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jueves, 8 de diciembre de 2011

MADRIZ-BARÇA

                                              

Es sábado y aquí hay futbol. Todo el mundo se ha metido una jarra de sangría, un bocadillo de panseta peluda, chistorra. En una fuente del bodegón, palomitas saladas, quicos, matamoros, banderas y banderillas, himnos, en la otra Cristiano y Leo, frente a frente, dos tallas, dos cuerpos, dos pares de botas de oro y un balón de cuero, cada uno viste su camiseta y detrás escupen en la hierba diez jugadores, en el vestuario Pep y Mou.
-Tots, al camp.
-Ya estamos todos.
Los que saben, dicen que son los dos mejores equipos del mundo y los que saben contestan que son dos filosofías, dos maneras de entender la vida, dos políticas, dos ciudades, dos religiones, el caso es que las cifras marean, las cifras siempre marean y siempre son las mismas, puede haber doce millones de telespectadores viendo el partido, eso es prácticamente la mitad de las familias españolas; en todo el mundo la cosa se dispara y se multiplica. Si esto no es una religión, se acerca, toda esa gente amontonada en el campo, desatada, enfurecida a veces, envalentonada, son los mismos que ovacionan al Papa, a Bruce Springsteen o a José Tomás, todos esos telespectadores constituyen lo que necesita un partido político para su mayoría absoluta, toda esa energía se dilapida en dos horas de circo y fieras. No estamos tan mal.

Este año llegan a esta meta, motivados por los puntos, los goles,  Guardiola y los suyos con el mismo toque de balón, con sus mismos principios de siempre sobre la idea de equipo, vestuario, técnica, velocidad, inteligencia. Mou y los suyos, descubriéndose tras dos temporadas de no ganar, de sacar mucho pecho y muchos goles, pero no los suficientes y se van a encontrar así, frente a frente, con el video del último partido, siseando en la red, en el que Pep chulea a CR7 y este le empuja, lo que analiza y ambienta en su artículo Manuel Jabois (dos estilos) http://www.revistagq.com/articulos/real-madrid-barcelona-dos-estilos/16091, que recomiendo y aplaudo desde esta banda.

Me hubiera gustado haber jugado al futbol de pequeño, y ser aficionado de algún equipo, aunque fuera la Ponferradina o La Cultu, pero soy negado para este deporte y negado para seguirlo por televisión como es de ley, con los amigos, atiborrado de cigarrillos y la nevera llena de cerveza, para eso prefiero el boxeo o el baloncesto, que siendo lo mismo son distintas pasiones; me hubiera gustado, pero soy de esos pocos a los que se les pasará la hora y no se acordará del evento hasta el día siguiente, cuando durante veinte minutos, todos los telediarios de todas las cadenas, se dediquen a repetir las jugadas más interesantes, las declaraciones, los arbitrajes, crear polémica y de ahí a la eternidad en los corrillos de los bares, del pincho de tortilla y caña con los del trabajo, las porras; los lunes, qué gran día para hablar del deporte nacional.

En todo caso, siempre estaré a tiempo, para el próximo año, convencido de que las condiciones del encuentro serán similares a las de este sábado, calentamiento, aforo, pasión, tensión, torsión y ovación. Ya empieza a rugir toda esa maquinaria, es un clam.  
                                        

lunes, 5 de diciembre de 2011

PEQUOD LLIBRES

                                  Pequod Llibres c/Milà i Fontanals, 59

El médico me dijo que tenía que leer para recuperar la memoria, algo así como embutir de historias todo el hueco que dejó un espacio mental, llamado vacío. Desde entonces leo sin cesar y las historias se van decantando en el hueco y allí dejo que fermenten, para trasvasarlo cuando sea necesario a barricas nuevas. Desde entonces ya no bebo solo, bebo en compañía de ciertos escritores, editores, filósofos y ahora libreros jóvenes. Es el caso de Consuelo, que la encuentro detrás de una pantalla LG en su mesa de trabajo, bajando música, escribiendo, leyendo y esperando clientes, hoy lunes 5 de diciembre, día de puente para diez millones de españoles y día de trabajo para otros diez, el resto no entra en ninguna contabilidad y ella, en Pequod esperando la ballena blanca.
-No te engañes –me dijeron-, es una librería pequeña.
No me engaño, puesto que no recuerdo, no puedo engañarme ni desengañarme, no me puedo enganchar ni desenganchar a nadie, puesto que a la vuelta de la esquina, sus caras dejan de ocupar espacio. Lo que sea que hay o no hay en mi cabeza, viene a ejecutarse como una especie de ctrl F4, borrado-reinicio, cada veinte minutos.
Antes de que llegue eso, hoy, en estado de total sobriedad nos vamos a Barcelona, S a ojear ropa y zapatos para el segundo armario, puesto que el primero ya está lleno y yo a buscar un hogar y lo encuentro en el salón de Pequod.
Me va bien, con su sillón, su ordenador, sus estanterías, mesas de juguete, ediciones de libros viejos y libros recién guisados, lo más actual de las nuevas editoriales, de los nuevos escritores y en todo caso solo novela y literatura. Me va bien caminar a lo largo de Gran de Gracia, siempre ves tiendas nuevas y curiosas; me va bien la Ciudad de Gracia con todo su esplendor, sus cines, sus bares, sus diseñadores, las pequeñas tiendas, los pisitos de los traductores, los escritores, las editoriales, allí, al lado del Mercado, allí vive Pequod.

En cualquier parte del mundo, el valor del terreno se mide en metros cuadrados, en Pequod se mide en centímetros. He visto crecer estos centímetros cuadrados y he visto como un espacio infinito se convierte en un espacio sólido, aquí también se puede probar la Conjetura de Poincaré, es decir la dimensión 2 en la Topología geométrica tridimensional, la resolución matemática es una locura, pero aquí solo consiste en una especie de puzzle de voluntad y sonrisa y en esas circunstancias caben tres dimensiones enlazadas tal y como se repite de uno en uno, en todos los comercios, gente inmensa (empeñada en el día a día) que ocupa espacios muy pequeños, planos redondos y geometría.

Entras y ya estas en tu casa y si te apetece te tomas un café calentito o un te y hablas algo de literatura, te informan, te aconsejan, les das tu nombre y te abren una cuenta mental, les das tus gustos en una tarjeta y al momento tienes una libreta de ahorro donde apuntar todas las medidas y los plazos.
-¿La conjetura de Perelman?
-Si, nos queda uno, el del escaparate
-¿Está bien?
-Se está vendiendo bien.
De las conjeturas se sabe como se entra, pero no como se sale, ni en qué estado. Escucho y veo, miro de lado y de frente, y siento esa tristeza infinita de no saber que pasará con los libreros, cuando la gente haga sus compras con el Kindle DX, bajando textos en un par de minutos. En todo caso, mi médico dice: “te tienes que acostumbrar a ir quedándote huérfano varias veces a lo largo de la vida”. Por eso, a veces cuando te encuentras con un oso panda te lo quieres quedar, te quieres abrazar a Consuelo y no soltarla en un par de minutos, pero no lo haces.
Y ahora ya no se a donde quiero llegar, yo quería escribir sobre la librería Pequod, pero he saltado a otra dimensión y ahora estoy en un paisaje desconocido, eso sí tengo la mesa llena de libros, saltos de libros, una conexión entre ellos y sus historias que pasan, por prescripción facultativa a llenar el vacío de mi memoria.

Los libros hoy comprados allí, fueron escritos por Patricio Pron (El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia), William Lindsay Gresham (El callejón de las almas perdidas) y Thomas Wolfe (El niño perdido). Había algunos más pero quedaron pendientes en mi libreta de pedidos Pequod, para la próxima visita.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

PARDEVALLES (prieto picudo)

                                                   

Cualquiera que sienta la patria, debe mirar bien por donde pisa, no sea que se confunda de tierra, pero sobre todo debe mirar bien cuando vuelve de bodegas, o cuando vuelve de cenar (o de merendar), ya sea de una bodega privada o pública, más que nada porque ir se va bien, pero volver no se vuelve tanto o con tanta disciplina, más bien con ninguna.
Ahora mismo S. me prepara unas tapas de picadillo, y tengo sobre la mesa vino Prieto Picudo, calidad Pardevalles.
Desde 1949 Rafael Alonso padre, empezó a cultivar prieto picudo y albarín, las dos variedades autóctonas de Valdevimbre, un pueblo de Leon, rodeado de viña y páramo, tierras de supervivencia y mucho trabajo, las mejores para el cereal, alubia, lenteja, garbanzo, y las peores, las más pedregosas y pobres para la viña, para el vino, producciones como en muchos otros lugares, a escala familiar, solo que en Valdevimbre este cultivo destacó y se trabajó de otra manera.
Ahora repaso de nuevo estos pueblos, pero antes repaso las barras de los bares de V, un espejo en el que se refleja el gusto diario de los coyantinos, del que me fío y en V, se bebe Prieto Picudo (y en todas las barras Pardevalles), una denominación que hace años que se está afinando, desde Pajares de los Oteros hasta el Páramo leonés, a un lado y otro de la vega del Esla.
Preguntamos en Valdevimbre y nos señalan
-A la salida del pueblo –dicen sin gesticular- a unos dos kilómetros. ¿De dónde vienen?.

Y a esos dos kilómetros vemos la entrada, junto a un viejo carro de madera, un camino bordeado de viña vieja y al fondo la bodega, una bodega nueva rodeada de aperos que me señalan que está viva y en activo, porque cuando llegas sin más a estas naves, da la impresión de que van a estar cerradas, no lo están. Dentro laten despacio los cuatro o cinco que trabajan todo el año, que trabajan en silencio, que conocen el oficio porque lo han visto y las generaciones actuales, lo han aprendido, son enólogos, eso quiere decir que afinan y afinan cada año, que ven el vino en su doble vertiente, como un trabajo y una industria y como una madre, la mama chango, que te cuida y te devuelve más de lo que le das. Y así han conseguido llegar a donde están ahora, a este preciado vino, blanco (albarín), clarete y tinto, de una calidad extraordinaria, con un sabor que no lo tiene el rioja o el ribera y a un precio ridículo, no llega a diez euros el más caro.
-Hacer aquí este vino –dice Rafael- cuesta mucho más que hacerlo en la Rioja.
Y yo añado que en León, cualquiera que tenga una industria, sabe que todo cuesta mucho más que en otras partes, por eso los hombres aquí, igual que las mujeres, resisten mucho más que los de otros lugares, aguantan, trabajan, mucho más, no solo por la dureza de la tierra, también por la dureza de los vecinos, de los políticos, de las condiciones y así y todo, si no revientan, muchos consiguen levantar el vuelo y sacar las raíces fuera. En Pardevalles, tienen treinta y dos hectáreas y venden parte de la producción a Alemania y Australia.
                         
El vino tinto de ocho meses que me estoy bebiendo ahora, sabe a uva, tal y como si comieras del propio racimo, es delicioso (ellos dicen sabor afrutado a ciruela y breva). Dicen que es de fermentación lenta que propicia el sostén afrutado del aroma. Dicen que plantan las vides en espaldera. Dicen que mantienen el mosto a 25º, que primero va a las cubas de acero inoxidable y después a las de roble francés, barricas nuevas de doscientos veinticinco litros, dicen que reposan quince meses en una de las bodegas del pueblo. Dicen que lo que ahora estoy bebiendo lleva todo ese proceso y que después lo mueven en ferias, y que algunas revistas especializadas en vino, así como guías gastronómicas, a estos vinos les dan entre 90 y 92 puntos sobre 100. El albarín, que es una variedad única de estos pagos, está obligado por raza y desarrollo a ser un vino oloroso y agradable, y lo consigue; compáralo con los verdejos, los blancos de rueda, los rioja, compáralos con los vinos del Rin y sabrás por qué en Alemania se compra y se bebe de este vino.

Cualquiera que sienta la patria debe saber pisarla y difundirla por todos los vientos, porque aquí todo cuesta lo que vale y mucho más, ese otro valor añadido que le pone la gente que nunca se da por vencida.



                                               Rafael Alonso (izda.) y Juan Martínez
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martes, 22 de noviembre de 2011

José Ángel BARRUECO en LAVAPIES

                                             


“Un hombre deprimido siempre cuenta con tres ayudas: una copa, una canción y su barman de cabecera”

Se me forma en la comisura de los labios, esa pasta blanca del que se le seca algo en la boca. No siempre un hombre deprimido necesita una copa, a veces después o mientras se lee por diversión, necesitas una cerveza, y una música, creo que eso es lo que pasa cuando andas en estos barrios.
-En Lavapiés siempre hay mucha gente –me dice un taxista en Madrid- las calles son muy estrechas, es un lugar cosmopolita, allí te encuentras con todas las razas. Y mucha gente –insiste- a todas horas.
No hay nada mejor que subir a un taxi en Madrid y hablar con el taxista. Son un mapa cojonudo para no saber nada y saberlo todo; así, amarillo y cañí.
 No pude llegar al barrio, creí que si, pero el Festival Ñ me quitó el aire de los pulmones, eso y las escaleras del Círculo de Bellas Artes y los huevos fritos de la Taberna de Lucio, pero Madrid tiene muchas vueltas y cada vez se llega antes, así que tarde o temprano entraremos en el barrio y espero que no sea perseguido por ningún mejicano.
Vivir y morir en Lavapies, no es una novela, no es un cómic, no es una canción, no es una película, no es nada, salvo una ansiedad escrita a oído, tal y como tocan muchos músicos callejeros sus viejas canciones, o tal y como se silba por la calle. Hace falta tener muy buen oído para escribir esta novela, porque solamente mirando por el balcón o escuchando a través de las paredes no sale. Y hace falta tener muchos amigos y el autor se sirve de los bares para quedar con ellos, son de verdad, tan de verdad como Carlos Salem, Gesus Bonilla, Esteban Gutiérrez Gómez, Javier Belinchón, Marcus Versus, los chicos del otro lado, que nadie cita en ninguna parte, tan de verdad como todos los demás seres anónimos de estas páginas, y que son iguales que los que andan por el Chino de Barcelona, o lo que queda de ese barrio.

No creo que JAB sea un tipo deprimido y menos ahora que se estrena de padre y menos aun, con la faena que da tener dos novelas en las librerías y salir a defenderlas cada día, tanto si toca ir a Barcelona como si toca Zamora. Puede que esté cansado, puede que esto le pase factura, puede que duerma poco, pero seguro que le merece la pena tanto o más que este rato leyendo “Vivir y morir en Lavapiés” o “Asco”. No tienen nada que ver la una y la otra, pero las dos las ha escrito José Ángel Barrueco, con esa disciplina del tipo que va en el pelotón, que no levanta la mirada y no ceja en el empeño de pedalear, un puto escalador nato.
No creo ya en nada, solo se que cuando te metes a callejear por el libro, se te van abriendo tantas ventanas que ya no sabes a donde mirar, ni que conversación seguir y por eso te quedas un rato con los borrachos de la plaza, mientras miras a los moretes trapichear y si no, a los negros, o esperas a ver que pasa con la redada de la policía, o ves a los indios, los chinos, los sudamericanos, los viejos del barrio de toda la vida, esos que quizá desciendan de los judíos que poblaban este mapa y cuando menos te lo esperas, te encuentras dentro de una novela negra y criminal, que no sabes muy bien como va a terminar (mal), hasta que se te acelera el pulso y quieres leer más rápido de lo que corres.
Salvando las distancias, esta novela es una especie de La Colmena del olvidado Camilo José Cela, pero menos provinciano, más criminal, más cosmopolita (como decía el taxista) en un siglo en el que Madrid ha cambiado mucho y sigue siendo igual, con una melancolía que habla muchos idiomas; al fin y al cabo ahora los inviernos de Madrid, apenas duran unas semanas.
Bueno pues eso, que antes de leer Asco, me voy a dar una vuelta con Dan Fante (Mooch/Sajalín editores), un viejo amigo recomendado por José Angel Barrueco y por Francesco Spinoglio. No sé que tal saldré de esta. Un saludo.

 Vivir y Morir en Lavapiés. Ediciones Escalera. Octubre 2011. Imagen de portada: Dani Orviz.
                                                                
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viernes, 18 de noviembre de 2011

REINICIA

                                                   


Después de ver la snuff movie sobre la muerte de Gadafi, su miserable cuerpo en descomposición exhibido públicamente, de la misma manera que se exhibe públicamente la putrefacción económica de este país, de sus comunidades y ayuntamientos y a la vez, de lo que bien que les va a los tipos (en muchos casos siniestros) que los gobiernan, el fin de la extorsión y los asesinatos de ETA, el final del verano que se extendió al final de octubre y la llegada de un frente tras otro que arrasa con lluvias implacables, caminos, canales y puertos.
Después de haber visto pasearse a Miguel C (como estrella imbécil de la gala) y sus amiguetes por la audiencia de Sevilla, ante el silencio y el dolor de los padres de Marta del Castillo, de ver la bonita melena de un tipejo al que apodan el Cuco, el típico hijo que quieren todos los padres, un amigo noble, un tipo fiable a carta cabal, después de tantos acontecimientos deplorables, digeridos en directo, uno lee cualquier cosa y le sabe a poco.
                                           

Qué les voy a contar a ustedes hoy, que hemos pasado por el Festival de cine fantástico de Sitges para ver películas espeluznantes, cuando no hay nada tan fantástico por real, como el desastre de Fukushima, o una riada tras otra, bajando entre arrabales de casas y arrastrando todo lo que encuentra a su paso, o las intencionadas declaraciones de Durán sobre los andaluces, las declaraciones en general sobre los catalanes, vascos, gallegos, toda esa bazofia de políticos y sindicalistas sin escrúpulos, anclados en sus despachos, mientras avanzan esas subastas semanales de deuda a precios imposibles de devolver, las incertidumbres de los parados, los timos de Telefónica, de los vendedores de coches, de los Bancos y sus juegos de sartenes, la Sanidad, la Educación, ese mercado global, esos líderes mentirosos que se soban la espalda y los sobacos, emputecidos.
Que les voy a contar sobre el libro de relatos Mi madre es un pez, en la que treinta y tres autores se asoman a sus abismos con muy buena prosa pero sin ninguna perspectiva económica, igual que el libro de Francesco Spinoglio, sobre la niñez de Tomaso, su alter ego en Sueños de bolsillo, qué les cuento de la fotográfica novela  Vivir y morir en Lavapies otro abismo más en el que se asoma  José Ángel Barrueco como un taxidermista, del Mapa y el  territorio de Houellebecq (él mismo y sus propios traumas), qué les voy a contar hoy, que se cae el cielo, que no amanece en todo el día, que uno anda con el sueño a vueltas y con las ganas de dormir.
 Para cuando salgan estas líneas ya habré vuelto de León, de llevar flores y recuerdos. Esa vieja costumbre de noviembre, no podrán ejercerla los padres de Marta del Castillo, ni las madres de esos niños que desaparecen jugando en un parque, delante de su padre y que nadie, ni el más avezado de los policías CSI, es capaz de encontrar, pero si las cámaras de televisión que enseñan su sufrimiento a los aburridos espectadores y pusilánimes clientes, de esos canales especializados en enseñar el lado más vil del ser humano.

 Qué les voy a contar de la nostalgia que me produce escuchar a Leonard Cohen, de leer los viejos y acerados versos de Luis Miguel Rabanal, qué puedo decirles hoy sobre la tristeza o la corrupción, cuando el horizonte donde verdaderamente existe la nación de los hombres libres, también se desvanece entre nubes, nieblas y vapores. Tengo esa sensación, vamos perdiendo, poco a poco vamos perdiendo los lugares donde nos agarrábamos, esos  nombres propios, que aunque no mueran también desaparecen, esos lugares que sirven para no despeñarse y que a cada uno le marca una referencia en estos caminos, polvorientos a veces y otras veces, tan embarrados.
Qué les voy a contar, si el domingo se elige a esos padres de esta patria, entre hastío y desencanto,  unos padres que prometen lo que no pueden cumplir, que prometen que todo va a ser por tu bien, que arruinan a la familia con caprichosos préstamos que devolverás tu con tu empeño, para seguir recreándose en esos maravillosos nuevos horizontes.
Algo tengo que decir de todo esto, porque encima de esta democracia, se ha subido demasiada carga que no hay manera de mover, igual que esos viejos camiones que cruzan el desierto cargados de fardos y personas.
Yo digo lo que veo y tu sabrás lo que tienes que hacer con tus votos y promesas, con tus hijos y con una crisis que nadie entiende, que se apodera de todo, ustedes sabrán si en realidad tienen que votar todo eso, o hay que cambiar de democracia, con una abstención brutal para este domingo día 20 de noviembre de 2011; y que de esa naturaleza broten nuevos tallos. Salud.
                                    
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