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miércoles, 1 de junio de 2022

La aurora cuando surge. Manuel Astur. Acantilado. Abril 2022.


                                                              Feria del Libro de Madrid (2022)


Manuel está aquí, a pesar de las poluciones nocturnas y el ensimismamiento, está aquí, con nosotros, con su padre y Raquel. Ha conseguido formar con sus despojos un escritor. Ahora no se da cuenta y pasará un tiempo hasta que este mensaje le cale y lo entienda, aunque da igual y aunque no se entere, el libro lo ha escrito.

En La aurora:

hay una mujer que grita en Génova y hay otra que contesta gritando en Palermo, entre ellas zumo de limón con sal. Hay un diálogo constante con la naturaleza, los muertos, los recueros, el padre.

Astur después de años de fiebre ha terminado por crecer del todo, también en la literatura que es su campo. Le dejé a un lado hace años y ahora le he recuperado por culpa de un viaje mio a Roma. El Astur de ahora -desde San- es capaz de describir cualquier cosa de cualquier lugar, está tan dotado para ver los detalles que, se encuentre en la isla de Maggiore o en San Pedro de las Pegas, siempre va a tener algo de lo que escribir y ofrecerlo con una sonrisa como el regalo de cumpleaños de un desconocido. Es capaz de estar rodeado de mosquitos y montarse una descripción de la noche como nadie lo ha escrito nunca, es capaz de estar en la gran explanada del Vaticano y compararlo con la inmensidad de un campo de Castilla. Es capaz de describir un amanecer con una sola frase y quince palabras. Es tan grande Astur que le empiezo a odiar como se odiaba y envidiaba a David Hammings, Frankie Goes to Hollywood,  Roman Polanski y Sharon Tate. Se les odia -e incluyo a Raquel su pareja- porque son jóvenes, apuestan por un estilo de vida en el que eran jóvenes Joe Biden, Jack Nicholson, Charles Manson, Twiggy, o Anita Pallenberg, caminan descalzos con una caja de vino y se visten con sombreros diabólicamente grandes como si su mundo no se hubiera vuelto viejo y fuera aquel de los hippies de los años sesenta, Corso, Ferlinghetti, A. Burgess, donde todo se creaba por primera vez y los pulmones aguantaban sin defenderse. Este viaje de Astur entra ya en el mundo de los libros clásicos e imprescindibles para recorrer Italia, con Dickens, Shelley, Byron o Pla.

En la Aurora:

ante dos crías de conejo, muertas, dice: “No quiero convertirlo en señal de nada. Las señales las escribo yo. Una señal, como un poema, echa a rodar y no deja de crecer hasta que te arrolla.”

Ante la “chica moderna” dice:  “En el jardín del bar, una chica moderna con tatuajes coloridos en el muslo derecho hace la prueba de sonido para un concierto que dará luego. Tiene la voz bonita y corriente.” Esa es la ilusión que nos provoca, podía referirse a ella como con una “voz triste”, pero no, sujeta al caballo por las bridas, deja claro quién manda en la descripción, así que la voz de la chica es <<corriente>>. Igual que antes y ante la evidencia de la muerte dice, “las señales las escribo yo.”

Señales es lo que encontramos, continuamente. Esas señales vienen provocadas por dos tipos de recuerdos, el de la inmediata belleza de lo minúsculo -por eso toma tantas notas- y, por el contrario, con la evidencia del dolor por la muerte del padre, el tacto de su memoria, todo en el mismo viaje por Italia. El efecto que provoca esa evidencia del dolor en el interior de nuestras cabezas es el mismo que el de un niño jugando con una pelota loca de pin-pon, bota y rebota, no la puedes atrapar ni dominar.

Y de Raquel dice: “–nunca he conocido a nadie que se abra así con el sol–“. Con esto sería suficiente, pero no lo es, si no fuera por lo demás: “Un argumento…La brisa…Un espejo…Las primeras gotas…El sol superando los tejados… Un rayo de luz que me apuntó a mí en particular.

A medida que avanzo sobre el libro, a medida que entro en su rutina, viaje, padre, recuerdo, yo, viaje, poema, polvo, padre, paisaje, recuerdo, el lago, el mar, las ruinas, creo que Astur también escribe esto: <<La lucha de las autoridades consiste en quitar el polvo antiquísimo que se va depositando sobre todos los lugares que se administran. Si no lo hicieran los pueblos y, más aún, las grandes ciudades desaparecerían en un breve espacio de tiempo>>. Pero no, esto lo escribo yo, exactamente aquí y ahora.

Hubo un tiempo en el que Astur era Cuno Amiet. No estoy seguro, no sé si ese tiempo ha pasado.


sábado, 28 de mayo de 2022

CRONICA de doce horas en MADRID (1)

 



1.     Feria del LIRIO

 

Ángel Lirio posa con un niño en brazos -le presenta ante el mundo- junto a una mujer hermosa en movimiento, el movimiento de Lirio es estático, sujeta al bebé con una mano en una posición poco maternal y el bebé no presenta ningún temor ninguna inquietud, Lirio fuma y mira a cámara, noble y arrogante, la mirada de ella se sale del libro, la foto se titula “Los irreductibles”, y es del año 1991, de un libro que edita La fábrica. Acabo de conocerlo en el Festival de Poesía en el que participo “Algarabía”, se celebra en Madrid, en un viejo café situado, desde los setenta, en la calle Libertad número 8, el local es un antro de aquella época en la que todo el mundo fumaba, bebía y escuchaba canciones protesta, de una época en la que todos los mundos se conjuraban, conspiraban y cantaban a coro un tipo de poesía, ahora amarilla. Así que el perro es viejo, permanece la mayor parte del tiempo tumbado, aunque apenas pueda ya ver y, aunque a su cabeza le quede poco para caer en el cesto, su mirada es inmortal. 





CRONICA de doce horas en MADRID (2)






2. Recaredo VEREDAS

 

            Llego a Madrid antes de hora en un vuelo intercontinental que hace escala en Barcelona, mi asiento está al lado de uno de los dos gigantescos motores Rolls Royce del Boing 787 fletado por AirEuropa y tras mucho transitar estaciones de metro y trasbordos, llego a comer sobre las tres de la tarde. Me espera en la plaza Mostenses un viejo amigo al que hace años que no veo, el escritor Recaredo Veredas. Aunque está sin afeitar le recuerdo igual que entonces. Hay gente que no, pero hay algunos como Recaredo que, aniquilados como estamos por el tiempo en el que vivimos, sus avatares y transformaciones, poco después del encuentro puedes continuar la conversación sin esfuerzo alguno como si acabaras de dejarla. Recaredo me pregunta por Derbi, pero como me cuesta hablar de mi me intereso por “Vida después del sueño” el libro que acaba de publicar junto con Ramiro Domínguez Hernanz en Sílex.  La conclusión de la conversación por no extenderse uno mucho, es que es un libro escrito con el cariño de un amigo hacia otro amigo que además sirve como terapia para salir del pozo, es un libro que habla de ese pozo en el que se han sumergido durante muchos días una buena parte de la población contagiada con Covid, unos han salido y otros se han quedado ahí dentro para siempre, ese es el caso de Ramiro. Recaredo me guía hacia la librería “Cervantes y Compañía”, situada en la calle del Pez. Me deja delante de la librera y no me queda más remedio que explicar mi interés por presentar Derbi en Madrid, -no ahora- añado, -después del verano. Me escucha, me sonríe y me dice que les escriba por la web que no habrá ningún problema. Recaredo anda brujuleando por los libros expuestos en una gran mesa, por supuesto yo también me uno y veo que todos los libros son libros y autores que me gustan, esta es una de las librerías más queridas, donde cualquiera que se dedique a esto, tanto da si eres como si no eres de Madrid, le gustaría traer aquí sus libros.  Por último me despido de Recaredo que de repente siente cierta fatiga. Recaredo es, además de escritor, abogado y tiene que ir a trabajar. Me bajo caminando hasta Cibeles, busco una sombra y me tomo un café con hielo, hace calor, veo algo que es de Madrid y no de Barcelona, la gente se busca, se mira, intenta adivinar quién eres, la gente disfruta. El camarero, con chaqueta blanca, me pone un café largo en su taza y en un vaso muy grande, mucho hielo. Media hora después subo hasta la puerta de Alcalá y sin calcular, me pongo a andar por el Retiro, ando y ando y no encuentro la Feria y sigo andando hasta que veo los tejados de Atocha y entonces me doy cuenta de que que no y de que el tiempo ha pasado, que son cerca de las seis, la hora en la que empieza el Festival de Poesía al que he venido. Pero Recaredo ha escrito a Ramiro, le ha dicho que me pasaré a verle y aunque estoy a punto de renunciar y volverme, continuo, subo por al paseo del ángel caído y por fin entro triunfal en la feria. La segunda o la tercera caseta por la calle de la izquierda es la de Sílex. Allí está Ramiro Domínguez.

CRONICA de doce horas en MADRID (3)


 


3.- Ramiro Dominguez Hernanz, Pepo Paz, El Rey de España. 

 

        Recaredo transcribe ese sueño, entre la realidad y la ficción mientras el editor se recupera en su casa. De esa terapia nace la necesidad de contar y de escribir lo que ocurrió durante esas dos semanas de sueño y pesadilla daliniana, de cómo se regresa de ahí, a la vida <<lentamente, confuso y agotado>>. Jesús Marchamalo pone con el prólogo un abrazo a esos dos amigos. Todo se cuenta en apenas 75 páginas. Bueno por fin le explico a Ramiro quién soy, me pregunta un par de cosas respecto de lo que le cuento y en las dos preguntas da en la diana. No hace falta mucho más, en ese instante me doy cuenta de quién es el Editor de Sílex, creo que va a pasar algún tiempo antes de que nos volvamos a ver, pero creo que sí que eso va a suceder. Para mí, esa esperanza, supone que en los próximos meses, el tiempo por vivir y fracasar dentro de la celda será algo más soportable. 

 

            Me paro en la caseta de Bartleby y saludo a Pepo al que tenía ganas de ver, con el que solo he hablado por teléfono. Hace unos meses Pepo me ayudó de forma totalmente desinteresada, ni siquiera ha querido venir hoy a comer porque además era el primer día de feria. Pepo es un guerrero fundido en plomo, está a lo que está, atiende, escribe sus libros y sigue atendiendo. El último libro que ha publicado su editorial se titula “Esperando al Rey de España” de Diane Wakoski con traducción de Eduardo Moga; dice que la Reina estuvo por la mañana de visita, tenían todos los ejemplares del libro expuestos, pero la reina hizo sus compras por la otra calle, por las casetas de enfrente y con ella toda la comitiva real, las voces y aplausos de las curiosas y pensionistas, periodistas, fotógrafas, alcaldes, concejalas, guardaespaldas, consejeras, directoras, aunque ya se sabe que los libros están pactados previamente, tal y como publica El País (hoy sábado 28), y por lo tanto la comitiva no compra como lo hacemos los demás. Por supuesto el libro que le compro a Pepo, es “Esperando al rey de España”(contextualizando 1976 versus 2022 como dice la autora en el libro). Así y con todos los demás descuidos y palabras que podía haber dicho me despido.  Son las seis y veinte, salgo del Retiro a treinta grados, cojo un taxi y en quince minutos estoy en esa calle Libertad.

CRONICA de doce horas en MADRID (4)

 



4.- Libertad

 

            El local apenas está iluminado por un par de focos que, junto con una pianola, un atril, un taburete y mil cables llenan el escenario que ocupa poco más que una mesa camilla, lo suficiente. Como está tan a oscuras casi me siento encima de Ángel Lirio al que saludo y empieza a hablarme con esa voz rayada de las viejas gargantas, no entiendo nada de lo que me dice, pero ese sonido desconcentra al cantautor que necesita silencio y suavemente, cantando, nos llama la atención. Está claro que a Lirio le aburren los recitales así que sale a fumar un cigarrillo, me deja un tiempo para saludar a Gemma Córdoba, la organizadora y Lirio vuelve, nos quedamos en silencio porque hace falta silencio para la poesía hasta que me toca el turno y ahí el mundo muere, recito mis cuatro poemas junto al tono de la guitarra de Juan Antonio Ordóñez y me retiro feliz hacia la mesa de Lirio; poco después salimos a la calle para poder hablar y hablamos como si fuéramos viejos colegas, hablamos de muertos, la más reciente Ouka Leele. Lirio es amigo de Floren Urbina que hace un par de semanas le conocí en León en la presentación de Derbi, también habitual de los retratos de Alberto.

CRONICA de doce horas en MADRID (5)


               Paco Marquez (Ediciones Ondina). Gemma Córdoba (Festival Poesía Algarabía) 


5.- Madrid

 

Lirio, a diferencia de la imagen fotográfica descrita, me pareció un tipo extremadamente frágil, Ramiro Domínguez extremadamente inteligente a pesar de los recortes que, dice, le ha dejado la Covid; Recaredo es un hombre religioso e intemporal; Pepo alguien en lucha que va abriendo frentes cada día, aunque nunca sea el mismo frente ni el mismo día; y tanto el metro como el aeropuerto de Madrid, grandísimos, como si los arquitectos y los políticos se hubieran empeñado en demostrar que se tiene que notar esa grandeza, se pague o no (entre el casticismo castellano de Aznar y el romanticismo de la edad de oro literaria), todo detallado por el paso de inmensas escaleras y pasillos mecánicos que van a todas partes, construidos bajo gigantescas estructuras de columnas atornilladas, unas a otras, coronadas con techos laminados de madera que se extienden hasta el infinito, limpio, iluminado, ventilado y perfundido. Hacía tiempo que no venía a Madrid y me siguen gustando esos extremos tanto como las tabernas y terrazas del viejo poblachón manchego. Por no tener, Madrid no tiene ni carril bici, pero eso sí, como en Barcelona, las aceras están en obras y al centro lo llaman almendra. Desde la ventanilla del avión también se ven aquellas instalaciones olímpicas para aquellas olimpiadas que, a diferencia de las de Barcelona, no se celebrarán nunca. Madrid, como todas las capitales esquizofrénicas del mundo, sigue sin terminarse de construir; el perímetro que rodea la ciudad es infinito, sin embargo, su skyline lo forman cuatro rascacielos porque el auténtico paisaje de la ciudad, como todo el mundo sabe, es su cielo que como también todo el mundo sabe hay que verlo desde la terraza del Círculo de Bellas Artes. A las diez de la noche estoy embarcando de nuevo en el vuelo y, a las once y media en Barcelona.

 

domingo, 15 de mayo de 2022

La presentación de Derbi (León)

 

 Instituto Leonés de Cultura


El viernes 13 de mayo salgo de casa; en tren y diez horas más tarde <<vuelvo a casa>>, vuelvo y regreso a la ciudad de León. Allí, y desde el jueves, me espera Floren Urbina con su guitarra; se aloja en casa de Diego "Dogo" un amigo músico. Me viene a buscar a la estación mi sobrino Dani y me lleva al Hostal Orejas, en la calle República Argentina donde dormiré esa noche. Después de ducharme quedo con mi hermano Ramón para tomar un café frente al conservatorio de música en la calle Santa Nonia, al lado del Instituto Leonés de Cultura. La temperatura es de pleno verano, las terrazas por las que he pasado en la plaza de la Pícara están llenas y en todas huele a tabaco. Ni Ana, su mujer, ni él podrán quedarse a la presentación de Derbi, tienen ensayo en Valencia de don Juan, el sábado la banda municipal de música actúa en la Casa de la Cultura. Media hora después llega María del Carmen Gorostiaga y mis amigos de la adolescencia Pedro Confrade y María A. Bouzo,  venían de Oviedo. Aparece el escritor Antonio Manilla, la librera Virginia Navarro, Nuria Viuda García, la escritora Charo FuenteMar, Mar Astiárraga y su marido, mi prologuista y presentador, fiscal y escritor, Avelino Fierro, y Roberto Soto, mi cómplice en este Instituto donde presenté, hace ya ocho o nueve años, Tierra de invierno y en aquel entonces, Roberto fue mi anfitrión y un perfecto caballero. Faltaban todos los demás, todos los que en algún momento me han felicitado, todos los poetas, los novelistas, los pintores, los escultores, los fotógrafos, los editores, los músicos, alcaldes, concejales jubilados, funcionarios, opositoras, los arquitectos, las periodistas, los constructores, los leonesistas, los camareros de mi pueblo faltaban todos. Por mucho que yo me encuentre en casa, sé que no es así, no tengo casa ni aquí ni al otro lado de la frontera, he alcanzado la perfecta simbiosis entre un ser que existe y otro que desaparece lentamente. Y así fue como presenté Derbi y me ayudaron, me ayudaron todos. Hablé de las cosas que nos rodean y que terminan por arrinconarnos, del amor, del odio, de la muerte, las etapas del hombre; recité un poema de Luís Rosales, titulado “Autobiografía” que le dediqué a Urbina y que termina así: “sabiendo que jamás me he equivocado en nada, sino en las cosas que yo más quería” que leí en Facebook en el muro de Ismael Cabezas,  que podía haber dedicado a todos los demás, recité uno mío, Avelino y Roberto, hablaron de sus gustos literarios, de las canciones de tres minutos, las emociones, las motos, recitaron y Urbina cantó, tocó la guitarra e interpretó un poema de Cuerdas de plata. Todo el acto cupo en una hora y fue suficiente. El resto del tiempo, como es costumbre, lo quemamos en el barrio Húmedo, acotado entre la Catedral y el Campo de´ Fiori es decir la Plaza del Grano, donde cada fin de semana acude una masa ingente de legionarios que lo hacen hervir; nacen, juzgan y mueren en ese campamento de tabernas y, como antes, los nuevos mesoneros siguen preparando platos de picadillo y huevos fritos, auténticas verdades literarias donde mojar pan. A todos mi agradecimiento.


domingo, 8 de mayo de 2022

Y por esto el príncipe no reinó. Óscar M. Prieto.

 



Cada uno llama a sus hijos como le da la gana o siguiendo una moda de nombres (en el colegio catalán de mis hijos abundan los Gifré, Nilai, Jofra o Jan, lejos quedan los Jordi o Josep). Rayo es el nombre que Ramiro Pinto le puso a su primer hijo. La hija de Luis Artigue se llama Lorca, León es como se llama el hijo de Óscar M. Prieto, le ha escrito y dedicado su última novela, “Y por esto el príncipe no reinó”. Esa novela llegó en un momento en el que, la vida le habla al oído y de esa conversación Óscar duda sobre dejar de escribir. Ese impulso, y me temo que Oscar es un escritor de impulsos y de ansiedades, se lo frenó en seco Julio Llamazares, al que se le consultan las dudas y las deudas (que es una frase que le gusta a Jordi Carrión), como al oráculo de Delfos. El caso es que, de ese fuego Óscar salió purificado por Julio Llamazares, y como consecuencia ha fabricado lo que él denomina “la mejor novela que he escrito nunca”; acto seguido la ha publicado en Sílex Ediciones. 

Como siempre, lo peor de la novela es el empeño del autor en demostrarnos lo mucho que sabe, para eso se apoya en los pechos de sus personajes; lo mejor de la novela  es que te puedes fiar de Óscar y de lo que en ella te cuenta, Óscar M. Prieto es un escritor honrado, como él mismo dice y yo le creo y además curioso y obsesivo. El lugar del que partimos es en “apariencia” la novela histórica, pero no las del Julio César de Posterguillo o la guerra civil de Pérez-Reverte, ni de esas series de “Vikingos” o “Juego de tronos”; entra en la raíz de la historia de España la de trescientos años de reyes godos, sus sucesiones a cuchillo, los miedos, que, en este caso, se sitúa en el reinado de Leovigildo, sus hijos Hermenegildo y Recaredo. Eva Loureiro dice de la novela que “es de impecable factura y amena lectura”, también dice que “Tanto la representación de los personajes como las historias que le cuenta el esclavo al pequeño Atanagildo, preñan de sentido la novela, la enriquecen, la hacen más bella y mucho más humana.” No me atrevo a decir nada más, soy un observador del mundillo literario y de este autor leonés he leído dos veces Berlín Vintage, la primera vez me pareció pretencioso, la segunda, no y además esa novela fue creciendo dentro de mi hasta el punto de que ahora soy yo el que anda, de aquí para allá, buscando cuadros de Caravaggio. En todo caso se agradece que no todo lo que se publique en este país sea auto ficción, ni siendo leonés tenga sabor a óxido, fresas, olvido y centeno bajo el invierno, también va bien conocer los mecanismos del poder y la debilidad humana que al parecer siempre son los mismos, tengas el domicilio en Benavides, Constantinopla, Toledo, seas comisionista en Madrid, vivas en el siglo VI o en el siglo XXI mientras Putin ordena el mundo. Para entrar en calor os dejo la famosa lista de los reyes godos que, en sus tiempos, fue una prueba de capacitación memorística.


La novela se ha presentado en Madrid en La biblioteca de la Casa Encendida y el jueves 12 de mayo la presenta en León, en el Instituto Leonés de Cultura.


Ataúlfo (410-415)

Sigerico (415)

Walia (415-418)

Teodoredo (418-451)

Turismundo (451-453)

Teodorico II (453-466)

Eurico (466-484)

Alarico II (484-507)

Gesaleico (507-511)

Amalarico (511-531)

Teudis (531-548)

Teudiselo (548-59)

Ágila I (549-555)

Atanagildo (551-567)

Liuva I (567-572)

Leovigildo (570-586)

Recaredo I (586-601)

Luiva II (601-603)

Witerico (603-610)

Gundemaro (610-612)

Sisebuto (612-621)

Recaredo II (621)

Suintila (621-631)

Sisenando (631-636)

Chintila (636-639)

Tulga (639-642)

Chindasvinto (642-653)

Recesvinto (649-672)

Wamba (672-680)

Ervigio (680-687)

Égica (687-702)

Witiza (702-709)

Rodrigo (709-711)

Óscar M. Prieto nació el día del Cristo en Benavides de Órbigo (León) en el 73. Filosofía, Derecho e Historia son los tres pilares de su formación académica. Ha sido profesor de Filosofía Política y de Teoría del Derecho. Además de Berlín Vintage (Tropo) —finalista del Prix du livre eurpèen, 2015—, ha escrito las siguientes novelas: 40 (Eolas), Love is a game (Inéditor), Las horas se ríen de mí (Efecto Violeta), El tercer Sacramento (Comunidad de Madrid) y Palabras de carne y hueso (Premio Jóvenes Escritores Fundación Caja Madrid). Columnista los miércoles en La Nueva Crónica de León y creador de un universo libérrimo, Patacosmia, en la revista Experpento. La fortuna le regaló vivir en Roma por un tiempo y de árboles y flores intenta aprender lo que es el tiempo, ese tiempo ahora renovado por su hijo León.



miércoles, 20 de abril de 2022

Estimar Nick Kamen. Raquel CASAS

 



Recuerdo perfectamente aquel anuncio de Levis protagonizado por Nick Kamen. Yo entonces usaba Levis, y los sigo llevando de hecho tengo guardados unos (totalmente harapientos) desde hace más de veinte años; aparte de esto del anuncio, Nick era músico, era joven y era guapo. Ese tipo y yo, ahora, tendríamos la misma edad si no fuera porque él murió el año pasado. Encima de mi mesa, tengo y voy leyendo, Estimar Nick Kamen, un poemario escrito por Raquel Casas (Vilanova i la Geltrú 1974), hermosamente publicado por El cep i la nansa edicions en el año 2020, ganadora del Premi Ciutat de Palma Joan Alcover de Poesía 2019. El eje, la columna y el punto de apoyo del libro es el amor adolescente sin cursiladas, un amor lleno de fantasía, de locura, deseos, el cuerpo desnudo, la rebeldía, un mundo verde de tempestades y de calmas, la idea del paraíso en el silencio de la foto de Nick a medio camino entre una condena y la posible salvación, según el estado de ánimo (y el amor adolescente tiene muchos estados de ánimo), la zozobra, borrarse y dibujarse la cara. El fracaso de besar un espejo, besar a Kamen 

“com si la mort no existís a l’adolescència./ La llengua damunt del mirall, duplicant el fracàs.” 

Un libro está lleno de promesas adolescentes que no se pueden cumplir, sensación de deseos que se evaporan en el momento de decirse. La invisibilidad del cuerpo, las estrellas y las canciones, las palabras que nunca me dirás, invisible como mi silencio. El libro recorre el espacio en el que la adolescencia vive. El pelo largo frente a las mujeres de la familia, todas con el pelo corto, un pájaro cosido en la mano, un castillo en la arena. Estimar Nick Kamen, lleno de referencias sobre la mejor y la peor edad de todas las edades, referentes de inocencia blanca y los primeros pasos hacia la luz negra, una nena que se aleja y un lobo que abandona la tribu, el vientre que recoge ángeles caídos, mariposas de color podrido, imágenes preciosas y potentes que describen esa edad en la que el vientre también se llena de corazones y, las alas, de piedras. Todas las obsesiones y los miedos en una; Nick son todos a los que no nos podemos acercar, todas las que no nos conocen, a los que se escriben poemas y que estando tan cerca nunca llegarán a saberlo.

                          <<Benaurats aquells que des

                                                                        esperen.>>




http://llenguadegat.blogspot.com

Astrolabi (El Cep i la Nansa, 2006)

Les randes del Paradís (Editorial Moll, 2007)

La dona bilingüe (Viena Edicions 2008) La mujer bilingüe (Bartleby)

Balcons que escupen mitges (El Cep i la Nansa, 2018)

Vessar el càntir (Viena Edicions, 2019)

Estimar Nick Kamen (El Cep i la Nansa, 2020)


sábado, 19 de febrero de 2022

Diarios. 18 de febrero.


                                                                                Juan Vico (2022)


 18 de febrero


                                    ***

Me veo con Santiago García Tirado para tomar café. Además de crítico literario imparte clases en el instituto Can Vilumara, por lo que quedo con él en el Centro Católico de la gran ciudad de L’Hospitalet, muy cerca de su trabajo. Hablamos de Derbi, lo va a leer. Esta tarde no vendrá a la presentación y Carlos Gámez tampoco. Después habrá otros muchos que se han ofrecido, que les resulta un acontecimiento que no se pueden perder, tampoco irán, siempre surgen imprevistos, un hijo, un estado de ánimo adverso, una pereza, un enfermo. Nada es seguro, nos adaptamos, sobrevivimos, somos grandes expertos en sobrevivir.

La primera planta de la NoLlegiu no es muy grande, pero veinte o veinticinco personas caben; entre amigas, curiosos y deudores; por las dudas y por las deudas supongo que tendré algo de público. No sé lo que voy a decir, trataré de que lo que diga se entienda.

 Precisamente hoy, mi mujer ha quedado con sus amigas para cenar y enseñarlas el piso, tampoco irá.


***


Llego a Poble Nou media hora antes y entro en el mercado municipal, a veinte metros de la librería. Veo una cantina, un apeadero, frente a la pescadería, me siento en un taburete y pido un coñac. La chica debe ser nueva porque no sabe el precio; me pide dos euros, los pago, trago un sorbo por las dudas y la garganta se calienta de inmediato. Llegan tres motoristas, reconozco sus parches, las cadenas, los colores, el cuero, pertenecen a una hermandad, piden cerveza, los tres son espaldas plateadas. Bebo mientras el olor a pescado y gasolina va y viene por entre los pasillos, se abraza, <<saliva de hiena, lengua de caimán>>(1). El trigo, como el tiempo que esperas, se enmohece. Es de noche, pero la noche no se ve detrás de los cristales del mercado. La noche está ahí, frente a NoLlegiu. Cinco minutos antes de la hora entro en la librería. La librera me sonríe, no digo nada, es ella la que me indica que Xavier está arriba. Obedezco y subo por el estrecho pasillo que dejan los libros allí expuestos; la escalera de caracol y arriba, todo preparado pero no está Xavier, no hay nadie, veinticinco sillas vacías y dos sillones; el trigo se enmohece mientras ojeo libros de poesía arrinconados en islas, todos son títulos recientes. Sé que la noche sigue allí, detrás de las cortinas, pero ya no reparo en ella, oigo voces, pisadas llegan Herminia Meoro, Eugenio Asensio y detrás de ellos, todos los demás, la noche se aleja, soy un signo indescifrable mientras una cámara autista graba y escucha los temores del mundo, las dudas y las deudas(2). Juan Vico ocupa el sillón amarillo, tiene en su mano la piedra filosofal, yo ocupo el sillón rojo, en las mías el coñac y el ruido.


[1] <<Solo el hombre está solo>>. Nunca es antes. Guillermo Fernández Rojano. Nadie está a salvo (Volumen I). Pájaro verde editorial 2021.

[2] Membrana. Jorge Carrión. Galaxia Gutenberg 2021.



                                                                        
No Llegiu. Presentación de Derbi (2022)

martes, 21 de diciembre de 2021

DERBI Poema 15



15


Duchas baratas,

camas calientes,

esa era la pensión.


Persianas caídas por el viento,

argelinos al final de la calle,

negros junto a los contenedores,

morralla pegada a los portales

esperando una oportunidad.


Y en el medio de ese camino estoy yo,

seguro de pasar al lado de todos ellos,

seguro de perder,

seguro de mis cuatro nudos,

de los cables,

las correas,

el engranaje,

seguro de pisar a fondo aunque vengan curvas,

con las gomas gastadas, si ¡y qué!.


Esperando estoy yo también, como todos los del barrio

y no terminas de llegar, nena.

Nunca estas cuando te espero.

Siempre apareces cuando ya no lo cuento.

Siempre,

como si fuera la primera vez.


 

domingo, 19 de diciembre de 2021

Sonido ambiente (4). Gato Urbina




                                                             Gato Urbina


Floren Urbina es un dandi, sus maneras son muy suaves, es amigo de Alberto García-Alix, del Dogo, Ángel Lirio, Lola Puñales, y conocedor de otros muchos muertos de la etapa dura de Madrid, cuando en los ochenta se soñaba con formar parte del cielo, en La Vía Láctea. Un día leyó Cuerdas de plata y desde entonces, sin conocernos, somos amigos. Hemos quedado en que yo le escriba poemas para que él los convierta en canciones de tres minutos, con cierto aire a Lou Reed, un músico y una música del siglo pasado que muchos milenials no han oído en su vida, en eso ninguna esperanza de triunfar. 

El nombre de guerra que tiene mi amigo es Gato Urbina. El otro día me envió un video con tres canciones, en una de ellas aparecen algunos versos de uno de los dieciséis poemas que le he mandado. Le escribo felicitándole por el trabajo, le recomiendo que busque un par más de músicos para que le acompañen, pero al parecer lo de reunirse a ensayar, a estas edades, después de haber sobrevivido a lo de Madrid en los ochenta, parece que no se articula demasiado bien. Le he vuelto a mandar más poemas y le animo a que los convierta en música. Y así estamos enredados: Urbina el Gato con su madeja, y yo con la mía, los dos rodeados de cadáveres que esperan sepultura y de chicos que no conocen una época en la que todas las canciones tenían nombre de droga, ni al viejo Lou y esta balada: “Just a perfect day / Drink Sangria in the park / And then later / When it gets dark,/ we go home Just a perfect day.”


domingo, 28 de noviembre de 2021

Bajo los párpados de quien se aleja. Presentación en Barcelona.

 


 Rafael-José Díaz

27 de noviembre de 2021. Librería Animal Sospechoso.

Editorial PRE-TEXTOS



A la una de la tarde del sábado, Antonio Puente escribe en La razón, sobre los libros de poemas que se engarzan con el título “Bajo los párpados de quien se aleja”, dice que Rafael resuelve con madurez una encrucijada entre anécdota y reflexión metapoética, lo coloquial frente al conocimiento. A la vez y a la misma hora, en las estribaciones del barrio de Gracia de Barcelona, en una librería denominada Animal Sospechoso, Alex Chico descubre entre analogías y metonimias, el paisaje de un lugar entre olas y muñones, lo desmenuza hasta dejar a nuestros pies, arena, convierte la librería en una playa y a la vez en la miniatura del universo. Rafael-José Díaz, el poeta invitado por la luz del sábado, en breves y justos diálogos  ha filtrado parte de ese cielo que todos vemos cambiar en las distintas horas del día, ha filtrado parte de nuestra naturaleza, esa con la que nos despertamos despeinados, con la que regresamos a la vida cada mañana y ha seguido filtrando, bajo los párpados, imágenes que guardamos y también todas esas pérdidas que abandonamos y nos abandonan, sin aviso alguno. Era la una de la tarde y toda Barcelona se empeñaba en demostrar que el hombre está muy cerca de su hocico, cuando habla, cuando come y cuando compra, en pleno segundo viernes negro con descuentos de resaca y, entre esa carne, un reducido grupo de poetas, no más de catorce o quince, conversa en tono confidencial sobre la muerte del padre, del amigo de infancia, de mi tío, de mi abuelo, de la playa que me gusta y a la que bajo, de esa playa en la que momentáneamente ha sido deshojado el libro de Rafael, como si la verdad fuera un  animal sospechoso.  Fuera, con las aceras repletas de hojarasca, a la una de la tarde y hasta las cuatro, al invierno empujado por el viento le esperan las retamas que deciden quedarse quietas ante el frío. De todos los poetas congregados, solo uno había viajado recientemente a Venecia y pensé que ese sería el lugar al que yo viajaría, el único lugar al que yo viajaría para buscar la muerte, bajo los párpados de quien se aleja.



                                                                 (fragmento de CREPUSCULO)

, y mientras tanto
la noche despedaza
la lengua que, sin saber,
se acomoda debajo de la lengua.

 

                  (fragmento de FIEBRE)

 

 la incestuosa conformidad con que nos acostamos

del lado de la cama que no pertenece a nuestra madre

y ocupamos por primera vez el lugar del padre convertido en fantasma,



(fragmento de EL PARDO)


la imagen sin edad de quien cruza una extraña

pregunta sin respuesta

y aprende nuevas lenguas inservibles

en la lengua del bosque. 


 

sábado, 6 de noviembre de 2021

LOS NOMBRES IMPARES. ALEX CHICO (presentación en Barcelona)

 Cita:

 

"–Busco a un hombre que huye de mi.

– ¿Y el hombre al que persigue viaja también del mismo modo?

– Si."

                                            Mary Shelley 





Librería Byron. Barcelona 5 de noviembre de 2021



Alex Chico ha llegado a casa después de dar todas las explicaciones a un público conocido que se acercó a la Librería Byron, una librería hermosa, cálida y llena de maderas. Se ha quitado los zapatos, de los que han caído algunas chinas, y sacado dos libros de los bolsillos de la americana, dados de sí por esa costumbre de ir con libros, uno es Frankenstein de Mary Shelley, el otro es una historia cinematográfica que habla sobre la ciencia de la tristeza y la silla eléctrica; los deja sobre la mesilla de cristal. Junto a los libros se descuelgan dos entradas de las dos exposiciones que se celebran en Barcelona, ambas sobre Banksy, una de ellas ficticia, la otra real. Ha bebido con los amigos de siempre y en casa, sentado entre la penumbra y el silencio, recompone al gato de los hechos y al de los halagos. Por las dudas y por las deudas, los editores le han agradecido que pudiendo publicar con otras editoriales, puedan seguir en Candaya cuidando y administrando sus obsesiones. Lo agradece.

 

Para ser las seis y media de la tarde de un viernes, muchos de los asistentes se quedan de pie. En la presentación participa Xavi Ayén, el periodista de La Vanguardia más envidiado de la ciudad de Barcelona porque jamás lleva mochila con libros, ni libros en los bolsillos y Bruno Montané, un atractivo y singular desconocido a pesar de tener una edad y ser el Forense Instructor del Conocimiento Necesario para la Colaboración en la Investigación Efectuada por Alex Chico, –todos esos títulos– se encuentra incapaz de disculparse por la arrogancia de su naturaleza; en el atrezzo de la primera fila una serie de personajes que aparecen en las paredes de Los nombres impares, uno de ellos tocado con un sombrero shtreimel, fabricado en Salteras, que solo se quitó cuando ya no pudo aguantar más la presión del calor sobre el casquete del cráneo y Toni Hill, que cerraba la fila junto a su mochila, que a diferencia de los otros no es un personaje de los detectives salvajes de Bolaño ni del ensayo ficción de Alex Chico.

¿De qué trata la novela?. La mitad de los que estábamos allí no teníamos ni idea de que era aquello de los “infras”, ni quién el poeta mexicano Darío Galicia,  oculto en la novela bajo el nombre de Damián Gallego, y yo en particular nunca he estado en el barrio barcelonés de Vallcarca, al margen de la montaña que es el barrio que ata el destino de Juan Trejo, también presente, y que Vila-Matas define cómo <<el norte de Barcelona y el sur de la nada>>, tampoco he estado en Portbou, ni en el desierto de Sonora, lo que no me impide seguir la disección de la novela.



 

Poco a poco te vas enterando que todo este enredo viene bien para hacerse una idea de lo doloroso que supone para muchos, esa elección que consiste en escribir aunque te cueste la vida, o entender la autenticidad de la escritura como un sacrificio, caminar con piedrecitas en los zapatos o masturbarte con la zurda si eres diestro, guardar silencio mientras narras, que son cosas de Gurdjieff y de las que hablaron, Xavi Ayén de forma muy higiénica, Bruno de forma hermenéutica y Alex con suficiente dolor por toda esa constante tensión detectivesca a la que somete a sus novelas, en la que él mismo se castiga pensando que detrás de todo ese trabajo solo queda un vacío de orfandad, bloqueo y desamparo. Y así los sedales volaban por la sala e íbamos picando en esos anzuelos, sin escapatoria. Todo fue evolucionando suavemente hasta que al final Diego Prado que anda de promoción con su Summertime Blues, y yo que no ando a nada, pudimos saber de qué iba la historia y esa fraternidad de escritores, incluso la lectura de un poema infrarrealista del auténtico Darío Galicia. Y hablando de "Barcelona me mata", allí estaba también Diego Gándara, impecable en su sufrimiento, a cuyo calor, por las dudas y por las deudas, cada vez me siento más unido.  En este final de año son muchas las novelas que se van paseando por la ciudad y Alex Chico se posiciona para que “Los nombres impares” sea uno de esos espejos en los que se reconocen reductos de la vieja Barcelona de hoy, la literatura y una buena semblanza de sus escritores más desnudos, de sus ausencias y sus presencias.  Dicho por Bobin: "El poeta Henri Pichette dice que nunca se debería escribir ni una sola frase que no se pudiera susurrar al oído de un agonizante. Pues bien, eso es exactamente. La manera de escribir que a mí me gusta, es exactamente eso."



 

jueves, 7 de octubre de 2021

Diego Prado. Summertime blues

 Algaida Editores 2021. 266 páginas

Dedicatoria: "A mi hijo Víctor, que empezó a crecer en la barriga de su madre casi al mismo instante en que nacía este libro."

                                                                        Diego Prado (2021)


En mi pueblo conocí hace más de treinta años a un viejo que vivía solo y algunas veces se le veía caminando seguido de una oveja o si estaba de buen humor con la oveja a su lado. Nunca vi caminar a nadie, ni siquiera en mi pueblo, a ningún viejo solitario junto a un toro blanco de quinientos quilos, quizá porque mi pueblo no es zona de dehesas, y ahora tampoco de ovejas, aunque sigue habiendo viejos solitarios, algunos –cada vez mas– y para siempre se han afincado en esa soledad legendaria, muchos de ellos ya empiezan a ser de mi edad y no recuerdan ya como una vez empezó todo esto del rock and roll. 

    El caso es que Diego Prado, un día, cuando era joven, se acercó al muelle de su pueblo con un petate de loneta en el que guardaba un par de fotos dentro de un par de libros, algunas hierbas aromáticas, un par de buenos zapatos y se embarcó para la península con algunos sueños estrafalarios, entre otros, el de apuntalar su carrera de escritor. Después, cuando la vida se complica, conoció a una chica de su pueblo que en su pueblo nunca la hubiera conocido, se casó y cuando ya estaban a punto de tener un gato, nació su hijo al que le puso nombre de escritor. A partir de ahí, sacó las hierbas aromáticas de la caja de lata, que todavía conservaba y dejó allí una bola de cristal que contiene toda la literatura que se ha escrito en color y en blanco y negro, para consultar cuando las fuerzas bajan. Se ha pasado, según cuenta en la dedicatoria, siete años con la novela que ahora publica y en todo ese tiempo, puro y cenceño, ha tenido que pedir consejo a la bola de cristal, preguntar sobre la literatura demente, la demencia de escribir, la resistencia de los cuerpos, hasta que la bolita de cristal le puso una canción de  los años cincuenta de un músico sin suerte, un tal Eddie Cochran y con esa canción Diego recordó como le gustaba bailar aquel rock de los primeros tiempos, cuando eran joven y vivía en la isla, casi tanto como a Don McLean al que cita así: “Hace mucho, mucho tiempo…No recuerdo cómo, aquella música solía hacerme sonreír” (American Pie).

     El caso es que tirando del hilo se llega al ovillo y sea como fuere, después de tanto tiempo, la novela está aquí bajo el sello de Algaida y se titula Summertime blues. Summertime blues no es otra cosa que una balada de un chico que no está a gusto en su casa, ni en Spritsail, su pueblo de Alabama, que no le dejan bailar con su chica Jane Baker, que se mete en peleas en el aserradero o en las vías del tren y esas cosas que hacen los chicos con una tristeza, a los que les ha tocado en suerte vivir en tiempos de crisis económicas, cuando también hay guerras que van de Corea a Vietnam, perdido en una edad en la que uno siempre está perdido y equivocado, es decir la que va entre el estado espiritual de “El guardián entre el centeno” (publicada en 1951) y la juerga de “En el camino” (publicada en 1957); y Johnny Tyler, que es como se llama el muchacho, solamente tiene un deseo, que ya es algo y una obsesión, algunos buenos amigos como Tobías el Largo y entre los deseos y los amigos, la peripecia girando alrededor de una promesa; ya se sabe que alrededor de las promesas que se les hace a las novias siempre hay sueños generacionales que nunca se cumplen. A esta novela, la banda sonora la contiene el título; es la época de canciones como Long Tall Sally o Tutti frutti  del arquitecto del rock Little Richard, canciones como Maybellene de Chuck Berry, es decir todo ese sonido de los cincuenta que llega hasta los Beatles. Lo que este escritor se ha sacado de la manga con esta novela, te deja en el paladar lector ese retrogusto racial del whiskey del viejo sur, sus negras canciones, distintas fidelidades entre amigos, una historia triste de amor, el desencanto de una generación llena de ídolos y una entretenida lectura que se termina rápido. Por eso ahora que Diego ya tiene una editorial, no será cuestión de sentarse en la tertulia de cualquier barbero a esperar que pasen otros siete años para que llegue la siguiente novela. 

    De momento parece que no hay fecha de presentación de Summertime en Barcelona y a lo mejor tampoco hace falta; pero eso ya nos lo dirá Diego cuando encuentre un jukebox o llegue el momento oportuno.