Presentación en Fnac Triangle de Barcelona
6 de febrero de 2013
La escoba del sistema
David Foster Wallace
Editorial Pálido Fuego
Con la intervención de José Luis Amores y Javier Calvo.
Hoy he visto a DFW en Barcelona, en la acera del Triangle.
(Yo) había tomado unas muestras de ácido, que me pasaron los viejos que juegan
al ajedrez junto a las esculturas de Llimona, y fue cuando le vi sentado en un
banco, cerca del Zurich, en esa acera especialmente preparada para la trata de
negros y mercancía falsa importada de China. No pierde detalle; así todo el
tiempo pasa, ahora anda cerca de los cincuenta, le veo un poco acartonado, pero
bien. Me senté a su lado y enseguida le noté predispuesto
-Tengo todo el tiempo del mundo –dijo con un gesto entre
mueca y algo de asco-
-Yo no, le contesté.
Pensé que algo ocurre en estos momentos tan convulsos, en
los que Manuel Vilas habla con Dios y lo cuenta en Facebook y yo me encuentro
en la acera del BBVA, a DFW, pero no solo en la acera, (sentado a mi lado)
también se transmuta en lo que escriben Pron, Fresan, Barrueco por la blogosfera
y las pizarras de los colegios, de los bares, las tapias de las callejas. Pensado
esto sentí que DFW tenía problemas para conectar con la gente.
–¿Y tu, también vas a
escribir de mi, en tu blog?.
-Claro tío, en mi blog solo salen los mejores, los más
complicados.
Sin ese pañuelo enrollado alrededor de la frente, sin gafas
y con una bufanda de seda DFW me confesó que había nombrado profeta en el
ámbito hispano a Javier Calvo, “ámbito
hispano”, recalcó, desde Méjico hasta Tierra de Fuego. Me dijo que Javi, (le
llamó así) era un tipo que había entendido perfectamente sus libros, a sus
personajes, su leyenda, que conoce sus drogas, su locura, y que por eso se merecía ese honor, ser
profeta y profetizar los nuevos caminos de la literatura en el ámbito hispano,
al fin y al cabo dijo, España y su historia es siempre excesiva, desde la
conquista del Nuevo Mundo tan convulsa y excesiva, tuvisteis una guerra civil excesiva, la
corrupción de vuestro políticos tan lamentablemente excesiva, vuestros
escritores enloquecieron y crearon una literatura genial que ahora vosotros
habéis olvidado de forma violenta y obsesiva, y ahora vuestras editoriales del
ámbito hispano sacan libros que yo ya daba por muertos, algo muy hispano y muy
excesivo; por eso Javi que es mi traductor y gracias a eso va entendiendo el
camino correcto para sus propios libros, su obra tan distinta y tan igual, un
camino por otra parte excesivo, puede hablar de mi y decir lo que quiera, que
yo lo doy por válido, convalido sus opiniones sobre mis libros y sobre mi,
-Javi, lo que quiera, -dijo, mientras un mantero colocaba falsos
bolsos de lujo, a sus pies-.
No me sorprendió que dijera esto, al fin y al cabo Javier
Calvo puede escribir y decir lo que quiera, con o sin permiso de Foster Wallace,
es el puto jefe del negocio, es el puto jefe de los traductores y cada año se
come un buen paquete de premios, no sin cierto desdén (fingido) por los premios,
por los demás novelistas y por su mismo pelo.
Pero David dijo profeta
y no apóstol, porque entiendo que un apóstol, no crea nada nuevo, tan solo
mantiene vivo y difunde determinado espíritu, creencia, filosofía o religión,
por eso dijo profeta, porque además el riesgo de que te nombren profeta es que
tienes que lanzar profecías, manifestarte sobre algo que todavía no ha sucedido
pero, que sucederá, profeta.
En ese Javi-lo-que-quiera,
noté que también le daba un poco igual, supongo que la edad, sus
circunstancias, lo incómodo del cuello un poco torcido, y que al fin y al cabo,
se estaba convirtiendo en un puto fantasma más de las librerías, de los centros
comerciales, de los atriles en los que se debate una y otra vez su obra, de los
derechos de autor y de los falsos derechos, y también le daba un poco de lado,
que le comprasen o le estudiasen, incluso con Roberto Bolaño o el Cid Campeador.
-Al parecer, estos, (chascó los dedos y en ese momento
aparecieron varios tipos entre ellos Gerry Howard o Colin Harrison y Michael
Pietsch, fumando y explicándose, como solo los editores lo saben hacer),
seguirán descubriendo novelas, seguirán vaciando mis entrañas y después
publicarán todo el corcho del muñeco, insaciables –dijo-.
-Si, llevan años así, ordeñando el mercado –dije yo, por
meter baza-
-¿Ordeñando? –dijo pensativo- si, bien Elías, está bien
empleado, ordeñando.
Después de una pausa, en la que parecía apetecerle un
cigarrillo, continuó
-¿Sabes Elías?, conseguí tener lectores fieles que seguían
mis pasos, pero la desgracia llegó cuando todos los chicos querían escribir
como yo, cuando el esquema es escribir como lo hace Nadie y Nunca Antes, ese es
el punto de partida y también el final.
Suspiró, me siguió pareciendo que deseaba fumar, cosas de la
ansiedad (pensé)
-Ninguno de vosotros es más listo ahora que habéis leído La
broma infinita.
Yo pensaba para mi y mi ácido, que todo el mundo es más tonto,
si cabe, después de haber leído Fresy cool, pero me pareció un pensamiento
turbio y escupí.
-No escupas tío, solo escupen los chinos –dijo David, con la
misma muesca gesto y asco de siempre-
-No, si no es saliva era Fresy
-¿Frezy? ¿es tabaco de mascar?
-No, Fresy, no es nada David, no le des vueltas, es una
chorrada.
-Aquí tenéis cosas frescas, joder, cosas que no se hacen en
ninguna otra parte
-¿Si, como Bolaño?.
-Si, Bolaño, -pensó-, pues mucha poesía tío, aquí hay buenos
poetas, casi todos los poetas españoles, son buenos poetas, mira Luna, Vilas,
Bonilla, Zenon, Rabanal, Iribarren, El Angel, incluso Panero, son gente que ha
cerrado la puerta y tiene la soga en las manos, tú les conoces, escribes
crónicas de ellos.
-Si, conozco a algunos, pero no hablábamos de poesía
-Si que hablamos de poesía, es la parte más importante de
cualquier novela. La realidad sin poesía es aplastante.
Quizá empezó entonces, a escribir lo que será su penúltima
novela, o la primera, pero el que si empezó
fue Javier Calvo, Javi-lo-que-quiera,
a hablar sobre “La escoba del sistema”, la novela que publica la editorial Pálido
Fuego. Eran las siete y cinco de la tarde, unos días antes del cumpleaños de DFW
y seguía cabiendo gente en ese espacio poliédrico con cortinas, que han ideado
al lado de las escaleras mecánicas para acceder al Fnac, y que vale ya para
todo. Javier Calvo que cada vez parece más un dibujo para un episodio de los
Simpson, habló autotraduciéndose, con calma, modo y forma, saboreando las
palabras como si entre el paladar y la lengua, fueran exquisitas, y se fueran
pudriendo a medida que llegan a nuestros oídos.
-Los yogures cada vez caducan antes, amigo –escribió al
margen de libro DFW-
- El día caducará antes de que anochezca –escribí yo-
después de media noche, todo olvidado.
Quizá lo peor fue darme cuenta que el único del público de
carne y hueso era yo. Todos los demás o eran dibujos animados de los Simpson, traductores, gente especializada, alguna
muñeca hinchable más o menos hinchada, con más imaginación e ingenio que dinero
en los bolsillos, con más libros en el Kindle que tarjetas de crédito o
espinillas, con más fiestas entre vértebras y costillas que una estrella porno
de Hollywood B con alas de resina y también algunos tipos que se instalan
huyendo del frío, a ver lo que cae. Y lo que pasa con la gente que espera un
milagro, es que te deja sin saliva y llega un momento que solo quieres escapar,
salir de esa ratonera y volver a encontrar la carne y el hueso, dejar a los
fantasmas dentro de sus libros y volver con la gente de verdad, con los
vendedores negros de bolsos falsos, con su dientes blancos sin tornillos ni
empastes, ni carillas, solamente sus grandes dientes y sus sonrisas, su miedo
de verdad.
Pero volvamos a donde estamos. En ese punto Javier Calvo
ofició de pianista y José Luis Amores hizo de dueño del local. Javier fue
contando entre línea, que DFW, era un escritor excesivo, que agotaba las
novelas, que en definitiva agotaba a los lectores, a los traductores, pero que
nadie era capaz de escribir como él, nadie salvo Samuel Beckett, que por otro
lado también agotaba las novelas. Dijeron que era un tipo con un gran sentido
del humor, pero que sobre todo ese humor, ya en su primera novela se distinguía
una grieta, una locura controlada, algo que a medida que pasa el tiempo se
acentúa, igual que se acentúa la genialidad de lo que iba escribiendo, hasta
llegar a La broma infinita.
-A mi ese título no me gusta, -dijo el pianista,
parafraseando a Shakespeare- más que La Broma infinita yo lo hubiera traducido
como Jolgorio infinito. Yo lo hubiera titulado así.
Hablaron de lápices afilados, loros, novelas escritas a la
vez en primera y tercera persona y su humor, su humor, los nombres de sus
personajes.
“Era un tipo incapaz de conectar con la gente, de hecho
cuando escribe trata de que todo el mundo pierda la concentración, que abandone lo que está leyendo, con esas
continuas acotaciones que solo son un juego, un saco en el que mete de todo,
algo totalmente excesivo, una forma total de entender la novela.”
-Debes ser amigo de este tipo –me susurró DFW al oído-,
mejor que ser su enemigo.
-Este tipo no tiene enemigos –le dije y vi que me guiñaba un
ojo-
El pianista no tuvo fallos, interpretó un papel pegado a su
piel, llegó sin decir nada y se fue de la misma manera, saludando
imperceptiblemente a los amigos, a los dibujos animados, dejando a DFW alojado
en una esquina, bajo una luz pálida para que el sueño en el que piensa, mientras
enloquece como un buen vino, no se vuelva demasiado inestable y se termine
agarrando a la garganta de la gente.
Cuando el dueño del local tuvo a bien despedir el acto,
cuando vieron que la tienda se desalojaba y el ruido de los manifestantes en la
calle, pasaba de largo, cerraron el local de forma discreta, tal y como lo
abrieron. Yo me fui a las sombras con los míos, junto a las puertas grafiteadas del BBVA, y calentarme las manos en un fuego pálido que unos que protestaban contra el
Mercado y sus víctimas, empezaban a encender. Podrida literatura.