La honradez es uno de los valores más destacados en la lista de valores. La sensibilidad no lo es, la sensibilidad es una facultad inherente en algunas personas, se nace con ella y se va formando con las distintas edades, no tiene color como la leche, no es tangible como una piedra o el hierro forjado, es inmaterial una palabra de moda en la lista de valores inmateriales de la humanidad, como la plaza Yamaa el Fna de Marraquesh, el flamenco o los Castellers. En la lista de hombres honrados (hay muchos más) destaco a dos, uno es un escritor de apellido Delibes, otro es un escultor de apellido Chillida, en los dos casos hay sensibilidad y prueba de ello es el legado que dejaron en vida y tras la muerte, en los dos casos la extensa familia que les sucede no solo abarca a sus hijos, una memoria viva para todos, sino a sus huérfanos, todos los que en algún momento apreciamos, temblamos y aprendimos con sus obras. No tuve la suerte de conocer personalmente a ninguno de ellos, nunca tuve la oportunidad de asistir a ningún acto en la que estuvieran presentes, pero sufrí su pérdida como si cualquiera de ellos hubiera sido mi padre, un padre al que tampoco conocí. Esas pérdidas nunca se reparan, se sufren como vimos recientemente sufrir al pueblo de Valladolid, quizá el mejor homenaje que podía recibir y acompañar los últimos pasos del escritor.
Los últimos pasos de Chillida, los dio en vida, acompañado de sus hijos, incluso de los Reyes de España, en la inauguración del Museo de Hernani, pero él ya estaba ausente*, no era la ausencia despistada del genio embelesado, era otro tipo de ausencia, una más dañina.
Pero le dio tiempo a peinar el viento en Donostia, de señalarnos el hogar de los hombres, elogiando así el Horizonte más allá de Gijón. Le dio tiempo a mucho, quizá mucho más que a los demás, los que también creemos que la honradez es un valor. Sí pude ver en el museo Miró de Barcelona, una gran exposición con ejemplos del misterio de su trabajo, de la eficacia de la sensibilidad a la hora de tratar el vacío al que sometía al hierro y la piedra, noté el temor y la locura que transmite ese vacío. Notar eso y temblar.
Y hoy tiemblo también al oír que el museo Chillida Leku, cierra el 1 de enero de 2011 , por ser insostenible económicamente para la familia. Una mala noticia, para todos, para estos diez años, en los que más de una vez deseé ir a conocer aquel interior del atormentado interior del pueblo vasco, ese corazón que hicieron latir hace diez años todos los Chillida, pero no hubo ocasión y ahora no se si la habrá, en todo caso, no dejará de ser una pérdida inmaterial más, en esta crisis que no termina nunca. Y no quiero aquí mezclar ni medir ese valor de las cosas, cuando solo depende, (parte del refugio de su memoria), de algo que nos envilece tanto como un simple valor económico.
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