Presentación en L'Hospitalet (3 de julio de 2021)
Editorial Candaya
Hoy es sábado. Eran las nueve de la mañana cuando salgo a comprar el pan y el periódico, tres placeres que me reservo para los días como hoy, es decir que sean las nueve, el pan y el periódico calientes. En el trayecto me he encontrado a Jorge Larrosa (ensayista y profesor de filosofía) de la tribu Candaya, tomando café en una de las terrazas de la plaza Mossèn Omar, con la cabeza bien construida, ligeramente ladeada, fumando con cierto placer en un aire que he respirado durante unos segundos, tal y como he respirado con placer de esa calada. Así y en ese estado es como se toman notas, se prepara el inicio de una conversación y se le pide la cuenta a la camarera. Sobre la mesa un periódico y el libro que esta tarde presentará en la discoteca Salamandra que es donde Candaya presenta, porque en L’Hospitalet no hay un lugar adecuado para los libros, ni siquiera donde comprarlos a pesar de sus doscientos cincuenta mil habitantes, sin embargo sí que puedes hacerte unas uñas, tomar unas tapas, comprar en el mercado, elegir menú en distintos restaurantes y celebrar la salida del toque de queda y el miedo de ser libre, ese miedo al que alude Frédéric Beigbeder en el artículo de hoy “La desintoxicación de mi alma”. Candaya ha salido del confinamiento con una batería de presentaciones por Vilafranca del Penedés, Canet de Mar, Barcelona y ahora aquí, L’Hospitalet de Llobregat, todas en compañía de músicos, poetas y amigos de la casa, acompañando a Cristina Falcón, igual que antes hiciera con la muy celebrada Patricia Almárcegui y sus “Cuadernos perdidos de Japón”, por media España.
En la entrada del blog “L’anna al país de les meravelles”, Anna Tomàs Mayolas reseña el libro de Cristina Falcón en los siguientes términos: “Con la lectura de Ítaca es nunca acompañamos a la poeta en el vaivén del adiós, el intento de cerrar una puerta, de completar un círculo, como si todos los duelos pudiesen cerrarse de manera definitiva. Sin embargo, el escribir sobre la congoja de la pérdida, el dolor, el hacerse consciente del peso de la soledad, permite que todas sus partículas vayan depositándose en el fondo de este mar llamado corazón, haciendo más leve convivir en el espacio que ocupa tanta ausencia.”
A mí me invita a picar en ese anzuelo Carlos Gámez y yo abro la boca y muerdo. Yo a mi vez le tiro la caña a Sergi de Diego que no abre la boca ni pica; así entre todos vamos sumando bocas y anzuelos, nos armamos de inspiración, cigarrillos, almas descarriadas y un fanal de poesía que nos alumbre este camino sin final.
Beigheder dice: “He odiado el confinamiento, pero me gusta la ralentización”. Cuando la presentación de esta tarde termine y dejemos de dar vueltas al círculo poético, soltaremos nuestras manos para corretear desnudos hasta que nos echen del Bataclán al contaminado mundo exterior.