ALFABIA publica a ISABEL NUÑEZ
Palo Alto es un nombre sugerente, el azufaifo una especie de
árbol que apenas existe, Mariscal, Alfabia, son la lluvia. Para llegar aquí
hace falta cruzar todo el engranaje de calles, semáforos, avenidas,
torrenteras, puentes, viaductos, paisajes portuarios, túneles, flash back,
hasta que caes en la dimensión de esa cuarta pared que forma un espacio
climatizado lejos de Nuñez y Navarro,
un espacio amable
-he llegado a le jour clair –dices-.
Es ahí en ese espacio, en ese claro en el medio del bosque
donde hoy, un día invernal sin nieve pero con mucha agua de muchos vientos, la
editorial Alfabia convoca a lectores, seguidores y amigos, a un homenaje; la
causa es Isabel Núñez, la escusa es su libro “Entonces”, cuya portada es una
sombra azul que se va desvaneciendo en una sombra azuloscuro y parece que
desaparezca del todo a medida que intentas fijar los contornos.
Isabel Núñez dejó varios libros Si un árbol cae, Crucigrama, La plaza del azufaifo, Algunos hombres y
otras mujeres, Sin razones del olvido, muchos artículos, muchas
traducciones y ayer todo eso se notaba, estaba escrito por todas partes.
El barrio se ha llenado de edificios de diseño, puedes estar
en Berlín, en Londres en Tel Aviv pero estas en Barcelona, un lugar que ha
dejado algunas chimeneas de ladrillo, clavadas en la memoria, las nuevas
referencias arquitectónicas de esa planicie que es el final de la ciudad.
La vieja estructura de fábricas, vuelve a la creatividad
bajo un baño de cristal, vigas de madera que son el soporte de nuevos tejados y
espacios vacíos, con las paredes oxidadas, preparadas para todo tipo de eventos,
todo rodeado de jardines y pequeños caminos.
Los viejos barrios anarquistas se mezclan con lo más
innovador del area 22@, la ciudad de la imagen, los territorios marítimo
terrestres, el número 1 de la Diagonal y el mar y la sede de los Hell Angels.
Es ese el epicentro de una noche infernal, en la que entrábamos
en la guarida empujados por ráfagas de viento,( menos mal que en el patio del
recinto nos atendía un tipo amable que no dudaba en acompañarte al espacio XYZ)
-¿Ya hay gente? –pregunta una chica que acaba de llegar-
En ese momento quedan todavía veinte minutos, para las ocho
y media, la hora anunciada y salgo fuera a tomar una cerveza, por hacer tiempo
y ver esas nuevas calles. La cantina de Palo Alto está cerrada o fuera de
servicio, es lo que tiene una noche así.
Lo que me gusta del carácter de la gente firme, es que
mantengan las convocatorias. Lo que me gusta de los convocados, es que asistan
así se caiga el cielo sobre sus cabezas. Y eso es lo que pasó, que la primera
ojeada sobre el espacio vi muchas sillas y un par de grupos que miraban cada
vez que se abría la puerta y frío, un frío de mazmorra.
Y que la segunda vez que me asomé, el frío seguía pero la
gente crecía y se arracimaba junto a una mesa llena de buenas botellas de vino
y es que no hay nada como el vino para entrar en calor.
La gente se iba moviendo de un lado a otro, capitaneando las
excursiones Claudio López, con ese pelo blanco, enmarañado e inconfundible, Xavi
Ayen, traductores, escritores, editores, el mundo de la cultura, fotógrafos, a
los que no mueves atrincherados bajo la luz del flexo y que de repente se ponen
en marcha y aparecen en la noche más perra en el lugar más anónimo y
resguardado de la tierra, con toda la hojarasca que no se ha llevado el
invierno, revoloteando entre semáforos, palmeras, carteles, alfombras, plásticos
y señales de tráfico arrancadas, como si acabara de pasar una fiesta de
alcaldes borrachos de los de antes, de los que nos dejaron sordos.
Y se la veía bien, de aquí para allá, la mejor de las
mujeres en el peor de los tiempos, pactando, dirigiendo, ordenando hasta el último
detalle en esas sillas de la primera fila reservadas con un guante, pero es difícil
gobernar un muñeco de peluche que a la vez es el pato amarillo de la bañera de
mi bebé y a la vez un vividor hippy y un creador de imágenes, un perro, un
diseñador y un cineasta, hablo de Javier Mariscal, un tipo importante que sabe
donde tomarle el pulso a la cultura, igual que Manuel Delgado amigo de las
paradojas, descamisado, con una cabeza prodigiosa dentro de un cuerpo sin
leyes, tal y como eran los comunistas de los años setenta y ordenar todo eso
está bien, pero pensé que el momento de empezar no llegaría nunca y lo pensó
Moreno Bernardi y al final consiguieron que la cámara les enfocara a los tres
allí sentados, el comunista, el hippy y la editora más francesa de Barcelona,
al fondo sobre la pared oxidada corrían las secuencias en sombra y hablaron de Isabel
Núñez.
-Hola, empiezo yo y después seguís vosotros –dijo, como
organizando la cosa- soy Diana Zaforteza.
Mariscal y Manuel movieron la cabeza, como diciendo ya
veremos, ya veremos y el homenaje comenzó. En ese mismo momento el libro, todos
los libros de Isabel a la que también llamaban Teresa, comenzaron a hablar de
ella y durante media hora o algo más, todo el mundo, incluso González-Sinde,
(la ministra de la famosa Ley Sinde, con unas orejas que a mi siempre me han
parecido sexys y desde luego lo mejor de aquel desastroso gobierno de Zeta Pe,
hoy ya no tan malo) sentada por fin junto a Claudio López (mientras el androide
portátil de este, piratea libros de la competencia en descargas de cuatro
micras de segundo), escucharon.
Esta crónica no hace mención alguna de lo que allí se dijo, (para
eso tenéis a Xavi Ayen y la Vanguardia de hoy), pero el tono fue muy agradable,
aunque el frío no se iba de ninguna de las maneras.
-¡Qué bien hablas cabrón! –soltó Javier a un Manuel
bendecido por la oratoria, cuando le tocó esa especie de turno- yo es que soy más
de imágenes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario