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martes, 12 de abril de 2011

LA NOCHE DEL CAZADOR

                     (Este escrito es un homenaje a Güera, un cazador extraordinario)

Murió ayer, lunes once de abril, en la cama del Hospital Virgen de la Regla en León. Murió de cáncer, rodeado de su familia, de sus dolores, solo, suspiró dos veces y murió.
El día 2 de noviembre de 2010, hace cinco meses, estuvimos cazando con él durante cinco horas, en el monte de Quintanilla entre la comarca de la Cepeda y la comarca del Orbigo; y al día siguiente. Durante todas esas horas, no sentí ni una sola queja, ni un gesto de dolor, nada, solo la tensión de la caza, el color del otoño, los erizos de castañas tapizando las laderas, los perros, el olor a tomillo,  más de media docena de beagles acostumbrados, incansables, nerviosos y los tiros, retumbando opacos.

-No hay nada que hacer –dice el médico-

Ya todo el mundo sabe que no hay nada que hacer, todos lo saben; pero su mujer quiere que alguien le cuente “que no hay nada que hacer”, de otra forma, de una forma que se pueda entender, que ella lo entienda. Quiere entender que EL pueda volver a casa, a no hacer nada, a sentarse en la puerta de la calle (un día más), dar de comer a los perros, (un día más), discutir un día más, pero solo la dicen: “no hay nada que hacer”.
Güera, mientras tanto lucha contra todos, quiere que le saquen de allí “tirar de mi”, quiere volver a casa, quiere respirar, quiere volver a sentir el aroma del tomillo y del romero (una vez mas), no estar solo; y no hay respuesta, todos miran a su alrededor como si no entendieran algo tan sencillo.

-Amurria –dice- tira de mi para levantarme.

Los que saben que ya no hay nada que hacer, también saben que uno no puede morir en su casa, en su cama, rodeado de todo lo que le ha rodeado siempre. Es, esa ley: “deberás morir en la habitación de un hospital, aislado y rodeado de seres queridos”.
Todo lo demás ya lo sabéis, no hace falta que os lo vuelva a contar. Solo una cosa que quiero que no olvides nunca:

-Estuvieron ladrando –cuenta Honorino un vecino del pueblo- sería a esa hora más o menos. Fuimos a ver si es que había alguien, pero no había nadie y no dejaban de ladrar.

Junto a la casa, en la finca donde guarda los perros, (a cuarenta kilómetros del Hospital), durante dos horas los beagles ladraron sin consuelo… las últimas dos horas de vida. Después anocheció para el cazador.

Hoy cuando regresó a la tierra del padre, para ser enterrado, los perros guardaron silencio.

lunes, 4 de abril de 2011

OSCURIDAD

 
La noche era cerrada, las personas desaparecieron pero la noche no estaba sola.
-La noche nunca está sola –dijo alguien-

Era la oscuridad y había que correr. Ahora, con suficiente energía, a la noche la arrinconamos hasta los confines donde ya no se vive. Como todo, tuvo un principio vacilante, doloroso, el Principio de Todas las Cosas. Duró mucho, pero poco a poco, la noche fue recuperando lo que era suyo y con la noche, las personas tuvieron que volver a donde Todos Viven, pero eso no era suficiente para la Noche.

Nadie recuerda, pero el final empezó con el primer apagón de Nueva York, (después naciste tu), que continuó con un apagón prolongado en Tokio, pasaron algunas cosas y después… y a partir de ahí, Nada.
 
-Corre, corre a casa antes de que se haga de noche –dijo con cierto temor-

Se escuchó el trotecillo, alguien corría. Escucharon que una puerta se cerraba y casi al instante, alguien dio la luz. Aquella vez fue así, pero tienes que saber que la Noche se quedó fuera esperando.

viernes, 1 de abril de 2011

ROGER WATERS



Antes de que nadie salga, en el escenario, a oscuras, espera un maniquí con un abrigo de cuero y estética SS. Un minuto antes de que apaguen las luces del pabellón, la respiración de los incondicionales se empieza a notar, hasta que los motores rugen y aparece el mito, vestido con camiseta y pantalones negros y deportivas blancas, es Roger Waters y está solo.
Roger W, mantiene esa voz prodigiosa, toca el bajo, dirige, actúa, se disfraza, predica con una dicción perfecta, hace todo lo que quieras y más, pero está solo, no es un líder carismático, era el cantante y bajista de la formación original y ahí está, con todos los derechos en lo alto del muro, caminando de un lado a otro, paseándolo como el dueño de una fortaleza por todo el planeta, montándolo y derribándolo desde Toronto hasta Moscú, con una buena banda de asalariados, cinco cantantes, un bajista, dos guitarristas, un piano y una batería y el propio Waters con su mástil y su embergadura, solo, viejo (68 años), millonario y en forma, nadie puede pedir nada más, porque además la legión de seguidores estábamos allí, esperamos dos horas tumbados en la pista del Sant Jordi, sin fumar, totalmente despejados, bebiendo sin prisa cerveza a 4 euros la caña (ladrones¡), mientras la mayoría ganaba el tiempo fuera, fumando y bebiendo más barato, hasta el último minuto.  La corrección del público me pareció algo increíble, tratándose de un concierto de estas características, ni humo, ni LSD, ni psicodelia, ni Syd Barrett, ni Wright y el resto del estadio sentado confortablemente en las gradas, comiendo, bebiendo y mirando con esa curiosidad de las buenas ovejas, temerosas y bien adiestradas de un gran rebaño.
 
 Hubo todo lo que todos queríamos ver, un muro de sesenta metros de largo por quince de alto, que se fue construyendo pieza a pieza, marionetas gigantes, un avión sobrevolando y estrellándose, fuegos artificiales, desfiles filo-nacis con banderas, B52 bombardeando su carga de esvásticas, hoces, martillos, cruces, dólares, sobre el mundo;  más proyecciones de nacis, comunistas, árabes, judíos, curas, dibujos animados con una línea de luz que se convierte en dos flores que se acarician, luchan, se unen y terminan apareándose y matándose, mientras la luz hecha raices (psicodelia). No se si fue antes o después, el número de los niños rebeldes que no necesitan educación, frente a la marioneta/profesor, también estuvieron allí  y todas las canciones de esta ópera, divididas en dos partes de una hora cada una, con un intermedio en el que se proyectaron fotos sobre el muro ya construido,  soldados y mártires fallecidos en los cuatro continentes.

 La primera parte musical y llena de espectáculo, nos tuvo a todos locos mirando de un lado a otro, entre explosiones, banderas, desfiles, proyecciones de color y sonido sinfónico y mientras, rompiendo la prohibición, la gente empezó a fumar marihuana a escondidas, hasta que el aroma se fue extendiendo por todo el palacio (a escondidas). La segunda parte, fue cine en esa inmensa pantalla del muro, una recopilación de imágines de la película, ovejas, perros y cerdos, desfile de martillos, todo muy de aquellos años 70, contra toda aquella disciplina, de la que hoy apenas queda nada y queda todo (un par de centímetros por debajo de la línea de flotación) .
 De alguna forma Waters intenta llenar de contenido contracultural el espectáculo, sigue vendiendo cosas que ya no se cree nadie,  algo que cuando el muro salta por los aires (una y otra vez), no deja de ser política y engaño, rebozado en un sonido espectacular, unas guitarras que yo nunca había oído, buenos coros, buena filosofía, soledad, falta de comunicación, Roger Waters. Al final de la barra, un chico joven fue sacado en camilla por la Cruz Roja, mientras otro, con algunos años más, danzaba emocionado intentando quitar a manotazos y cerveza ese algo frío que no terminaba de derrumbarse. El muro cayó. Los aplausos, los oímos desde la calle caminando entre Monjuic y las vistas sobre los rascacielos de la nueva plaza Europa, enmarcando el horizonte especulativo y lateral de Barnatown. Ese fue el final de la noche para nosotros, la viñeta real de un enorme paisaje dibujado por Gerald Scarfe. Nos fuimos antes de que nos alistaran para quitar los escombros, antes de que el rebaño de todas aquellas ovejas, saliera en estampida con sus coches calle abajo. Salud.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Frontones: la piel contra la piedra




En la ladera Sur del jardín de los patos de Valencia de don Juan, entre las cuestas y la torre del homenaje del Castillo, había un frontón para el juego de pelota. Aprovechando la inclinación de las cuestas, también habían construido diez filas de gradas que recorrían la pista, cerrándola junto a un sauce centenario, que daba sombra a una de las taquillas y una de las puertas de entrada. Un lugar agradable.
Allí las tardes de domingo la gente se juntaba para jugar a pelota, una tradición vasca y de León. Eso ocurría cuando era niño. Mis abuelos jugaban a pelota en otro frontón aun más antiguo que aprovechaba una pared de la muralla del castillo, lo que hoy es un auditorio al aire libre. El juego de pelota tenía su cenit en las fiestas del Cristo, en Septiembre, donde Felipe, organizaba una liga de pelotaris vascos que era el partido estrella y un segundo partido de pelotaris aficionados de la comarca. Cualquiera que se de una vuelta por los pueblos del páramo y la vega, verá que en cada uno hay frontón y casi todos son al aire libre, siguen siendo un lugar de encuentro para esas tardes de domingo, donde unos hombres fuman y miran y otros juegan, y los niños aprenden.

El juego por parejas o individual es sencillo, consiste en lanzar una pelota (con un bolo de goma, forrado hasta coger volumen y terminado en tiras de cuero cosidas,) y hacerla rebotar contra una pared para que el contrario la devuelva dentro de los límites del campo, hasta que uno de los dos no consigue que la pelota toque la pared o salga fuera del campo. Sencillo. Por parejas funciona igual, hay un zaguero y un delantero por equipo, en total cuatro pelotaris que cubren distintas zonas del campo.

 Jugábamos así a la salida de clase y en las fiestas de septiembre esperábamos el torneo. Por el frontón de Valencia de don Juan, pasaron los mejores jugadores de pelota del mundo, los vascos. Los jugadores de la comarca, ponían corazón, impulso, pero jugaban como juegan los hombres un domingo por la tarde, vestidos de domingo y algo torpes, algo cansados, los vascos movían la pelota y el juego  tomaba vida; por comparar, es como ver un partido de baloncesto de la ACB y otro de la NBA, hay diferencia.

 Los pelotaris vascos eran más fuertes, más rápidos, y hacían rugir la pelota como si una piedra estallara contra la pared y rebotara hasta la línea del nueve, cerca del sauce centenario, en eso también entraba el tamaño, la fuerza y la envergadura de aquellos hombres y por lo que se oía comentar, tenían técnica, algo inaudito para los de la comarca, carentes de toda técnica y mucha voluntad.

Aquel frontón se dividía entre el graderío de sol y el de sombra (con entradas más caras) y el partido comenzaba cuando la sombra marcaba claramente las dos mitades de las gradas. A medida que avanzaba el partido, la sombra se extendía a lo largo de todo el campo.

Hoy todo aquello es un recuerdo, igual que un recuerdo es volver a casa con las manos hinchadas por golpear la pelota, o las tardes fabricando yo mismo la pelota con goma de guante para el bolo, lana vieja de un jersey para recubrirlo y tiras de esparadrapo, que se iban reponiendo a medida que las viejas se gastaban.

Hoy los vascos como los demás, llevan a sus hijos a los frontones, les enseñan el juego.
-Pero al final será un vividor, un futbolista –me dice un pelotari de Bilbao que regenta una taberna-, como todos.

En Valencia de don Juan, ahora hay un frontón cubierto. Para jugar tienes que ir antes al Ayuntamiento para que te abran, poder entrar, y al final, como siempre, algo que era un juego público, un lugar de reunión, se convierte en un juego dirigido por una administración, que se termina agotando, que necesita de un presupuesto y algún concejal dirá: “y una escuela reglamentaria, un uniforme, para que los niños aprendan la técnica”; y pelotas rematadas en cuero legítimo.

El último recuerdo es ver los terrenos vacíos del frontón, convertidos en aparcamiento y jardín.
-¿Y el sauce? –pregunté a un vecino-
-Un día de tormenta –dijo- lo partió un rayo.

jueves, 17 de marzo de 2011

El último día del invierno (y II)

(Cáncer :  Cuando el organismo produce un exceso de células malignas, con crecimiento y división más allá de los límites normales.)


Quizá el cáncer sea una de las enfermedades más asquerosas. Da igual a que órgano afecte, da igual la edad del enfermo, da igual los protocolos del tratamiento, las palabras de los médicos, el dolor, el sufrimiento. Da igual, el Cáncer es exigente, te come despacio, sabe que una vez que te ha mordido, recorrerás la distancia y después quedarás tendido para poderte rematar, sin prisa, sin inmutarse.
Pero antes ya perdiste el pecho, una pierna, un dedo, un pulmón, el pelo, te quemaron las entrañas, te sentaste en los sillones donde proporcionan el tratamiento, con los demás pacientes a los que terminas tomando afecto, mientras alguien espera fuera, siempre alguien espera fuera, con los demás que esperan.
-Hoy tiene curación –dicen algunas voces- si se pilla a tiempo

Se citan los casos de las curaciones y los casos nuevos. Te miran al pasar y saben que es Cáncer. Y el Cáncer sabe que tiene los días ganados, que no será hoy, ni mañana, que tiene los días contados, campaña tras campaña.
-Ha muerto la madre de Arancha.

Y huele a frío y jabón y si hace calor, huele a enfermedad, análisis, esperas. Preocupación. No hay niños que jueguen allí, los niños esperan en su caja de cuentos a que vuelva papá y mamá y la abuela, a que todos vuelvan. Pero quizá de ese viaje, mamá ya no volverá, ni siquiera para cantarte una canción que tranquiliza, creías que eso no pasaría nunca, pero el día llegó, cuando no estabas a su lado y tu todavía esperas otras canciones más. Lloras, lloras porque la abuela no volverá a besarte, la yaya, l’avia, la señora mayor que te miraba y sonreía. Ya no la volverás a ver. Y lo  peor todavía no ha empezado, después de que la incineren o la entierren, después de llorar con los amigos, después de la primera noche, abrirán las panaderías, los mercados, el vendedor de cupones abrirá su quiosco, el metro pasará a la misma hora, y tendrás que volver a tu trabajo y eso es injusto porque no se dan cuenta de lo que sigues sufriendo y llorando y buscarás un lugar donde nadie te vea, para que nadie sepa que la vida sigue y que no te queda otra. Yo buscaba el mar, junto a la iglesia de Sitges.   Hay quien busca un jardín, un callejón con gatos viejos, un bar, un club, una sala de cine, algo de calor.
-Ha muerto la mujer de Ciano.

Con tratamientos conocidos, te da tiempo a una última carta a tus hijos, sabes que no podrás extenderte mucho, tomas papel y bolígrafo, un lápiz de colores y escribes las notas que te parecen y dejas sitio para que caigan las lágrimas que sean necesarias, administras la dosis para los que puedan leer ese último recuerdo. Me lo contaron, se generan células de forma desordenada y si eres viejo generas menos y aguantas más y si eres joven, crecerán de nuevo, se dividirán en exceso y de forma desordenada, más allá de los límites normales. Sencillo y eficaz, tanto que en el mundo, más de siete millones de personas mueren así, cada año. No les conoces, y eso cada año.

Sencillo y eficaz. Todo lo demás, todo lo que acabas de leer es literatura. El espacio que queda entre la literatura y la muerte, ese es el espacio que te toca recorrer, hazlo de forma tranquila, pero no lo olvides y no dejes de vivir ese camino. No sabes en que momento a ti también se te acaba.

Y desde que escribo esto, hasta ahora mismo, que lo vuelvo a leer, salen nuevos casos, casos conocidos de políticos, que también respiran el mismo aire contaminado que tu, que también beben y se lavan con el agua depurada, igual que los demás. Pero ellos no esperan, para ellos siempre se abre un urgente protocolo de prioridad. No quiero seguir por este lado de la vía, no llega a ninguna parte.

-Vete pensándotelo, ¿cuando te toque a tí, qué vas a hacer?.



Recomendaciones: Tiempo de vida - Giralt Torrente (Anagrama). Andrés Barba en su artículo de la contraportada, Babelia nº1002 de El País y los libros que allí se recomiendan.
Fotografías: Alejandro Fernández Cabañeros