No puedes volver todos los días al MOMA ni al Metropolitan, no vives en Nueva York. Puedes estar varias horas mirando un solo cuadro, pero entonces no tendrás mucho más tiempo ni fuerza para ver los demás, obras de Picasso, Brueghel, Kooning, Manet, Greco, Goya, Renoir… no vives en Nueva York. Solo te quedan los libros, para mirar y mirar los cuadros que vuelven a la memoria como una obsesión. Eso es lo que me pasa con Van Gogh, una obsesión, una obsesión que se para en los paisajes, los retratos, las figuras, el sufrimiento.
Pero no vale cualquier edad. Párate y recuerda, ya has estado allí antes. Recuerda lo que viste la primera vez, cuando eras un niño, párate y recuerda, es aqu
ello lo que tienes que remover, aquel miedo que te daban los cielos oscuros y las estrellas, los edificios encorvados, los árboles desquiciados, los girasoles fatigados por el sol y la mirada de los retratos, su mirada y su presencia, allí donde encuentras unos ojos en los que no puedes entrar, un sombrero que no deja ver la totalidad de la cabeza, o una cabeza tan deformada que asusta porque nos lleva a un terreno resbaladizo.
ello lo que tienes que remover, aquel miedo que te daban los cielos oscuros y las estrellas, los edificios encorvados, los árboles desquiciados, los girasoles fatigados por el sol y la mirada de los retratos, su mirada y su presencia, allí donde encuentras unos ojos en los que no puedes entrar, un sombrero que no deja ver la totalidad de la cabeza, o una cabeza tan deformada que asusta porque nos lleva a un terreno resbaladizo.
Párate y recuerda, porque con el tiempo nos sobra toda la información que almacenamos, todas las reproducciones de esos cuadros, que nunca fueron vendidos.
Y recuerdo el desasosiego, el querer ayudar a los personajes que comen patatas y darles calor porque se rodean de frío, sabañones, las botas húmedas y llenar de cariño todos esos autoretratos que gritan miedo y soledad, luz a todas esas noches tan oscuras y algo de sombra para esos girasoles retorcidos.
Pero cada vez que vuelvo sobre todos esos cuadros, retomo la impresión de que no hay descanso, la tortura sigue como una enfermedad inagotable y además sigue siendo igual de fresca que la primera vez, de pinceladas cortas, igual que la memoria cuando vuelve sobre un dolor. Todo el mundo olvida la última vez que te cortaste con un cuchillo, pero no deja de dolerte una herida nueva. Olvidas y recuerdas. Esas son las sensaciones instantáneas de Van Gogh y siguen sin descanso, porque en ellas vive el alma y el miedo.
Eso es lo nuevo en el arte, los sentimientos, sufrimientos y los miedos más viejos del mundo. Todo lo demás es basura. En el caso de Van Gogh, no da tregua, ni afloja esa cuerda, por eso cada cuadro te hace temblar, cada cuadro te acerca más y más a un precipicio.
-¡Salta ya!, y que todo termine.
Fue así como pasó, solo que antes, todavía nos enseñó su cabeza vendada por un ataque de locura, otra cabeza llena de dolor, que espero que nunca sea la nuestra.
Esa que ves, no es la historia del arte, la historia del sufrimiento, de la locura, es la historia del mundo, en la que un hombre insoportable, con una herida torturada que nunca cicatriza, deja su sangre para todos y para siempre. Esa es la necesidad de algunos pintores, poetas, lectores y en especial, la mía.
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