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miércoles, 19 de septiembre de 2012

El legado de JACKSON POLLOCK



 

Solo la desolación del hombre crea una sombra con la misma forma. Esa pulsación para perpetuar el miedo del ser humano es la esencia del arte y su transformación en materia solo se logra tras la interpretación del artista, consumar ese estado de ánimo en forma de cuadro, escultura, poema, novela, drama, interpretar el grito, la postración, el deseo, la codicia, la soledad, el dolor, el olvido, la lujuria, la muerte, el cansancio del insomne, es algo que todo el mundo distingue, pero que pocos pueden expresar de forma única e inconfundible y cuando esa manifestación lleva un sello personal, el reconocimiento del artista fluye de forma universal y paradigmática.

Bruegel el Viejo examinó a los suyos y reflejó sus pecados como antes lo hiciera el Bosco hasta dejar extenuados a legiones de esqueletos y desventrados a todos los peces, todas las guerras, todos los paisajes, Velázquez sacó de las entrañas las expresiones más auténticas, Goya pintó la barbarie de su época, Picasso terminó con todos, sus vanguardias, destruyó los museos, las casas de putas, a sus mujeres y a sus hijos, a los amigos, los paisajes, a los caballos, los toros, los símbolos y todos los que vinieron después, solo se dedicaron a llorar, todos esos americanos derrochadores de ingentes cantidades de pintura, tabaco, whisky, caballo,  incapaces de seguir ningún camino, aturdidos por el sonido de sus cadenas, de la música negra, de las calles, del gueto de Nueva York, de Chicago, de Boston,  creían que todo era nuevo, pero ya antes todos los que trabajaron e interpretaron la desolación del hombre, en el período de entre guerras, se habían dedicado a arrasar los paisajes, algunos cabarets, todos los cafés, nerviosos, drogados, pendencieros, suicidas, destriparon todas las cajas de música y sus delicadas bailarinas, preñaron a todas las que se arrimaron para abandonarlas después, enriquecieron los museos y las colecciones de arte de los americanos millonarios, de esos chatarreros con chaleco de la quinta avenida de Nueva York, verdaderos dueños de la gran depresión de los años veinte y continuaron llenando sus tumbas de oro, con las guerras de Europa y a la vez, el apellido judío como el Apocalipsis de las viejas escrituras y esa sensibilidad especial para sacar de las arenas, el correspondiente cuerno de oro, llenó de riquezas todo lo que dio de si la fantasía de esos apellidos, que después fueron insignias y apuestas de las alcaldías Guggenheim más insignes y a una escala nunca antes vista. En esa apuesta con todas las cartas marcadas intervinieron, primeros ministros, periodistas, reyes, ingenieros, nuevos materiales, físicos de naturaleza cuántica, alquimistas, pescadores del Nervión,  marchantes con los almacenes llenos, arquitectos, banqueros y arzobispos, con la complicidad del pueblo que hizo colas bajo la lluvia para asomarse a ese balcón, que solo era una jaula para mirlos muertos.

Y ante tantos muertos, tantos resucitados y para celebrarlo, Bacon retorció la carne y la hizo hombre sin esperar a que resucitaran los cuerpos, que ya habían sufrido bastante para no esperar más dolor con una nueva vida, los pintores histéricos rusos con un dolor a bayoneta calada e hipócrita en cada riñón, las vanguardias alemanas, aturdidas, cobardes, los fumadores de pipa ingleses, saltaron con los pies atados y la cabeza vendada.

En una disciplina paralela y autores del mismo calado y no menos auténticos, superdotados para capturar el dolor,  callados, ausentes, después de haber abandonado su cuerpo, Chillida intentaba esculpir el horizonte hasta conseguirlo, había retorcido todo ese dolor con maestros artesanos del hierro en fundiciones olvidadas por las crisis, había conseguido que el mar respirara en su mano, pudo ver con sus ojos cada vez más tristes, el pelo del viento, se asomó a habitaciones nunca antes abiertas y ese impacto, calló a plomo sobre el último de los hilos que sujetaban su silueta. También abrió caminos, sin cerrar ninguno, no tenía aquel temperamento destructivo de Picasso, ni sus demoledoras caderas, no encerró el sufrimiento, lo dejó libre por esas campas verdes de su maldita tierra.

Y de todo eso, también calladas todas las figuras de Alberto Giacometti. Comentan en silencio el horror, sus caras perplejas, consumidas, que caminan calcinadas, salidas de los relatos y las inabarcables y enfermizas novelas de Samuel Beckett, de sus dramas circulares, de sus hallazgos en esos artesonados del sufrimiento. Lo que esconden las miradas de sus esculturas son materia reservada, pero en sus partículas elementales se escribe el ADN de la guerra y con ella la barbarie, el sufrimiento, el grito, la crueldad, toda esa tierra quemada que constituye un periodo de nuevo entre guerras, el tiempo actual y última frontera, una vez más la línea de salida.

Pero el dolor sigue y más cuanto más bienestar. Hoy en la Barcelona ruidosa de 2012, entre todo el barullo solo oigo chillar a un niño de cuatro años, nadie es capaz de consolarle, nadie en el barrio llama a su puerta, ni pone orden. Ese niño desobediente apaga el ruido de los motores diesel, detiene el viento, vuelve ética la crueldad. Hoy solo oigo chillar a un niño neurótico, sin principio ni final, sin que nadie escuche a su alrededor, sin padres ni abuelos, nadie, solo sus chillidos de cuatro años, incansables, profundos, hirientes, pisa el pan, los cristales, las papillas, los recuerdos, las emisoras, las pantallas digitales y sus emisiones vía satélite. Solo grita y el mundo es sordo a su alrededor, es Jackson Pollock y alguien, cuando sale de la habitación, recoge, guarda y almacena su berrinche, sella y etiqueta todo ese llanto.
 

Para que celebréis el final del verano y la primera lluvia de otoño, en esa Barcelona se celebra por medio de la Fundación Miró, el llanto suicida de Jackson Pollock, otro tipo que ya no podía retorcer carne y se dedicó a retorcer pintura, tumbó todos los caballetes y puso el lienzo de dimensiones industriales en el suelo, creando el action paiting, que se disecciona como influyente comportamiento de los performance actuales. Y esas últimas tendencias, tan neuróticas que se deshacen como un puñado de arena entre los dedos, se revisan como el casco oxidado de una barca a final del verano, intentando sacar nuevas sensaciones y sobre todo que la barca con todas sus circunstancias no se termine de hundir. Ese niño llora y llora y ni siquiera el paso del tiempo y la lluvia lo calla.



 

viernes, 14 de septiembre de 2012

NO LEER


Alejandro Zambra
NO LEER (Alpha Decay 2012)
240 pg. 16€

Librería Laie
13.09.2012. 19.30 horas. Barcelona

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foto: Ernesto Escobar Ulloa

Es la terraza de la Librería Laie, en Barcelona, un espacio verde con un par de sombrillas y treinta sillas de tijera y hierro forjado, es el espacio que elige Ana S. Pareja para “aprovechando que estaba en Barcelona” presentar el libro de Alejandro Zambra NO LEER, a pulmón y sin micrófonos, un espacio para fumadores y bebedores de cerveza y allí estábamos.
-Yo intentaré hablar muy alto –dice Alejandro- muy alto –repite y mira al público-

El caso es que los intentos del escritor por ser oído, no se consiguen y a menudo el mensaje quedaba roto, al cabecear entre los asistentes al acto, y los compañeros de tertulia, la editora Ana y el crítico Ignacio Echevarría, así como el ruido de fondo de los equipos de aire acondicionado de los edificios del ensanche y el run run de Cucurella charlando al fondo con un amigo, así todo nos pudimos enterar de las reflexiones del autor sobre este volumen de crónicas y ensayos, cuando la literatura se vive como una pasión.

Cualquiera que vea a Alejandro Zambra por primera vez, tendrá la impresión de que es un tipo que está muy cansado, inmensamente cansado, que se acerca a las personas y a las sillas despacio, implorando por una necesidad fisiológica, la de encontrar un lugar para reponerse de un inmenso esfuerzo. Esa impresión se refuerza cuando se echa a hablar, habla despacio, como en un espacio confuso lleno de palabras que previamente tiene que ordenar muy metódicamente y ese territorio de palabras es tan grande que el esfuerzo que provoca es suficiente para que uno se de cuenta de por qué el autor a veces se muestra tan abatido, porque además no solo son esas palabras precisas que busca, son los hechos que las envuelven y la forma de desenvolver ese regalo sin estropear el envoltorio, es tan pausado y su tempo tan espacioso como la siesta de un Koala y no era la hora de dormir la siesta, más bien es la hora a la que todos los escritores y no escritores reunidos (Ahinoa Rebolledo, Rodrigo Fresan o Carlota Mosseguí), estudiantes en paro, desperezan sus sentidos, se toman el primer café con leche del día y salen a la calle bendiciendo que por fin empieza a aflojar, de una vez este verano (de los cojones) que lleva apretando desde mayo.

Esa era la situación, como color del decorado el verde de las ventanas que coincidía con el verde de mis pantalones y la camiseta verde, (del ejército israelí) que llevaba encima, la luz era la de la fachada del patio que bajaba en picado sobre el lateral de ventanas en el que me sentaba, dejando a oscuras o casi en penumbra al resto, (incluidos ellos).

El acto resultó sincero y como siempre, yo en particular, echaba en falta a más escritores y críticos, más público, más emoción. Literariamente Alejandro se dejó querer por todos y jugó con algunas ideas que iba cambiando de mano como un malabarista, no se sacó nada de la chistera y no contestó a ninguna de las preguntas de la mesa y contestó a todo, de una forma mas o menos dispersa, como esas nubes de verano que caen donde caen, sin tener en cuenta lo seco del terreno y dijo cosas que ya sabíamos todos, que los catedráticos saben mucho pero ya hace tiempo que no leen nada y nada es nada, y que de lo que se dice que se lee, tan solo la mitad, puso algunos ejemplos y esa afirmación, fue perfectamente dibujada por la editora de Alpha Decay, “solo leen, de forma convulsa, los adolescentes” y hasta el propio Zambra sabe que muchos críticos escriben sobre novelas no leídas y que  nunca van a leer, pero de las que hablan en cualquier foro e incluso dan detalles. De eso trató este encuentro con el autor de No leer, sin culpar a nadie, porque al fin y al cabo cada uno gana el tiempo que quiere, la soledad que implica, la falta de relación, eligiendo los libros que no lee, la cuestión es no engañarse o no engañar a la hora de hacer cuentas en tu biblioteca, cuando llega alguien a casa.  La cuestión es que Ana S. Pareja ya tiene en su almacén un escritor con mucho recorrido, que los años pasan y sigue demostrando que es una de las editoras más listas y de más raza de la ciudad y que despidió el acto diciendo que ahora se irían a tomar cervezas aquí y allá y que si alguien se apuntaba que lo dijera, para conocer el lugar. Sobre Ignacio Echevarría, solo apuntar que estuvo expectante como los demás, algo apagado, pero confortable en esa media luz. A estas alturas de la vida y de la crítica, es uno de los que pueden escribir y opinar de libros no leídos con toda la seriedad del mundo. Ese es el prestigio que dan batallas como la de Babelia, la de no escribir en El País y poder seguir vivo.


viernes, 31 de agosto de 2012

Palabras para Julia




Acuérdate de esta fecha, es el veintisiete de agosto de dos mil doce y son las cuatro de la tarde, acabas de nacer. Desde este momento empieza tu cuenta atrás, no es la cuenta de sumar como cree el resto de la gente, tu madre y yo sabemos que estas cuentas siempre restan, los demás creen que empiezan a pasar los años, que solo es una suma de días, pero tu también aprenderás que el tiempo siempre pasa en nuestra contra, como el agua de los ríos que ya nunca vuelve y contra nuestro poder y voluntad, es lo que llaman la vida. Ahora lloras y ahora te mueves de forma espasmódica, hace frío en esta habitación, oyes un idioma que no entiendes, ruidos que no distingues, casi no ves, apenas tienes los instintos de cualquier animal, pero más inútil, apenas te puedes mover y dependes de nosotros para que puedas salir adelante, de nosotros y de tu naturaleza que tira con fuerza. Pesas tres quilos y mides cuarenta y nueve centímetros, eres muy bonito y tu madre y yo no te dejamos ni un minuto, piel con piel las veinticuatro horas, dándote calor. Ahora duermes y lloras y expulsas meconio, heces, no se si sueñas, si tienes pesadillas, no conoces a nadie, pero ya hay gente que te ha venido a ver, que te sonríe y que te acaricia, pero no lo olvides la cuenta ya está en marcha. Intentaremos que en ese tiempo que te queda, la vida no te coma demasiado deprisa. Tendrás que aprenderlo todo y sobre todo tendrás que saber que cuando creas que has hecho algo bien, vendrá otro que ha nacido el mismo día, a la misma hora, en cualquier otro lugar, alguien cuyo reloj ya corre en su contra y duplicará tu apuesta y será con él con el que te tengas que medir y aprender, o serán los otros los que se midan contigo y aprendan y en esa apuesta por vivir y aprender y ayudarte a ti y a los demás a no resultar pedante, ni cargante, grosero e insufrible, a regular la vanidad de los que te adulen, te sentirás juzgado y a veces tendrás que ser tu el que juzgue y para eso las entrañas que ahora se te forman y te  hacen llorar, tendrán que ser fuertes y firmes para aguantarlo todo, esa felicidad que te va a llegar y también todas esas horas amargas que te esperan, eso es la vida y para eso ahora lloras y duermes, para que puedas cargar con ese peso y otros muchos pesos que te esperan. Escribo esto pensando en ti Elías, igual que hiciera José Agustín Goytisolo, cuando escribió palabras para julia y en su nombre y en el de todos los que estamos en este camino, tu también tendrás y darás amor, tendrás amigos y siempre habrá alguien que piense en ti, como yo ahora pienso.

miércoles, 22 de agosto de 2012

VIVA CRISTO REY



 

"Mientras los dioses no cambien, nada ha cambiado". Rafael Sánchez Ferlosio

Arde España, cada verano arde por los rastrojos y por los montes, pinares, reservas, paisajes. Los medios de que se dispone son abundantes, incluso acude el ejército y el Presidente de la Comunidad, del Cabildo, de la Generalitat, el alcalde, el pedaneo, el ministro, hidroaviones, helicópteros, escupiendo y meando para apagar llamaradas de quince metros, con el mismo resultado, miles de hectáreas calcinadas.
-¿Qué le apetece desayunar señor ministro?
-Manteca coloraa –dice el ministro, mientras le tiembla la doble papada- manteca coloraa –y se rie satisfecho-.

Arde España y se purifica en esa gran pira de agosto y como agosto,  fiestas desde Santurce a Bilbao, desde Gijón hasta Caldueñín, de Ribadeo a Losada y así hasta llegar a los meses de septiembre después de la vendimia, donde siguen y siguen celebrando -cebando- al Patrono, a la Virgen y a los distintos Cristos, que son muchos y siempre el mismo, es decir uno y trino desde siempre, Cristo Rey, desde que las cenizas cubrían la tierra de forma bíblica. Y a uno le invitan a esas fiestas.

Ese pueblo de trescientas casas, donde viven trescientas personas, ese pueblo tranquilo de teja o pizarra, donde en todo el año se oye un ruido, explota de golpe, se abren peñas, se compran hogazas, chuletas, panceta, entraña, cajas de vino, bollus preñaos, manteca coloraa, costillares, chorizos, se asan terneras, se preparan miles de tortillas, pollos, ensaladas, son las fiestas.
-¡Bebe vino, hostia!
-Si, que son las fiestas, ¡a morir!
 
Ese pueblo de trescientas casas, de siempre está rodeado de pinares y bocaminas hundidas y cerradas, de ríos trucheros, en el que todos emigraron a Francia, cuando los padres les dijeron “tienes que irte…” porque las tierras ya no daban nada, el centeno dejó de pagarse, la mina se cerró y no había nada más, y repitieron en las trescientas casas –tienes que irte- pero además busca dinero, porque no te puedo pagar ni el billete del tren. Y se fueron así, con una maleta pequeña y pesada, el pelo negro peinado a un lado, los trescientos y dejaron a la puerta a esos trescientos viejos, vigilando las casas que eran de piedra vieja, de pizarra o de teja, de adobe y ventanas pequeñas, vigilando porque irían a buscarse la vida pero volverían, los trescientos volverían al pueblo, aunque solo fuera para los cuatro días de fiesta de agosto.
Y todos emigraron y unos a otros como una Logia, se ayudaron, encontraron trabajo, trabajaron todos los días en silencio, sin visitar la Torre Eiffel, ni los Campos Elyses, sin entender nada, sin saber nada, aprendiéndolo todo (sin olvidar esa tierra mítica del padre) bajo el cielo oscuro de París y ahorraron para poder volver y dar el dinero a los trescientos viejos que esperaban en las trescientas casas, donde uno de los veranos ardió el monte, cada uno de los montes, hasta que las cenizas lo cubrieron todo, incluso el agua de los ríos y el agua de las fuentes, de los manantiales, de los pozos, incluso caían las cenizas sobre la capital y su catedral, de forma bíblica.
Y así pasaron los años y los emigrantes regresaron para formar sus familias y para volver a emigrar a Bilbao, Madrid y Barcelona y aquí ya en este territorio de Cristo Rey, montaron esas familias de emigrantes y trabajaron y se organizaron como una Logia, para ayudarse unos a otros, para el baile de los sábados, para que no les pasara nada -temerosos de dios- y sobre todo para poder volver cada agosto a celebrar las fiestas al pueblo y llevar de nuevo los dineros ganados y arreglar la casa y convertir la cuadra en un garaje porque el dinero que no se gasta en invierno, ni el de este año ni el del siguiente, se gasta en verano, en un Sinca 1000, en un 124, en un 1.500, eran los coches de los emigrantes, brillantes, bien encerados, esa obsesión por el coche, para no tener que ir andando de un pueblo a otro, de una fiesta a otra, para salirse de la carretera y chocar contra una encina, siempre una curva y una encina, siempre esa mala suerte.

Y te invitan y te agasajan y el baile y la orquesta y bebes más de lo que la sed te pide y te cuesta seguir de pie, pero tienes que aguantar porque todos aguantan y dicen –caguen dios, otro cacharro- y otro cacharro es ginebra con coca-cola para todos, para todos la orquesta, los pasodobles, la rifa del jamón, los pasodobles, “una vieja y un viejo van palbacete, van palbacete
- ….hostia …. que son las fiestas
Y la resaca del día siguiente, siempre coincide con la misa de doce, en la ermita, en la iglesia parroquial y después la procesión, con las sacristanas ataviadas con los rezos, “-Viva, Cristo Rey” y van todos, los trescientos que emigraron y volvieron y montaron sus familias, que ya son viejos, y todos usan camisas blancas y pantalones de tergal bien planchados y todos van detrás del santo, de la virgen en procesión y cantan loas y repiten a coro “Viva” y después, cuando la procesión termina, se van incorporando los hijos de esos trescientos, con resaca y gafas de sol, para tomar el aperitivo, martini, y agua con gas, que es lo que se toma en Francia.

Y ahora vuelve con más fuerza que nunca Cristo Rey, las monjas ministras, los ministros que apagan todos los incendios cuando ya no queda monte que quemar, gracias a los muchos medios y gestión ejemplar y si no se hace más es por la crisis, que quede claro que la crisis…

Y en el pueblo de los trescientos, donde los montes volvieron a crecer, pero no ya de árboles, pinos, fresnos, encinas, si no de monte bajo y arreglaron las casas de piedra vieja, las cuadras, las cocinas, los baños, levantaron casas nuevas, los alcaldes se contagiaron para construir piscinas, polideportivos,  hogares para dejar jugar a cartas a los pensionistas, canchas de baloncesto.
Todo iba bien, todo iba bien, todos eran ricos -como los franceses-, incluso los que no emigraron y se dedicaron a las chapuzas y después compraron una camioneta que ponía "Construcciones Fernández” y empezaron a levantar casas para los otros vecinos, tenían trabajo y cada jueves detrás de la furgoneta del panadero, aparcaba el coche del director de la sucursal de la Caja de Ahorros, para vender dinero barato a los vecinos.
-Claro, y pides dos millones más y cambias de coche.

Y ahora es agosto y el monte arde desde Portbou hasta Castrocontrigo, arden las islas, las penínsulas, los valles, las rastrojeras, y suenan las campanas de las iglesias, donde se desea y se pide a Cristo Rey que llueva, pero que no mientras duren las fiestas patronales, las fiestas de agosto.

-Mi chico se quedó sin trabajo –dijo uno de los trescientos- un ERE o no se qué.
-Si, como el mio –dijo otro- y ahí está la hipoteca del piso y del coche.
 
Y ya empezaron a decir que había trabajo en Alemania, pero que no había dinero para el billete del tren.

-Aquí todos emigramos, hostia –contesta uno- no se qué quieren estos chavales.
Y mientras, la madre calla y se retuerce las manos, en las que guarda un pañuelo blanco de algodón, porque la conjuntivitis le hace llorar unas lágrimas que no quiere.

Y cuando pasan las fiestas, cierran la casa y cierran el garaje y queda dentro ese Seat León tuneado, con los tubos de escape muy guapos, porque el chico dice que va a probar suerte, que primero va a ir a la vendimia y que después ya verá, porque aquí, en Bilbao, en Madrid ni en Barcelona, hay trabajo, que hay que volver a Francia y a Alemania.

-¿Entonces, como siempre, no?
-Claro,¡ qué te creías!.

  

 

domingo, 12 de agosto de 2012

CONNECTING PEOPLE




(El otro día conduciendo vi a un ciclista vestido de ciclista, subido en su bici de ciclista, hablando por su móvil. Eran las nueve de la mañana y yo iba a comprar el pan).

El mundo de los bobos existe, se llama así Connecting People. Cada bobo tiene su terminal telefónico, es su tiza y su pizarra y lo enseñan con orgullo, en el tren, en el metro, en los autobuses, encima de una bicicleta, mientras trabajan y mientras duermen, los bobos están conectados entre si permanentemente. Los jóvenes bobos, no dejan de escribirse mensajes a una velocidad endiablada, se relacionan, vibran, quedan, acuden en masa a los eventos, difunden, compran y venden, se enamoran a través de su terminal telefónico. Los dueños del negocio lo han conseguido, han conseguido que seis mil millones de personas permanezcan conectadas, interconectadas entre si, dependan de un producto que se renueva de forma infernal, generando ingentes cantidades de dinero y de bobos. Así el bobo forma parte de ese engranaje que es la globalización, ese gran mercado en el que puedes comprar una bicicleta diseñada en Alemania, cuyos componentes se fabrican en China y se montan en Yugoslavia, desde su terminal en una aldea asturiana con cobertura, esa palabra mágica y a la vez maldita que se resume en lo peor que le puede pasar a un bobo “no tengo cobertura”. Y aquí el bobo es cuando es capaz de subir al monte, coger un autobús, robar un coche, por el mero hecho de ir a buscar cobertura, para mandar su mensaje, para consultar facebook, twitter, twenty, quizá un poema de amor desesperado o quizá simplemente “k aces” y recibir en contestación “nada”. 


La educación ha sido privatizada, en unos pocos años, el número de bobos contaminará el paisaje hasta volverlo irrespirable, vocinglera, tuneada, bien musculada y depilada, formando esa masa mal informada, mal educada, que ocupará los puestos más bajos del mercado de trabajo y que a la vez no dudará en conseguir el último modelo de terminal telefónico y en muchos casos dos. Los viejos no entienden nada de todo esto, les supera por todas las costuras; les miran y solo ven chicos conectados a sus aparatos, aislados del resto, pero cuando miran al otro lado también ven a los padres haciendo lo mismo, las generaciones de bobos se van sucediendo, de forma ordenada  y limpia, pixelada, fotografiada bajo un mar de antenas de comunicación. De todo esto ha escrito Gary Shteyngart y publicada por Duomo Ediciones, la novela “Una súper triste historia de amor verdadero” . Bobos vulnerables. Y mientras escribo esto mi Compañía me acaba de enviar el siguiente mensaje: “Olvidate de los amores de verano. XXX  te ofrece el amor de tu vida: Samsung Galaxy y con Tarifa @XS por 0 eur”. La fecha tope para conseguir el amor de mi vida es el 31 de agosto. Por esas fechas nacerá mi hijo, que ya puede escuchar a través de la barriga esas odiosas melodías, pitidos y señales, mi mujer todavía no sabe que puedo encontrar el amor de mi vida, apretando una tecla de Nokia. Mi Compañía, pasada esa fecha, volverá a tentarme con una nueva campaña y volverá a intentarlo con millones de personas más, cada vez más volubles, más accesibles, más fáciles, porque sus tiendas tienen que seguir ordenando ventas por 0 eur, generando basura y yo seguramente, el tipo que ahora escribe esto, un bobo más, caiga en la tentación de ese nuevo terminal, porque lo más fácil ahora es dejarse llevar por este río de bobos, humildes y fieles servidores multimedia con gafas a pila e imágenes tridimensionales.
-conecting people my friend.   



sábado, 28 de julio de 2012

Mascotas




Esta, es la foto del año. Son cuatro amigos, de izquierda a derecha Laureano Debat, Sergi de Diego, Javier López Menacho y Juan Trejo. Todos escriben y dentro de unos años nos darán a leer algunos de los libros más nuevos o más conmovedores de la literatura de este siglo. En ese momento disfrutan de un relajante descanso, compadrean, comentan el partido de fútbol del Barça del que son seguidores, hablan de cine, son fans de Batman, del caballero oscuro, leen comics y viven en Barcelona y en esta foto parece que estén dentro de un escaparate a pie de calle, un escaparate en el que comparten espacio con cachorros de terrier, golden o carliño, en el que se paran los típicos curiosos que dicen: -¡ay qué monos!, y ellos ponen carita de decir: "adóptame, soy tu mejor mascota, llévame contigo", con las siguientes garantías firmadas por el dueño de la tienda: te pueden leer cuando estés aburrido, pueden acompañarte cuando estés solo, podran escribir para ti, viajar, incluso ser tus amigos aunque ellos conocen el oficio y saben  que ante todo, son tu mascota.
Pero no es un escaparate, están en un bar y le dan la espalda a la televisión; no te fíes de eso, estos tipos con cara de mascota, se pasan muchas horas viendo partidos, películas, conciertos,  se conocen todos los entresijos de todas las series, no obstante un profesor común, que no sale en la foto, les ha instruido en el secreto conocimiento de la creación (teleshakespeare) y eso les une entre si, pero como puedes ver en la foto posan muy derechos y eso es porque cada uno de ellos cuelga  de un hilo invisible y ese hilo es el que les conduce a su propio estilo, su propio lenguaje, su conocimiento del mundo a través de lo literario, esos mundos en otras visiones, esas calles en estos paisajes, todos viven en facebook, mantienen abiertos sus blogs en los que les puedes seguir día a día. Si no quieres hacerte cargo de sus cuidados como mascotas mejor no te quedes mirando, cierra esta pantalla y pasa a la siguiente o refúgiate en una tienda de relojes, a estos tipos no les puedes dejar abandonados en una gasolinera, como a cualquier perrillo en vacaciones o como a cualquier abuelo, porque a los seis minutos ibas a salir convertido en literatura, en todos los medios, o algo peor, podrías salir reflejado en una nueva ficción televisiva.
En esa aparente ensoñación de objetos de escaparate, tienes a unos tipos que esconden, cada uno de ellos, un as en la manga y ese as, es la novela que tienen guardada en algún lugar secreto, de la que ninguno habla, de la que se sospecha que existe y que van convirtiendo con el paso del tiempo en un ser mítico, del que se empieza a comentar, pero no ninguno de ellos dice nada, se apiñan y sonríen y empiezan a dar un poco de miedo. Si sospechas que a lo mejor no son tan buenas mascotas como dice el dueño de la tienda, lo mismo terminas huyendo por cualquiera de las calles del Raval, ten suerte y no intentes refugiarte  en la Oficina de Cristina Fallarás, te acogerá con una gran sonrisa, te dirá que te sientes y cuando se abra la cortina aparecerán ellos y te invitarán a seguirlos, entonces estarás perdido, tu vida, las lesiones que presentes, serán irreversibles, poco a poco la resaca se apoderará de ti y poco después lo habrás olvidado todo y por lo tanto tendrás que volverlo a aprender y eso es lo que vas a hacer ahora mismo, pinchando aquí:

http://www.barcelonainconclusa.com
http://interferenciasonica.blogspot.com.es/
http://elespaciorelatado.blogspot.com.es/
http://www.agapea.com/libros/EL-FIN-DE-LA-GUERRA-FRIA-9788492451074-i.htm
http://jorgecarrion.com/2008/05/30/el-fulgurante-debut-de-juan-trejo/

sábado, 21 de julio de 2012

LUIS MIGUEL RABANAL (De amores que van y vienen)

De amores que van y vienen tú encima yo debajo tú arriba yo payaso
De amores que siempre vienen (M. NICIEZA)


LMR se ha liberado del cuerpo pero nota como le pesa el alma y en esa pérdida ha ganado luz. Hace un tiempo me envió generosamente su poemario Lugares que imprimí y encuaderné con dos grapas. Se editó el 6 de julio de 2011 y ese es el final, porque el principio del tiempo para el que escribe poesía es siempre impreciso y siempre es doloroso. Lugares, es un testamento con veintidós poemas en el que hay un cuerpo que se va deshaciendo y un espíritu que va tomando forma, solo se ve si centras mucho tu atención, si te concentras, si eres capaz de perder el dolor, el peso, el calor, la humedad, la adicción, la sed y entras en ese estado en el que reposan los africanos mientras esperan el tren, mientras esperan que se llene el autobús para un viaje largo, o cuando esperan en el mercado que alguien compre su producto.
 
Y el viaje empieza en Montecorral, sin moverte, como una columna de piedra dentro de un jardín, y con la espalda cubierta de líquenes, pero entre esa maleza puedes recordar, puedes ver y sabes que ese, ya es un territorio onírico, el terreno que une la memoria de LMR, una memoria que también tiene mucha niebla.
Y el viaje es Olleir, un lugar que ya no existe y es tan real en la imaginación del poeta como lo es la memoria de un álbum, un lugar en el que los cuentos antiguos caen a tu paso como losas de pizarra

No mirabas atrás no fuera a ser
que el tiempo incumpliese contigo
su acomodo o que la noche te tizne
la palma de las manos
con un hollín sucinto
semejante a la desolación.

Escritura precisa, a veces te arranca dentelladas de carne y otras falsamente suave, todo lo suave que puede ser una cuchilla de afeitar sobre el cuello, mientras suplica y te  culpa de un dolor “Dime que no fue en balde,/ una estación tras otra sin el cielo/ auzl y sin el olor de las lilas, dime/ que fuiste tu quien suplía el afecto/ con manos destrozadas por el desdén y la cal.” Y otras muchas veces quieres y no sabes por qué esos paisajes, esos recuerdos encierran forcas, peligros, palabras espeluznantes, trapos viejos para abandonar, lástima y arañazos constantes, manteniendo en todo una cordura inexplicable, la cordura que solo puede producir el amor.

Con esta poesía no puedes tener prisa y no puedes fallar, hay que resignarse y esperar a que te abra esa puerta (en la que muchas veces esperas sin resultado, como un huérfano helado de frío), por la que hay que entrar a un mundo que unas veces es accesible y otras muchas imposible, un mundo vedado, como los cotos de caza muy vigilados, de donde es difícil entrar y difícil salir, sin arañarse.

“Resulta enojoso acordarse de ti/ por la noche, cuando no/ puedes respirar.

Hoy estoy de nuevo con el último libro de este poeta leonés, que vive dentro de una piedra blanda, inerte, que respira y duele, que ha ido esculpiéndose en versos, de dentro a fuera, como se esculpieron las montañas, desde tan adentro que no sabes calibrar la profundidad de esa sima, pero notas la llamada. El último libro se titula Música para torpes, lo forman veintiún poemas y a ellos se asoma de nuevo un paisaje y una nostalgia parecidos y parecido es este otro Montecorral que aquí aparece.

Este es un libro más complejo, encierra otros pesares y esa sima que antes parecía tan profunda ahora es insondable, siempre y cuando, tu mismo lo seas porque de repente el hermetismo se hace líquido, como un manantial en medio de un bosque, como una confesión. Pero el tono cambia, como se cambia de humor y de repente ajusta el paso de rosca y a alguien le ajusta cuentas, unas cuentas muy personales,

“Los dos coincidimos en que era
un estupendo susto la vida”

o quizá me equivoco y es esa voz femenina la que le está ajustando al poeta las cuentas, unas cuentas de las que nadie sale bien parado, o son todos contra todos, como un sin dios, como un puto torbellino que te atropella y te hace volar lejos de todos y de todo.

Es verdad que hay caminos que no conducen
a ningún territorio transitable y posible”

Ninguno y todos, todos estos terrenos terminan manchándome los zapatos, tengo que dejar pasar el tiempo y volver a leer este ramo de lirios del valle, antes de que sea demasiado viejo para aprender.

Me gustan palabras como almagre, gatiñas, desnevios, un salguero caído, ferrerina, collar de agavanzas, ñubero, y también Olleir versus Riello.

Una cosa más: de la memoria que dejan estas frases, bebemos durante años los escritores estériles de novelas, los que creemos saber algo y nos ponemos en el lugar de nuestros personajes y perdonamos, culpables y vanidosos, como el más culpable de los hijos de puta. Perdonadme, pero el camarada no sale ya de casa, ahora tiene que seguir leyendo dieciocho libros más de este poeta que se llama Luis Miguel Rabanal


 MusicaParaTorpes
Ediciones de Baile del Sol (2012)
colección poesía
cubierta: Ramón Buzón

martes, 17 de julio de 2012

SITGES (4.- GAY)





Nada en la tierra resulta más divertido que ver una ciudad gay divertirse. Esto pasa en Madrid un día de cada año, el Día del Orgullo y eso pasa cada noche (de verano) en Sitges. No hay nada más chocante que ver a tipos bien musculados, jaezados como caballos, con apenas un pantaloncillo y un correaje, o vestidos de marineritos rasos, vestidos con esas maneras que solo consiente el mundo gay y que a las mujeres, dejadas en años y llorzas (o por sus maridos), les da mucha risa, una risa aparente, ya que saben que cualquiera de estos tipos atrae más miradas que ella (no ya a su edad) a los diecisiete años. Es así y Sitges, o una muy buena parte de la ciudad, se ha especializado en este sector social y en su turismo.
Lo gay (en términos veraniegos) consiste en verse y dejarse ver sin complejos, en gastar buena parte de todo lo que gana en cremas, eslíps, bronceados, camisas, depilaciones, zapatos, restaurantes, cócteles, saunas, viajes y disfraces, así como en cultivar cuerpos bonitos pensados para disfrutar de la vida, una vida de salón al otro lado de la línea de la vida, en la que no hay responsabilidades familiares, aparentes cargas -de hijos-, ni impuestos, vejez, rutina, hipotecas, enfermedades, política, grasa, paro o soledad, ni aburrimiento. La fiesta vista así da envidia, pero también hay viejos, gordos, enfermos, arruinados, solitarios, que no pueden hacer visible su estado, porque cualquiera de esas situaciones no se aceptan dentro de esa sociedad, de esa eterna y amigable felicidad juvenil, Sitges si que puede y cada año se renueva, pone a punto sus playas, sus calles, los jardines, los paseos y cada empresario limpia y encala el negocio y busca esa oportunidad de vender a chicos felices que llegan emparejados a la estación directamente del aeropuerto, con sus maletas repletas de ropa bien doblada, alemanes, franceses, canadienses, ingleses viejos o ingleses de las fábricas, así cada año, cada temporada y muchos de ellos se instalan de forma permanente en las muchas urbanizaciones que han crecido en un perímetro de diez kilómetros, desde Rocamar hasta Olivella. También la Barcelona gay mira hacia la Villa y aquí se visitan en el Parrot, (puerta de la Calle del Pecado) todo ese circuito de saunas, sombrillas, banderas de seis colores y Pachitos pubs, Locacola, lugares donde se mezclan las camisetas más ceñidas con las pieles más morenas.

Del otro lado del espejo, diez minutos sentado en la terraza de los Vikingos, es suficiente para ver ese paseo de las estrellas, donde al lado del disfraz de marinero caminan los tipos más feos de la galería, rebaños de gárrulos, chulos de cómics, busca vidas arrabaleros que dejan el Chino de BCN, para hacer su agosto entre calas seduciendo a locas solitarias, lechuguinos con los cristales de las gafas rotos por la impresión, padres de familia incapaces ya de seguir con ese adulterio, novias flácidas que se despiden de solteras y novios rodeados de jugadores de futbito, camaradas borrachos como cubas. Y la ciudad no explota, cada noche se sacude la arena de la playa y cada día empieza con la misma vitalidad que el anterior, prensa internacional, café, cruasanes del Enrich y la tranquilidad de las primeras horas del día, para ese paseo tranquilo junto al mar, desde la playa de la Fragata hasta el hotel Sunway Playa Golf, sin dejar de cruzarse con restos del naufragio de la noche, que caminan descalzos hacia la Estación, la voz gansa, la nariz taponada y los ojos muertos detrás de gafas opacas, cerradas, impermeables. Son toda la sala de máquinas de esas fiestas ibicencas que no lo son (o ya si), anunciadas con mucha espuma y camisetas mojadas en los corrales de Gavá, Castelldefels, Vilanova, L’Hospitalet y cuyos promotores siguen viviendo el control remoto de aquellos años dorados de la farándula más auténtica y en las que nada se anunciaba (porque no hacía falta)  por esas megafonías de hoy.

Lo lesbiano (en términos estéticos) ya es otra cosa en esta Vila tan dada a la estética y en esa balanza ellas aparecen sobrealimentadas, de ese ir al súper a pasar la tarde, de ese querer y de ese no poder, de ese antimachismo que termina convirtiéndose en Lo macho y eso lo podía ver el paseante en aquel local lateral Mar i Pili, que terminó despareciendo por el expansionismo mercantil del Parrot, que como en otras historias sociales, oculta entre bambalinas la fragilidad de lo lesbiano (y su estética), dejándoles a ellos todo el escenario, pluma y luces incluidas. En la Vila es así, lo que no quita para que ellas tengan su rincón político y su lugar, como cualquier pareja, pero no la ciudad.

Al atardecer y entre los últimos bañista, el paseante ve al buscador de tesoros rastrear con su detector a ras de playa, escarbar allí donde la señal metálica se vuelve audible, como una composición más de un Sónar de tómbola, al encontrar la chapa de una botella o un pequeño colgante de oro, suficiente pago para una jornada que languidece. A media noche un tractor barre las playas, filtra la arena de cigarrillos apagados, plásticos, botellas, máscaras, cremas, devora todo lo que se olvida, esas gafas de sol con montura blanca, el plano de la ciudad, las llaves del coche, moscas viejas que murieron al sol, todo lo que el buscador de tesoros no ha encontrado y que ya nadie va a encontrar y todo eso y muchas otras cosas que se pierden cada día, lo digiere la pala del tractor, para dejar de nuevo la playa virgen, inventada de nuevo, como recién planchada. Y aunque la noche no engaña, no hay descanso, detrás del tractor ya se colocan los pescadores con sus mesas plegables, las luces, los aperos, los paseantes insomnes y los que piensan en un amor profundo, vuelven a dejar sus huellas, sus emociones, sus nostalgias. El mar carga con todo y sigue ahí, es esa mancha oscura que se arruga en olas de espuma blanca al chocar con los bajos de arena. Y el paseante deja sus pasos también y mira ese horizonte de Chillida, ese que no pudo doblar porque ya es una curva perfecta, allí donde él mismo, hace ya tiempo (en otro mar y otro momento), buscara su hogar.



viernes, 13 de julio de 2012

Xen x Xen = Rabanal




Compré El tiempo del hombre muerto, pensando que era un buen título para una novela y lo empecé a leer como si fuera una novela, hasta que me di cuenta que no lo era, que este libro es un artefacto lleno de títulos, un artefacto que mal manipulado te explota en la cara y te la deja como la portada del libro. Lo forman setenta y un documentos, dedicados a otros tantos elementos incontrolados, que forman, muchos de ellos forman parte de la literatura bastarda de este país, que en buena medida se articula a través de la web por medio de blogs y editoriales innombrables.

-Todos a la cárcel –dijo aquel tipo por teléfono- ¡ya!.

Y la orden no se cumplió porque el que la recibió andaba ya muerto y a la vez andaba de parranda y eso es lo que pasa aquí, que te encuentras con un libro visceral en el extremo de la fórmula, un libro de reflexiones que no te deja respirar, que te sacude hasta que se te cae la última mota de polvo, y cuando termine contigo, este hijo de puta te va a dejar solo con el relleno de serrín y con lo justo para que puedas seguir caminando, porque te va a sacar todas y cada una de las entrañas que te quedan, como se trabaja a una momia para que viva el resto de la eternidad.

"Las putas moscas llevan follando sobre mi calva toda la mañana…
pero yo aguanto, sentado, a que pasen las horas. (el discurso de las botellas)"
Pués eso es lo que pasa cuando abres la cajita que no debes, cuando abres el regalo que no puedes, cuando abres la puerta del desván que te dijeron que no podías abrir, ni la del baúl, ni todas esas puertas que siempre te dijeron y nunca obedeciste, esas son este libro y el cabrón que te dice que no sigas leyendo es el autor, el propio Alfonso Xen y el pecado es haberlo abierto, empezar a sacar todo eso prohibido que hay dentro, algo que a veces huele mal, y que a veces huele a podrido, algo que no tiene buen sabor pero que vuelves a comer, ese traje que no te gusta y te vuelves a poner porque te queda como un guante y así todas y cada una de esas canciones que quieres oir y que son una disculpa para volver a los bares y otra cerveza más, para volver a ver a esa chica de los Levis que lleva un blues negro que a ti te gusta.

Y lo has abierto, digo que has abierto el libro y se empiezan a caer todos esos nombres como David Refoyo, todas esas crónicas para decorar un vacío, Toño Gallo, Agustín Calvo Galán, Odklas, Carlos Moreno, Das y Barrueco, y brindas y dices:
-Va por mis cojones

Y esa es la tónica del libro, pero no es tónica es solo cerveza y Mario Crespo, Vicente Muñoz Alvarez,  Julio César Alvarez a todos esos perroplumillas que se me quedan por la mesa y me miran y no paran de fisgar entre el teclado del ordenador y de meterse entre los libros, entre las resmas de papel y cojo un matamoscas y me lío contra todos ellos, pero escapan y el único que no lo hace es Luis Miguel Rabanal y me acerco a el y me sonríe y a la vez me dice telepáticamente: Elías, tu puedes ayudarme.

-No tío yo soy bueno, yo solo quiero ser bueno, tengo dolor de corazón, propósito de enmienda, soy temeroso de dios y la herida llena de moscas.

-¿Tienes miedo?.

Y yo te paso la pregunta Xen, ¿tienes miedo?, porque yo no la puedo contestar. Y alguno de mis vecinos o su perro, pone un blues y luego otro, y luego una canción que ya he olvidado y luego otra que no quería volver a escuchar. Y me quedo triste y veo que cada vez me parezco mas a la portada del libro, esa portada de Julia D. Velázquez, que no deja de ser otra cosa que un aullido y un flequillo, y ese color que se come todos los demás colores y un dolor que se come todos los demás dolores.
Y sé una cosa, sé que para escribir todo eso que publica Antonio Huertas, tienes que haber vivido mucho en los bares, tienes que haber liado muchos cigarrillos, que haber mirado mucho la luna, esa luna llena y amarilla y sobre todo te has metido en la niebla, una niebla que yo también conozco, entre el Torío y el Bernesga, que confunde todas las formas y el brillo de las luces, hasta el delirio.
Y por último, solo quiero deciros una cosa, este libro es imprescindible en cualquier biblioteca, es para tener siempre a mano porque lo puedes leer de izquierda a derecha, por el medio, por el final, por donde quieras, y volver a él cuando lo necesites, como un viejo amigo.

Hacía tiempo que no me echaba a la cara a un tipo con tanta rabia, con tanta fiereza, con el brazo gordo de tirar piedras y no de jugar al tenis y con una cabeza tan remota que en ella puedes encontrar conversaciones acabadas desde el principio, todo ese vacío decorado a puta hostia desde la primera línea, sin dar respiro ni tregua. Así es este libro resacoso, escritura hecha en directo, sin límites, con miedos y sombras. Lo dicho, que en un tu a tu, fijo que nos quedamos callados y solo empezaremos a hablar a partir de la segunda caja y que esté JAB de testigo, sujetando las armas.

:por eso escribo esto, al menos tengo algo claro, pues vivir a través de los demás es atravesar un desierto

(Un abrazo y cuídate tío, de tí y de los demás, más que nada para poder seguir escribiendo.)

El tiempo del hombre muerto.Editorial Origami.2011
Alfonso Xen Rabanal

El tiempo del hombre muerto - Alfonso Xen Rabanal

miércoles, 11 de julio de 2012

SITGES (3.- Smitten with Sitges)





La playa de San Sebastián, según considera el New York Times en el artículo que le da título a este tercer recorrido, (que se puede leer aquí),  es  de las mejores playas urbanas  y eso le vale a la Villa unas cuantas visitas. Lo único que puedo añadir a esto es que es una playa natural y que se encuentra aislada por el enclave del Cementerio y el del Cau Ferrat y Palacio Maricel y a su lado una cala nudista, un pequeño recodo entre rocas, a la que se puede llegar desde esta, caminando con el agua por las rodillas, o rodeando y bajando por el acantilado; el resto son las típicas de guijarros recubiertas de arena por el Ayuntamiento temporada a temporada, ya que temporal tras temporal el oleaje se encarga de arrastrar esa arena y precipitarla mar adentro. Este de las playas es uno de los decorados de la ciudad. Hace unos años, todo el frente marítimo era un solo recorrido en el que apenas había arena. Las inversiones y el mejor aprovechamiento turístico convirtieron todo aquello en media docena de islas, rodeadas de espigones suficientemente largos y grandes como para proteger esa arena de los temporales; he visto todas esas operaciones, repetirse en las playas artificiales del mediterráneo, para terminar siendo todas la misma postal, Sitges por lo tanto tiene la suya, así como concesiones de tumbonas, colchonetas, chiringuitos y duchas; luego quedamos en esto, que es la playa de San Sebastián la mejor playa familiar y urbana de la Villa.

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Pero no solo este tipo que visita la ciudad puede elegir la zona urbana para refrescarse; si deja el paseo marítimo, continua la línea de costa y camina por los guijarros, a medio kilómetro y en paralelo al campo de golf, llega a la explanada de la Atlántida, una de las discotecas más genuinas por el enclave (metida en el mar y en la Ley de Costas) y por ser la más antigua de la Villa (junto con Pachá) y si continua y sube por los acantilados llegará a otra de las playas nudistas que se esconde entre la línea ferrea y el propio mar, uno de los lugares elegidos por el turismo gay para tomar baños de mar, de sol y de luz, para relacionarse. La playa se comunica por el puente de la vía con una sierra de pinos y sardones, en el que también puedes ver a todos los faunos locales e internacionales, reconocerse, lamerse, encontronarse y dislocarse felizmente como cervatos jóvenes o viejos berracos montaraces; el espectáculo es de National Geografic y la reserva un lugar de caza seguro, no sale en la crónica de NYT, ni en el informe de Bombers de la Generalitat, a pesar de que cada verano arde. También es un lugar de ravers y botellón, de peleas, de pasiones, de hurtos más o menos sofisticados, sin apenas violencia. El caminante reconoce el lugar con solo seguir el rastro de toallitas de papel, pañuelos, botellas de agua, chanclas perdidas, tangas y demás restos genuinamente orgánicos que nadie recoge, con lo que el final de temporada, es duro en este paisaje.
Mientras tanto en el resto de las playas, las familias juegan con sus retoños, los adolescentes con palas, se bañan, se broncean hasta consumir la memoria de la piel, las piraguas llegan hasta las bollas, las motos de agua, las embarcaciones, incluso surfistas sin olas, todo dentro y fuera de los espigones y bajo la mirada de los vigilantes de la playa, cuyo horario se anuncia por una megafonía de cacharrero, de diez de la mañana a ocho de la tarde, como en las piscinas; antes o después de esas horas cada uno es libre de seguir haciendo lo que quiera, pero en los mástiles ya no vigilarán esas banderas, verde o amarilla, el mar podrá seguir su ritmo de respiración y de resaca, sin vigilancia.


De todos los chiringuitos, entre espigones, el Sausalito es el mejor equipado, siempre con música chill out, siempre con cuerpos jóvenes, cerveza fría, coca-cola con hielo y la sensación de un verano perpetuo, inocente, amable, algo que el turista va a recordar igual que esas noches tórridas que tienen todos los veranos, donde encienden antorchas bajo una luna casi azul, dejando un rastro ondulante sobre el mar, igual que la luz del horizonte que no parece apagarse nunca, ya que los últimos rayos quedan ahí hasta el día siguiente.
Todo eso lo consigue Sitges en una sola noche, con lo que el turismo de fin de semana queda satisfecho en cuanto a las postales; el turista de una semana sueña con volver antes incluso de subir de nuevo al avión y regresar a un suburbio de París, dejarse ver reflejado en los espejos de su gimnasio o de su cuarto de baño, del ipad, de su blog o de donde esconda la gente de ahora su memoria, su vanidad y sus postales.
Aparte de esto, pasear y seguir paseando hasta que reconozcas los cedros que aun quedan entre las palmeras de un lado del paseo y las del otro, unos ejemplares extraordinarios que no dejan de sorprenderme cada vez que paso por allí, los tienes en la desembocadura de otra de la calle escaparate de la Villa, la calle Princesa. Creo que solo son media docena, antes había más, pero ya ves son así las cosas y esos ejemplares que se esparcían por todo el mediterráneo desde aquí hasta Siria, ahora son prácticamente especies en extinción, por lo menos en este tipo de paseo y que nadie se preocupa de replantar, tardan demasiado en hacerse adultos para que eso les compense, no obstante aunque en el paseo solo quedan esos ejemplares, hay alguno más que sobresalen por los muros privados de casas sin prisa, que se diferencian así de las demás.


jueves, 5 de julio de 2012

SITGES.- (2. Callejeando)


                                                                     Racó de la calma

Perpendiculares a la explanada de la Estación, entran las calles Gumá, Isla de Cuba, Bartomeu y Sant Francesc y todas te dejan en el Sitges viejo de la calle Jesús y el Cap de la Vila y en las playas, la de la Fragata junto al espigón, las escalinatas del Baluarte y la Iglesia de Sant Bartomeu y Sta. Tecla. Es ahí donde vas. Siempre ves el cielo cuando caminas por estas calles y ese es el síntoma de que la ciudad es amable, pero después descubres que entre los paisajes de esas calles balcón (San Pere o San Pau), se asoma el mar. También es allí donde vas.
La ansiedad de llegar a un lugar hace que el viajero avance, que no se quede sentado a la primera de cambio en la terraza a pie de acera, del Varón, o en cualquiera de las que se va a encontrar en la calle Parelladas y el café Roy. Es importante hacerse un mapa mental, abarcarlo con las fuerzas físicas de que dispones, igual que sabes el dinero de bolsillo que tienes en cada momento, debes saber la de vueltas que puedes dar calle abajo y calle arriba para poder llegar al baluarte y continuar hacia la playa de San Sebastián y de allí a la Ermita del mismo nombre (siglo XIII) que forma parte del cementerio viejo, entrar en los muros de ese cementerio y encontrar las esculturas que guardan familias ilustres como la de Vidal-Quadras, Antoni Robert Camps, Planas, obras de Josep Llimona o Frederic Marés, que ha llevado a este cementerio, típico mediterráneo, a la eternidad, un legado más de la burguesía que hizo fortuna en las Américas, de los muchos que allí emigraron. En muchas de las calles de la ciudad, se ven algunas de las casas de esta burguesía que hoy se han convertido en hoteles, conservando su encanto y resistiendo así a la especulación inmobiliaria; eso convierte a Sitges en un lugar que todavía puedes visitar, para conocer algo más sobre el modernismo catalán, sobre el gusto de estas gentes emprendedoras, por la vida y la belleza, las artes, la calma. Y en ese Rincón de la calma, que es un regalo para todo el que visita la ciudad, el viajero debe descansar y dejarse sumergir en la sombra y el sonido del mar rompiendo contra las rocas de Cau Ferrat (ahora en obras). Ese es el lugar para que se oxigene la piel antes de volver al Paseo de la Ribera, a subir por las callejas arriba y abajo, volver a asomarse al mar y recorrer de espigón en espigón toda la costa hasta el final. Y desde allí, busca la otra ermita la del Vinyet, una pequeña joya que veneran los sitjetanos viejos y que da nombre a todo ese terreno que antes eran viñas y huertas y ahora son chalets y que puedes encontrar también en las postales. Este litoral, se cierra por las puntas con dos complejos hoteleros que pisan la línea roja de Ley de Costas; con sus playas, sus horizontes, sus vientos y para que no falte de nada en este dibujo, tres puertos deportivos desde donde llenar con regatas, el paisaje cada fin de semana,  uno de los deportes favoritos de esta ciudad, junto con la hípica o el rugby.
                                                        Ermita de San Sebastián y cementerio viejo

Y así es como el tipo que visita Sitges, recorre cada esquina, se asoma a las calles y a los escaparates de tiendas donde el algodón es el tejido de esta tela de araña que es el verano, y el azul el color que abre todas las ventanas y puertas.
Pero aparte del callejeo turístico, hay una ciudad que ha saltado las vías del tren, que nadie ve nunca y ocupa una segunda piel, en la que únicamente hay pisos, bloques, torres, que llena de habitantes la villa y con sus impuestos las arcas del Ayuntamiento siempre exhaustas, ese lugar podría ser cualquier lugar, esas calles, cualquier calle de cualquier pueblo, ese desequilibrio es el paisaje que contamina todo el prelitoral desde los túneles hasta Vilanova y toda la línea de costa que puedas imaginar, es donde vive la mano de obra que te sirve, que se indigna, que sufre los retrasos, que acude cada día a trabajar a Barcelona, que espera los diluvios con resignación, siempre hacia el mar, que asiste a los fuegos artificiales, a los carnavales, a las fiestas de Santa Tecla, los que todavía trabajan algún trozo de huerta, algún limonero, esa gente anónima que no encuentras en los hoteles, que no asiste al Club Bilderberg, que educa a sus hijos en los colegios públicos, que no habla idiomas, que hace lo que puede y cuyos mayores todavía rezan. Esa otra ciudad de Sitges, cada día cruza por debajo de las vías y camina el paseo marítimo hasta la desembocadura de los campos de golf y se vuelven, sabiendo que eso es todo lo que da de si el día y ese paseo se cruza con el destino del viajero que no deja de mirar cada una de las casas que jalonan el frente marítimo y de imaginar esas familias que allí viven o que allí se esconden y trata de mirar a través de los ventanales y de entrar en sus bibliotecas, sus colecciones de arte, trata de adivinar así sus vidas, ese frente marítimo que desde el mar, solo es una línea recta llena de nubes y pequeñas luces, así de opacos son a veces los espejos.
Pero el viajero si que puede entrar en el palacete donde se instala el Museo Romántico, uno de esos lugares que se tienen que ver, que da una idea de cómo eran aquellas casas  de los antiguos sitgetanos, su estilo de vida en cuyo portal todavía se conserva un carruaje de los de caballos, con el que se transportaban a Barcelona, cruzando los pinares de Castelldefels y L’Hospitalet, donde al parecer se guarecían bandoleros y asaltantes de camino, al acecho de viajeros, más o menos como hoy.
                                                     Panorámica desde la Iglesia de San Bartomeu

El viajero, también verá al anochecer como se van instalando entre la rocalla, viejos pescadores con una licencia y dos cañas cada uno, que pasarán allí la noche entera bajo la luna, con un termo y sus sillas reclinables de loneta y a veces hablan con el compañero y otras veces callan y escuchan ese mar que desde las rocas es tan oscuro como los surcos de sus manos. A lo lejos también oirán el rumor de la ciudad, esa ciudad que se divierte de una forma muy especial y en la que ya se han acolchado los vendedores subsaharianos, que también cruzan las vías del tren o vienen cargados de Vilanova con sus sacos, su negocio, business nocturno de gafas, discos, películas, bolsos, pañuelos y el miedo, todo made in china. En esta ciudad, como en todas las del mundo ya apenas queda comercio original, autóctono, artesano, apenas queda un chiringuito en la playa (el primero de todos según dicen, está aquí) y un par de cines, el del Casino Prado y el del Retiro, dos sociedades privadas, donde los socios organizan  partidas de cartas, bailes coincidiendo con los carnavales, paellas, actividades teatrales y conservan como un bien esos cines, que a la vez son teatros, en cuya programación (de viernes a domingo) solo encontramos pelis para niños y poco más y eso a pesar de que la Villa acoge desde hace medio siglo, uno de los festivales internacionales de cine más interesantes; también hay un par de tabernas que ahora este viajero, todavía no ha visto. Todo lo demás es ocio, bares, locales, restaurantes, chiringuitos, discotecas, playas y calas, todo a la vista y al rumor de ese mar que a veces es azul, de un azul muy profundo.