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jueves, 12 de abril de 2012

VILA-MATAS (despellejando a un nuevo gato)



Enrique Vila-Matas es un escritor al viejo estilo, con sombrero y gabardina, señorío, un humor que cristaliza y te empaña la mirada, como cuando entras en una habitación algo cargada y además escribe de tal forma que te mantiene colgado de un hilo que no notas, pero sientes el vértigo de que tarde o temprano vas a caer a un vacío, aun sabiendo que debajo te espera una red bien tensada, como les gusta a los trapecistas. Sabía que Enrique Vila-Matas además de los libros tiene una mirada, pero no le había visto nunca en persona, hasta ayer 11 de abril (2012) en la librería +Bernat, donde mantuvo un cuerpo a cuerpo con Jordi Corominas, otro tipo serio que se ríe más de la cuenta cuando no quiere reír y que a veces también se pone serio hasta dejar de ser él. Y allí estábamos todos, porque en Barcelona, algunos lo son todos y cito a algunos como Fallarás, Zarraluqui, Zaforteza, Marsé y con eso ya se llena cualquier presentación, pero además había lectores perfectos, esos que se conocen los detalles, párrafos, personajes, títulos y poses del novelista, lectores perfectos que se acercan con el libro en la mano y esperan a la cola que se forma en unos segundos y con la avidez de llegar a tiempo.


Creo que decía algo de una mirada; si decía que Vila-Matas tiene una mirada. Uno no sabe como escribe  un escritor así, uno intuye que Murakami escribe mientras corre diez kilómetros y tan solo después de ducharse lo pasa al ordenador, pero Murakami es japonés y los japoneses son de otro planeta. Uno intuye que Vila-Matas le da un par de sorbos a un whisky, a una taza de te (según el día, según el minuto de ese día) y al final después de perder todo el tiempo que se tarda en recorrer diez kilómetros, uno siempre tiene algo que pasar al ordenador, o incluso escribir con mal pulso y buena tinta, sobre un papel en blanco y ahí es donde creo que la mirada del escritor se serena, se pacifica, se calma todo lo que una mirada así se puede calmar. Le vi sonreír y le vi escuchar, también le vi mirar y mantener la distancia con todos y cada  uno de los que se acercaron a bailar con él. Eso es lo que hacen los buenos púgiles, mantener siempre la distancia y una buena defensa francesa para que nadie te llegue a la cara ni te rompa el hígado, pero ese era el peligro, un peligro al que Corominas se acercaba a pecho descubierto, con la sola protección del flequillo; y de ese encuentro (breve), Vila-Matas siguió manteniendo la sonrisa y sobre todo la mirada, mientras que Corominas tuvo que sonreír, pero sabiendo lo que duelen los pulmones cuando se quedan sin aire. La librería llena hasta la cocina, primero lo intuyó y después lo notó, notó que el escritor dice las cosas como si estuvieran colgadas de un árbol, maduras y listas para echar en el cesto y la librería no se movió un milímetro de su sitio, por miedo a caer, a que se rompiera ese hilo invisible que te une al trapecio.  Lo mismo ocurre cuando lees o te acercas a sus novelas, (por llamarlas de alguna manera), y ellas mismas hacen que mantengas, esa puta distancia y antes que nada te hablan del extraordinario trabajo que hay dentro, del montón de horas, de las muchas noches, de toda una vida escribiendo, una enfermedad, una mirada.

No voy a transcribir el evento, porque por suerte para mi y para vosotros, la media hora de presentación, que duró el acto, está gravada y podréis entender de lo que hablo, podréis saber que a mi, Enrique Vila-Matas me gusta, porque es un escritor exigente y por eso también me cuesta. También estoy convencido que cuando oscurezca, él tendrá a alguien con quién conversar, alguien como Laurence Sterne y también alguien que le sepa preparar una taza de te.


2 comentarios:

  1. Además de una mirada, Vila-Matas tiene todo un universo. Sus novelas nos recrean un mundo del que no nos apetece salir, como si se tratara del teatro de la realidad de David Lynch. El mejor escritor para combatir la banalidad que nos rodea.
    Enhorabuena por el blog

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  2. Es una suerte que haya vídeo para ver que tu crónica parece un disparate de los gordos

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