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domingo, 23 de enero de 2011
Julio Llamazares
La inmensa emoción que produce la lectura de “Memoria de la nieve” y de la “Lentitud de los bueyes”, se paladea con muchos más matices a lo largo del camino, a lo largo de la soledad, de las fresas salvajes, de los ríos y los chopos y a partir de ahí, todos los sentimientos que se van graduando con las novelas, Luna de lobos, La lluvia amarilla, El río del olvido, Tras-os-montes. En León se vive cada novela de Julio Llamazares con pasión, como una acontecimiento único, quizá es uno de los leoneses más queridos, lo fue cuando empezó a publicar con veinte años, a finales de los años setenta y lo sigue siendo a día de hoy, algo que no se ha repetido nunca, con ningún otro escritor; y es porque Julio siempre resulta cercano, porque escucha como solo un hombre de la montaña sabe escuchar, y eso que hoy esa cercanía se ha ido desdibujando, esa niebla de la vida que hace que ninguno seamos ya lo que éramos, el Barrio húmedo se aleja cada vez más de aquel barrio húmedo del Entierro de Genarín, y la languidez de estos tiempos tan estúpidos, no se parece en nada a la pasión del principio de los años ochenta, cuando todo se vivía con más intensidad.
Este tipo es alguien al que se le coge cariño, y más aun cuando lo lees y más aun cuando ves que cada quilo pesa un quilo y no ochocientos gramos, es decir con Julio Llamazares no hay fraude, dice y escribe lo que es, sin excusas, sin lentes de aumento, y él es lo que escribe y lo que dice. Ahora en Febrero saldrá el último libro, algo que siempre es bueno para cualquier lector, (y para los demás escritores), nos tomaremos de nuevo el pulso, tocarte la muñeca y sentir que tus latidos coinciden de alguna manera con lo que te gusta y quieres seguir siendo, con el camino que quieres recorrer y que tu o los demás se empeñan en difuminar, tu mismo o los demás, ese camino de la vida, ese camino del carretero que canta Manu Chao, otro tipo así, de los que mueven despacio ese carro que es el mundo y lo que quieres es subirte a él y no bajarte ya nunca: “Sube carreteiro sube que o carro vai voando,Sube carreteiro sube que o mundo vai fogando, O deixame subir o carro carreteiro o deixame subir o carro que me muero...”
Y así vamos recorriendo este mapa vacío y así lo vamos llenando de canciones, ilusiones, fraudes, verdades y carreteiros, chapapotes, catedrales, pueblos abandonados donde encontramos colgado nuestro retrato y la soledad y aprendemos que la soledad no hace falta tampoco ir a buscarla a Ainielle ni a Vegamián, porque la llevamos con nosotros allí donde vayamos.
-Que diga a verdade pero con cautela.
Y ese es el consejo, con cautela, nunca sabemos quién nos lee, quien nos delata y quién nos escucha, quién es el que nos va a ayudar y quién nos va a hundir. Por eso espero el valor de las verdades, igual que esperé uno tras otro, todos y cada uno de los libros de Julio Llamazares, por eso siempre trato de ir a sus conferencias en Barcelona y de esto ya hace más de veinte años, porque siempre sales bien, siempre de la lectura de sus libros sales equilibrado para seguir al lado de la carreta, por estos caminos de dios y con alguna verdad rotunda a la que coger la mano. Para vivir además de valor hacen falta, siempre hacen falta los últimos escritos de Julio Llamazares y también algún concierto de Manu Chao en Salamandra. Salud.
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La conjura que has descrito no es para necios, desde luego. Se nota la admiración anónima, tan delicada y bien tratada que uno se replantea la próxima lectura que se tenía programada, mientras empieza a buscar una vieja edición de La lluvia Amarilla que le vuelva a aportar todo aquello que le sobrevino la primera vez.
ResponderEliminarCierto, aquí no hay fraude, la verja que libera al autor es la misma que encarcela una joya arquitectónica y es referente de esa lluvia "húmeda" que tanto inspira.
Gracias Carreteira, abre esa verja de la Catedral.
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