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viernes, 30 de noviembre de 2012

WILMAR CABRERA


Los fantasmas de Sarriá visten de chándal
Editorial Milenio. Narrativa
Biblioteca Clará. Barcelona.





Mientras parte del mundillo literario fermenta en críticas cínicas, espasmos, cambio de pañales, ironías, maldades vanidosas, bandidaje, este tipo va por su sombra escribiendo de fútbol. Yo no se nada de este deporte  pero ayer en la Biblioteca Clará de Sarriá, noté la pasión que siente la gente aficionada, pasión y sentimiento. Pero tanto las pasiones como los sentimientos cuando se organizan en Clubs, Bancos, Cajas de Ahorro, Peñas, Loterías, Corredurías de Comercio y otros chiringuitos manipulados por directivos codiciosos, terminan convertidos en ceniza y nostalgia.

Wilmar Cabrera nació en Palmira (Valle del Cauca) Colombia, pero allí no se toma buen café. Hay algún que otro escritor colombiano conocido como García Marquez, Alvaro Mutis, Héctor Abad Faciolince, Laura Restrepo, Vásquez, y parece que Wilmar se ha unido a ese grupo que busca fuera de las fronteras ese buen y tonificante café colombiano, que tenemos por aquí. Este tipo se ha movido de un lado a otro y me gusta que entre todos estos sitios haya recalado en Kingston, Jamaica
-Si, si, cultura rastafari, si, buen café amigo, jee, jee.

Pero el deporte que realmente le gusta a Wilmar, lo que de verdad le pone es andar en bici, pedalear, subir y bajar de la montaña, con un paisaje cenital de Barcelona al fondo, visto desde Vallvidrera. Pero no ha escrito de ciclismo, ha urdido una historia tomando como escusa
-El mejor partido de la historia del futbol.

Ese partido se jugó en Barcelona en el año 1982, aquel año del mundial de futbol, cuya mascota, hermano, era una naranja a la que llamaban, “naranjito”.  Pero en el 82 España era un país moderno, europeo, pop, había salido de la noche de los muertos vivientes y en Cataluña todo el mundo contento con la autonomía, cantaban a todo pulmón Raimon, Serrat, Paco Ibáñez, Mª del Mar Bonet, Llach y los modernos de glamour en aquel Studio 54 del Paralelo, con Depeche, Pet Shop Boys, The Cure, Bowie, todos con hombreras y rimel y estas cosas de la moda, cosas como las costuras impermeables del balón Tango España 82 de Adidas con el que se jugó aquel mundial.

Los aficionados al futbol, los de verdad, conocen los detalles, guardan álbumes de cromos de los jugadores, recortes de revistas, todo lo que se escribió en prensa, bien encuadernado, como demostró en la Biblioteca Clará, Dani Kirchner que con nueve años estuvo en aquel partido con su padre y guarda en su casa este tipo de colecciones, cosa curiosa siendo del Barça y esta es la afición, cons sus bares, sus amigos, sus tardes de cigarrillos y cervezas y bocadillos y discusiones; y ahora Wilmar un colombiano en Barcelona, pone a andar este libro al que titula Los fantasmas de Sarriá visten de chándal, una novela que comienza con un balazo en la pierna de un tipo que mientras muere en la acera, recita la selección italiana de fútbol del Mundial de España, la que eliminó a Brasil de cuartos de final:
Zoff…Scirea, Cabrini, Oriali, Collovati…
- Aquella derrota supuso para Brasil, lo mismo que el hundimiento de las Torres Gemelas para Estados Unidos. Desde entonces el futbol brasileño dejó de ser lo que era.

-Gentile, Tardelli, Antognoni, Conti… Rossi y Graziani.

Y como dice la contraportada del libro, Wilmar Cabrera ha tejido un entresijo literario que en muchas partes es una crónica deportiva, de esas crónicas que no escribe Ray Lóriga, porque el fútbol le gusta demasiado y en esa fabulación, también aparece como personaje el jardinero que cuidó el césped del estadio de Sarriá durante cuarenta años, aquel estadio mítico que era la casa de los aficionados del Español, que alojó el mejor partido de fútbol del mundo y que causó tanto dolor en esa afición al ser derribado. Hoy allí hay pisos y los fantasmas de Sarriá siguen llorando en silencio cuando recorren General Mitre, Doctor Flemning y la Avenida de Sarriá.
-¡Aficionados a mi!  
exclamaría hoy cualquier dirigente de cualquiera de estos Bancos y Chiringuitos intervenidos por mala gestión.
Desde Jamaica alguien solo dice
-Jee, jeee, jee.



sábado, 17 de noviembre de 2012

PLAYA DE ÁKABA




Es la última editorial y llega de la mano de Lorenzo Silva y Noemí Trujillo. Hoy a las doce del medio día ha nacido en Barcelona en la Casa del Libro; firmó como testigo-poeta Carlos Zanón y bendijo el también poeta Santiago Tena. Todos los demás hicimos coros, saludamos y acompañamos al recién nacido.
Lorenzo Silva justificó el nombre de la editorial, como la playa en la que descansar después de cruzar el desierto de Nefud (en referencia a T. E. Lawrence en el levantamiento árabe contra los turcos 1917-1918). Muchos escritores de talento, ven como sus libros no encuentran editor o se editan de una forma muy precaria, que esa producción queda fuera de mercado, por eso esta editorial busca en ese hueco un espacio para crecer, editar de forma respetuosa con el libro y el autor y para llegar ahí, cuatro pilares que son una colección de poesía, obras clásicas, narrativa e infantil y esa edición partiría, tal y como explicó el autor y se puede leer en la web de la editorial como “ un modelo intermedio: literatura de calidad, impresión bajo demanda, distribución en librerías, presentaciones y venta de Ebooks.
No me cabe ninguna duda de que va a ser así. Estos tipos se levantan a las cinco de la mañana y disfrutan todo el día de su trabajo, escribir, leer, viajar, compartir con la familia y los amigos, ampliar círculos, asistir a todos los compromisos, con esa seriedad, honestidad y fiabilidad de los motores alemanes junto con la dulzura y la inmensa sensibilidad de Noemí Trujillo, que no es una persona sino un duende. Esto último no, pero lo primero lo pude comprobar, cuando asistió a las charlas de la Pompeu organizadas por Jordi Carrión, el día siguiente de ganar el Planeta y vérsele después en el Getafe Negro y otros compromisos, sin fisuras y con esa entrega que pone Silva a cada paso, cuando quizá lo más cómodo hubiera sido no ir, por puro agotamiento.

 Y saldrá adelante esta editorial porque ese camino de Ákaba ya lo recorrió Lawrence de Arabia en una situación más arriesgada y más penosa, pero con la misma convicción, con la misma entrega, rodeado de amigos con quienes soñar juntos en algo tan básico y simple como es conocer el terreno. Silva y Trujillo saben que clase de arena pisan en este desierto, lo saben porque lo publican “Aprende todo lo que puedas sobre tus jerifes y tus beduinos. Llega a conocer sus familias, clanes y tribus, amigos y enemigos, pozos, colinas y caminos….Llega a hablar su dialecto del árabe, no el tuyo.“  Los dos son escritores, saben de lo que escriben y del trabajo que cuesta, del miedo y la soledad, la angustia y lo duro que es seguir escribiendo cuando nadie te publica, la insistencia de continuar ese camino, intuyendo que en el final llegarás a ver el mar, pero rodeado de ese desierto en el que sin duda muchos desfallecen, porque el trabajo es largo, muy largo. Lo saben y te tienden esa mano.

Hoy sábado abrieron esa puerta de cristal y uno de los que estaban allí para contarlo era Carlos Zanón, un novelista que escribe poesía y un poeta que se ha metido en el territorio de las novelas. Ahora reúne en este libro “Yo vivía aquí” un antología poética, que suena a desahucio o a paisaje quemado, que va de los años 1989 a 2012. Y en esa casa o en ese paisaje viven seis libros “El sabor de tu boca borracha”, “En el parque de los osos”, “Ilusiones y sueños de 1000 maletas”, “Algunas maneras de olvidar a Gengis Khan” “Tictac Tictac” y “Rock’n’roll”. Zanón tiene un perfil muy contundente, casi tanto como D. Carlparsoro, y sin embargo cuando se pone a recitar se emociona y te levanta los pelos y la piel y se emociona más cuando habla de Isabel Núñez y eso hizo que todos los que estábamos en la casa del libro, estalláramos en un silencio explosivo. La complicidad de un poeta va siempre de la mano de sus versos y estos son algunos de ellos: “La soledad no es añorar/ a quien amas y no está./La soledad es no añorar/ a quien no amas y está”, el poema se titula El caníbal y es del cuarto libro. Vas a disfrutar.

Ya te dije antes que Noemí Trujillo, es un duende y se lo dije así a Lorenzo mientras me firmaba su libro. Y además se le toma la voz cuando recita porque se emociona, sufre, es cómplice con caricias y sonrisas y sabe que se ha metido en un buen lío con esta editorial, pero ahí está,  recita y se le toma la voz, por eso prefiere que para leer sus poemas suba al atril de la Casa, el poeta Santiago Tena y este los recita a tono y fuego, pero a la misma languidez de un paisaje con lago a las seis y media de la mañana. 
Fue algo así; en una hora conocíamos las intenciones y los afectos, pero duró más porque se organizaron tres colas para firmar, un tic tac de saludos y deseos y fotos y esos círculos de cosas que suceden cuando la gente se junta alrededor de un recién nacido al que todo el mundo quiere ver y sacar un parecido.
Fue algo así y Lorenzo Silva terminó la presentación con este poema de Noemí: “A veces me nacen ortigas porque me abandono”. Nadie, en aquel momento, estaba dispuesto a que eso ocurriera.
Mi hijo de dos meses también estuvo allí y por su naturaleza lloró.

Solo fue un post. Noemí Trujillo
Yo vivía aquí. Carlos Zanón
Camino de Ákaba. Thomas Edward Lawrence.

http://playadeakaba.com

 
Decían que se llamaba amor,
lo que hizo que Sylvia metiera la cabeza
en el horno,
Frida se pintara con clavos en la cara y el cuerpo
y Anne se cansara de ser mujer;
esto que día a día te vuelve débil
y puede matarte mientras duerme contigo.

jueves, 8 de noviembre de 2012

CARLOS GÁMEZ




Presentación de Artefactos. Barcelona, 7 de noviembre de 2012
Casa del Libro
Las Ramblas


Hay pocas cosas que no se pueden disimular, el fuego, el dinero, el amor y la física cuántica. De todo eso lo que más me intriga y de lo que no puedo vacilaros por ser un paisaje desconocido, es la física cuántica.
El tipo que ha escrito Artefactos tenía claras todas las teorías a los veintitrés años. A esa edad yo andaba corriendo detrás de las chicas, a veces colándome en residencias de monjas, cerrando bares y recitando poesía vanguardista (o eso creía yo). Pero eso eran otros tiempos, en los que a la gente se la conocía en los bares, no en facebook, las chicas entonces se tiraba a la calle y todo lo demás era cuestión de estilo y cintura.
El tipo que escribe esta novela, no solo conoce las leyes, estudia la literatura a través de la ciencia y prueba de ello es la relación de los cuatro capítulos Yonqui, Triángulo amoroso, Fin del triángulo e Historias de viajeros, de su novela, unidos por hilos de un tejido que te va cosiendo la cara, la boca, la lengua, los ojos; así de esa manera.

El día 7 de noviembre asistí a uno de los momentos literarios de este otoño de Barcelona, el momento se compone de dos partes; la primera fue en la Casa del Libro de Rambla Cataluña “no puede ser que todos estos vengan a ver a Carlos”, pensé mientras la cola se señoras recorría la librería y la encargada calculaba feliz el promedio de libros firmados; sentado a la mesa de firma sonreía Sergio Dalma. Pregunté por Artefactos y salí de allí en busca de las Ramblas, las de siempre, frente a la Boquería. (pero antes me metí a ojear la exposición de la Galería Senda, Robert Mapplethorpe, a la que tendré que volver). Veinte minutos después llegué a la segunda planta de la segunda Casa del Libro. Allí estaban todos y allí estaba para mi sorpresa Agustín Fernández Mallo y Juan Francisco Ferré (premio Herralde), además de poetas, amigos, niños, bebés, freaques de la ciencia ficción y un guardia de seguridad, que con Cantavella y Fernández Porta, arropaban al escritor, descubriendo un mundo de turnos y civilizaciones, un mundo de paisajes en el que te dejan totalmente desamparado pero eso si, con tu ipad, el jaguar de papá, la lámpara de Ikea, (yo tengo dos) y eso a mi, me llega a través de frases cortas que parece que terminen pero que continúan, punto a punto.

-La novela se lee de forma ágil –le comenté-
Y es verdad, también lo dijo Eloy y me alegró coincidir con un tipo que desarrolla una tesis doctoral (por cada presentación) que siempre sorprende al autor y sus acompañantes. Eloy Fernández Porta cada vez que apoya un proyecto editorial en oro, plata o verso, desarrolla una tesis doctoral que a todo el mundo le pilla con tortícolis y te deja pensando, mientras desaparece despacio y frágil. De hecho en esta presentación, tanto a Cantavella, como a Carlos, como al niño pequeño con mochila, que buscó a su padre hasta encontrarlo, (como se encuentra un juguete entre un montón de juguetes) y por supuesto a mi, nos rompió el alma en cachos muy pequeños como de migas de mazapán y nos dejó a todos un poco parados, mientras cedió el turno al autor que ya tenía ganas de agradecer y más que repetir ahora lo que dijo en ese instante, prefiero reproducir lo que escribió unas horas después en su muro de facebook:
Que presentes un libro y alguien como el reciente Premio Herralde, Juan Francisco Ferré, esté entre el público, cuando deberías ser tú quién hubiera debido asistir a su presentación. Que tus dos presentadores. Eloy Fernández Porta y Robert Juan-Cantavella, se deshagan en elogios cuando tú aprendiste a escribir leyéndolos a ellos. Que alguien tan laureado como Agustín Fernández Mallo decida asistir  a dos presentaciones de tu libro (por no hablar de todos los amigos que asistieron) ¿No es eso suficiente razón para asumir que no existe una relación de causa y efecto en el universo? ¿No es bastante como para entender que las cosas suceden justo al revés de como deberían suceder? Nos domina la lógica de la mecánica cuántica. Quien no lo quiera ver está ciego.”

La cosa es así y después la cosa se flambeó con algo que a mi me hace sospechar. Carlos contó que había estado en una cárcel de Nicaragua. Eso según parece ocurrió cuando terminó de estudiar Física, una carrera que está produciendo buenos escritores y estaba tan tocado que decidió echarse a la carretera tal y como los beatniks de Kerouac y mira, terminó en Nicaragua y volvió y poco a poco o a plazos largos se fue reencontrando de nuevo con las matemáticas, la física y avanzó hacia la literatura, como una forma de equilibrio entre ciencia y poesía y ese es el mundo al que ha llegado Carlos Gámez, que se presentó así, agradecido y se hizo con el IX premio Café Món del que en otras ediciones tenéis al propio Fernández Mallo, José Vidal Valicourt o a Macky Chuca.
A mi me hace sospechar que un tipo que pudiendo vivir en Barcelona, con todos los estímulos, relaciones, gente, bares, decida vivir en Sant Jordi Desvalls, que es como irse a Alaska,  y prefiera una vida (monástica, ascética?) con el desarrollo personal en la literatura mientras el hijo crece a su lado, es una de las actitudes más poéticas que conozco fuera de la pantalla de un cine, es decir en tiempo real.
En el final del acto no hubo preguntas, nadie se giró para mirar al compañero, como por esa tortícolis y empezaron las firmas, los saludos, el “tomamos un vino ahora” y ese tipo de celebraciones.
Respecto a lo literario de Artefactos, como ya sabéis algunos,   yo no soy el crítico más competente, ni el cínico más tóxico, pero a medida que avanzaba por los relatos de la novela, tan pronto me perdía como de repente volvía a recobrar la conciencia, tan pronto me ponía a recorrer  lugares en los que no quería estar, como me daba la sensación de que a este libro le falta un teclado y un ratón con el que poder abrir más pantallas. No supe opinar sobre el libro cuando Javier López Menacho me preguntó y no se ahora deciros nada más, lo tenéis ahí por quince euros. La editorial se llama Sloper y a este tipo hay que tenerle vigilado porque escribe y reescribe y no se conforma, que es algo que ya solo hacen algunos escritores.


 

domingo, 4 de noviembre de 2012

CONVERSACIONES (4)




Miércoles 31 de octubre de 2012. Universidad Pompeu i Fabra. Ciclo Intersecions. Postfotografía i Postcinema con Joan Fontcuberta e Isaki Lacuesta.

Es el último día del ciclo y el último día del mes. Es otoño y hace unos días que han muerto los últimos mosquitos con la bajada de las temperaturas, ya atrasaron otra vez la hora, la noche llega antes y nadie sabía que en ese último día también iba a morir Agustín García Calvo.
Es el día en el que la CGT declara por su cuenta su huelga general y hay huelga de transportes en Barcelona. El resto caminamos despacio, respiramos despacio, hablamos en voz baja. Un helicóptero de la policía vigila la cuadrícula de la ciudad, barre los espacios sónicos, practica una cirugía quirúrgica que va cortando los sectores más afectados. Ahora está justo encima del cuadrante de la Pompeu, es un lugar que necesita cierta protección, allí se reúne el cineasta Isaki Lacuesta y el fotógrafo Joan Fontcuberta, dos tipos peligrosos. Los barridos con infrarrojos los sitúan en una palestra, notan sobre el encerado la proyección de fotos, videos, detectan en el ambiente del aula cierta expectación ante el final del cine, de la fotografía. Un barrido del detector térmico les informa que el aula 20.029 está llena. Los sistemas móviles del Campus sufren interferencias, puede que sea un protocolo de seguridad del helicóptero o quizá que ha llegado Sergisonic, cargado de electricidad.

Es peligroso decir hoy que se consume más de lo que se produce, porque el resto se deshecha. Ya nadie guarda los álbumes de fotos familiares, aquella diversión de las tardes de plomo, hoy las cámaras digitales, con su inmensa memoria de fotografías, no dejan un solo rincón sin imágenes, todos convertidos en fotógrafos, fotoperiodistas, todos cineastas, todos avanzamos ante un paisaje o los salones de un museo, con la cámara siempre delante de la cara, sabiendo que todo ese material se olvidará con el siguiente paso, museo, paisaje.
-Ya está.
Y pasamos a la siguiente sala. Esa es la velocidad de los tiempos. No hacen falta revelados, ajustes, técnica, placas, papel, el tiempo corre y tenemos prisa.  
Desde aquel momento artístico de las cuevas rupestres, con la representación de animales, hasta hoy en el que nos fotografiamos desnudos, vestidos, amontonados, solitarios, retratándonos en todas las fases de la vida y ponernos de inmediato en circulación; todas esas fotos enviadas a múltiples direcciones para un uso global.
-Gestionamos nuestra imagen.
Y esa imagen pasa a ser una identidad o una máscara, frente a los demás. Todo ese archivo universal, termina en manos de fotógrafos que le dan valor y lo convierten en arte, artistas como Fontcuberta, cineastas como Lacuesta, indagan en esa poética de la acumulación, apropiacionistas de otros trabajos anónimos, cuyas películas forman parte del cine de los museos, las nuevas salas de proyección con un uso comercial decorativo, hoteles, convenciones, fiestas. Potsfotografía en la era después de Kodak.






viernes, 26 de octubre de 2012

ALBERTO GARCIA-ALIX en la TATTOO EXPO 2012










Nota sobre esta crónica:
Este es un artículo que Sigueleyendo no ha podido publicar...Se tarda menos en contestar un correo, que en echar un hielo al whisky.




Recinto ferial, La Farga. 7.10.2012


Se celebra como cada año en L’Hospitalet. Es la feria anual de tattoo, tatuajes mejicanos, japoneses, africanos, indonesios, con toda la parafernalia del evento, chupas, camisetas, botas converse, Harley, coches tuneados, un ring para luchadores de artes marciales, una pista de break dance y aparcadas en la calle también bicicletas con flores como las de la foto y desde luego docenas de cabinas de tatuajes con los mejores del oficio y clientes que saben del placer y el dolor mientras entra la tinta en la piel, el ruido de los taladros en el oído, la resistencia, jóvenes padres de familia con sus cachorros en brazos cargados de tattoos.

-No veas lo que aguantan las tías –dice Alberto- se pueden tirar ocho horas tatuándose la espalda..
El que lo dice no es otro que Alberto García-Alix, un tipo que ha vuelto de la muerte y de China, dos lugares de donde hay que volver con los brazos llenos de premios. Me lo encuentro allí, al sol, con esa mirada y esa chupa de cuero y esos tatuajes que se le asoman por todas las costuras, desde el cogote hasta la mueca de los labios, en cada pliegue.
-¡Qué bien te encuentro, tío! –le digo-
No me canso de saludar a este tipo, es auténtico y cabal y una leyenda en el mundo de la fotografía, del retrato en tensión, donde cada vez afina más con esas putas Hasselblad que solo el diablo sabe manejar.
-Yo me voy mañana –dice apurando su cigarrillo-
Noto esa gana y gusto en cada calada, como lo nota un exfumador o un exconvicto.
-¿Con la moto?
-Si, claro, la tengo ahí –indica para una calleja-
Con la Harley, las cámaras, la cazadora de cuero, el teléfono móvil y toda esa mirada que no falla, que espera a que pase, porque algo tiene que pasar, siempre hay algo que tiene que pasar, en el formato que sea, poesía, graffitis, tatuados o tatuadores, tías, niños, bicis de flores, una gorda o un oso polar y allí está, apoyado en una columna cuadrada.
-Si a mi me va bien, pero gracias a lo que vendo fuera –con esa voz carajosa-.
Aquí el mercado está cerrado y todo lo que se tenía que vender ya se vendió hace años.
Desde la calle se oye el zumbido de los ciento cincuenta taladros de piel, no sale ni un solo suspiro, ya lo dice el maestro, las tías aguantan. El mapa de dolor de la piel se enciende por los codos, por los sobacos, por la espalda, no es lo mismo que el hombro, cada parte es una dimensión, para cada parte se necesita una resistencia, un carácter. En el recinto cada puerta tiene un Centurión y cada soldado luce sus tatuajes, sus galones, camufla sus armas y se alarga la perilla lo que haga falta, en vez de anillos tatuajes en los dedos macizos, manos de hierro de conducir motos, nadie está muy seguro allí dentro, ni fuera pero porque nadie está hoy muy seguro de nada ni de dios, ni de la patria, ni del rey, pero en ese estado de cosas de quien si te puedes fiar es de los tipos valientes que han elegido la vida como viaje y siguen ahí, de los que todavía son auténticos, de todos esos herederos del diablo que han conseguido ahora ser ángeles y han domado el cuerpo a base de descargarse y de descargas, a base de ver morir y enterrar a los amigos.
García-Alix tiene allí a sus clientes, todos esos tipos tatuados y tiene ahí a la venta su caja de diaporamas, tres cedés titulados “De carne y hueso” una reveladora imagen de aquellos años ochenta llena de caras conocidas, talento, escaleras, callejones, perros y gatos, músicos, sombras, motoristas, ángeles del infierno, centuriones, porno star, enanos, prostitutas, colegas, novias, perros de lujo y perros de mierda, todo era la edad de oro desde Emma Suárez a Camarón y sobre todo los anónimos, legendarios anónimos, todos muertos; “Lo más cerca que estuve del paraíso” y “una perpetua fuga” completan la caja negra,  todo bien adobado con música de Daniel Melingo, en total una hora de idas y venidas y vaivenes. Y sales de allí con ganas de subirte a tu moto y quemar calles y dejar que el aire se encargue de lo demás hasta que los brazos y tu propia cara se llenen de grasa, la grasa del frío y de tu propio calor interior.
El perro no chupa, el gato se estira”

Y las máquinas de tatuar no descansan y cuando se bajan moribundos de las camillas llevan los tatuajes envueltos en plástico y les ves así, recorriendo los pasillos como zombies a punto de desmayo, a punto de arrojarse contra cualquier Centurión para que les remate a navaja. Pero eso no pasa, las cicatrices de tinta se van drenando hacia la carne y supuran agua, la piel se hincha y esperan a que en la calle sea noche cerrada, cualquier cosa antes de que te de el sol en las heridas abiertas.

-Una espalda es mucho territorio, amigo.
-Yo lo quiero así.

En este lugar tan perro no puedes tener la piel fina y es mejor no rozarte con nadie, es mejor no mirar a los ojos, es mejor no empujar ni que te empujen, es mejor quedarte estático frente al ring, ese ring que la organización coloca en un lateral de la feria, junto a un mercedes tuneado, donde dos potros se cocean después de un ritual muy medido, a tres asaltos. Es así como uno se despeja para volver a ingresar de nuevo en las cabinas abiertas a los ojos del público, de un público que muchas veces quiere sangre y fotografía sin piedad los modelos de dragón, para que el colega del barrio los dibuje sobre el hombro, sin anestesia y sin copyright.

Por el camino de ida y el de vuelta me cruzo con dos chicas vestidas como muñecas pin-up, apenas pestañean y parecen decididas a evaporarse en cualquier momento.
Dejo todos los rastros y cuando salgo del recito llevo en una bolsa, una camiseta XL con las mangas dobladas con una bonita serigrafía y esa caja negra de Alberto García-Alix, en ella ha escrito a bolígrafo: “Para Elías un abrazo de Loco a Loco” y sigo caminando rodeado de caníbales tatuados, todos ellos menores de veinte años. Sigue habiendo mercado aunque la Barcelona de ahora olvida que esa caja negra, como la de los aviones, encierra la sabiduría del blanco y negro, las voces, los ecos, sonidos que te rompen, imágenes que algunos de nosotros tenemos tatuadas en el iris, de donde no se vuelve, de donde nunca se vuelve porque siempre la fuga es perpetua y la ciudad de plomo.

A la salida también me cruzo con un grupo de mujeres que salen cargadas con bolsas de la compra (entre azules y blancas). En el mismo recinto, casi pared con pared hay un Caprabo. El tono de tinta que usan para sus bolsas es muy parecido a la que acabo de ver en la piel de muchos tatuajes, algo que a Juan Soto no le pasa desapercibido. 


Siempre hay algo que tiene que pasar y pasa. Recién escrito esto, Alberto García-Alix,  ha sido galardonado con la insignia de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia. Pero Francia es otro planeta. Supongo que lo sabía y no lo dijo.  Todo un placer.


Echa un vistazo a esto:
http://www.cabezadechorlito.net/