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jueves, 9 de marzo de 2023

Cualquier verano es un final. Presentación en Barcelona. Ray LORIGA (2023)

                                                                    Fresan, Loriga y Murillo
 


Queríamos ver el parche en el ojo ajeno; y lo vimos. Lo vimos en Barcelona en La Central del Raval. Le vi subir las escaleras y pasar por encima de mí, mientras pagaba el libro, el libro es un Alfaguara y se titula Cualquier verano es un final. Esa misma tarde era el funeral por la muerte de Paco Robles, editor y fundador de la editorial Candaya. Decido ir a la presentación y no al funeral. Hace cinco años que vi por última vez a Ray Loriga en el CCCB, tengo alguna foto de aquel momento, lo del tumor entonces no lo sabía nadie y él bebía cerveza con las gafas de sol puestas. Entre aquel público de entonces su amigo argentino Rodrigo Fresán.  Aquel día sufrí una caída antes de llegar al CCCB y me hice una fisura en el codo izquierdo, dos días después fui al médico. 

Así que estoy en La Central, comprando el libro y veo que Loriga sube las escaleras, focaliza con el parche y con su ojo bueno ve que alguien, ahí abajo, compra su libro, cruzamos esas dos miradas. Arriba le hacen una entrevista, lo gravan en video, al lado su agente y entra en escena uno de estos curiosos que da vueltas muy despacio alrededor del escritor, como un tiburón de los documentales; mira el parche. Yo también me uno al curioso, como otro tiburón más doy vueltas, miro el parche. Los tiburones nos cansamos pronto, así que me desentiendo del asunto y me voy a las aguas profundas de la habitación del pánico y allí, encerrado con la espalda en la pared, veo a Murillo. Enrique Murillo, hace treinta años, fue (entre otros) el editor de Ray Loriga y tres o cuatro años atrás, ya jubilado, editor de Marina Perezagua a la que acompañó un tiempo, después del cual, y por segunda vez, se volvió a jubilar; cerraba así un círculo en cuyo interior el hombre Murillo alter ego del hombre de Vitruvio dejaba allí encerrada la proporción ideal del olfato literario y la edición. La habitación del pánico estaba llena de lectores de los años ochenta, de un par de generaciones posteriores y de la generación actual representada por Luna Miguel y Sita Rubert; acompañaban a Ray, Ignacio Echevarría, el mundo de Random y su presentador Rodrigo Fresán. En el instante de entrar reconocieron la larga sobra de Murillo, se ve que le aprecian, Loriga y Murillo se abrazaron con amistad, a pesar del tiempo. Cuando Luna llega, aparca en una cuarta fila, cuando llega Sita Rubert lo hace en la primera, frente por frente de Loriga.

Fresán y Lóriga son amigos desde hace más de media vida. Desde hace años cada vez que Loriga viene a Barcelona, Fresán está con él. A pesar de ese detalle, que me choca, leo con devoción a Lóriga y no consigo leer a Fresán, ni juntando fe, esperanza, ni caridad, consigo leer a Fresán, lo intento, pero no lo consigo. Supongo que es un escritor muy superior a Loriga sin embargo es también un escritor envidioso que reconoce el talento literario de los demás y también el de su amigo, algo que a toda costa y como purgando su culpabilidad, explica en público en referencia a frases que le gustan de la novela, con una expresión que lo define <<por qué no se me habrá ocurrido a mi>>, mientras tanto Loriga bebe agua. Rodrigo escribió hace años un libro que se titula El fondo del cielo, de este libro para la edición -Dominicana en Miami-, Elidio Latorre escribe: <<La novela es un tríptico episódico que semiotiza la proposición narrativa de la cual desprende la trama>> El sentimiento cuando leo a Fresán es ese: <<untripticoepisódicoquesemiotiza>> tal cual, sin embargo cuando Loriga lee Historia argentina, que es otro libro de Fresán, escribe: <<En Rodrigo estaba el observador, pero también el ingeniero, estaba el paisaje, el constructor del puente, y el hombre que lo cruza.>> y esto <<Sus viejos libros son el pilar del placer que la lectura de sus nuevos libros me sigue proporcionando>>. Así que en el ánimo sigue estando el interés por Fresán y en volver a ver a dos amigos hablando de su amistad, y a la vez de la amistad que se narra en Cualquier verano es un final. 

La razón por la que vengo a verlos es porque  el rato que paso con ellos me calma, me aleja de todo lo demás, el humor que se comparte es suave, me asomo al paisaje desde ese puente y me abandono a mirar como el agua pasa por debajo sin necesitar meterme dentro; con ese recuerdo me voy y con ese recuerdo otro día vuelvo a asomarme a ese mismo puente o a otro cualquiera y lo puedo olvidar y volver cuando quiera sin que me esté retumbando durante el resto de mi vida. A todo esto, Luna no se movió, no dejó de mirar el móvil ni un instante hasta que apareció Unai Velasco con bigote o sin bigote y dejó de estar sola; y Sita, pobre Sita, no dejó de remover una melena que no la dejaba en paz, ante la mirada perdida del parche, el precio por ocupar una muy cercana fila uno. 

  

                                                                        Echevarría

                                                                Sita, Ray, Luna (sentada) y Rodrigo F.

domingo, 5 de marzo de 2023

Magnífica desolación

 Javier Moreno. Presentación en Barcelona (5 de marzo de 2023)


La cita que utiliza Javier Moreno podía haber sido la de Mateo 1.1., la de cualquier evangelista, pero es el comentario de Aldrin al ver la tierra desde el Apolo 11, la nave espacial que en 1969 le llevó a la luna: <<magnífica desolación>> Y ese es el título del libro que hoy por la mañana, muy acertadamente, le presentó Víctor Balcells, con esa cadencia en el hablar que caracteriza a la familia Vila Matas, tal y como podía certificar por asistir entre el público y en la contraportada del libro, Enrique Vila Matas. Como acto previo, ocho escritores de la casa rindieron homenaje al editor Paco Robles que falleció hace algo más de un mes. El lugar utilizado por Candaya, como otras muchas veces en Barcelona, es la librería Documenta. El frente del homenaje lo formaban Fernanda García Lao, Juan Soto, Alex Chico, Eduardo Ruiz, Isabel Cristina Arenas, Carlos Vitale, Jorge Larrosa y Bruno Lloret y, aunque no lo vieran como en tantas otras presentaciones, detrás de todos ellos, estaba Paco; esta vez como sin querer, Olga había dejado una fotografía suya apoyada en la pared. Todos crearon un voltaje de emociones que hacía difícil respirar, hablar sin llorar o llorar sin más, así que recogimos los llantos y dejamos aplausos en la memoria, sin palabras y sin ruido. El homenaje, según Olga, se está repitiendo en cada presentación, en cada librería, en cada ciudad con la que recorren buena parte del país, con el maletero, como contaba Juan Soto en su intervención, <<tan lleno de libros que no cabía uno más>>; hace un par de días estaban en Zaragoza y así van a seguir porque esa es también una de las marcas de la casa, esa y editar mano a mano con cada autor que, según ha quedado claro, forman parte de la propia familia, en el caso de Isabel Cristina el rango de Paco era el de padre. Ellos lo saben y lo saben porque unos cuantos, o todos, dejaron sus países o su nación vacuna para instalar sus huesos en Barcelona. Si alguien sabe de pérdidas es cada uno de los que encuentran a alguien en quien confiar, aquí al lado, a ocho mil quilómetros de casa, o como Aldrin a 384.000, con bosques y caminos sembrados de curvas. 

Magnífica desolación comienza así: <<El camino estaba sembrado de curvas. Impredecibles. Tormentosas. Derecha. Izquierda. Otra vez izquierda.>> Magnífica desolación termina así <<O quizás emprendía la búsqueda de algo desconocido, un secreto que yacía oculto en el interior de aquel bosque.>> Entre curvas y secretos, vamos a seguir.





Entrevista de Marc Caellas:

https://www.rtve.es/play/audios/todos-somos-sospechosos/sororidad-desolacion-10-03-23/6830977/

martes, 31 de enero de 2023

Paco ROBLES

 (Diario) 31 martes

                                                                                                Candaya


                                                                               
                                                                            <<Voy a reunirme con los mios>> Génesis 49.29

Termina enero con la muerte del filósofo Xavier Rubert de Ventós de quien conozco a su hijo Gino, pintor, a través de José de León y por su exposición en el Tecla Sala de L’Hospitalet; y termina enero con la muerte de Paco Robles, en realidad Paco Candaya a quién sí traté desde hace años, porque desde hace años me consideran una parte de esa tribu Candaya de la que tanto Olga como Paco se sentían muy orgullosos y agradecidos. Con los dos estuve el sábado 28 por la mañana en la NoLlegiu, presentaban un poemario de Sara J. Trigueros, librera alicantina de 80 mundos, y allí estaba Paco, discreto como siempre, sentado en la segunda fila, esperando como uno más que comenzaran a hablar, con esa sonrisa genuina de algunos hombres buenos, una persona callada que observa desde la distancia y que si tiene que decir dice. Ese es el tipo de gente que me gusta no por su simpatía más bien porque son de fiar, no frivolizan. La tercera pata de esa pareja es la editorial Candaya, construida piedra a piedra desde la independencia, luchando por cada libro, cada autor, cada presentación, sin regalar nada y entregándose que es algo que no todos entienden. Estuvieron comiendo en casa cuando vivía en Olivella, asistí a cuantos eventos literarios pude asistir, entre otros, la inauguración de su sede de Poble Sec en Barcelona y los míticos viernes de Candaya donde Olga cocina croquetas y el maestro cervecero del barrio, un barril de cerveza. Siempre hablaban de la generosidad de los demás cuando los anfitriones eran ellos, los dos, Olga y Paco, Candaya.
Sin saberlo, mientras ellos mueren, leo “Vivir con nuestros muertos” (Libros del Asteroide) de Delphine Horvilleur, rabina, escritora y filósofa francesa: <<Nadie sabe hablar de la muerte y puede que esta sea la definición más precisa que se pueda dar de ella. Escapa a las palabras porque rubrica precisamente el fin de la palabra. La del que se va, pero también la de quienes lo sobreviven y que, en su estupefacción, siempre harán un mal uso de la lengua. Pues las palabras, en el duelo, han dejado de comunicar.>>

jueves, 13 de octubre de 2022

La muerte profunda

 



La celebración de la vida consiste en saber morir … a los padres, los amigos, los allegados. Diana Zaforteza está ahí y en su nombre, la rodean todos los que la conocen, la quieren, su familia más íntima, sus amigos. Os veo a todos, sé que algunos pocos sabéis morir, otros, los más jóvenes, en este mismo momento en el tanatorio de las Corts, lo estáis aprendiendo. Diana era de las que sabían morir, aprendió hace años con su padre. Después, siguió aprendiendo; al ser editora tenía un altar excepcional para celebrar la vida, editó con refinada elegancia a escritores suicidas que se hicieron amigos, editó lo que quiso, con libertad y cuando ya no pudo se rodeó de los amigos y también con total libertad, lloró. El tiempo para llorar es algo que solamente adquieren los que también han tenido tiempo para celebrar la vida. Y ahora estamos aquí sin pedir explicaciones porque aprendemos, sabemos morir. Movimiento único, fue el último libro que Diana editó. En la última página de ese libro y ante la muerte de Bolaño, Diego Gándara escribe: <<Rodrigo me dijo que no me entristeciera, que a los amigos había que amarlos en vida y que después sólo tocaba recordarlos>> A partir de ahí y frente a la muerte reciente, como último eslabón de la cadena, el trabajo de la muerte profunda, tantas veces escrita por Lou Reed y Manuel Vilas, el tiempo.



miércoles, 1 de junio de 2022

La aurora cuando surge. Manuel Astur. Acantilado. Abril 2022.


                                                              Feria del Libro de Madrid (2022)


Manuel está aquí, a pesar de las poluciones nocturnas y el ensimismamiento, está aquí, con nosotros, con su padre y Raquel. Ha conseguido formar con sus despojos un escritor. Ahora no se da cuenta y pasará un tiempo hasta que este mensaje le cale y lo entienda, aunque da igual y aunque no se entere, el libro lo ha escrito.

En La aurora:

hay una mujer que grita en Génova y hay otra que contesta gritando en Palermo, entre ellas zumo de limón con sal. Hay un diálogo constante con la naturaleza, los muertos, los recueros, el padre.

Astur después de años de fiebre ha terminado por crecer del todo, también en la literatura que es su campo. Le dejé a un lado hace años y ahora le he recuperado por culpa de un viaje mio a Roma. El Astur de ahora -desde San- es capaz de describir cualquier cosa de cualquier lugar, está tan dotado para ver los detalles que, se encuentre en la isla de Maggiore o en San Pedro de las Pegas, siempre va a tener algo de lo que escribir y ofrecerlo con una sonrisa como el regalo de cumpleaños de un desconocido. Es capaz de estar rodeado de mosquitos y montarse una descripción de la noche como nadie lo ha escrito nunca, es capaz de estar en la gran explanada del Vaticano y compararlo con la inmensidad de un campo de Castilla. Es capaz de describir un amanecer con una sola frase y quince palabras. Es tan grande Astur que le empiezo a odiar como se odiaba y envidiaba a David Hammings, Frankie Goes to Hollywood,  Roman Polanski y Sharon Tate. Se les odia -e incluyo a Raquel su pareja- porque son jóvenes, apuestan por un estilo de vida en el que eran jóvenes Joe Biden, Jack Nicholson, Charles Manson, Twiggy, o Anita Pallenberg, caminan descalzos con una caja de vino y se visten con sombreros diabólicamente grandes como si su mundo no se hubiera vuelto viejo y fuera aquel de los hippies de los años sesenta, Corso, Ferlinghetti, A. Burgess, donde todo se creaba por primera vez y los pulmones aguantaban sin defenderse. Este viaje de Astur entra ya en el mundo de los libros clásicos e imprescindibles para recorrer Italia, con Dickens, Shelley, Byron o Pla.

En la Aurora:

ante dos crías de conejo, muertas, dice: “No quiero convertirlo en señal de nada. Las señales las escribo yo. Una señal, como un poema, echa a rodar y no deja de crecer hasta que te arrolla.”

Ante la “chica moderna” dice:  “En el jardín del bar, una chica moderna con tatuajes coloridos en el muslo derecho hace la prueba de sonido para un concierto que dará luego. Tiene la voz bonita y corriente.” Esa es la ilusión que nos provoca, podía referirse a ella como con una “voz triste”, pero no, sujeta al caballo por las bridas, deja claro quién manda en la descripción, así que la voz de la chica es <<corriente>>. Igual que antes y ante la evidencia de la muerte dice, “las señales las escribo yo.”

Señales es lo que encontramos, continuamente. Esas señales vienen provocadas por dos tipos de recuerdos, el de la inmediata belleza de lo minúsculo -por eso toma tantas notas- y, por el contrario, con la evidencia del dolor por la muerte del padre, el tacto de su memoria, todo en el mismo viaje por Italia. El efecto que provoca esa evidencia del dolor en el interior de nuestras cabezas es el mismo que el de un niño jugando con una pelota loca de pin-pon, bota y rebota, no la puedes atrapar ni dominar.

Y de Raquel dice: “–nunca he conocido a nadie que se abra así con el sol–“. Con esto sería suficiente, pero no lo es, si no fuera por lo demás: “Un argumento…La brisa…Un espejo…Las primeras gotas…El sol superando los tejados… Un rayo de luz que me apuntó a mí en particular.

A medida que avanzo sobre el libro, a medida que entro en su rutina, viaje, padre, recuerdo, yo, viaje, poema, polvo, padre, paisaje, recuerdo, el lago, el mar, las ruinas, creo que Astur también escribe esto: <<La lucha de las autoridades consiste en quitar el polvo antiquísimo que se va depositando sobre todos los lugares que se administran. Si no lo hicieran los pueblos y, más aún, las grandes ciudades desaparecerían en un breve espacio de tiempo>>. Pero no, esto lo escribo yo, exactamente aquí y ahora.

Hubo un tiempo en el que Astur era Cuno Amiet. No estoy seguro, no sé si ese tiempo ha pasado.