Vistas de página en total

viernes, 5 de abril de 2013

EL LUMINOSO REGALO






MANUEL VILAS
Alfaguara
Presentación en Barcelona
Atril de La Central. 4.4.13. 19:30 horas

El Luminoso regalo está dedicado a Jesucristo. Al amor.
Punto 4 del Decálogo de Víctor Dilan


La historia, un psicoanálisis continuo, a veces te la cuenta Víctor y ten en cuenta una cosa amigo y tenla en cuenta desde el principio, aunque Víctor parece un colega legal y buen compañero de barra, no te puedes fiar de él, de la misma manera que no te puedes fiar de una rubia. Son cosas que aprendes por el camino a base de joderte el hígado y que ahora te resume este tipo llamado Manuel Vilas en esta novela.
El luminoso regalo, es una historia de tíos, y las historias de tíos, para tíos, son siempre sobre tías, tías y sexo y todas las fases del amor, del desamor, tías son esas chicas que imaginamos en esas noches de cansancio y bares, a las que idolatras, con las que quieres y no puedes o que no existen, que solo habitan un pequeño espacio en tu puta cabeza enferma.
-En esta novela, la moral la pone cada lector –dice Vilas-

Ester, es esa chica angelical con la que sueñan todos los salidos de la tierra, la representación del mal desde la expulsión del paraíso, la mujer devoradora de hombres, la que no debe tener hijos, la que debe estar fuera de la familia, la que roba maridos a las otras mujeres, esa que no te niega nada, que te mira a los ojos, que se queda con tu puta alma, con tu energía y no te da nada a cambio. En esas noches de hotel, en esas noches de bar, a tu lado en el Ave, en el Intercontinental Air Lines, la cubana del malecón, la prostituta a la que no sostienes la mirada, esa chica exuberante de Manara. Esa es Ester, pero Ester no tiene cara.
Víctor es guapo, es alto, es escritor,
-Intenté que fuera un político del PSOE –dice Vilas- pero los políticos de este país, ya sabéis como son, no daba la talla.
Víctor Dilan está casado en santo matrimonio y tiene una hija y muchas amantes, es una construcción de hombre fatal que seduce de forma animal y atrae de forma demoníaca, con una energía que rompe la voluntad de las chicas, de cualquier chica y se topa con Ester: , “nos cazamos sin piedad, como bestias. Bestias éramos los dos. Iguales éramos. Igual de malignos los dos.

Manuel Vilas es un macho Alfa de esta manada de escritores que no anda muy sobrada de machos Alfa. Se orina a la entrada de La Central, se orina subiendo las escaleras, marca el territorio en el ángulo de la mesa de forma leve, con el simple roce de la piel de los pantalones, dibuja el tacón de sus botas en el entarimado de la librería. Manuel Vilas es un semental y marca el territorio como un león, como un tigre, como un carnero y manda. Eso, a Dios y a  Alfaguara les da seguridad y a Vilas dinero, hoteles y mujeres y ahora, amigos a quienes contarles esto. Hoy el Atril está hasta la bandera, tanto de jóvenes como viejos machos destronados en otras berreas, jóvenes hembras de mirada y apetito voraz, mujeres de cierta edad poniendo ojillos, todas bulbeando como yeguas en celo. Vilas nos mira y disimula desde esa terrible seguridad que le da el haber marcado el territorio, con la seguridad de que nadie se va a llevar a ninguna hembra y eso que el joven macho Corominas andaba por allí rodeado de jóvenes leones sin manada, triscando cerveza. El macho Vilas ventea con las aletas de la nariz, atiende y muge tenso como un toro, aunque también esto lo disimula. A la media hora el olor a almizcle de buey llega a la puerta de la calle Mallorca, donde en la bodega de la librería convertida en majada, tampoco cabe nadie más. Todas ellas (en apariencia lectoras) se encuentran porcinamente sofocadas, con los morros grasientos y en las morenas el bigote que creían transparente, se ha vuelto duro, hirsuto y napolitano.

-No entiendo nada, tu –dice una veterana y sofocada dependienta- quina cantidat de gen.

A medida que avanzas sobre el libro, te das cuenta de que esta historia disimulada con exageraciones, marca de la casa, va a terminar mal, la intensidad del drama, la continua crudeza de las descripciones, repetitivas, de las que no te puedes bajar porque Vilas el Gran Cabrón, va introduciendo pequeños guiños que empujan la historia, puntadas y más puntadas en ese tejido y te salpica y te colapsa, te queman las bujías, te quitan la piel y no te gusta, no te gusta nada verte despellejado con los músculos al aire, latiendo, los tendones, los huesos, todo el sistema nervioso, esa necesaria y excesiva suciedad de tramoya que mancha sábanas, lenguas, anos, pichas, y enfoca e ilumina con una luz muy poderosa, hasta la última rendija de oscuridad, quiere verlo todo, quiere enseñarlo todo, incluso descuelga un espejo para que lo que veas, convirtiéndose en un profanador de tumbas. Vilas el profanador y su amor mutante, sentados a cada lado del sofá y tú con tu libro en el medio, paralizado.
La novela avanza a collejas, tienes al autor encima, como aquellos viejos maestros de latín, pendientes de tu declinación.
-Lee el libro, cerdo cabrón –insiste Vilas con sus grandes manos- no te dejes ni una sola letra.
Entras en el juego y sigues en el, sin que te importe que te repita las cosas cien veces, “Quiso que Víctor viera que era una mujer muy ocupada, una mujer muy codiciada” y te lo vuelve a repetir cuatro líneas más abajo: ”Quiso que Víctor notara eso, que era una mujer codiciada”, o te lleva a la conclusión de que la chica con la que se entrevista le abre sus puertas, unas puertas por las que el se va a colar, “Vio la puerta abierta. Se quedó fascinado ante la puerta abierta. No pensó que esa mujer abriera una puerta. Ni ella misma era consciente de que había abierto la puerta.”. El perro Vilas no da tregua, tiene las mandíbulas poderosas, cuando muerde no cede ni un milímetro, esa es la técnica y te lo va a repetir todo hasta la saciedad.
-¿Zafiedad? –también-.
-Lee el libro guarra hijadeputa –os va diciendo- y no hagas preguntas, ya te lo aclaro yo todo.
No habrá paz, sabes que no habrá paz mientras no puedas dejar de leer y aunque el autor te insulte y te humille, seguirás con la novela, no la dejarás, no puedes.

En la calle Mallorca, cerca de La Central, hay dos perros enganchados, mira cada uno para un lado con lástima, como esas parejas rotas que se juntan para follar, mira cada uno para un lado. Tendrán que seguir así en esa posición. El macho ha eyaculado y no falla, los perros no fallan, ella estará preñada por lo menos de otros dos perros más y traerá una camada de ocho o nueve, de distintos padres, con distintos colores pero hermanos, todos hermanos y hermosos, y hermosos morirán todos, nadie se compadece y recoge en el centro de Barcelona, a un autor tan poético y luminoso, una contradicción de la naturaleza, mantener a un perro así es sumamente caro.
Y el perro te habla
-Bienvenido al barro ancestral –dice ese perro follador, preso de si mismo y de su hueso-
-Guau –ladras tu, delante de la puerta de cristal- Guau, guau –repites, mientras ella, la perra, gira su cabeza y ves que te mira con tristeza, con esa preñada tristeza de las perras-
Y en ese momento se desenganchan, olisquean, se lamen esos restos tan sabrosos y desaparecen por las calles del centro, las peor iluminadas de la ciudad. En cada uno de esos dos perros brilla una mirada distinta. Al llegar a la altura de las Ramblas se cruzan con una joven yonki que busca algunas monedas entre los transeúntes, que busca algunas palabras dormidas que no le salen bien de la boca, es joven, una joven y escuálida yonki.

BIENVENIDO AL BARRO



Manuel Vilas no está solo en La Central, nunca más un escritor solo. Ese lema lo repite Cristina Fallarás, de forma contenida y a la vez rabiosa, con las piernas inquietas junto a la mesa. Sabe a qué ha venido, sabe de qué libro tratamos esta noche, le gusta, le gusta Ester, le gusta que el sexo sea explícito, pero le dan cierta grima los padres de familia con trajes de raya diplomática que viajan a su lado en el Ave Madrid-Barcelona, un recorrido muy trillado por escritores y hombres trajeados.
-Si cariño –dice el hombre de traje- no olvides rezar tus oraciones.
Y eso lo cuenta Cristina y cuenta que mientras, ella lee el libro de Vilas, y cuenta que el tipo ojea cada vez más morboso su escote, sus piernas, y el sexo explícito del libro. Eso a Cristina le gusta y le da miedo porque ella también es Víctor, juega en el papel de La bruja y le pone una intensidad a las lecturas de la novela, con la que el autor se encuentra abrumado.
-A veces me pasa que es como si no lo hubiera escrito yo –dice-

El joven periodista Xavi Ayén es el tercero, es un especialista en actos literarios de la Vanguardia, sigo sus crónicas cada vez que La Vanguardia tiene a bien dejarle espacio, medio espacio quizá su crónica se lea en unas horas, en estos días, una crónica limpia, blanca y pura que ya ha escrito, una crónica diferente a esta, para ser leída por trescientas mil personas y olvidada en el acto, quiero creer que la memoria de mis lectores, dura algo más, quiero creer que los míos digieren lento y de forma malvada, no perdonan. Vilas, quizá desde Casablanca junto a Jorge o a Juan Goytisolo, se unirá a ese pequeño y siniestro club, para masticar en silencio y digerir lento. Del joven periodista Ayén, a los pocos minutos de coger Fallarás el micrófono, no quedan ni la piel ni las plumas y Manuel Vilas, ya sin cazadora, cada vez se va acolchando más.
Cristina Fallarás, que me da besos cada vez que me ve, pero nunca me dice nada, además de periodista, también es novelista, ha recibido premios y a pesar de eso Sigue leyendo y tira de un carro muy pesado en el que cada vez se sube más gente y a veces en ese carro también se sube ella para tomarse un respiro, un whisky caro, un cigarrillo rubio, un valium 10, charlar un rato con los vecinos, con los amigos, con los hijos, pero nadie de los que se han subido se baja para tirar. Hoy, en uno de esos descansos, se ha venido a charlar a La Central y ha dejado a los gatos del carro mirando una luna muerta, confiados de que se acordará de ellos y volverá con unas migajas y cigarrillos. Ellos reirán mientras ella y sus cuatrocientos cuerpos sigan vivos y presentes y ausencias y pelo enredado, ensortijado, Cristina tiene el pelo rojo y mira al público a veces buscando complicidad, a veces de frente, nos mira a uno y a uno, tu, tu y aquel, sabe lo que pesan nuestras miradas. Sus ojos duermen poco, cada mañana se irritan en la ducha con el jabón y se irritan para todo el día, pero aguantan la luz de los focos, (sobre todo si se pone las gafas de Risto Mejide) de los flashes y no llora con el humo de los cigarrillos. Tiene una confianza inmensa en el amor, en los actos de amor, en los actos beat generation de amor.
-Aunque sean actos desesperados, indignos, desaconsejables, inmaduros, abyectos y tristes –dice Víctor Dilan-
De todo eso toma nota Xavi Ayén, pero de todo eso no dirá ni media palabra, -periodista discreto- guarda los preservativos en la vieja cámara réflex que esconde en una bolsa refrigerada que abandona en el suelo junto al sofá, todos abandonan sus bolsas refrigeradas junto al sofá, como si estuvieran en uno de esos campus universitarios de Berkeley, hablando de amor y saliva y pruebas de VIH, hepatitis, agente naranja...
-No supe decírtelo a tiempo pero te amé de verdad.
-Y el cabrón dice que se hubiera dejado amputar una pierna por ella –dice un lector- ¡Mentiraaaa!, qué tipo más mentiroso este Víctor.
-Todos los tíos sois mentirosos, todos –dice una Agente Literaria-
-Y todos pagamos por los pecados de esa primera mentira, todos –le contesta un viejo editor-.



Y la novela sigue follando y follado, con todas a todas horas y el recuerdo de Ester de Elena y de toda aquella colección de chicas, salpicando y salpicando hasta la decadencia, el divorcio, el alcoholismo, la locura total, el internamiento en un hospital mental. Y llegados a este punto, no consigo hacerme todavía con la cara de Ester, con la cara de ninguna de esas chicas, incluida una de León; es Ester rubia, mal hablada, no veo su cara aniñada, no la veo, ni la quiero ver, igual que Dilan, muy guapo, muy muy guapo, muy alto y todo lo que quieras, pero no, de hecho solo envejece psicóticamente; si me esfuerzo podría ver a Dorian Grey, pero no, no es la época, ni es el tema, el tema es el infarto familiar, la destrucción de la santa católica y apostólica familia, el alcoholismo,  esas partes oscuras que aprendimos en la familia, con la religión, con el cuerpo de cristo, con el brazo incorrupto de Santa Teresa puesto encima de la televisión, esa mezcla terrible de miedo, sexo y roc and roll, ¿no, Vilas?, toda la novela chorrea como un pez descongelado ¿no? la alegoría de El negro,Ester González, Elena, Dulce María,  Víctor.
-El amor ante la bondad, es casi un perro triste.
-¡Ya!, perro triste.
Y el luminoso final, con la aparición de María dirigiéndose a su padre, usando su mismo tono, María esa hija a la que tampoco veo la cara, o tan solo imagino con un vestido blanco “Estoy delante de tu tumba. Tiemblo delante de tu tumba”. Y todos temblamos con la reencarnación de Dilan en su hija, perfeccionada, sublime, folla con hombres, niños, mujeres (“Ella se traga los pelos de mi coño y yo, siempre un poco más allá de todo, me como los pelos de su culo. Eso hacemos, papá”) se lo cuenta en la tumba;  Hay más regalos en esta novela, un final con rebanadas de memoria que refresca y alivia. En esta novela el poder del sexo es uno más de esos poderes terrenales que tan bien quedan en los telediarios con  Strauss-Kahn con sus nenas en paralelo a su católica familia o Berlusconi con las suyas. Y yo con mi memoria reptil de hace veinticinco años con aquella aniñada-rubia Christina Rosenvinge y el escritor Ray Lóriga, un amor desequilibrado y apasionante (envidiados durante esos años por todos los de mi generación) con su final tan triste, ella sin poder cantar y él con su nombre tatuado en el brazo, sin apenas poder escribir, ejemplos radicales que se vivieron intensamente entre ellos y en los ojos de los demás, para terminar convertidos en arena.
Indeseadas coincidencias, son.

Agotando caminos, Manuel Vilas te deja este regalo que explota una y otra vez.
Supe que anoche en La Central de la calle Mallorca, estaba en el lugar adecuado cuando noté la singular presencia de Javier Calvo, asexuado, pagano, un extravagante animal literario encerrado en el Raval, agotado. 

Portada de El luminoso regalo

jueves, 21 de marzo de 2013

LA TUMBA DEL MARINERO


LUNA MIGUEL
La Bella Varsovia. Editorial
Presentación en Barcelona 


  
En el Barrio Chino de Barcelona se fueron instalando todas las razas, después llegaron los vendedores de butano, sus hijos, la Filmoteca, putas jóvenes, pintores, escritores, actores, jóvenes yonquis que murieron pronto, árabes, pakis, filiponys y después de todos, Luna Miguel.
Para llegar a Inusual Project en la calle de la Paloma nº5 hay que atravesarlo todo, después dar una vuelta con tirabuzón y tomar un vino blanco en el local acristalado hasta el suelo que hay en frente y ver pasar a Claudio López. Inusual Project es el lugar elegido por los poetas.
Entro por la puerta a las siete y media en punto, no sin antes haber pasado junto a la gente que viene al recital, que fuman y comentan, entre ellos está Antonio J. Rodríguez hablando y atendiendo, como un buen anfitrión.
-Pues ahí estamos, dándolo todo –dice quizá algo resignado-
Eso es lo que dice y el resto de muchachos le mira como a un héroe. No conocía a nadie que lo diera todo, esta noche si, este Joven Novelista de la ganadería Mondadori lo da todo. No se cual es el precio de ese todo, quizá Luna lo sabe.
No miro a un lado ni a otro, solo miro al camarero para pedirle una cerveza. Ya sabes lo que dicen, hay que caminar deprisa, mirar a los ojos y hablar las cosas claras, cada vez más claras y en este país además, tener mala leche.
Al fondo del pasillo tengo a Luna vestida de negro de cabeza a pies y los labios granates como si acabara de comer sandía. A mi espalda se ha materializado Ibrah, un personaje de Luna que bebe mi cerveza mientras se pide una para él.
Gonzalo Torné, ganador del XXVI premio Jaén de Novela, también de la ganadería Mondadori, es el encargado de presentar La tumba del marinero. Ha eviscerado el libro y colocado todas sus partes colgando de hilos (yo lo se, pero los hilos no se ven), es efectista y le pone emoción y cuento, tanto que a veces Luna cree que habla de otro libro y que estamos en otra presentación y Gonzalo, como suele pasar, dice cosas escritas para todas las presentaciones del mundo que se celebran los jueves a estas horas
-Luna Miguel ha crecido –dice- se nota un salto cualitativo en este libro.
Eso dice Gonzalo, que también es poeta, de Luna que es joven y dice un montón más de cosas bonitas, tanto, que un libro de los de la exposición y venta, que La Vella Varsovia ha colocado sobre el piano, salta al vacío y se rompe la crisma, es el que compro yo una hora después. Gonzalo no le da importancia y tampoco le da importancia al derrumbe parcial de lo que Inusual Project esconde detrás del cortinaje, pero sonar sonaba a un músico borracho de los años sesenta cayéndose sobre la batería, y con esa interrupción tampoco se destempló el escritor, gafes del oficio, pequeños suicidios, aunque nosotros el público desamparado empezamos ya a preocuparnos, por eso nos reímos con esa sonrisa nerviosa del que espera que ahora se caiga el techo, pero no, el techo no se cayó.
  

Mientras duraba todo ese proceso, unos cuantos andábamos liados buscando planos, luces y sombras al espejo de la cámara de fotos, del teléfono y de entre todos, la fotógrafa Laura Rosal. Laura Rosal, es amiga de Luna y cohabitante de su troup de amigos y además es una fotógrafa de guerra, busca los ángulos, culebrea, se monta sobre la cámara hasta erotizarla, clava el trípode como si fuera una jabalina geotérmica de la que sale calor, habla, sonríe, abre el diafragma y de su cámara nace un bebé que se larga porque detrás viene otro y otro y así hasta que también ella desaparece. Esas fotos que tira, algunas, ladrarán por ella dentro de diez años y contarán que en Barcelona había una movida de poetas, masters, novelistas y editores, que no se repetía desde la Gauche Divine.

"(Por eso amputarán tus pies. Por eso sellarán tus ojos con fragmentos de mapas antiguos. Por eso pronunciarán tu nombre en celebración del páncreas. ¿Comprendes?. Por eso el útero es más oscuro: intestino y córnea. Por eso amputarán el rezo. ¿Comprendes?)
-Luna Miguel Santos: viva/cáncer de azúcar.
-Ana Santos Payán: viva/ cáncer de mamá.
-Pedro Miguel Tomás: vivo/cáncer de salud.
-Antonio J. Rodríguez: vivo/cáncer de Europa
Thomas Pynchon: vivo/cáncer de rostro
Javier Marías: vivo/cáncer pesado
Enrique Vila-Matas: vivo/cáncer de Enrique Vila-Matas
(Por eso vomitaba, ¿lo entiendes?. Por eso la bulimia de aquellos meses intentando adelgazar para dar pena, intentando enfermedades impregnadas de no sé que. Intentando la literatura. Por eso vomitaba, ¿te acuerdas?)"

¿Lo entiendes?. En este libro hay un repaso general a la vida. Lo que hay en este libro es un ajuste de cuentas, en especial con el cáncer, con ella misma y su relación con Antonio J. Rodríguez. Yo que leí V de Thomas Pynchon, hace más de veinte años, sé muy bien quién está muerto aquí, a quién se quiere salvar, a quién se quiere, a quién se odia. Este libro tiene unos ritmos tan potentes, qué cuando lo cierres tendrás electrizados todos los pelos del cuerpo.

La Bella Varsovia, que eran dos, no dejaron la sonrisa de placer en el tiempo que duró el recital, que fue un tiempo precioso.

Fuera, en la calle de la Paloma, los hijos de los Filipinos, los Filiponys, juegan al futbol con todas las sonrisas, mientras los trabajos duros de sus padres, esas doce horas diarias de fiebre serán su herencia, si se portan bien. Si se portan bien y crecen fuertes entre las callejas del Barrio Chino, donde los yonquis que mueren jóvenes, las putas, los novelistas, los pintores, los poetas se escriben de forma apasionada. ¿Lo entiendes?. Eso fue lo que ocurrió. 
El libro quedó abierto, os toca.




sábado, 16 de marzo de 2013

EL LADRÓN DE PERAS



Presentación en Barcelona de
El ladrón de peras. Poesía. Editorial Origami
Viernes 15 de Marzo de 2013. El nostre racó.



Conozco a Felipe Zapico desde hace más de veinte años. Estas son sus facetas

Como músico, cantante y cabeza visible  de un grupo mítico llamado Deicidas, que fue telonero de teloneros, con ellos ha recorrido todos los pueblos de España, ha recorrido todas las gargantas, durante aquellos años ochenta de drogas y chicas, de bares y conciertos, de ensayos y plazas de toros. Como barman en el pub Berlín, ha puesto copas a la sed y toda la música que te hace falta para mentirle bien a una chica, que desaparecerá siempre entre la niebla.

Como actor también aparece en cintas que no llegan a más, nunca llegan a más, pero suman, como fotógrafo, como viajero incansable con todo ese tiempo que le da y le quita la Universidad de Badajoz, cuelga cada día crónicas fotográficas, naturalezas, tapias, ruinas, torres, garzas, cementerios, cipreses, gente anónima tal que el resto de esas naturalezas muertas que desde hace años retrata.

Conocidas son sus ideas políticas, siempre al lado de la gente más débil, perdiendo siempre con los insumisos, con los desheredados, con todos los que tienen alguna idea diferente, apoyando con la lectura pública y callejera, recitando sus poemas como un  pensador o un buhonero sin lazarillo, como Agustín García Calvo, como todos aquellos que se reúnen para sumar, que encierran en un universo reconocible toda esa sensibilidad de hombre a diario, de todas las ofensas, de todas las debilidades, que ha sufrido pérdidas importantes en su vida, como hombre que recorre la vida siempre a diario.

Es Felipe Zapico y hoy, como el año pasado ha llegado aquí, a Barcelona, para presentar El ladrón de peras, un nuevo libro y una nueva editorial, un salto importante en su carrera, porque hasta ahora solo le había publicado la editorial leonesa de Héctor Escobar. Ahora el salto es a nivel nacional, una proyección que da envergadura a su sombra y su obra y si antes viajaba por placer ahora la intensidad de la encomienda le ofrece nuevos planos, un incontable camión de melones que abrirá a navaja uno a uno, para que comáis y os refresquéis, que el año viene duro.

En ese trayecto con Origami, aparecen otros escritores leoneses, poetas de rabia y niebla, estirpes de poetas y tritones y ese es el naufragio de todos, porque aquí, en esta cota cero de mar, el mar ha retrocedido y espera su momento para levantarse en una ola de treinta metros y recuperar estos muros, las bodegas, los bajos, todas la cuevas que van desde Vía Layetana hasta la Barceloneta, todo es terreno del mar y en ese mar os refugiáis, malditos y poetas, cada noche, con todo el peligro y sin el menor miedo.

La gente que es así, son mi familia y son mis amigos y brindo por vosotros.
Anoche, como otra noche en El nostre racó de Fernando Clemot, con el fino análisis de Luis Vea y la voz preciosa de Mag Márquez, mientras la Barcelona literaria ardía en el Kosmópolis del CCCB, la poesía más ácrata se reunía en la bodega de este barco mercante a medio naufragar entre guitarras y espejos de otro siglo, de este bar sin barra, para dar fe de que hay tantas olas literarias como orillas y tantas orillas como mares. Así naufragando, también vamos recorriendo nuestros paisajes y los paisajes de este libro, a diferencia de los de otros poetas leoneses, no lo forman las montañas, las fresas salvajes, el olvido y la niebla, lo forman estampas humanas con formas claras que todo el mundo reconoce y el primero en constatarlo Gsus Bonilla, el poeta elegido para prologar esta edición: “en El ladrón de peras nos encontramos seis cuadernos de poesía en uno, cada cual con su propia polifonía y nervio; “ Y así es, tanto que en algunos de esos poemas solo falta la música.

miércoles, 13 de marzo de 2013

MANUEL VILAS



Crítica (con notas personales) sobre Los inmortales
Alfaguara
 

Nota
 (1) Comentar en este blogg a Manuel Vilas cuando a estas alturas ya ha vendido nueve millones de copias de Los inmortales, es puro egoísmo.

Manuel Vilas ha escrito un libro trillizo y una novela, después se ha subido a las cadenetas de la feria y se ha puesto a dar vueltas a lo loco, (mientras suena en los altavoces Johnny Cash, cuyo trasunto vende bolas de azúcar en un chabolo pintado de rojo y lleno de bombillas y cables), exactamente como un acelerador de los que usan los astronautas para tararse y medir con un reloj sin esfera, el grado de aguante de los mofletes antes del desmayo, y también antes del ensayo definitivo en la Soyuz 1 que les lleva cada cuarenta y nueve años a la luna, la luna, un lugar que solo tres personas conocieron, los tres astronautas, por definición científicos-no poetas y Nadie Más, el resto es lirismo en el tiempo que dura una larga noche de verano, en el tiempo.
Llegados aquí, esos tres héroes, cuyos nombres omito por pura discreción, se reunieron más adelante (después de ser debidamente lavados durante años contra parásitos extraterrestres y polvo galáctico) con el Papa, para contarles un secreto  que les deja baldados, que se transmite solamente de Papa a Papa y que ni siquiera el Presidente de los Estados Unidos conoce (menuda tela)

Cerrado el paréntesis, sigo. Manuel Vilas ha escrito un libro.

(2)Para desplumar una gallina se hierve agua, se escalda y después tiras de la pluma hasta que el animal se queda solo con el pijama y el frío conocido como piel de gallina. Sirve para pollos, patos, perdices, pichones, y en general para todo animal de pluma.

20%

Ese libro a Manuel Vilas le ha dado tres premios de poesía, uno por pelo y una novela que se lee con delectación, en la que se relata así mismo, se destruye, devora paella y bogavante, se inmola, se besa, se abraza con los dos brazos. Incluye en esa ficción, al rey de España llamado Juan Carlos I, con el que cena creando un momento místico junto con dos muchachas llamadas Graciela y Roberta, que transcribo:
“El Rey acariciaba las grasas colgantes con una ternura misteriosa” y para acotar los sentidos del tacto, después de que el Rey les dejara, añade
“Aprovechó Vilas la marcha del Rey para acariciar los michelines de las dos chicas y sintió un frescor muy agradable en la mano, una gravedad y un frescor al mismo tiempo”
¿Cómo Vilas,  introduce carnívoramente un tema tan peliagudo como el de las gordas?. Hay más.

(3) me hice pis de gusto. Nunca pensé en acariciar a una gorda, tan solo fui capaz (en la adolescencia que eran otros tiempos) de darle sesenta y tres palmadas (cada cual más fuerte que la anterior) en los jamonazos de una gordita sin nombre que conocí aquella misma noche en la que la luna era llena y azul, hasta que se me hinchó la mano y el hueso del pene y exploté en el asiento de atrás de un BMW (que era el coche sin motor que utilizábamos todos los amigos, cargados de fluoxetina como toros, para impresionar) mientras, Tarantino gravaba (los descartes los utilizó después en Pulp Fiction. A Tarantino y sus grabaciones, también le utilizábamos todos para reírnos por la tarde del día siguiente, incluida la banda sonora de declaraciones rumberas e impunes, siempre impunes a la luz de la luna)
Sigo. Incluye en esa ficción a Dios y a un ruso español esquizofrénico y depresivo, Corman Martínez, a Stalin y a Carlos Castaneda. En ese momento el lector ya ha sentido la gravedad en los mofletes y sabe que el acelerador le quitará las babas que quedan cuando comes cabezas de langostino
“la esencia de los ríos, las cuevas submarinas, las algas del mar, los peces, millones de peces…”.

30%

Y la velocidad de los aceleradores, solo es comparable con la velocidad del metro, esos trenes subterráneos que coges en Plaza Cataluña en la ciudad de Barcelona, por poner un ejemplo y te puedes bajar en la Plaza de Castilla en la ciudad de Madrid, para ir a ver un partido de futbol por ejemplo y volver antes de cenar a casa, sano y salvo, excepto que te encuentres por el camino a la Banda de las Búlgaras y te roben el Libro del buen amor del Arcipreste de Hita (que sabes de memoria), aunque eso solo pasa en los informativos de Tele5, más o menos y en esta novela de Manuel Vilas, autor al que no me canso de peinar el tupé, delante de mi espejo del baño, pensando que soy yo pensando que es Jonny Casch o pensando que es Juan Ruiz el Arcipreste de Hita.

Y eso es lo que pasa si no eres prevenido tío, que termina el partido que has venido a ver en Metro desde Plaza Cataluña y de repente avisan por megafonía que el metro se ha puesto en Huelga y no hay tus cojones de volver, que durará la huelga toda la noche y o te das prisa y reaccionas o todas las habitaciones se van a ocupar. Reaccionas deprisa y te alojas en una habitación con un gran espejo de la cadena NH, estas salvado, Manuel Vilas te ha salvado el pellejo,
-Gracias Jonny
-De nada Elías –dice Jonny Casch- dale la propina a Vilas cuando le veas. ¿Tienes fuego?
-No fumo Jonny –digo tembloroso- hace dos años que no fumo, pero sigo teniendo ganas.
 Y así hablando solo, me cruzo en la entrada de un Mac Donals al Papa Juan Pablo II, cantando una canción de Rafaela Carrá, a su lado va Manuel Vilas, el escritor, que le aconseja al oído. (No le doy ninguna propina a Vilas). Han tirado en el establecimiento todas las hamburguesas que han comprado, han liado un buen follón y ahora van en dirección a El Corte Inglés.

Dante Alighieri, Pablo Neruda, la sencilla Dublín y sus sencillos hoteles cuyas camas hay que admirar como si fueran cuadros de Velázquez, el Temple Bar, el río Liffey, las maquinillas Gillette, el full irish breakfast, son cosillas de este diario inmortal en el que me sumo y me sumo antes de dormir y después de leer esto, que es el final de un paseo feliz con Joyce, Dante y Pablo Neruda.

42%

“,entró la camarera y dijo: “Vaya, si esta habitación está inmaculada” y cerró la puerta. Caminó por los pasillos con el carro del servicio, pero de repente se dio cuenta de que una tristeza muy honda se le había metido en el cuerpo.”
  
La ventaja de Vilas sobre los demás novelistas es que habiéndose inventado la inmortalidad, lleva a todo cristo a su terreno, les hace jugar a su juego, dispara a sus gordas por docenas, ya sea disfrazado de Elvis junto a Picasso en una discoteca o en una orgía de gordas sufrientes y comida.

100%

 
Puro malta. Bebo agua y me enjuago frente al espejo. Frente al espejo hay un tipo con una camiseta imperio (duerme así) que me mira. Escupo el agua. No suena ninguna música, solo los pasos de los vecinos encima de mi cabeza. En el estado Vaticano vivimos un vacío de poder que el escritor Manuel Vilas aprovecha, para poner a Dios de su parte. Se espera la llegada del arcángel San Gabriel, pero solo llega mi hermano Alfonso y su mujer que vienen de Oviedo cargados de paquetes y ropitas para mi hijo de seis meses, son cosas de ellos y de mi amiga María Lulu, nada del Vaticano, ni de Dios, ni de ningún Arcángel.
Tío, yo también tengo unas gafas clásicas con los cristales verdes, yo salgo de continuo en esa novela. ¿Vilas, (listen to me) tu y yo, cómo vamos a repartirnos este negocio?. ¿Vilas?, contéstame tío, que vas a escribir mientras España se desangra con dos reyes uno padre y otro hijo y ningún espíritu santo?. ¿Cómo se guiará nuestra fe con dos Papas, uno al sol y otro en la sombra?. ¿Yel arcángel?. Incógnitas, llenas mi mundo de incógnitas. Vilas listen to me Vilas, please.

(4) Nada más, esto es todo. Espero que alguien me avise cuando San Vilas se haga carne en la ciudad de Barcelona, pueda saludarle y tocarle los pechos. De alma a Almax.

*Almax: El principio activo de Almax Forte Suspensión oral en sobres es almagato. Cada sobre contiene 1,5 g. Los demás componentes (excipientes) son: celulosa microcristalina, carmelosa de sodio, sacarina de calcio, clorhexidina acetato, esencia de menta, sorbitol al 70 % no cristalizable, emulsión de simeticona y agua purificada.

viernes, 1 de marzo de 2013

PALO ALTO (Final de partida)



ALFABIA publica a ISABEL NUÑEZ
 

Palo Alto es un nombre sugerente, el azufaifo una especie de árbol que apenas existe, Mariscal, Alfabia, son la lluvia. Para llegar aquí hace falta cruzar todo el engranaje de calles, semáforos, avenidas, torrenteras, puentes, viaductos, paisajes portuarios, túneles, flash back, hasta que caes en la dimensión de esa cuarta pared que forma un espacio climatizado lejos de Nuñez y Navarro, un espacio amable
 -he llegado a le jour clair –dices-.

Es ahí en ese espacio, en ese claro en el medio del bosque donde hoy, un día invernal sin nieve pero con mucha agua de muchos vientos, la editorial Alfabia convoca a lectores, seguidores y amigos, a un homenaje; la causa es Isabel Núñez, la escusa es su libro “Entonces”, cuya portada es una sombra azul que se va desvaneciendo en una sombra azuloscuro y parece que desaparezca del todo a medida que intentas fijar los contornos.
Isabel Núñez dejó varios libros Si un árbol cae, Crucigrama, La plaza del azufaifo, Algunos hombres y otras mujeres, Sin razones del olvido, muchos artículos, muchas traducciones y ayer todo eso se notaba, estaba escrito por todas partes.

El barrio se ha llenado de edificios de diseño, puedes estar en Berlín, en Londres en Tel Aviv pero estas en Barcelona, un lugar que ha dejado algunas chimeneas de ladrillo, clavadas en la memoria, las nuevas referencias arquitectónicas de esa planicie que es el final de la ciudad.
La vieja estructura de fábricas, vuelve a la creatividad bajo un baño de cristal, vigas de madera que son el soporte de nuevos tejados y espacios vacíos, con las paredes oxidadas, preparadas para todo tipo de eventos, todo rodeado de jardines y pequeños caminos.
Los viejos barrios anarquistas se mezclan con lo más innovador del area 22@, la ciudad de la imagen, los territorios marítimo terrestres, el número 1 de la Diagonal y el mar y la sede de los Hell Angels.
Es ese el epicentro de una noche infernal, en la que entrábamos en la guarida empujados por ráfagas de viento,( menos mal que en el patio del recinto nos atendía un tipo amable que no dudaba en acompañarte al espacio XYZ)
-¿Ya hay gente? –pregunta una chica que acaba de llegar-
En ese momento quedan todavía veinte minutos, para las ocho y media, la hora anunciada y salgo fuera a tomar una cerveza, por hacer tiempo y ver esas nuevas calles. La cantina de Palo Alto está cerrada o fuera de servicio, es lo que tiene una noche así.

Lo que me gusta del carácter de la gente firme, es que mantengan las convocatorias. Lo que me gusta de los convocados, es que asistan así se caiga el cielo sobre sus cabezas. Y eso es lo que pasó, que la primera ojeada sobre el espacio vi muchas sillas y un par de grupos que miraban cada vez que se abría la puerta y frío, un frío de mazmorra.

Y que la segunda vez que me asomé, el frío seguía pero la gente crecía y se arracimaba junto a una mesa llena de buenas botellas de vino y es que no hay nada como el vino para entrar en calor.

La gente se iba moviendo de un lado a otro, capitaneando las excursiones Claudio López, con ese pelo blanco, enmarañado e inconfundible, Xavi Ayen, traductores, escritores, editores, el mundo de la cultura, fotógrafos, a los que no mueves atrincherados bajo la luz del flexo y que de repente se ponen en marcha y aparecen en la noche más perra en el lugar más anónimo y resguardado de la tierra, con toda la hojarasca que no se ha llevado el invierno, revoloteando entre semáforos, palmeras, carteles, alfombras, plásticos y señales de tráfico arrancadas, como si acabara de pasar una fiesta de alcaldes borrachos de los de antes, de los que nos dejaron sordos.



Y se la veía bien, de aquí para allá, la mejor de las mujeres en el peor de los tiempos, pactando, dirigiendo, ordenando hasta el último detalle en esas sillas de la primera fila reservadas con un guante, pero es difícil gobernar un muñeco de peluche que a la vez es el pato amarillo de la bañera de mi bebé y a la vez un vividor hippy y un creador de imágenes, un perro, un diseñador y un cineasta, hablo de Javier Mariscal, un tipo importante que sabe donde tomarle el pulso a la cultura, igual que Manuel Delgado amigo de las paradojas, descamisado, con una cabeza prodigiosa dentro de un cuerpo sin leyes, tal y como eran los comunistas de los años setenta y ordenar todo eso está bien, pero pensé que el momento de empezar no llegaría nunca y lo pensó Moreno Bernardi y al final consiguieron que la cámara les enfocara a los tres allí sentados, el comunista, el hippy y la editora más francesa de Barcelona, al fondo sobre la pared oxidada corrían las secuencias en sombra y hablaron de Isabel Núñez.
-Hola, empiezo yo y después seguís vosotros –dijo, como organizando la cosa- soy Diana Zaforteza.



Mariscal y Manuel movieron la cabeza, como diciendo ya veremos, ya veremos y el homenaje comenzó. En ese mismo momento el libro, todos los libros de Isabel a la que también llamaban Teresa, comenzaron a hablar de ella y durante media hora o algo más, todo el mundo, incluso González-Sinde, (la ministra de la famosa Ley Sinde, con unas orejas que a mi siempre me han parecido sexys y desde luego lo mejor de aquel desastroso gobierno de Zeta Pe, hoy ya no tan malo) sentada por fin junto a Claudio López (mientras el androide portátil de este, piratea libros de la competencia en descargas de cuatro micras de segundo), escucharon.

Esta crónica no hace mención alguna de lo que allí se dijo, (para eso tenéis a Xavi Ayen y la Vanguardia de hoy), pero el tono fue muy agradable, aunque el frío no se iba de ninguna de las maneras.
-¡Qué bien hablas cabrón! –soltó Javier a un Manuel bendecido por la oratoria, cuando le tocó esa especie de turno- yo es que soy más de imágenes.

Mientras movían la mesa y los micrófonos, la gente se tiró de nuevo al vino, intentando sacarse como fuera el frío del alma y fueron llamados al orden, el orden, porque todavía quedaba una secuencia más, la de Moreno Bernardi, el amigo de Isabel a la que rindió culto como solo un amigo y un bailarín con talento pueden hacer y de una sola manera, deshaciendo el cuerpo en luces y sombras, dialogando a veces furioso, a veces dentro de una rigidez que solo las estatuas de los jardines mantienen en esa eternidad que Bernardi brindó a la familia y los amigos y a los que estábamos allí de paso. Fue la despedida, mientras la ciudad rugía bajo esos vientos furiosos de norte y sur, mientras esos vientos intentaban abrir la puerta de la fábrica, este bailarín con una sobriedad serena, bailó para ella. Después de ese final, la noche empezó a cargar la batería de todas las casas, con una luz parpadeante de semáforo.