Jorge Wagensberg, Josep Fontana y Jordi Carrión
No he conseguido alcanzar otra mente. No he atravesado nunca
otra realidad, tan solo construyo representaciones de esta (en el sentido de la
interpretación), con la plena seguridad de que no son únicas pero si genuinas,
que trabajan dentro de un tiempo, que tienen ritmo, belleza, musicalidad sin
que en esta última característica aparezca el sonido, no escribo música,
transcribo sensaciones y cuando empiezo a escribir la probabilidad de que un
huevo termine siendo una gallina, es un suceso posible.
El metro, en su inmensa intuición, va dejando pasaje en
sucesivas estaciones, hasta que yo también dejo el metro y salgo a calle, prácticamente a cota 0 a nivel de mar. Al salir de casa, veo de nuevo en casa de mis
vecinos, la rata que aparece al principio de la crónica de Houellebecq, solo
que esta vez era la dueña de la casa, intentando con un paño blanco dirigir a
la rata fuera del jardín, no me quedé para ver si lo conseguía, la rata era
joven pero desde la última vez había adquirido experiencia y parecía espabilada,
mientras que mi vecina actuaba con determinación respecto a expulsarla con su
paño blanco, del jardín. No saco ninguna conclusión de este suceso.
En la calle llueve cuesta abajo, camino despacio, me voy
mojando, no me molesta que las aceras sean anchas y los edificios no tengan
aleros. Se donde voy, voy al Cicle Interseccions en la Universidad Pompeu
Fabra. Entro en el primer edificio del Campus, pregunto y me mandan al segundo
edificio del Campus. Tengo que ir hasta el final, voy hasta el final y regreso
porque no encuentro, ni por azar, el número de aula. Vuelvo a empezar, pregunto
y me dicen que es al final pero del lado que no he recorrido, lo recorro y
llego. El aula se encuentra vacía, sentado en la última fila, junto a la puerta,
espera Josep Fontana, podía ser un bedel, un empleado que estuviera vigilando
el aula, pero es Historiador, ha recibido tantos galardones, distinciones y
premios, que no es posible que me lo encuentre solo y sentado en la penumbra de
un aula vacía, como si fuera un bedel jubilado o perdido, pero es así, tanto es
así que nos miramos, pero no nos reconocemos, estoy a punto de preguntarle
algo, pero no lo hago, el está a punto de decirme algo, pero no lo dice, empates.
Después veo que sale y yo salgo detrás, porque no me apetece ir a la cafetería,
que está al mismo lado. Le sigo y veo que se sienta a esperar en el primer
banco, yo me siento en el tercero, podía haberme sentado en el amplio hueco de cualquiera
de las ventanas, pero no lo hago.
Tengo tiempo para observar el lugar, me gusta, me gustan las
losas de hormigón del suelo, los corredores con columnas de hierro, la altura
del edificio, el perfecto cuadro rectangular del patio, podía ser el patio de los naranjos de
la catedral de Córdoba, crea serenidad, quizá también porque anochece y llueve
y huele a marihuana.
Tengo tiempo y veo
llegar desde la otra punta del patio, recorriendo el pasillo de mesas de la
cafetería, a Jordi Carrión. Primero ve a Jorge Wagensberg sentado a una mesa y
le saluda, pero JC tiene visión hexagonal, como los ojos de los insectos y
detecta al instante un leve movimiento del profesor Fontana, que sigue sentado
en el banco, yo permanezco absolutamente inmóvil, mientras tras la cumplida
cortesía del anfitrión, JC se acerca al viejo profesor de historia
-Hola soy Jorge Carrión –le oigo decir desde mi absoluta
inmobilidad-
Le invita a sentarse con Wagensberg y este acepta y deja
sentado en el banco al viejo bedel algo derrumbado y seguramente cansado por
tantos años de fatiga.
Poco después, todos caminan al aula 20.029 y detrás toda esa
gente que parecía esperar cualquier otra cosa, toda esa gente que empezó a
salir de sus escondites, donde charlaban en silencio, donde esperaban la señal.
Yo me uní a ellos, al entrar escribí mi nombre donde me dijeron y me senté en el
primer asiento de la quinta fila.
Lo demás fue una agradable conversación sobre realidades
sencillas y complejas, creencias, comprensión, determinismo, evolucionismo,
ilustración, bacterias y Shakespeare, la historia lineal frente a la realidad
científica no lineal, desde Galileo y Newton hasta la existencia de la maldad,
la risa y el humor, el tráfico de los seres humanos o el negocio privado de las
prisiones, de la forma de entender el almacenamiento de los museos a las
Meninas de Velázquez, la anguila jardinera y la independencia del Koala, todo bajo la vertiente de la evolución y el progreso.
Aquellas dos mentes brillantes, han dedicado toda su vida a
adquirir conocimiento. Los dos están convencidos de que todo conocimiento es
transmisible. Y ahí siguen, en la brecha, como los héroes antiguos. Yo se lo
agradezco.
(En el mismo acto sortearon libros de Jorge Wagensberg y
Josep Fontana. A mi me tocó “A más cómo,
menos por qué”, de Wagensberg, 747 reflexiones con la intención de
comprender lo fundamental, lo natural y lo cultural”. Lo recomiendo. Está
editado por Tusquets.)
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