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viernes, 7 de marzo de 2014

Encuentro en Berlín

PEPE RIBAS
Encuentro en Berlín
Destino 2013

 
El acorazado Potemkin fue el pistoletazo de salida de una carrera muy larga en la que todavía todos siguen corriendo y a la luz de los informativos, periódicos, los libros de historia, las novelas, el real-imperial mapa austrohúngaro palpitando, el mapa energético siempre sumergido y emergente, junto con los soldaditos de plomo de la colección de mi bisabuelo, todo desplegado encima de la mesa de billar francés, me convierten ahora en un peligro delante del teclado de este ordenador y pienso que nadie conoce en que parte de esa carrera los árbitros han colocado la pancarta de meta y mientras eso no se sepa, todos correrán, la carrera seguirá viva. Es posible que al decir meta, alguien piense que me refiero a la metanfetamina tan de moda en seriales norteamericanos, que también siguen los rusos en sus ordenadores, los ucranianos, los moldavos, los rumanos, mientras en las portadas de las grandes revistas internacionales se empiezan a poner de moda los cosacos, los partisanos, los vagabundos y borrachos callejeros de Odessa, los jugadores de ajedrez, altamente adictos y duros como piedras heladas, todos amparados bajo el paraguas de políticos, empresarios, jueces, policías y otros colaboradores, fértilmente corruptos por el mercado del gas, del petróleo, de los juegos de estrategia, del contrabando de heroína, de prostitutas, de esclavos, de armas de guerra y salchichas saladas de Campofrío (marca España), más que en cualquier otra porción de la Europa nacionalista y religiosa. Durante años todo este magma ha estado latente y otras latiendo y ahora que los partisanos del 15M llenaron las plazas de barricadas y las metieron fuego, apresaron policías, se enfrentaron a sangre y punta de pala, murieron los que tenían que morir y huyeron los que tenían que huir, los rusos, los que nunca se fueron, han vuelto a proteger a los suyos, los que hablan catalán, sus barcos, sus puertos y aeropuertos, sus juguetes de guerra y su gas. Y ahí estamos, tengo la mesa de billar hecha un asco, también hay vodka, tazas con café y Encuentro en Berlín de Pepe Ribas. En la novela de Pepe Ribas hay un activista chileno, Ernesto, que anda por Berlín y un cosaco ucraniano, Maksim, entre esos dos personajes principales se teje una relación que pone carta a carta, toda una serie de mosaicos que cruzan las fronteras más aterradoras de Europa, a solo unas horas de tu casa, de tu trabajo y del contador del gas. A Pepe le han levantado los adoquines de la plaza un año después de que se sacara este libro de la chistera, se lo olía, podía haber sido un año antes, un mes, con ese tiempo a su favor su novela gana en audacia y actualidad y eso quiere decir que Pepe Ribas sigue manteniendo el pulso, el nervio de la información y el secreto. Una de los momentos más inquietantes fue desayunar con él el año pasado poco antes de la llegada del verano, en la cafetería de Laia donde me firmó este libro. A poco espabilado que seas te das cuenta que tienes delante de ti los restos del muro de Berlín, el mapa gris de España, la movida de los ochenta, el salto con pértiga de la Pangea democrática, el filo de los nacionalismos, la melancolía del anarquista ilustrado, la piedra y la chispa, muchos años detrás de la pista, tienes delante tipo que parece retirado hasta que empiezan a salirle personajes, secuencias, crímenes, intereses económicos, políticos, todo ese gran paisaje del siglo xx que ahora se repite con los mismos crímenes en el mismo calendario, pero con mucha más gente deseando matarse y los rusos, esos mismos rusos de siempre, frente a los alemanes, esos mismos que reconstruyeron tantas veces los cimientos de sus ciudades, los banqueros y las ciudades, siempre Berlín, Kiev, Yalta, Moscú, todos los muertos que vienen ya caminando, todos los que animan, los que brindan, los que escriben Zweig, Maray, Singer, Piazecki, Haffner, Schlink, Grossman, Kertész, Roth, Beevo, gente de “hielo y fuego”, tanto para rezar, luchar o morir, gente que hereda historias de sufrimiento, hambrunas, deportaciones, masacres, repoblaciones y así hasta hoy hasta los nuevos cosacos, los nuevos columnistas. Pepe Ribas y esa mirada a la que no se le escapa detalle ni picardía, es ahora más necesario que nunca, pero hoy los caminos, las novelas, el cine o el periodismo de leer y no de mirar, mantienen una inercia de fiesta que alguien sigue pagando en pleno desmoronamiento y en ese no poder ya predecir nada aparece esta novela “Encuentro en Berlín”, todo lo que este tipo ha escrito sale cada día en las portadas de todos los periódicos. Salud.
 






lunes, 3 de marzo de 2014

DAVID YESTE



La maniobra de Heimlich
Playa de Akaba
Poesía (2014)


David Yeste mide dos metros, pesa cien kilos y escribe así: “A las muerte y diez, se baja el telón”. Después llegan las once, las doce, la una y abren los bares, los bares de siempre abren a nuestras horas y son así, una barra de madera llena de rasguños, taburetes que aguantan los pesos de todas las peleas, pocas chicas y malas, un buen barman que sabe escuchar mientras fuma y un water podrido en el que suena bien la voz de Tom Waits. Por los amigos, los conocidos del barrio, David no puede decir que es poeta, pero sí que es músico con su banda Los transeúntes, el barrio es de tipos duros y funciona  mejor el rock que un libro de poemas, de hecho Yeste funciona mejor en una Harley Davidson que en un monopatín.
De los poemas de David, me gustan mucho algunos, no me gustan nada otros y eso está bien porque no me deja indiferente, y dentro de los que no me gustan nada, hay versos geniales, aislados, muertos que en si mismos ya serían suficiente para toda una hoja, pero hay ambición, el libro rezuma ambición y eso resbala, es lo que pasa con la ambición y un mal amigo te hace estar más tiempo del que quieres en el bar, otra copa y terminar donde no quieres, con quién no te apetece. Por otro lado lo que leo me recuerda a veces a Felipe Zapico, en Litro de versos, otro músico, otro poeta, otro tipo que mide dos metros y pesa ciento treinta kilos, a veces. Uno no puede tirarse a la piscina de las rimas y rimar y rimar y volver a rimar, para pasar a la prosa poética y volver a otro poema que rima en asonante, no, pero David lo hace y continua poemas que debían haber terminado en la cuarta estrofa y le mete otras cuatro de paquete que se sostienen porque las paredes son muy estrechas y la calle oscura.

 

Henry Heimlich sabe que uno se ahoga sin remedio sin necesidad de estar en el medio del mar o dentro de una piscina, la asfixia no es por vomitar, casi es por todo lo contrario por no poder tragar aire, con el conducto respiratorio obstruido, la maniobra consiste en eso en comprimir el abdomen creando una lanzadera para abrir paso a la ventilación de los pulmones,
-Comida que se desvía –dice el doctor Henry- y tapona, casi siempre comida.

-Yo siempre quise cantar –dice David Yeste- pero nunca me dejaron.
Hicieron bien, David no tiene voz para cantar y por eso escribe canciones y hoy ha escrito un buen montón de buenas canciones, con sus emociones, su punto, su punto de amor, de suciedad, de bofetadas y reconciliaciones. Esta maniobra poética que encierra el título, no solo es un título, le salva la vida antes de terminar convertido, como los demás en desierto: “Con un lápiz/ vengo dispuesto a quebrar los espejos,/ a romper los relojes,/ a arrancarte la ropa./ Vengo dispuesto a que pronto, mañana, me abrace el desierto."
Hay mucho recorrido en este libro, noto que David espoleado por la editora saca todo lo que le impide respirar bien y todo es poesía, incluso las canciones lo son, algo que le puedes decir a una chica antes o después de una tormenta, antes o después de un naufragio, una estricta promesa para que nadie se salve. El recorrido está ahí, en el polvo de los cristales, en las cicatrices de niebla, ahí.

 

viernes, 14 de febrero de 2014

RECAREDO VEREDAS


Deudas vencidas
Editorial Salto de página
Presentación en Llibrería Pequod
13 de Febrero de 2014


Recaredo se ha cortado el pelo en Madrid para venir a Barcelona, o quizá se lo ha cortado en Barcelona. Ahora todos los trayectos son fotografiados, es el mismo escritor por medio de su teléfono el que va dejando migajas de vida por las esquinas. Al llegar a la librería al primero que veo es a Santiago García Tirado, está de guardia y le saludo, es un tipo que me encuentro a menudo en los saraos literarios de Barcelona, que sonríe, aunque no siempre. Hoy R ha venido a celebrar el apostolado literario presentando su novela Deudas vencidas. R se ha preparado para esto, se licenció en derecho por hacer algo cuando lo que quería estudiar era creación literaria, en cuanto pudo lo hizo pero no era suficiente, para aprender de verdad hay que tener un Master y entrar de lleno en la edición, editoriales de verdad, las grandes, las más grandes, las que ocupan espacio en las ferias y en las librerías grandes y lo hizo, lo hizo todo y como ya tenía una edad se independizó y montó su propio despacho con micro-revista y empezó a ver de cerca a escritores nuevos, los analizó como un entomólogo, eran y son sus moscas, sus insectos, sus coleópteros y se dio cuenta que el mundo de los insectos y de los escritores es un mundo pequeño y miserable en el que una buena dosis de alcohol de quemar y un alfiler es suficiente para disecar a un bicho y a un escritor y que si mezclas a unos cuantos de distintas especies se terminan devorando, él Recaredo IV consiguió domesticarles.
 Para presentar en Barcelona hay que pasar por Pequod, al principio lo sabían Pere y Consuelo y poco a poco se fueron pasando ese secreto de unos a otros por las catacumbas, hoy aunque se sigue llevando con discreción, ya lo saben todas las autoridades de la ciudad y eso es peligroso, pero con peligro o sin el y seas de donde seas y vengas de donde vengas Pequod se ha convertido en la casa de postas de los escritores a su paso por Barcelona. En P. se hacen corros, corros de tres, Pere, Carrión y Recaredo, Santiago G. Tirado, Corominas versión A y la versión B. Me alegré de ver a Corominas en sus dos versiones, después llegaron algunos criminales de la escena literaria e hicieron corro fumando en la puerta, y Sergi Bellver hizo corro con Recaredo y Elías Gorostiaga que pasaba por allí para felicitar a Jordi Carrión y hablar de Nómadas con Pere Cohete, con los que también hizo corro y de paso comprar pañales y todo se fue fraguando, fragmentando, descomponiendo en mil puntos junto a la pizarra, una pizarra en la que se anunciaba el acto de esta tarde con tiza a dos colores. De todos es sabido que a los tíos siempre nos hace falta una puerta, una pared, un quicio para apoyar el chasis, mientras velamos armas, solos o formando corro y ahí estaba R apoyando el suyo en la pizarra de tiza con tan buena suerte que se imprimió en el paño del abrigo su propio nombre, Recaredo y su destino Veredas.
De los comentarios de la presentación sabemos que Recaredo firma los talones y los libros con su seudónimo que de alguna forma encaja perfectamente con su nombre Recaredo Veredas, algo que el tiempo no le ha corregido y si el tiempo no te corrige la cara, con ella te quedas. Por lo que vi y por las fotos R está contento con su cara y con su nombre, quizá el último de los cuatro Recaredos que le preceden en su familia, el último.
Recaredo se rodeó de amigos y no fue suficiente, habló de la vanidad, de la prepotencia y la soberbia, ha escrito una novela sobre los efectos de la crisis por eso en la portada aparecen grúas, la crisis y de la crisis personal de sus personajes, de su personaje principal con el que trabaja en primera persona, le imprime las huellas, le modela, se las hace pasar putas, es decir le da su aliento cabrón, le da vida y se la quita poco a poco, igual que nos pasa a todos, que alguien nos va mermando las fuerzas hasta secarnos. Las presentaciones van bien para mirar a los autores, para escucharlos, para ver como se les funden los ojos, para ver que tipo de profundidad hay en ese lago, para mirarles sin piedad y ver que también fallan, tiemblan y padecen, putos creadores, putos escritores, putos poetas, enmarañados a las crisis como arañas.
El público que asistió a la presentación, no era público, eran escritores con los ojos enrojecidos, todos menos uno, Javier Calvo. Los ojos enrojecidos de leer, leer, leer y volver a leer, no de follar, de leer y leer y leer y escribir y escribir con un foco y un detector de mentiras siempre a los ojos, los ojos que soportan una constante radiación lumínica, y leer y leer y leer y volver a leer, los ojos rojos, todos así menos Javier. Javier antes de ir a Pequod ya ha traducido dieciocho mil voces y con la última se saca el palillo de la boca y escupe absolutamente perplejo por no estar cansado. Para eso J, utiliza una técnica milenaria que aprendió en las letrinas, en los canales de las alcantarillas, en Nueva York, en el Raval, en antiquísimos libros esquistos y ese azul ha comido al rojo de los demás. Le saludo como un perro vasallo.
-Soy Elías
-Si, ya, ya.
Y Recaredo, el aspecto de Recaredo es el aspecto de un Agustino, un abogado más saliendo de un portal que ha cambiado la corbata por una camisa de flores de Paul Smith, que ha cambiado la comodidad de un whisky en familia o con amigos de paddle a la incomodidad de escritores pordioseros, siempre pidiendo un hueco, un premio, un plagio, un elogio, pidiendo algo con los ojos enrojecidos de envidia, siempre queriendo publicar, siempre ahí dando por culo, pero lo prefiere por sabe dios que razones, que claves, que desajustes. Y este tipo que tiene pinta de buena persona, tampoco tiene los ojos rojos y es capaz de sacarle tres horitas diarias a sus deberes, su familia con bebé incluido, para ofrecerlas en sacrificio a la literatura. Ahí está y ahí le dejé en Pequod, el día en el que se presentaba en Barcelona su última novela, pasadas las ocho y media de la tarde, saludando a los suyos como un entomólogo.

Otros libros del autor:
Pendiente (Editorial Dilema)
Actos imperdonables (Bartleby Editores)
Nadar en agua helada (Bartleby Editores)

Como escribir un relato y publicarlo (Editorial Dilema)

jueves, 23 de enero de 2014

SERGI BELLVER (Agua dura)



Hoy ha sido un placer estar en la librería Pequod, al lado de Sergi. Me he sentido bien y me ha gustado, es lo que os puedo contar amigos, el resto lo tenéis en sus relatos.

Agua dura
Ediciones del viento 2013
Imagen de cubierta: Xavier Armendáriz
Presentación en Barcelona, 23 de Enero de 2014


Hoy en Barcelona presentó su última novela Agustín Fernández Mallo y mientras la ciudad ardía con los ritmos de Fernández, el ballenero Pequod, latía en Gracia con la presentación de Agua dura. En su mástil la bandera de Fernando Clemot y con él media tripulación de Quimera, al timón además del capitán Pere Cohete, el poeta Bellver.  De proa a popa escritores jóvenes y jóvenes arponeros siguiendo con mucho interés sus ipad, navegando.
El invierno en Barcelona tiene dos estaciones, una es el frío y la otra es la soledad.
La verdad de un día la dicen los detalles, detalles en los motores, en las llaves que abren las cerraduras, en el olor del pan recién salido del horno, esos, los detalles son los que te permiten combatir las dos estaciones del frío y aunque sepas que no es para tanto y uno no está tan solo, a veces cuando se pierden los detalles en ese pozo negro, las dos estaciones se te cuelan hasta el hueso y es cuando lo que aprendiste de la vida, te da fiebre, unas décimas, una canción, una buena frase, un libro. Hoy se presenta el libro de Sergi Bellver, lo hace rodeado de amigos y aunque faltan muchos, los amigos que están, incluso a los que no se espera, son el detalle en la vida de este tipo que ha elegido uno de los caminos más duros que hay en esta tierra de caminos duros y televisados, ser escritor. A cada cita, en cada nueva entrega, en cada episodio, Bellver te dice, -soy escritor- y en ese saco ya puedes echar toda la leña que quieras, los rencores, los celos, las falsas alabanzas, el desdén, las puyitas, todo cabe, todo quema, todo hierve, eso y que cada día inexorablemente se parte de cero, del cero más absoluto. El cero absoluto y estas malditas dos estaciones, lo sentimos como nadie los poetas, los árboles no saben de soledad mientras no se secan, las arañas, las hormigas no conocen ese secreto que te soplan los Maristas al oído mientras creces y te lo descarnan con todo detalle como un pollo en el mostrador de la pollería, que es el lugar donde sientes por primera vez el miedo en el mes de Febrero y queda ya poco para Febrero. Te lo guardas amigo, los Maristas saben de que estamos hablando, y saben que cada niño ya tiene su miedo y su cáscara de Cortázar, de Chéjov y eso es bueno para la institución, para cada institución, incluso para el miedo. Acabo de volver, acabo de sentir otra vez más en Pequod, el calor que deshiela Islandia, entre literas de libros, huele a café de primera flor, sabéis que no es ninguno de esos foros literarios de las grandes presentaciones, esos lugares apropiados para las Ferias, las televisiones, los best seller premiados, las autoridades siempre con las manos húmedas, ya sabéis la diferencia con esos otros barcos contenedores, está en el aire que respiras, el de aquí está envuelto con la mejor literatura de la ciudad. Después, toda la soledad se queda dentro de esas dos estaciones que Sergi Bellver retrata magistralmente en Agua dura, su primer libro publicado, un escritor que ha empezado por el final para recorrer un camino que le llevará al principio de todas las cosas, de todos los detalles y en ese horizonte nos encontraremos, seguro que si.




domingo, 22 de diciembre de 2013

sala 52 A -Várez Fisa



Es de tal envergadura, tiene tal valor artístico la donación de José Luis Várez Fisa al Museo del Prado, que solo se puede entender como un acto de bondad y generosidad. Hablo de  algo que se hubiera perdido para siempre en la memoria de León y de Valencia de don Juan, la iglesia de estilo mudéjar de Santa Marina, una de las iglesias más antiguas de Valencia de don Juan y que desapareció para siempre en los años veinte del siglo pasado, aquella iglesia era un museo religioso como tantos otros que se conservan en ruina perpetua por toda la provincia. El hundimiento de su techumbre, avisadas las autoridades, contemplado como un designio más, una catástrofe, una tormenta negra, por los siempre temerosos fieles y su providencia, basados en dos leyes que hoy siguen funcionando por estas tierras, una se manifiesta en la expresión “lo que dios quiera” y se complementa con la otra: “pasará lo que tenga que pasar”; ante este determinismo histórico, muy bien rentabilizado por la autoridad religiosa y política, nada escapa, ni los presupuestos, una enfermedad,  o la niebla, nada escapa ante esas leyes y fue así como se desguazó, a mayor gloria de dios, la techumbre del sotocoro ante el hundimiento total de la citada iglesia en 1926. Por suerte las piezas se podían desmontar y por suerte no terminaron ardiendo en alguna estufa sino en manos de un chamarilero que transportó las seis toneladas de vigas y tablas policromadas, datadas en el año 1400, en carros tirados de bueyes. Y por toda esa sucesión de suertes, terminó en manos del empresario y mecenas Várez Fisa (cinco mil pesetas de la época) para pasar a formar parte de su colección y de los salones de su casa. El lunes dieciséis de diciembre se inauguró entre otras piezas, con esta techumbre, el espacio del ampliado museo del Prado, sala 52 A. Si recorres las iglesias y los castillos de la provincia te das cuenta del inmenso patrimonio de estas tierras, y a la vez ves como ese patrimonio se deteriora, se roba, desaparece, se vende por los propios párrocos a anticuarios que llenan sus almacenes de objetos religiosos sin catalogar, al mejor postor. Visitar la iglesia de San Román de los Oteros o el Salvador de Sahagún de Campos, pueblos medievales que mantienen como pueden esas joyas y su desmoronamiento con la lentitud que solo conocen los de aquí y sus bueyes, mientras el dinero que las debería atender escapa en presupuestos y adquisiciones incomprensibles, salvo para los designios del señor.




         iglesia de Santa Marina

ATENEO VARILLAS

                                                                                           Monumento a Durruti

Salgo de Madrid por Chamartín, desde donde se ven las cuatro torres rascacielos en que quedó la ciudad más paleta de Europa, que es para lo que ha dado la ingente malversación de dinero público, la rancia especulación de los constructores, urbanizadores de paisajes, esa que soñaba con su ombligo y con unos juegos olímpicos, esa del Manzanares, esa de la gigantesca bandera de la plaza de Colón y la ciudad de la alcaldesa, esa que habla inglés, la de Eurovegas. Salgo de Madrid por Chamartín y viajo hacia León, yo solo, en un tren que sale puntual y que se lleva al padre de una señorita que buscando una última palabra para su hija, se sube al vagón en el momento en el que cierran puertas
-No me lo puedo creer, Papá, no me lo puedo creer.
Pues si, el buen señor tuvo hora y media más para despedirse de su hija y claro, pagar el billete hasta Valladolid y el de vuelta a Madrid. El paisaje de Valladolid empieza cuando sales del túnel que atraviesa la sierra del Guadarrama,  pero no es hasta que llegan las nieblas del Pisuerga y del Esgueva cuando ves el frío. En el camino hasta León el frío se vuelve material como los recuerdos y los recuerdos siempre son familiares, primero uno se suelta con el paisaje y después llegan caminando los recuerdos como niños sin escuela. Es la primera vez que voy a León sin que el objetivo principal sea ver a la familia, las vacaciones, esta vez el motivo es presentar Nómadas en una ciudad en la que fui feliz, tanto como cualquiera de vosotros pueda serlo y que también me hizo sufrir. Cuando voy a Madrid voy al Museo del Prado y cuando voy a León me acerco a ver la Catedral, con esas dos referencias partes el tiempo, igual que un padre parte pan entre sus hijos para que todos tengan y todos se queden con algo de hambre. En León no hay línea de alta velocidad, hay plazas, rotondas, el río Bernesga y el Torío, dos cárceles, una de ellas vieja, un monumento a Durruti,  El Corte Inglés, la Plaza Mayor y la Catedral, lo demás es para expertos, políticos, jubilados, pensionistas, escritores que como yo ahora, siempre vuelven para darse cuenta que con el tiempo la ciudad gana y tu pierdes, esa ciudad que quisieron y odiaron, que perdonaron, te gana la cara, las arrugas y la vida, funcionarios sin graduación, jóvenes estudiantes.
En León se proyectó que el AVE llegara en 2009 y se dieron prisa en montar una sala de espera provisional, cerrar la vieja estación del Norte y en los despachos de arquitectos empezaron a frotarse las manos con los nuevos terrenos, con el pasto de jardines bien diseñados, rotondas, pisos y más pisos, esculturas, fuentes, hoteles. Pero pasó el cuento de la lechera y el 2009, el 10, el 11, el 12 y ahora el 2013 y la estación provisional ya parece definitiva, la vieja ha quedado hundida, oscura, apartada, arrinconada sin uso y sin saber que hacer con ella y no solo eso, parece que las vías terminan en León, como si más allá no hubiera nada. Ahora resulta que para seguir viaje a Galicia o Asturias cada tren desanda dieciocho kilómetros para enlazar las vías viejas y seguir un camino de nieblas. En esa estación nueva me esperaba Ramiro Pinto, con su jersey rosa y una nariz de payaso en el bolsillo del pantalón, siempre me saluda desde lejos y siempre está disponible, es el único activista que queda en León, fue de los que se subió a los tejados cuando el pantano se quería tragar las casas de Riaño, y ha perdido todas las batallas, una a una, pero ahí sigue, con Yolanda su mujer y su grupo de teatro, sus cinco hijos, con más de veinte libros publicados (el que ahora ha terminado tiene dos mil páginas) y además de todo esto sigue incorruptible, enterrando ofertas, ofrecimientos y amenazas  de todos esos políticos que han arruinado las arcas municipales de la ciudad. Y es en su casa donde me invita a comer un buen pollo de corral y duermo la siesta y es en el Ateneo Varillas donde esta tarde después de visitar el monumento a Durruti y un par de librerías, presento el libro.



El Ateneo Varillas ocupa la segunda planta de un edificio en la calle Varillas del barrio Húmedo, no hace mucho que  se formó y es una disgregación del antiguo CECAN, aquel lugar en el que yo también acompañé a Ramiro (años ochenta) en la presentación de la revista Al margen, y que celebró todo tipo de conciertos, fiestas, recitales y actos culturales hasta hoy, hasta que el Ayuntamiento lo clausuró y punto.

Para este momento han venido de Oviedo María y Pedro mis amigos del verano, de la bodega, del Café Diario de Lulú, mis hermanos, cuñadas, amigos, amigos viejos de los que no tenía noticia y también Santos Perandones con su cámara de fotos, un tipo del que solo tenía referencias por Internet, que acaba de publicar libro (por el método crowdfunding) compartido junto con Felipe Zapico y que vive entre imágenes e ideas, de su mano iba el director de Mondo Sonoro de la zona noroeste, hoy viernes también presentaban la revista en León. Ese es el paisaje,  al fondo del salón hay una mesa ovalada y un micrófono, abren botellas de vino y me invitan. El último en llegar es Luis Artigue y lo hace como si le persiguiera una manada de lobos, ha subido las escaleras de dos en dos y aunque ya ha llegado parece que sigue subiendo escaleras
-Si, un vaso de agua por favor
-¿Solo agua?
-Y un té -dice Luis-
Ramiro comienza a hablar, a presentar y a divagar, va y viene como en una atracción de feria y se me va el santo al cielo, miro a la gente y me veo sentado entre el público, distraído. Vuelvo en si con los aplausos. Al poeta Felipe J. Piñeiro tampoco le conozco personalmente, es un tipo grande como un oso con los brazos tatuados, que dice dos cosas que a mi me gustan: La primera es que considera el prólogo como un relato más del libro (y tiene razón) y la segunda que “Nómadas es como el tajine, un plato en el que cada bocado sabe de forma diferente”, con eso me sobra y me basta para describir el libro. Luis Artigue que ya se ha sentado y bebe té, empieza a explicar su relato, desenmaraña la idea y la estructura, de cómo dos personas terminan de conocerse o de chocar en la tensión que genera un viaje. Luis es un tipo contradictorio que parece que te va a comer pero que todo queda en apariencia, es excesivo, imprevisible, neurótico, es todo o es parte de lo que hace falta para ser poeta y novelista; este año dos mil trece ha sido dulce con él, dulce y contradictorio, ya que en León siempre vives alumbrado por la luz y el oscurantismo y solamente el tiempo y la paciencia hacen que los seres luminosos terminen volviéndose transparentes cuando llega la oscuridad. No obstante a pesar del té y de todo lo que habla y de todo lo que cuenta, Luis parece que tenga prisa por terminar o por llegar a un lugar en el que no está y Elías Gorostiaga solo puede contener ese barril de pólvora, contando lo que ha sucedido para que Nómadas esté en las librerías, toda la suerte de dar con la gente adecuada en el momento oportuno. Todo lo demás fueron adornos y agradecimientos que no hace falta transcribir.  Lo último del día fue el camino de vuelta cruzando el puente de los leones en busca del tren nocturno a Barcelona, ayudado por Ramiro que nunca me ha dejado solo.


María Alvarez Bouzo

lunes, 16 de diciembre de 2013

MADRID 2 (La Fugitiva)








La Fugitiva es de color azul oxidado.
-Vamos a tomar un chocolate con churros.
Son las seis de la tarde y Zapico y su novia acaban de llegar de Ciudad Real. Vienen a cazar ciervos en la dehesa del Prado, pero hoy los ciervos se han quedado en las cuadras de la pinacoteca, entre Goya y Velázquez, además Zapi no usa armas de caza solo tira desde su Leica power 25mm. En Madrid no hace falta buscar mucho para encontrar bocadillos de calamares, ni chocolate con porras y así nos metimos en una terraza en la plaza de Santa Ana y antes de que pidiera lo mío a un camarero boliviano, Zapi me regaló su última joyita para coleccionistas COSAS (a Elías con cariño) su último libro de poemas editado por Zoográfico, artesano. Entre soletes y vaquillas la plaza está tomada por casetas y terrazas donde todo el mundo se embucha el consabido chocolate. No se tarda mucho en dar parte de los churros y a los veinte minutos nos vamos caminito caminando hacia la calle Atocha en busca de Santa Isabel y en la esquina azul están todos esperandonos, una moto Triumph bien cuidada, mi primo Lorenzo Gorostiaga, mi amigo Lorenzo Rodríguez y Rubén Sánchez Trigos, parece la fiesta de los lorenzos, de hecho todavía podía haber aparecido Lorenzo Silva y Lawrence de Arabia pero ninguno de los dos aparece, no era el día ni el lugar y no hay nadie más
-No hay nadie –me dice Lorenzo Rodríguez como sin creérselo- no ha venido nadie.
Si, nadie, salvo los clientes habituales que llevan un par de tardes allí metidos cotilleando desde su ordenador portátil y en la barrera Miguel y Clea los encargados de atenderles a ellos y a nosotros.
-Somos profesionales Lorenzo –le digo- presentaremos el libro como si estuviera lleno.
Y así es, nos pusimos a hablar y a beber agua, vasos de agua porque el chocolate da sed y algo de ardor, Lorenzo presenta y se rie mientras una pareja de novios que han ido a la Fugi a tontear entre libros y té, se levantan algo avergonzados y se van, procuro no mirarles mucho para que no se sientan culpables y lucho para no sentirme culpable yo mismo por forzar a la editorial a un segundo día de presentación en Madrid, jueves, el día en el que todas las librerías, bibliotecas, centros de arte, auditorios, consulados presenta algún libro, a algún autor, a alguien, jueves, malditos jueves literarios a las ocho de la tarde, por supuesto la convocatoria desde facebook era para las siete y esperamos hasta que la evidencia se puso a silbar como un tren furioso a su paso por un apeadero.
Los mejor de todo es que nos ganamos la atención de los que estaban, incluida la de Clea. Mi admiración por Clea y su editorial Eutelequia en la que muchos de mis amigos salieron del anonimato y que previsiblemente seguirá siendo así aunque a otro ritmo y mi apoyo incondicional a las librerías de este país y de todos los libreros que te ofrecen su mercancía al tacto y además en este caso cuando terminamos de mirarnos y explicarnos Clea dijo
-Y ahora os invitamos a una copa de cava y berenjenas fritas.
 Detalles, estábamos en La Fugitiva y allí seguimos después un buen rato, algo después de que Zapico y su Leica se retiraran a las calles de Madrid a recitar cosas.
También nos terminamos retirando nosotros, Lorenzo G se despidió con toda la cortesía, Rubén tenía un compromiso, cenar con los angeles bebés de Murillo que si bien no son ángeles del todo, tampoco son demonios, ni se depilan las cejas y Lorenzo que en su momento se preocupó porque ni siquiera llegaba su novia Irina, y yo, los tres nos fuimos a ponernos ciegos y a celebrar el silencio de los corderos, de todos esos corderos cabrones que te dicen que si, que voy joder, y megustean el facebook hasta dejarlo resbalín, resbalín como un trampolín, pero son cabronsetes y no vienen y no van y ahora quieren saber que pasó. Pues nos fuimos a cenar a la taberna La lechuga, donde el camarero te vacila cuando le pides la carta y te recomienda tomates rellenos, pero no estábamos para tomates rellenos y pedimos torreznos y huevos y mucho pan y una botella de vino y empezamos a hablar de literatura con chistorra y Faulkner, de Julio Llamazares y de Chirbes y de clásicos como Bellver y Astur, o moderneces como Galdós.
-Yo me tomaría un whiskey –dije yo-
Y no tuve que insistir
-Vamos a la coctelería Del Diego
Fue así como cruzamos la Gran Vía que es el río sagrado de Madrid, ese Madrid que exporta muchachos con bufanda de cuadros bien anudada y cuyos camareros, taxistas, peluqueros, policías terminan su frase como hablan los dibujos de Ibáñez, con un …caballero, al estilo de –pues no faltaba más, caballero –dígame, caballero o –puedo ayudarle caballero.
Y nos tomamos un gimlet a la salud de Lorenzo Silva y todos los lorenzos del mundo, un coctel de novela negra para esta noche de Madrid. Fue como terminamos siendo amigos, bebiendo ginebra y zumo de lima con más literaturas y consejos. Salud y abrazos amigos.



domingo, 15 de diciembre de 2013

MADRID 1 (Librería Lé)

                                          Elías Gorostiaga

El invierno de Madrid sujeta la humedad entre los bienes raíces de calles viejas, mientras el sol se pega en plazas y plazuelas, entre los jardines que rodean los museos y en todas las fachadas de los hoteles de cinco estrellas siempre bien orientados en invierno a ese sol.
Llegué a la Corte para presentar Nómadas durante dos días en dos librerías tan distintas como el día y la noche y sin embargo librerías. En las horas previas me sentí solo, caminé, dormí poco y también me sentí acompañado por José Ángel Barrueco, comí bocadillos de calamares, ostras en el mercado de San Miguel, chocolate con churos en Santa Ana, visité la Catedral de la Almudena, plazas y jardines, me colgué el abrigo del brazo y me lo volví a poner porque la temperatura en Madrid depende de la calle por la que camines y en todas, todas esas calles y plazas había mucha gente, estaban llenas de gente, mientras que las librerías permanecían vacías o en penumbra. La librería Lé, rodeada de buenos ventanales, está en la Castellana a la altura del Bernabeu, barrio donde viven los abogados de Madrid, los arquitectos, la aristocracia vieja de Toledo, de Sevilla, cónsules, empresarios;  La Fugitiva se encuentra en Lavapiés, al lado del Cine Doré, al lado de donde los negros venden su droga, de donde una buena parte de la gleba novelista y poeta, la más frágil de la villa por ser los que no publican para los grandes grupos y por formar parte de esa humedad de las calles de segunda mano y de ese sol de las plazas y que ninguno o casi ninguno es de Madrid.
El día que conocí a Lorenzo Rodríguez llovía a mares, debajo de la farola y a la luz de la librería ese agua fría era más evidente y calaba más, pero los dos estuvimos uno frente al otro, con las manos abrazadas mirándonos a los ojos. El día que conocí a Lorenzo Rodríguez, lucía un sol despampanante, las terrazas estaban llenas, las chicas con faldas de cuadros paseando a sus perros de compañía, jóvenes cachorros que solo quieren jugar. El día que conocí a Lorenzo Rodríguez iba cogido del brazo de Manuel Astur y Lorenzo Rodríguez quiso romper nuestro corazón presentándonos a su novia Irina C. Salabert, pero no le dejamos, cruzamos la Castellana zigzagueando entre los coches y nos pusimos a beber cerveza, no para apagar nuestra sed, sino para saciar esa sed futura que íbamos a tener. Cuando apareció Ana María Trillo, arrastraba una maletita roja con ruedas a la que trataba como a un perrito de compañía, nos saludamos con un beso y una sonrisa. Pienso en Madrid y en que hay que matar a los taxistas de cien en cien y volver a sacar las calesas que se guardan debajo de la Puerta del Sol en un almacén para naves espaciales, pienso que después de eso en Madrid hay que matar a todos los periodistas, a todos menos a Lorenzo Rodríguez que apenas tiene veintiséis años y todavía debe escribir mucho antes de morir. Pensaba en eso mientras Astur liaba cigarrillos y se tiraba de los pelos de la barba.
El día que conocí a Lorenzo Rodríguez, Santiago D’Ors presentaba Nómadas en la Librería Lé, llegó a las siete de la tarde con todos los demás invitados y su ego se sentó a explicar por qué firma como Yago Vasil teniendo nombres y apellidos, los  porqué de querer ser escritor, de su ambición literaria, el pelo negro de los diecinueve años y se lo explicó a la familia, a los amigos de la familia que piensan en endecasílabos, a niñas que acababan de dejar sus faldas de cuadros en la maletita de Ana María Trillo para ponerse unos vaqueros Mayoral y ser más altas, a niños sin uniforme y mucha pose de poeta del paraíso con flequillo en forma de medio tupé. A Yago Vasil no lo importó que las sillas en las que nos sentábamos Lorenzo Rodríguez, Sergi Bellver, Manuel Astur y yo, estuvieran vacías, tenía hambre por decirles a sus personajes, amigos, familiares y vecinos, quién era, la vanidad de su amo se sentó con la espalda muy derecha se refirió así, con estas palabras,
-Convenceros de una vez, yo soy escritor –dijo- soy un escritor clásico que reinventa la escritura moderna.

                                         Santiago D'Ors


Después de terminar varias cervezas soplando la espuma que se nos pegaba a la barba, hablando de barcos hundidos, encontramos algo nervioso en la acera de la Librería Lé a un tal Lorenzo Rodríguez que nos saludó de lejos con los brazos muy abiertos mientras voceaba “ya están todos ahí, tenemos que bajar antes de que se vayan” y de entre las sombras, también apareció a un tal Sergi Bellver que mantenía una calma muy antigua y había elegido para la ocasión su mejor pelo negro, sus botas más bonitas, una sonrisa llena de nostalgia y una voz con ojeras. Bajamos por la escalera de Lé empujándonos y notamos la voz de Yago Vasil que se fue apagando dando paso a una emoción gestual que no se impresionó lo más mínimo al vernos entrar.
-Queridos amigos –dijo Santiago D’Ors- tomar asiento.
El ego alterno, estiró sus brazos y nos tendió las manos, a mi me tocó su mano izquierda y a Lorenzo Rodríguez la mano derecha; de ambas manos y de las yagas frescas brotaron fresas del bosque. Nos sentamos como pudimos en el poco espacio que quedaba, dejando un rastro de hojas de los castaños, que fuera en la calle no dejaban de caer, el polvo de los caminos, de los hoteles baratos y amordazando a Yago, Lorenzo Rodríguez, al que conocí varias veces antes de hablar con él, empezó la presentación de Nómadas, besando antes la foto de Irina que devolvió a su pecho como un escapulario y dijo:
-Solamente he leído el prólogo de Elías Gorostiaga –y brotándole una febril sinceridad dijo gesticulando mucho- he arrancado el resto de relatos.
Manuel Astur no se refirió en ningún momento a su relato, desorientado miraba hacia la parte vacía de la librería, habló de María, de lo bien que vivía en casa de María, de lo mucho que la llegó a amar, de los tiempos difíciles, de los tiempos felices, del amor, del odio. Después se entretuvo con un muñequito de felpa al que sonreía. Sergi Bellver respiró mientras confesaba que había conseguido ser escritor y que ahora ya no dejaría nunca de serlo porque para eso se tumbaba en el sofá del psiquiatra ocho horas cada día, las de dormir y eso tiene un precio y no se puede renunciar tan fácil y menos aun, sabiendo perfectamente que él era Faulkner y por fin Elías Gorostiaga, más calvo y envejecido que nunca, comentó, ante el asombrado público, que él había escrito  todos los relatos de Nómadas y que después fue asignando uno a uno título y autor. Eso fue lo que dijo mirando a los espacios muertos, mientras dejaba a sus pies un ramillete de hojas muy bien editadas. Santiago D’Ors continuó hablando de lo suyo, su relación con la literatura y el amor hasta que se desvaneció, todo se desvaneció y las tijeras cortaron la cinta dejando inaugurado aquel lugar recién pintado.

-Queridos amigos –dijo John Newborn- tomar asiento.




                                           Sergi Bellver y Manue Astur




domingo, 24 de noviembre de 2013

FATHER (Biblioteca de Viladecans)


            Comí la carne y bebí la sangre, tu carne y tu sangre y seguí siendo torpe, pecando, equivocándome con la verdad, me cansé, me arrodillé, te pedí perdón, me até los cordones de los zapatos rotos y continué. No puedo ser siempre culpable padre, por eso ya no quiero comer ni beber tu sangre. Después de muchos años levanté la cabeza por encima de los escombros y pude ver el paisaje. Me puse de pie y vi que el paisaje llegaba lejos, nada me impedía tener una visión clara. Di un paso, podía moverme, caminar y llegar; dije una palabra, vi que podía hablar y eso me produjo alegría, andaba solo y no me inquieté por eso, no había referencias, ni caminos, detrás de mi quedaban bien marcados mis pasos y eso me alegró y a la vez supe que también se borrarían, se convertirían en escombros como lo demás. Encontré una piedra y me senté en ella, también era agradable sentarse y esperar y es cuando dije las primeras palabras
-Yo soy el padre
Podía hablar, me sentí extraño con esa nueva sensación, podía repetirlo
-Soy el padre
Encontré en los bolsillos un papel y escribí esa palabra, padre y eso me produjo satisfacción y en aquel mismo momento pensé que todos los perros tienen boca, que el mundo es imperfecto y en eso reside toda la belleza, también que había fealdad y que tendría compañía porque el camino es para todos, que aquel paisaje después de los años no era solo para mi y volví a escribir “soy el padre” y pensé que era así porque podía dar y crear vida y también lo escribí para volver a sentir satisfacción, en ese momento, después de escribir y sentir volví a pensar que llegaría también la inquietud y aunque la satisfacción me gustaba, a la vez me inquietaba. Y es después que vi a otro hombre caminar erguido, despacio, con dificultad pero lleno de dignidad, era como yo, descubría el camino y quería sentir satisfacción o quizá inquietud o quizá lo que ese hombre descubría no era bueno. No me molestó, el mundo debía estar lleno de hombres así que un día se ponen a andar y empiezan a sembrar detrás de ellos huellas nuevas, quizá encima de otras ya borradas por los escombros.
            El auditorio se abrió dentro de una caja perfecta, cuadrada, estéril. A un lado alguien pudo poner sus banderas y un atril donde colocar las manos y un micrófono que recogía la voz y la devolvía clara, amplificada. Aquella caja, sus  sillas ordenadas con un pasillo a los lados y otro en el centro, se fue llenando de gente, poco después ellas se sentaron. Por cada grupo de cinco o seis mujeres, había un pequeño hombre. Venían de lejos, habían perdonado a algún hombre, sonreían, hablaban entre ellas sin conocerse, esperaban. Yo también entré, había ensayado para hablar, saludé como explican los manuales de comunicación, iba vestido, buenos zapatos de piel de potro con los que había pisado el sol del día. Aquel día luminoso no entraba dentro de los planes de la caja perfecta que tenía su propia luz. Vi la mesa a la que me sentaría y que me separaría de todos los asistentes incluso de mi mismo. Sobre la mesa alguien colocó carpetas y dentro una hoja de papel con algunos nombres en el que estaba también el mío, ELIAS GOROSTIAGA, así como instrucciones bien ordenadas, algo que miré por encima sin atención, ese papel me produjo fastidio, también aquí había reglas y cerré la carpeta. Alguien dejó una botella de agua precintada y un vaso de plástico, desenrosqué el tapón y bebí directamente de la botella porque los vasos de plástico antes o después se derraman y volví a enroscar el tapón con delicadeza. Pensé que el agua me aclararía la voz, pero la voz siguió confusa, pesada, apelmazada en la parte baja de la garganta. También la mesa tenía un micrófono. Un hombre se me acercó y me instruyó en el orden de las intervenciones, repitió lo que tediosamente había leído en el papel, le miré y vi que era un hombre cabrón y bueno a la vez, que cumplía con su trabajo, todo eso formaba parte del acto, del tiempo de aquel auditorio perfecto. Cerré la carpeta y la volví a abrir, y la cerré y al volverla a abrir, leí otros nombres NOEMI TRUJILLO y REMEI LOPEZ volví a cerrar la carpeta y la volví a abrir. Ese hombre le daba una gran importancia al micrófono. Iba a mover el micro de la mesa al atril y del atril a la mesa y a ese movimiento no dejaba de darle una gran importancia, insistía en que le indicara cuando debía mover el micro de la mesa al atril y del atril a la mesa.
-Yo estaré atento a sus señas –dijo-
Antes cumplí con el protocolo y fui a buscar a un hombre a la estación. Ineludiblemente debía asistir al acto. La aguja del reloj marcó las once y media de la mañana y en ese mismo momento el tren de la R2Sur, entró en el andén, puntual como un esclavo.
 -Si no viene en este tren, ya vamos tarde.
Antes de terminar la frase aquel hombre bajaba sin prisa las escaleras para salir del apeadero. Le abracé. Caminaba despacio pero ardía por dentro, ya que el tiempo de este hombre era distinto a mi tiempo y al tiempo de las mujeres.
Las primeras sillas, fueron destinadas a los hombres que iban a hablar de su libro, en las primeras sillas de los auditorios nunca se sienta nadie a pesar de ser el lugar más cercano, el más visible, la gente siempre intenta protegerse de algo, algún peligro mental, prefieren tener a alguien delante y así en una sucesión hasta llegar a la primera fila. En esas sillas vacías figuraba el nombre de los ocupantes JUAN VICO, OSCAR SOLANA, SERGI BELLVER, JORDI CARRIÓN, DAVID YESTE, DAVID BARBA. En la mesa nosotros también teníamos nuestro cartel, nada se escapaba al auditorio perfecto
            Se presentaba allí NOMADAS, una recopilación de textos escritos por veintiún autores que habían desayunado en mi casa a las nueve de la mañana. El desayuno fue el siguiente: pà de pagés tostado, untado con tomate y aceite de Jaén de primera flor, queso bien curado, lomo embuchado, aceitunas tratadas con salsas, churros bañados en chocolate, vino con denominación Rioja, café y leche y además bizcocho de canela y fruta, troceado en dados con un asombroso sombrero de azúcar glaseada. No había periódicos del día, la alfombra estaba enrollada para que nadie pudiera pisarla, con un pequeño cadáver dentro y los veintiún autores aprovechando un descuido se pusieron a firmar mis libros, libros que ellos no habían escrito, ni leído, necesitaban firmar algo real, mi casa se convirtió en una pista de precalentamiento para lo que sería después el auditorio de la Biblioteca de Viladecans y a su paso, todo quedó lleno de cadáveres sonrientes y buenos días.
            Todo se desarrolló conforme al papel de la carpeta, donde añadí un nombre más Ana María Trillo. Después, ni antes ni después, Noemí Tujillo vestida con un abrigo blanco con las mangas llenas de flores, volvió a contarme el orden de las intervenciones, me explicó detalladamente los planos del auditorio, su perfecta estructura cuadrada, yo en aquel momento ya estaba borracho, miraba a toda aquella gente y no entendía ni de donde habían salido ni que esperaban, ni con qué fe, pero todos sonreían como si les hubiera tocado el premio de Viladecans,  además de borracho trataba de mirar con ojos de mujer a los autores que se felicitaban de estar allí, que entretenían su tiempo académico consultando sus ipad, engañándose, pensando en sus propias palabras, esas palabras que no sabe uno si van a llegar o se van a perder en ese camino sin huellas, en ese paisaje devastado y pensé para mi.
I am the father
Y eso me dio fuerza para seguir y sostener mi borrachera, con el pelo pegado al pelo y la frente fuera de su sitio, la barba recién planchada, los ojos cansados y las manos muy ordenadas junto a puños de camisa impolutos. Habló Remei en nombre de la Biblioteca que alberga en sus estantes miles de libros que nadie ha presentado nunca, porque pertenecen a una vieja época en la que no se habían inventado el espacio, ni el tiempo, ni la risa, y habló en nombre del auditorio perfecto y degustó palabras de batalla a las que no presté ninguna atención porque sonaban a café, pero que se aplaudieron con fervor, como si todas las manos tuvieran en ese momento guantes blancos, como aplauden los dibujos animados de Wall Disney. El hombre del micrófono estuvo atento a mi señal pero no le di ninguna señal y Noemí se hizo cargo de la situación comentando con voz de adolescente y mirada de miel, lo confortablemente bien que se encuentra en Playa de Ákaba, los catorce títulos en el primer año editorial, se notó su satisfacción por el proyecto Nómada y me dio las gracias por haber participado en él, en ese momento empecé a escuchar cascabeles, primero uno, después diez, después cien hasta llegar a un número gigantesco de cascabeles, miles, millones, eran todos los cascabeles de todos los arrieros y sus mulas, de todos los caminos que han recorrido los arrieros y sus mulas por todas las tierras y por todos los caminos de arriero, sentí satisfacción ante tal acumulación de sonidos, satisfacción. Los Rolling Stone habían llegado sin invitación a la fiesta Nómada, vi a Lou Red sentado entre el público a Robert Mapplethorpe, y después de esta enorme borrachera hablé yo. No puedo recordar lo que dije, no me pude oír, el hombre del micrófono se descojonaba, dije algo de mi y de mi familia, una chica me hizo una foto que salió muerta, dije algo de Vico, de Artigue, de Carrión, dije cosas sueltas que se iban pegando por las paredes y se disolvían en la luz del auditorio perfecto, o que caían delante de mi y al otro lado de la mesa, como ranas pequeñas. Me fui volviendo transparente hasta desaparecer, miré el reloj que cronometra el tiempo y vi que era un tiempo distinto al anterior, era distinto al tiempo del que disponía Jordi Carrión y que ya había gastado antes de entrar, distinto al tiempo expresivo de Juan Vico, al tiempo lento de Oscar Solana, al tiempo de Sergi Bellver que envolvió sus palabras en una bufanda que tejida por Ainhoa Rebolledo mientras tricotaba como contramaestre en el barco Pequod, y sus palabras empezaron odiándome y terminaron amándome, el tiempo de Manuel Vilas teletransportado desde Nueva York, donde reside actualmente, al cuerpo de Juan Soto, por lo que Juan  podía disfrutar de la experiencia de Vilas, de su firma de ejemplares y Vilas de Juan dándose placer con sus jóvenes novias, en un tiempo que para Vilas casi ha caducado, el tiempo del placer salvaje, vi como Charlie Watts, impecable, hablaba con David Yeste y se ofrecía para tocar la batería por los pueblos con su banda y cuanto más hablaba con él más se le hinchaban los ojos a David que explicó sobre un tiempo de músicos y de sus viejas leyendas de pueblo. Y después o quizá antes, levanté las cejas, la mirada, incluso un hombro y el del micrófono, tan atento como un podenco en el campo de batalla, hizo presa sobre el cuello del micro y lo transportó degollando un cable negro del tiempo de los cables, un tiempo que todavía no ha terminado, hasta clavarlo en el atril, junto a las banderas que goteaban colores pringosos en el suelo perfecto del auditorio y que todos los autores pisaron sin devoción alguna.
            No cruzó ningún avión por el espacio aéreo de Viladecans. No cruzaron por sus calles las viejas motos de los rockers, aprovechando ese momento familias de ciclistas, manadas de ciclistas gordos buscando una meta que terminaron delante de un plato de butifarras con alubias, atravesaban todas las calles y se perdieron por el territorio y las vegas. Y pasados todos los momentos, los autores empezaron a firmar sus libros, rodeados de aquellas mujeres que habían perdonado, Vivian, Arantxa, Lola, Elena, Maribel, Susana, Amalia, Anna, Juana La Loca, Isabel La Católica, La Duquesa de la casa de Alba, doña Vicenta la maestra, Cati, y así un sinfín de firmas y de deseos, yo también estuve allí, me llené los dedos de tinta y firmé con una vieja estilográfica Párker West Germany, que compré hace más de veinte años, para firmar libros y que ha permanecido virgen y vieja hasta hoy, cargada con tinta Waterman Havana ink indeleble. He firmado docenas de copias de un libro que es de otros, de veintiún autores nómadas que han dejado su hueva de alacrán, su larva, sus genes, en ese caldo, he firmado y he sentido las confesiones del público que deseaba el libro como el flotador de un naufrago, os he besado a todos, os he besado hijos míos pero no guardo memoria nada más que de unos pocos, los que caminan.
I am the father.





    

viernes, 15 de noviembre de 2013

NOMADAS (II) La entrevista

Elías Gorostiga: «El viaje te descubre, te enseña y te cambia, todos los grandes escritores han experimentado viajando»

Queremos celebrar con todos vosotros el inminente lanzamiento de Nómadas el próximo 19 de noviembre. Nómadas es una antología de relatos de viaje de cuya selección y prólogo se ha encargado el autor Elías Gorostiaga.
Por eso, qué mejor manera de empezar esta celebración que dirigiéndonos directamente a Elías y pedirle que nos cuente los entresijos de esta antología tan especial.
Entrevista a Elías Gorostiaga: «El viaje te descubre, te enseña y te cambia, todos los grandes escritores han experimentado viajando».
ELÍAS GOROSTIAGA
Fotografía: Ana Portnoy
¿Cómo surgió la idea de crear Nómadas? ¿Por qué ese título?
La idea se la propongo a Noemí Trujillo, directora de la editorial Playa de Ákaba, en la última semana de mayo de 2013. Fue a raíz del taller literario que se celebró el 25 de ese mes y por el flujo de una tormenta de ideas que empezó a surgir entre los integrantes del mismo. Una de esas ideas era celebrar el primer año de vida de la editorial con la edición de un libro de relatos que ha terminado siendo este,Nómadas. Todo fue muy deprisa, buscamos título, el título era el primer paso para atomizar todo lo demás. El primer fin de semana de junio le estuve dando vueltas al asunto y fue mientras leía Moriremos mirando de Alberto García-Alix, de donde surgió ese título. Para mí García-Alix siempre es una fuente de inspiración. Después llegó un primer listado de treinta autores y una idea descabellada para la portada: era la representación de La Sagrada Familia en la calleja de un barrio industrial: junto a una Harley-Davidson, una pareja y su bebé. Al final la portada es elección de Noemí, un sugerente paisaje entre dunas. Los autores (veintiuno) llegaron como la buena fruta, una vez que la idea inicial estaba madura.
 ¿De dónde surgió la idea de crear un libro de relatos de viaje?
La idea es siempre del viaje, me encanta viajar y me gustaría poder viajar como en el siglo xix; me gusta fijar el viaje escribiéndolo, contar el viaje y ese viaje tiene maestros que van desde Conrad hasta Caparrós o Nooteboom, desde J. Esteva hasta J. Carrión, viajeros, novelistas, poetas; el viaje te descubre, te enseña y te cambia, todos los grandes escritores han experimentado viajando, escribiendo de sus viajes. La segunda parte de esa idea empieza y termina celebrando el nombre de la editorial Playa de Ákaba y de Lawrence de Arabia: un símbolo y un viajero.
 ¿Cuáles han sido tus tareas como coordinador?
Sobre todo elegir a los escritores, coordinar la entrega de textos con el maquetador y con Noemí e ir afinando la maqueta hasta la revisión final y la última corrección en la que ha trabajado en solitario Noemí, después de un montón de revisiones. El trabajo al principio ha sido lento y esa lentitud y ese verano de calor me fue llenado de ansiedad para poco a poco ver que el libro tomaba forma, que los escritores respondían con sus textos, que el libro iba creciendo, todo más o menos en tres meses.
¿Qué ha supuesto para ti, como persona y como escritor?
Para mí ha sido desenterrar el pasado y a la vez darme cuenta de lo fácil que es levantar de nuevo los posos del fondo del lago. No obstante, cuando tratas con escritores también tratas con su vanidad y sus egos, esa es la parte más difícil y la más insoportable. Todos estos tipos de la antología están tocados por la magia, tienen miedo, muchos están muy solos, son frágiles, no solo por vivir una época como esta, (la mejor de las épocas y la peor de las épocas) o por ser este el final de un período, de un ciclo económico, simplemente hablamos de gente frágil.
 ¿Qué ha sido lo más difícil en tu tarea de coordinación?
Sin duda cuando tienes que pedir a un escritor que te envíe un texto y a la vez le tienes que decir que no se va a publicar; y después luchar contra el tiempo, el período de entrega, controlar la ansiedad que eso te genera y pensar que, en cualquier momento, un accidente, una decisión, una tormenta puede arrasar la cosecha y ya no va a haber otra oportunidad.
 ¿Y lo mejor que te ha aportado este proyecto?
La satisfacción de llegar al final del camino. Por otro lado queda la incertidumbre y de nuevo la ansiedad de esperar que el libro se venda y termine gustando a los lectores, pero hablamos de libros y lectores no de Coca-Cola; la sed de los libros y de los lectores es impredecible.
 ¿Cómo fueron seleccionados los autores? ¿Qué perfil de autor buscabais? ¿Te ha costado mucho cerrar la lista definitiva? ¿Se te ha caído algún autor?
No comento sobre los autores que no están en la antología, cada uno de ellos es un mapa y un territorio. Respecto de los perfiles, las listas y las caídas, uno va formando su biblioteca por contagio de lecturas, un libro te presenta otro, un autor te ayuda a elegir el siguiente libro, un camino te lleva a un viaje, y es así como vas encontrando y vas seleccionando. Igual pasa con los vinos, cuando has educado el paladar no te cuesta elegir, con los autores no te cuesta acercarte después de haberlos leído y eso es lo que hice, leerlos, conocerlos y después ponerme en contacto con ellos, siempre intentando mantener ese principio por el cual escritores consagrados junto con escritores que empiezan a escribir, todos escritores viajeros, que han vivido en muchos lugares, que hablan varios idiomas, que viajan, que se mueven, de muy distinta sensibilidad y locura, que le mantienen el pulso al cambio de paradigma que se está viviendo ahora mismo.
Los relatos que componen la obra son muy variados, aunque todos tienen en común el nomadismo, literal o figurado, ¿se planteó alguna premisa a los autores o se dejó libertad absoluta en su creación?
No recuerdo ya las premisas y por el resultado creo que a nadie le importaron mucho; al ser puramente orientativas a veces no sirven para nada, por eso yo también me olvidé de las premisas y dejé que fluyeran los textos, hay autores que mandaron textos ya publicados, o que forma parte de lo que será una novela. A mí esas elecciones me parecen bien, sobre todo cuando el tiempo de convocatoria es tan escaso y el verano metido por medio, pero al final será la opinión de los lectores la que termine eligiendo cada trabajo y poniendo a cada uno en el orden que le corresponda.
 ¿Se hizo selección previa de manuscritos o de autores?
Se eligió a los autores según mis gustos y según mis gustos algunos fueron rechazados. Fueron los que se quedaron los que tomaron el alma de la edición; agradecí a los que me dijeron que no participaban por estar ocupados en distintos proyectos; alguno se bajó a medio camino disculpándose de forma peregrina y me dejó con el ramo de flores en medio de la iglesia, aún así el peor de todos es el que no contesta ni siquiera por cortesía. Aun no siendo yo nadie en el circuito literario, lo menos que pueden hacer es contestarte, decir algo más que ese silencio, pero ahí intervino la suerte de encontrar la ayuda y la experiencia en antologías de Sergi Bellver, que tenía a mano a dos autoras y hubiera tenido muchas más, que fueron un balón de oxígeno como podréis leer.
 Con Nómadas, la editorial Playa de Ákaba inaugura su colección de narrativa breve; hay quien la considera un género hermano menor de la novela, y quien la considera un género muy complejo por el dictado de la limitación de espacio. ¿Cuál es tu postura como autor?
Yo tengo muy poca obra, y la que tengo no se ha publicado, casi es mejor que esto sea así. Y el resumen es ese, hay críticos que odian lo breve, hay lectores que prefieren apasionados panfletos decimonónicos de miles de páginas, hay autores que condensan sus novelas dando como resultado libros geniales, difíciles, lentos, macizos, pero que todo el mundo tiene en su casa o en el bolsillo trasero de sus Levi´s. Sí, hay de todo y uno ya ha pasado por el sarampión, la varicela, la salmonelosis, sí todo eso. El paisaje que ahora recorro es el de lectores utilizando dispositivos portátiles de forma compulsiva y con muy poca concentración porque constantemente reciben mensajes que abren y contestan y todo eso viene en el mismo paquete. La editorial Playa de Ákaba debe tratar de definir bien su proyecto editorial, tal y como lo están haciendo Alfabia, Mal Paso, Jekyll and Jill, Ático de los libros, Minúscula, Libros del Lince o Candaya, antes de arruinarse en el abismo, no solo creando espacios de poesía, novela o narrativa breve, sino de definiendo qué o a quién publicar, para qué lector, en qué formato, con qué gusto. Lo que hace bien Playa de Ákaba es canalizar ideas, conducir el esfuerzo de los participantes de sus talleres, que son materia prima caníbal, carne de escritor con la que ir editando, primero Nómadas y en el mes de abril de 2014, la nueva Carta basada en laCarta sobre el comercio de libros que escribiera Diderot al gremio de libreros y en la que colaboraremos más de cuarenta autores, de nuevo una tormenta de ideas para editores, libreros, políticos y la industria del libro. No sé qué saldrá de ahí, tal y como funda su derecho, la editorial paga a sus autores, nos mima; mientras el mercado no lo impida, puedan gastar fuerzas y gastar ganas, algo saldrá, tarde o temprano algo saldrá.
Desde la redacción de la Revista Digital Playa de Ákaba queremos agradecer a Elías Gorostiaga el tiempo que nos ha dedicado, su amabilidad y sobre todo, el habernos dado la oportunidad de conocer mejor Nómadas, un libro que sin duda dará mucho que hablar en los próximos meses.
A todos vosotros, os emplazamos a seguir la actualidad editorial de Playa de Ákaba. Pronto publicaremos una serie de 21 cuestionarios que hemos preparado para los autores que han participado en Nómadas. 21 formas de entender la literatura, 21 formas de viajar por el mundo. No os los perdáis.
Redacción Revista Digital Playa de Ákaba