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miércoles, 19 de enero de 2011

¡Y ahora que!



Ha merecido la pena. Ya estamos fuera de cuentas y ya volvemos a contar. Todo pasa rápido y todo pasa lento. Seguimos conectados por pequeños hilos y espero que aunque pequeños, no se rompan nunca. Esos hilos de tristeza que parece que nos van a agotar y nos sostienen. Uno nunca sabe cuando llega el final … de la digestión, en que momento te dejas y no quieres que nada te sujete, ni flotar ni hundirte, no quieres nada y sin embargo sigues ahí, con la piel arrugada, esperando que algo pase. Aunque ya no podemos hablar, yo sigo recordando los gestos, las palabras, los días buenos y las malas lágrimas, sigo recordando quizá para seguir, solo para seguir. Y al final ha merecido la pena, aunque no haya sorpresas.

Cosas que hacen daño:
Faltar a una palabra. Una relación de desdén:
La Bien Querida cantando:-“No se como te atreves a venir a decirme que me quieres, cuando yo te he suplicado muchas veces y jamás me hiciste caso. No se como puedes atreverte, a venir o a pedirme que me acerque, cuando tu no has aceptado ni una sola de las cosas que te digo.”
No dar calor. Mirar atrás.

Cosas que debilitan:
Premios y medallas. El tiempo perdido en una mala amistad. Los recuerdos que no se pueden cambiar. Todo lo que no son recuerdos y no se puede cambiar. No sentir lo que se dice ni decir lo que se siente. Perdonar sin motivo. Un telediario. Aznar o Aguirre, la Cólera de Dios. Un coche que no arranca cuando tienes que ir a trabajar. Melendi. Mirar atrás.

Cosas que te hacen fuerte:
Una llamada a tiempo. Volver al camino que dejaste. No chantajear ni aceptar una risa cobarde. Escuchar un consejo. Estar satisfecho de un buen trabajo, antes de que nadie lo sepa. Jolly Boys, unas manitas de cerdo guisadas con salsa roja. Mirar atrás.

Sea lo que sea mirar atrás, hay que tener cuidado de no chocar con nadie mientras continuas caminando, hay que tener cuidado: con el bordillo de la acera, con una zancadilla, un plan de pensiones, un mareo, la sociedad general de autores, la sociedad en general y los autores, las caderas de una chica tanga y las arenas movedizas en las que crees que flotas y solo te hundes.
Y cuando ya has sorteado todos los obstáculos de la mañana, los pensamientos tuyos y los de los demás, al loco del tren, al músico del tren, viene la hora de comer.
Plato del día:
Empiezas a comer unas manitas de cerdo con patatas, abundante salsa picante, pan y vino de cincuenta céntimos, servilletas de papel de una capa.
Retortijón.
Te encuentras sentado en el retrete y caes en la cuenta de que aquel tipo, al que dejaste salir para poder entrar tu, se ha comido hasta la última brizna de papel higiénico. Y ahora tienes debajo de ti, en el fondo del water un cuadro abstracto de … (incluso más abstracto). Una puta mierda descompuesta.
-¡Y ahora que!.

2011



Este año va a ser largo, tendrá los mismos meses, los mismos días, pero va a ser largo, con una cualidad física, será de goma elástica, como esas viejas combas en las que juegan los niños y saltando se incorporan uno y después dos y después tres, y así hasta que un torpe tropieza y la comba se desvanece para volver a comenzar. Uno y después dos y así todos los que podamos saltar esperando la comba por debajo de nuestros pies, por encima de nuestras cabezas.
Con una cualidad física, la goma se estira y se vuelve muy fina y todas las moléculas se calientan y empiezan a arder y la goma explota dejando en el aire un latigazo que a alguien le impresiona, a alguien la corta la piel para volver a empezar a contar.

Y otra vez a contar uno, el boxeador cae en la lona y oye la cuenta atrás que es una cuenta hacia delante. Espera que el tiempo no se agote antes de que el boxeador se vuelva a levantar y siga el combate. Uno, y el largo camino hacia 365 días, para hacer todo lo que se tiene que hacer y dejar de hacer todo lo que vienes pensando desde hace tiempo. La escoba sigue en el trastero, nadie la quiere y en el acto, alguien se pregunta que pasará con todo lo que hay que barrer.

Nunca más buenos propósitos. Nunca más nuevas leyes, nuevas prohibiciones hasta que no se cumplan las viejas leyes, los viejos propósitos.
-No traigas a pueblos viejos leyes nuevas.
-No dejes para mañana lo que tengas que hacer hoy.
-Agua que no has de beber déjala correr.
-Quien bien te quiere te hará llorar.

Todas las leyes viejas y olvidadas. Todas las nuevas carreteras por construir igual que los nuevos afanes, igual que las nuevas guerras.

-Ya estamos pensando en eso –dicen-

Y esos siguen ahí, contando los muertos que todavía no han muerto, contando los heridos, la necesidad de hemoglobina. Esos siguen ahí, mandando nuevas hemorragias, con sus caras de fantoches, rodeados de generales y abogados, los mismos que hace un año, que hace ciento. El número 1, ese es el que manda, el que te enviará a la hoguera, el que colgará tu sorpresa de un árbol seco.

-¿Traes la cuerda? –pregunta-

Hoy no se puede salir de casa sin cuerda, es día uno, y el primero, ese que está ahí, te la puede pedir para colgarte del primer árbol. Y tu no tendrás ninguna cuenta que pedirle a nadie, pero querrás consolar a tu hijo igual que te consolaron a ti, porque el te miró al nacer y te dijo, tú eres yo. Y así te has quedado hasta hoy, hasta que llora por primera vez, después será rutinario y  aunque siempre te alarme, nunca será como la primera vez.

-Este año va a ser largo –dice un tipo-
-Será como todos –le contesta optimista el de al lado-
-Será como todos –repite el tipo, algo pesimista-
-Si, eso parece –dice el tipo de al lado- va a ser largo.

EL ULTIMO




Uno se enfrenta al juicio final de muchas maneras. Hay quien pide un batido antes de morir en la silla eléctrica. Hay quien se toma una copa de coñac antes de subir a trabajar. Hay quién se ducha con agua fría en invierno y nunca coge catarros, hay quien fuma una cajetilla de tabaco, cuando esta junto a la chica que quiere y antes de decidirse. Hay chicos que les gustaría no salir mas de su cuarto. Hay momentos en los que uno debe mirar desde la barandilla del puente sin saltar y dar un par de pasos más, para alejarse de todas las tentaciones, es decir llamar a una puerta donde nadie te conoce, entrar sin pensar mucho lo que vas a decir, encuentres lo que te encuentres, pero entrar.

David Monteagudo o David Vann, son dos de esos espontáneos. Nadie les conocían ni les recomendó nadie. Tenemos la arrogancia de enviar nuestros escritos, a grupos editoriales que reparten cartas en un juego en el que noventa y nueve veces pierdes y una sola vez... Esa sola vez nadie te asegura que te pille con vida, las otras noventa y nueve veces quizá sean suficientes para arruinarte y sacarte de la partida.

Alguna vez alguien te dijo “me gusta” y ese ánimo fue suficiente para darte oxígeno, pero la montaña es más alta; cuando crees que has llegado, la montaña sigue subiendo. Solo el montañero con oficio, el que ha perdido los dedos por congelación, sabe cuando se llega a la cima y sabe cuando hay que bajar, mide bien las fuerzas, pero nadie le asegura y ese es uno de los retos, que llegando a la cima tenga fuerzas para salir de allí y poder contarlo.

Nadie debería poder publicar con veinte años, pero se aprende a fumar antes de poder comprar tabaco. Nadie debería poder publicar hasta no haber perdido los tres primeros dedos del pie. Nadie debería presentarse a ningún premio, ni ganarlo, ni perderlo, sin haber recorrido antes parte del camino.

Anagrama, Alfaguara, Seix Barral, El Aleph, Tusquets, Alfabia, Blackie Books, Alpha Decay,  Periférica, Barril & Barral y diez más si quieres,   suben sus propias montañas, llegan a cimas imaginarias, algunas saben que en esas cimas se quedarán, que no podrán continuar, se negarán a bajar y se convertirán en hielo. Muchas de las Promesas que descubrieron tendrán que saltar en otros circos, ser contorsionistas, malabaristas, trapecistas y domadores de leones, algunos dejarán muchos dedos por el camino y llegarán a aquella meta imaginaria (y conquistar a la Chica Mas Guapa a pulmón), otros tendrán que callar y pedir tabaco a los que esperan sentados en la parte oscura de la fiesta, sin hablar ya con nadie, con ganas de salir de allí sin ser vistos, antes de que sea demasiado tarde y enciendan las luces.

Hay tipos que preparan notarías, judicaturas o registros sin desmayarse, capaces de memorizar puntos y comas, sin vocación, sin ardor, sin fumar un solo cigarrillo, con la única ayuda de un cronómetro y ninguna pulsación en las muñecas. Hay bomberos que corren cuarenta kilómetros antes de desayunar, hay yonkies que se pasan semanas chupando una pajilla de Coca-Cola, hay jornaleros que se revientan de sol a sol antes de acostarse, hay mineros que salen de noche del pozo y vuelven al pozo de noche. El esfuerzo es sobrehumano, pero no luchan contra entes abstractos que nadie nunca ha imaginado y en esas estamos, imaginación y cabezonería.

Estos tipos y casi todos, luchan contra el Reglamento de un ladrillo, contra la capacidad de no recordar o recordarlo todo en el momento oportuno delante de un jurado; luchan contra las pulsaciones de la fuerza bruta, contra dios y el diablo. Pero ninguno es espontáneo, llega allí después de pagar una inscripción, un derecho, conoce cada una de las partes del juego y juega. El sudor y el precio a pagar, bien atornillados, forman parte del engranaje que es ese juego. Ni el escritor, ni el editor están ahí. Delante de ellos solo hay un gran vacío y a veces vértigo.

Alguien que escribe, (sea la primera vez o la última de sus novelas) no tiene límites por delante ni por detrás, inventa el mundo a cada línea, entra en un limbo abstracto que nadie necesita y que perturba el ánimo de muchos, además del suyo propio. No deberían ser más que un par de docenas de esta clase de gente (siempre al borde del precipicio) y sin embargo, cada editorial, cada editor tiene sobre su mesa miles de escritores con novelas recién salidas de fábrica. Los que al final deciden, anotan un teléfono más en las agendas llenas con cientos de escritores macizos, muchos de los cuales se caen del mercado cada lunes.

Solo unos pocos, muy pocos dentro de esas agendas, verán los paisajes de las grandes cimas. Son los que las han subido todas, los que tienen el derecho de seguir ahí para siempre. Pero siempre quedará la duda de saber si alguno de los noventa y nueve que se quedaron fuera, debía salvarse o si el que se salvó, debía volver a los noventa y nueve de antes.

Se podía llamar Ferlosio, Artaud, D. Vann, Tolstoi, J. Llamazares. El último en llegar todavía no nos ha escrito su nombre, ni hemos leído su novela, pero estate seguro que sigue dentro de la tuerca, esperando que alguien aparezca y le haga girar un cuarto de vuelta más.

PERROS

-No es un juguete –dice el veterinario-
Y se lo dice la madre y se lo dicen todos en voz baja, pero el niño quiere su perro, el que duerme dentro de la caja de cristal, rodeado de papel y serrín, el que tiene una marca en la oreja, el más tierno. Lo ha oído perfectamente, no es un juguete, pero juega con él, y el perro Atila, corre, muerde, se mea, se sube al sofá, tira de la manta porque no es un juguete, es un perro.
Tengo dos perras y antes tuve otra Tana y otro más, Tejo (que dios me perdone con ellos) y con todos ellos aprendí que son cualquier cosa menos un juguete. Uno no termina de entender por que nos rodeamos de perros cuando no nos hacen ninguna falta, cuando vivimos en ciudades donde lo que menos falta hacen son perros, ni gatos, ni los loros, ni serpientes, ni coballas, donde ni siquiera los viejos tienen asegurado un sitio y un cariño, para poder vivir su vida y ver crecer a los hijos de sus hijos. Mascotas.
Lula, era hija de Tula, una perra vieja Mil Razas que de aquel viaje, parió dos crías, una blanca y otra negra, me dieron la blanca, después la negra la robaron.  Es lista, vaga, rastrea y se enfrenta con fiereza a cualquier perro, gato, jabalí, lo que a veces me crea problemas. Según me dicen la tengo que hacer trabajar, es decir que la perra sienta que lo que hace es útil y sienta que se gana mi afecto.
Tina es una Pastor Alemán de buena raza, sin problemas de cadera. Tiene miedo porque la separamos con un mes de su madre y esta no la enseñó a relacionarse con los demás perros y yo tampoco. La gusta jugar, continuamente solicita juego, un único juego, que la tire un palo para que ella lo busque y me lo traiga; y así, una y otra vez. Si no encuentra el palo me trae una piedra, una pelota, una piña…Ladra con una fiereza que después solamente es cobardía, tiene miedo.
Las dos tienen miedo a los ruidos, a los petardos, a los motores. Las dos me dan lo único que me pueden dar, y aunque no lo saben y nunca lo sabrán, si que lo saben todos los que viven solos, porque conocen la diferencia entre estar solo y tener un perro, un loro, un conejo, una play station, etc.
-Quedamos en que no era un juguete –dice la madre-
El niño ya no quiere perro, “es pesado, solo quiere jugar, araña, lo muerde todo”…Llegan las vacaciones de verano, los viajes, los puentes, la navidad, -¿…y ahora que hacemos? –dice el padre-
Tina y Lula duermen una al lado de la otra y espero que siga siendo así durante muchos años, porque no son un juguete, son parte de la familia y parte ya de un mapa que hace cuatro años que recorremos juntos. A veces ladran a perros que andan sueltos, tristes, fríos, que nunca se convertirán en alimañas, que buscan en la basura, porque no saben como alimentarse. A veces veo a estos perros cruzando carreteras, asustados, fríos, porque no son juguetes y muchas veces, bastante mejores que las personas que conoces y con las que tratas cada día, entre otras cosas, porque un perro es un perro, incluso abandonado, humillado y apaleado, no engaña.
Esa cualidad sería suficiente, sobre todo en este tiempo en el que las falsas promesas convierten a los niños en algo que no es un niño, a los hombres en algo que no es un hombre y a los perros en juguetes, solo que un niño termina siendo un niño y un hombre puede ser cualquier cosa menos un hombre, para sobrevivir. Un perro no, un perro es siempre un perro aunque caiga en manos de un imbécil; le querrá más que nada en la vida, jugará con él a cada instante, lo dominará si no se le corrige, lo seguirá a todas partes aunque lo maltrate. Es un perro. Los imbéciles no saben reconocer algo tan sencillo, igual que no saben reconocer nada de lo que les rodea, ni siquiera a sus propios hijos, a los que regala una bonita mascota de peluche, por navidad, para abandonarlo en cualquier cuneta antes de que cumpla un año.

CHILLIDA LEKU (lekutu*)



            La honradez es uno de los valores más destacados en la lista de valores. La sensibilidad no lo es, la sensibilidad es una facultad inherente en algunas personas, se nace con ella y se va formando con las distintas edades, no tiene color como la leche, no es tangible como una piedra o el hierro forjado, es inmaterial una palabra de moda en la lista de valores inmateriales de la humanidad, como la plaza Yamaa el Fna de Marraquesh, el flamenco o los Castellers. En la lista de hombres honrados (hay muchos más) destaco a dos, uno es un escritor de apellido Delibes, otro es un escultor de apellido Chillida, en los dos casos hay sensibilidad y prueba de ello es el legado que dejaron en vida y tras la muerte, en los dos casos la extensa familia que les sucede no solo abarca a sus hijos, una memoria viva para todos, sino a sus huérfanos, todos los que en algún momento apreciamos, temblamos y aprendimos con sus obras. No tuve la suerte de conocer personalmente a ninguno de ellos, nunca tuve la oportunidad de asistir a ningún acto en la que estuvieran presentes, pero sufrí su pérdida como si cualquiera de ellos hubiera sido mi padre, un padre al que tampoco conocí. Esas pérdidas nunca se reparan, se sufren como vimos recientemente sufrir al pueblo de Valladolid, quizá el mejor homenaje que podía recibir y acompañar los últimos pasos del escritor.
Los últimos pasos de Chillida, los dio en vida, acompañado de sus hijos, incluso de los Reyes de España, en la inauguración del Museo de Hernani, pero él ya estaba ausente*, no era la ausencia despistada del genio embelesado, era otro tipo de ausencia, una más dañina.
Pero le dio tiempo a peinar el viento en Donostia, de señalarnos el hogar de los hombres, elogiando así el Horizonte más allá de Gijón. Le dio tiempo a mucho, quizá mucho más que a los demás, los que también creemos que la honradez es un valor. Sí pude ver en el museo Miró de Barcelona, una gran exposición con ejemplos del misterio de su trabajo, de la eficacia de la sensibilidad a la hora de tratar el vacío al que sometía al hierro y la piedra, noté el temor y la locura que transmite ese vacío. Notar eso y temblar.
Y hoy tiemblo también al oír que el museo Chillida Leku, cierra el 1 de enero de 2011, por ser insostenible económicamente para la familia. Una mala noticia, para todos, para estos diez años, en los que más de una vez deseé ir a conocer aquel interior del atormentado interior del pueblo vasco, ese corazón que hicieron latir hace diez años todos los Chillida, pero no hubo ocasión y ahora no se si la habrá, en todo caso, no dejará de ser una pérdida inmaterial más, en esta crisis que no termina nunca. Y no quiero aquí mezclar ni medir ese valor de las cosas, cuando solo depende, (parte del refugio de su memoria), de algo que nos envilece tanto como un simple valor económico. 

*Lekutu (ausentarse)