo.)

El tiempo del hombre muerto.Editorial Origami.2011
Alfonso Xen Rabanal

El tiempo del hombre muerto - Alfonso Xen Rabanal